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El Cuzco de los Incas<br />
EL MARCO GEOGRÁFICO<br />
Ni la arqueología ni la historia han logrado hasta ahora arrancar a la naturaleza, ni a los<br />
restos materiales o humanos del pasado, el secreto de los orígenes del Cuzco. Este<br />
permanece, todavía, inexcrutablemente adherido a los dominios del mito y de la leyenda.<br />
No se ha determinado aún la circunstancia histórica precisa en que surgió a la vida<br />
histórica "la gran ciudad del Cuzco", el eje de la tierra andina, la urbe imperial de la<br />
América prehistórica meridional, cabeza de todas las ciudades del Virreinato austral bajo<br />
el régimen español y, en el refluir eterno de la grandeza, capital arqueológica de nuestro<br />
creciente panamericanismo científico y democrático.<br />
La explicación del surgimiento y grandeza del Cuzco hay que inducirla de las<br />
permanentes sugestiones del marco geográfico. La vocación imperial del Cuzco nace,<br />
acaso, de su posición intermedia, topográfica y atmosférica, que condiciona las<br />
calidades del paisaje y del hombre y el destino social y urbano de la región. El Perú es,<br />
según Squier, un país de hoyadas próvidas, en medio de mesetas desoladas, de<br />
montañas nevadas, de gargantas profundas, murallas de cerros y de montes, de<br />
bosques y desiertos. En el fondo quieto y tibio de esas hoyadas de la costa o de la<br />
sierra, más templado que el árido terreno circundante, ha nacido la civilización. El Cuzco<br />
está en una de esas hoyadas de la puna en los Andes del Sur del Perú, entre la<br />
Cordillera Occidental y Oriental, más echado a la Oriental, entre las hoyas del Vilcanota<br />
y del Apurímac, en un límite isotérmico, geográfico y etnográfico que decide su destino<br />
nuclear.<br />
La altura del Cuzco es ya la altura de la puna. Está a 3,350 metros rodeado de cerros<br />
nevados, en la parte más elevada del valle y en los declives de tres altas colinas donde<br />
convergen tres ríos –el Tulumayo, el Huatanay y el Chunchulmayo– como los dedos de<br />
una mano abierta. No obstante esta altura el clima es duro y severo, "fresco pero no<br />
frígido". Garcilaso, elogiándole, dice que el temple es más bien frío que caliente, pero no<br />
tan inclemente que obligue a buscar fuego para calentarse, porque basta entrar a un<br />
aposento donde no corra aire para perder el frío. En cambio, como el aire es frío y seco,<br />
no se corrompe la carne ni hay moscas. Y Sarmiento de Gamboa, haciendo el elogio de<br />
la tierra que aposentó a los Incas, dice que es "de enjutos mantenimientos e incorruptos<br />
aires". Y, anticipando lecciones de geopolítica sobre el marco geográfico del Cuzco,<br />
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