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hazañas y glorias de sus antepasados. Y, en los remotos confines del Imperio mandó<br />
colocar dos "porras de oro y plata" en la raya de Vilcanota, como reto y defensa mágica<br />
contra los Collas, y en el Ancasmayo, en la frontera indómita de los Pastos, "ciertas<br />
estacas de oro", como alarde de soberbia y señorío.<br />
Acaso si toda la lucha del mundo y de la historia, el surgir y caer de los Imperios, no sea,<br />
como dijo el inglés Carlyle, sino una etapa de la interminable y gigantesca lucha de la fe<br />
contra la incredulidad. Parece que el Incario se incorporara dentro de esta norma,<br />
porque su grandeza y poderío comienza con un acto de fe, en el momento en que la<br />
barreta de oro de Manco Cápac se hunde en la tierra fértil y promisoria del Cuzco, donde<br />
habrían de surgir la urbe y el estado imperial; y su estrella se nubla y declina cuando los<br />
dos hijos bastardos del Inca, Huáscar y Atahualpa, mandan, el uno destruir las huacas y<br />
las momias del Cuzco, y el otro golpea y azota con una alabarda de oro al sacerdote de<br />
la huaca de Huamachuco, que le previene una catástrofe inevitable y cercana.<br />
EL BOTÍN DE ORO DE PIZARRO<br />
La cruzada de sangre y oro de la conquista llegó con Pizarro a Cajamarca y desbarató,<br />
en el espacio de cincuenta minutos, con ciento sesenta y ocho aventureros haraposos,<br />
al invicto ejército incaico de treinta mil hombres, que había conquistado toda la América<br />
del Sur, como tres siglos más tarde el Imperio español, en que no se ponía el sol, sería<br />
desbaratado en cincuenta y cinco minutos de combate por ochocientos peruanos, en el<br />
campo de Junín. De la captura del Inca, en medio de su corte enjoyada en lo alto de su<br />
litera impasible, cargada por los estoicos Lucanas, arranca el río de oro alucinante que<br />
lleva el nombre del Perú a los confines del mundo occidental. Y no fue mentira el relato<br />
fabuloso de los cronistas, ni de los humanistas europeos o los comerciantes genoveses<br />
o venecianos que en Sevilla vieron el desfile del fantástico botín y lo divulgaron por<br />
Europa con cifras de envidia. Aquel día, en aquel rincón andino del Perú, la historia del<br />
mundo había dado un salto o un viraje: el oro americano, principalmente el del Perú, iba<br />
a transformar la economía europea, porque al aumentar el circulante y producir la<br />
repentina alza de los precios, iba a surgir el auge incontrolado del dinero y del<br />
capitalismo.<br />
Jerez y Pedro Sancho, secretarios de Pizarro, describieron en sus crónicas –que se<br />
tradujeron y adaptaron en publicaciones europeas– el botín obtenido por Pizarro en<br />
Cajamarca y el Cuzco. El primer botín de la cabalgata sudorosa y jadeante, que recorre<br />
el campo de Cajamarca y saquea el campamento del Inca, es de 80 mil pesos de oro y<br />
siete mil marcos de plata y 14 esmeraldas. "El oro y plata se hubo –dice, maravillado, el<br />
escribano Xerez, Secretario de Pizarro, informando oficialmente al Rey– en piezas<br />
monstruosas y platos grandes y pequeños y cántaros y ollas y braceros y copones<br />
grandes y otras piezas diversas". Atabalipa –el Inca preso– dijo a los españoles que todo<br />
esto y mucho más que se llevaron los indios fugitivos "era vajilla de su servicio".<br />
El Inca, astuto y sutil, en quien los españoles se espantarían "de ver en hombre bárbaro<br />
tanta prudencia", comprendió que el oro, buscado ansiosamente por la soldadesca era el<br />
precio y el talismán de su vida e hizo espectacularmente, el ofrecimiento fabuloso que<br />
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