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El Yaraví<br />
Tema que le atrajo mucho a Porras ha sido desentrañar el origen y desarrollo del yaraví<br />
como expresión del pueblo indígena peruano, desde remotos tiempos, así como<br />
descubrir los cambios sufridos en él durante el curso de los siglos hasta convertirse<br />
acaso en algo distinto a lo que fue en su comienzo. Lo primero que observa Porras es<br />
que "No se halla definida hasta ahora claramente cuál es la esencia lírica y humana del<br />
yaraví. Se habla de esta canción poética popular –dice–como de la forma más expresiva<br />
del alma indígena y se supone que tuvo siempre la misma inspiración melancólica y<br />
elegíaca que en nuestros días". Con el deseo de esclarecer estos conceptos o<br />
apreciaciones se plantea algunas interrogaciones sobre todo porque le parece que el<br />
espíritu del pueblo incaico "expansivo, dinámico y vital", expresado a través de la<br />
"alegría colectiva, desbordante y dionisiaca de los taquis incaicos y sus ritos agrícolas y<br />
domésticos", y pleno "de salud espiritual y de juvenil optimismo", no concuerda o no<br />
armoniza con el sentido plañidero y quejumbroso que se le atribuye ahora. "Algo hay<br />
efectivamente –apunta– que se ha sobrepuesto y fundido con el alma primitiva de la<br />
canción incaica, trasmutando su sentido y prestándole nueva entonación sentimental en<br />
la que se sienten ecos de líricas lejanas de Occidente, de canciones provenzales,<br />
églogas petrarquistas y coplas y seguidillas castellanas". Pues bien, Porras considera<br />
por estos motivos que se deben aclarar "los orígenes del yaraví y separar lo autóctono y<br />
original de lo aprendido o importado para determinar los componentes de la aleación<br />
actual". Esta es la tarea que efectúa en el trabajo que se incorpora en el presente<br />
volumen.<br />
Porras dilucida el origen y significado del yaraví y puntualiza los cambios producidos con<br />
el correr del tiempo en el que el concepto amplio y múltiple que tenía en el siglo XVI,<br />
evoluciona y pasa a ser "restringido y monocorde, teñido de melancolía en el siglo XVIII".<br />
Quien lea el trabajo de Porras, escrito con el estilo ágil, ameno, y limpio que lo distinguía<br />
y con la versación histórica que le era inherente, encontrará cómo el maestro logra<br />
distinguir las variaciones más saltantes realizadas en el fondo y forma del yaraví.<br />
Cronistas de primera línea como Cristóbal de Molina, Murúa, Cobo, Poma de Ayala,<br />
Garcilaso, traen para él testimonios que le son indiscutibles. En esta forma demuestra<br />
que la voz "yaraví" procede del castellano y es mestiza. El nombre primitivo incaico, dice<br />
Porras, fue aravi o haravi, y a los poetas, de acuerdo con Garcilaso, los Incas los<br />
llamaban haravec o también haravicus. Acuden, asimismo, en amparo de sus<br />
afirmaciones los frailes quechuistas y catequizadores autores de gramáticas y<br />
vocabularios en lengua quechua, como fray Domingo de Santo Tomás, González<br />
Holguín, Torres Rubio y José de Rodríguez que escriben indistintamente en los siglos<br />
XVI al XVIII.<br />
No puedo o no debo detenerme comentando las apreciaciones históricas y hasta<br />
literarias, verdaderamente interesantes, de Porras, que se encuentran firmemente<br />
avaladas e incrementadas con citas de cronistas y quechuistas que dan vida y sustento<br />
a lo sostenido por él. Creo que sería quitar al lector el regusto de apreciar personalmente<br />
los alcances que da Porras no sólo a las expresiones sentimentales del mundo quechua<br />
incaico sino además a las palabras como cuando afirma, basado en las crónicas y<br />
vocabularios, que el araví era sinónimo de canción y el haylli el "canto épico que loaba el<br />
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