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Oro y leyenda del Perú<br />
<strong>LA</strong> LEYENDA ÁUREA<br />
Un mito trágico y una leyenda de opulencia mecen el destino milenario del Perú, cuna de<br />
las más viejas civilizaciones y encrucijada de todas las oleadas culturales de América.<br />
Es un sino telúrico que arranca de las entrañas de oro de los andes. Millares de años<br />
antes que el hombre apareciera sobre el suelo peruano, dice el humanista italiano Gerbi,<br />
el futuro histórico del Perú estaba escrito con caracteres indelebles de oro y plata, cobre<br />
y plomo, en las rocas eruptivas del período terciario. Los agoreros astrólogos egipcios,<br />
los shamanes indios o los sacerdotes taoístas de la China misteriosa e imperial habían<br />
establecido ya, milenios antes, la supremacía del oro sobre los demás metales; y el<br />
propio desencantado poeta del Eclesiastés reconoció la plata y el oro como "tesoro<br />
preciado de reyes y provincias". Los metales eran semejantes a seres vivos que crecían,<br />
como las raíces de los árboles bajo la tierra, y maduraban, diversamente, en las tinieblas<br />
telúricas, regidos por los astros y el cuidado de Dios. La plata crece bajo el influjo de la<br />
Luna, el cobre bajo el de Venus, el hierro bajo el de Marte, el estaño bajo el de Júpiter y<br />
el plomo, pesado y frío, bajo el de Saturno. Pero sólo el oro, que recibe del Sol sus<br />
buenas cualidades, que no se menoscaba, ni carcome, ni envejece, es el símbolo de la<br />
perfección y de la pureza y emblema de inmortalidad. El plomo y los demás metales que<br />
buscaban ser oro son como abortos, porque todos los metales hubiesen sido oro –dice<br />
Ben Johnson– si hubiesen tenido tiempo de serlo. Pero, el oro, a la par de su primacía<br />
solar y su poder de preservar del mal y de acercar a Dios, implica, en la hierofanía del<br />
Cosmos, un azaroso devenir en el que juegan los agentes de disolución y dolor y en que<br />
se retuerce un sentimiento agónico de muerte y resurrección. Es el destino azaroso de<br />
este "pueblo de mañana sin fin", de este "país de vicisitudes trágicas", que vislumbró el<br />
poeta español García Lorca cuando dijo : "¡Oh, Perú de metal y de melancolía!".<br />
Todos los mitos de la antigüedad sobre riquezas fabulosas y las alucinaciones de la<br />
Edad Media sobre islas Afortunadas o regiones de Utopía y ensueño y todas las recetas<br />
arcanas y la experiencia mágico-religiosa de los alquimistas medioevales para trasmutar<br />
los metales en oro, se esfuman y languidecen en el siglo XVI, ante el hallazgo de<br />
asombro del Imperio de los Incas y de los tesoros del Coricancha. Pudo decirse que, en<br />
la imaginación de los filósofos que soñaron la Atlántida o de los cosmográfos y pilotos<br />
que buscaban el camino de Cipango, hubo, ya, una nostalgia del Perú. Pizarro es el<br />
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