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proceso de mestización espiritual, no contendrán una sola palabra indígena y<br />

reclamarán las cuerdas de la guitarra".<br />

Para Porras, el "Mercurio Peruano" de 1791, "con su revalorización de todo lo peruano y<br />

su inquieta búsqueda de las esencias patrias, marca un momento interesante en la<br />

historia del yaraví". Los contertulios de la Sociedad de Amantes del País, ocultos bajo<br />

los seudónimos de Sicramio, Leucipo y Eurifilo, abordan el tema de los yaravíes en una<br />

reunión tenida en el campo, y luego en un Rasgo remitido por la Sociedad Poética<br />

que se publica en el Mercurio el 22 de diciembre de 1791. Este Rasgo revela la<br />

polémica, en la que se aclaran conceptos e interpretaciones del yaraví. Se trata, en<br />

efecto, de tres miembros de la Sociedad Amantes del País aficionados a las bellas artes,<br />

los que tratan el tema del yaraví y explican el sentido de la música y de la poesía que<br />

contiene, los cuales conducen al llanto o la melancolía. El propósito del yaraví para el<br />

mercurial escondido en el seudónimo de Sicramio es, escribe Porras, "reflejar la<br />

gravedad y seriedad del alma india [...] y recoger en buena cuenta la tristeza telúrica del<br />

paisaje y asociarla a una pena de amor". A Sicramio le contradice otro mercurial y así la<br />

tertulia amical campestre, entre árboles y plantas, trasladada a la revista, cobra un<br />

interés singular para los lectores de aquella importantísima publicación de fines de siglo<br />

XVIII, como para todos los que hasta ahora todavía pensamos en la cultura, en la<br />

música y la poesía, como componente espiritual indesligable del ser humano, a pesar de<br />

los cambios realizados en los últimos tiempos. La exposición de los amigos que publica<br />

el Mercurio corre a cargo de Sicramio, considerado como el más instruido en nociones<br />

de música , "contrayéndose especialmente a la de los yaravíes". Por la expresada razón<br />

dejo que el lector sea quien acuda al Mercurio Peruano de 1791 y se solace leyendo a<br />

los mercuriales que discuten sobre un tema que acaso hoy muchos podrían considerar<br />

baladí.<br />

Por último, Porras considera un tercer momento en la evolución del yaraví. Es el<br />

representado por Mariano Melgar, quien es el que, conforme a la cita hecha<br />

anteriormente, le infunde un aliento revolucionario y patriótico. Es el ideal que imprime<br />

en su obra poética. Muerto después de la batalla de Humachiri "sus yaravíes se quedan<br />

para siempre en la imaginación popular, oreados de pólvora revolucionaria y de sangre<br />

insurgente", sin perder su "languidez romántica". Concluye Porras con referencias al<br />

yaraví visto por los románticos peruanos y sintetiza su trabajo diciendo que son "notas<br />

deshilvanadas" que no bastan para caracterizar toda la trayectoria vital del yaraví. Deja<br />

constancia, sin embargo, de que "el yaraví nace alegre en la fiesta jubilar de la cosecha<br />

incaica, silencia su voz en los primeros siglos de la conquista y renace preñado de<br />

pesadumbre en el siglo XVIII en las representaciones escénicas en las que sorprende,<br />

como una expresión nueva de la raza, su infinita melancolía. Es la época aédica o de<br />

florecimiento, en el idioma nativo y genuino, cuyos ecos recogería el Mercurio Peruano y<br />

más tarde Markham al copiar el cancionero del cura Justiniani. Melgar le prestó el fuego<br />

de la pasión criolla y el ardor por la libertad y lo encadenó a las cuerdas de la guitarra".<br />

La Crónica India<br />

Entre los cronistas estudiados por Porras no podían faltar los que se refirieron a la caída<br />

del Imperio de los Incas, visto desde el ángulo indígena. Era indispensable recoger la<br />

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