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Por ello, este afán de agarrarse a las breñas y de radicar en ellas la esencia de su<br />
espíritu, será consustancial con el alma incaica en los días de su mayor apogeo y<br />
cuando, en el auge de su civilización, el Cuzco abarque sierra y costa, subsistirá ese<br />
agreste destino y la costumbre atávica y señera de considerar "por más hidalgos y<br />
nobles" a los de la ciudad de arriba.<br />
El oscuro e inconsciente anhelo de cimas no basta para explicar la decisión inicial. El<br />
Cuzco, como otras ciudades milenarias, debió nacer de los variados impulsos que<br />
deciden la vida del hombre primitivo, acechado por enemigos visibles e invisibles,<br />
defendiéndose y buscando la seguridad en sus armas y en los parapetos naturales de<br />
los riscos, pero atento siempre a las inspiraciones de lo sobrenatural y a las misteriosas<br />
interpretaciones anímicas del cielo y del contorno geográfico. Los primeros habitantes se<br />
cobijarían para defenderse bajo la mole del Sacsayhuaman, pero luego los atarían a la<br />
tierra la revelación sagrada de los mitos del Titicaca y de Paccarectambo. El Cuzco<br />
debió ser fortaleza y santuario, antes que mercado; debió nacer no de un determinismo<br />
rígido de leyes económicas, aún elementales y difusas –abundancia o escasez del ají o<br />
de la quínua– sino, más bien, por un fatum religioso y político que presidiría su destino<br />
con la ineluctabilidad de los grandes acaeceres históricos y que amarró a la mole del<br />
Sacsayhuaman y a la imagen del Inti o divinidad solar de los quechuas el destino de la<br />
América indígena meridional.<br />
El Cuzco es, esencialmente, una ciudad de ladera. Rodeado de cerros por todas partes,<br />
no se sabe si baja del cerro de Sacsayhuaman al valle o si se ha colgado a la mole de<br />
él, en un declive. Partes del Cuzco están prendidas a la montaña y otras descienden en<br />
terraplenes y andenes, en una arquitectura típica y originalísima. Toda la historia del<br />
Cuzco –la del Hanan Cuzco, tortuoso y accidentado, como la del Hurin Cuzco, llano y<br />
rectangular– estará influida por esta posición topográfica. Las ciudades de ladera han<br />
sido establecidas principalmente teniendo en cuenta la luz, el sol. Los sociólogos<br />
apuntan que los pueblos de montaña escogen las laderas soleadas, las que primero<br />
reciben el sol, prefiriéndolas a las laderas sombrías. El Cuzco fue elegido así, teniendo<br />
en cuenta la presencia mágica del sol, el milagro cotidiano de la luz. Por eso, acaso, el<br />
transporte encendido de José María Arguedas: "Sólo a esa altura de los Andes es<br />
posible un valle con ese horizonte y esa luz". Y la comprobación poética del mismo,<br />
cuando habla del "cielo de ilimitada hondura, escenario de resplandecientes tránsitos de<br />
luz, de esos cambios de claridad y sombra, de fuego dorado y sangriento, con grandes<br />
pozos de lobreguez insondable, propios de las regiones altas: abierto e irrenunciable<br />
camino a la meditación y a las inmortales empresas".<br />
El Cuzco fue, así, predestinado por la naturaleza para servir de nido caliente de una<br />
cultura, de cruce de caminos, crisol de pueblos, acrópolis india y cuadrante de una<br />
historia solar.<br />
EL ENIGMA ARQUEOLÓGICO<br />
Discuten los historiadores el origen y la antigüedad de los primeros pobladores del<br />
Cuzco anteriores a los Incas, a base de los restos arqueológicos, de las huellas<br />
lingüísticas, de la toponimia y de la remota tradición oral recogida por los cronistas<br />
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