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distinta de la de 1910. "Las capitales Informaciones recogidas por el Virrey Toledo no<br />

habían aparecido en su integridad y sólo podían leerse en el breve extracto que publicó<br />

Jiménez de la Espada". En realidad las Informaciones completas publicadas por Leviller<br />

dicen en el fondo lo mismo que el extracto de 1880. Es el criterio de Riva Agüero el que<br />

ha variado, por la influencia decisiva de la poesía heroica guardada por las panacas<br />

principales. Riva Agüero se va entregando pausada pero seguramente a la evidencia. Al<br />

referir los orígenes del Cuzco habla ya de las crueldades de Mama Ojllo contra las tribus<br />

vencidas, veladas por Garcilaso. Al describir el cuadro de las luchas primitivas dice:<br />

"Todos estos combates entre ayllus congéneres, cruentas invasiones de territorios e<br />

inmolaciones de víctimas humanas, nos alejan mucho de la idílica leyenda que deleitó a<br />

los peruanistas del siglo XVIII y predomina todavía en buena parte de los del XIX". Por el<br />

estilo son sus acotaciones en el prólogo al libro sobre el Imperio de Horacio H. Urteaga.<br />

En tono provocador de polémica presentista dice: "Peca la tradición incaica por sus<br />

tendencias socialistas y despóticas cuyos deprimentes resultados analiza con tanta<br />

maestría el contemporáneo Baudin. Es la menos liberal y democrática de las dos, por<br />

más que duela a la mayoría de sus panegiristas: su ideal fue el orden, el método, la<br />

disciplina y la jerarquía".<br />

La visión madura y final del Imperio la alcanza Riva Agüero en el libro Civilización<br />

tradicional peruana. Epoca prehispánica (1937), en el que el contenido de la crónica<br />

de Sarmiento de Gamboa se absorbe íntegramente en el relato de los hechos externos y<br />

en el que predomina ya la versión de un Imperio rudo, belicoso y sangriento. El<br />

testimonio de Garcilaso ha ido perdiendo autoridad en su ánimo para lo que se refiere a<br />

la índole pacífica del colosal imperio andino. La realidad, dice ahora, aparece en<br />

Garcilaso "idealizada y edulcorada". Con mucho más sentido histórico que en su<br />

juventud, escribe ahora: "Hay que acudir a los analistas primitivos para hallar los rasgos<br />

de significativa barbarie y las tintas de color local y época auténticas. Los chancas<br />

llevaban como paladión en la campaña los cadáveres embalsamados de sus antiguos<br />

caudillos...". La reacción contra la tesis garcilasista es completa. Queda estereotipada en<br />

este pasaje, tan diverso del juicio de 1910 y del Elogio de 1916: "Muy dudosa e<br />

intercadente resulta en la historia efectiva esa clemencia y mansedumbre incaica,<br />

manido lugar común y engañoso artículo de fe en el cuadro convencional de nuestro<br />

pasado. El colorido, más todavía que los hechos concretos, es falso en los Comentarios<br />

reales, que parecen, por su almibarada monotonía, no relatos de época bárbara, sino<br />

vidas legendarias y monásticas de santos. Garcilaso diluye en plata y azul lo que en las<br />

demás fuentes brilla con fulgor sombrío y rutilante de rojo y oro. Por su violenta crueldad,<br />

Pachacútec se hermana con los déspotas orientales, con los monarcas asirios.<br />

Exterminaba, desollaba a los enemigos rebeldes. Sus cárceles pobladas de fieras y<br />

víboras, el pueblo las llamaba la Sancahuasi y la Llaxahuasi, la caverna y la pavorosa".<br />

Riva Agüero acepta ya en este libro último y definitivo la índole sangrienta y dominadora<br />

del Imperio conquistador. La pintura de los tiempos primitivos del Incario es ruda y<br />

bárbara. Pero la violencia continúa bajo los grandes Incas y capitanes de la expansión<br />

incaica. Inca Yupanqui en su reacción contra los Chancas "degolló a los principales, hizo<br />

clavar sus cabezas en las picas, a otros ahorcó o quemó, a otros empaló y desolló vivos,<br />

y reservó los cráneos para usarlos como vasos en sus banquetes...". "Todo esto es –<br />

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