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concedida por la Capitulación de Toledo, el 26 de julio de 1529. Pizarro y Carlos V<br />

habían convenido que la ínsula del gobernador extremeño comen-zase en el río<br />

Santiago y terminase doscientas leguas más adelante, a la altura de Chincha. La<br />

Capitulación decía claramente: "podays continuar el dicho descubrimiento conquista e<br />

población de la dicha probincia del Perú fasta dozientas leguas de tierra por la misma<br />

costa, las quales dozientas leguas comienzan desde el pueblo que en lengua de yndios<br />

se dize teninpuya y despues le llamastes santiago fasta llegar al pueblo de chincha que<br />

puede aver las dozientas leguas de costa poco mas o menos". La línea de Chincha<br />

marcaba bien el horizonte momentáneo de la ambición de Pizarro después del segundo<br />

viaje. Aunque en éste no llegaron sino hasta Santa, los soldados de Pizarro recogieron<br />

de los yungas del litoral norteño la noticia del prestigio del señor de Chincha, situado<br />

más al sur. El derrotero marino del piloto Ruiz –recogido por Diego Ribero en su mapa<br />

de 1529– marca como último punto conocido o vislumbrado hacia el sur, el "puerto y<br />

provincia de la ciudad de Chinchay". Era también, según el cronista Herrera, el consejo<br />

de los yungas, quienes dijeron a Pizarro que fuese a la provincia de Chincha "que era la<br />

mayor y mejor de todo". El aumento de cincuenta leguas pedido desde La Puná, revela<br />

la inquietud de Pizarro por abarcar ya no sólo Chincha, sino el Cuzco, del que tendría<br />

noticias claras en la costa ecuatoriana.<br />

Chincha siguió siendo, a la vez, una incógnita y un imán para los españoles, hasta 1533.<br />

En la tarde de la prisión del Inca, los soldados de Pizarro vieron azorados surgir tras de<br />

las andas imperiales de Atahualpa, las andas en que venía el señor de Chincha. Pedro<br />

Pizarro transparenta su asombro diciendo que el señor de Chincha venía "en unas<br />

andas que parecía a los suyos cosa de admiración, porque ningún indio por señor<br />

principal que fuese había de parecer delante del (Inca) sino fuese con una carga a<br />

cuestas y descalzo". Interrogado Atahualpa sobre esta insólita situación, dijo que "este<br />

señor de Chincha antiguamente era el mayor señor de los llanos, que echaba solo de su<br />

pueblo cien mil balsas a la mar y que era muy su amigo y por esta grandeza de Chincha<br />

pusieron nombre de Chinchay Suyo desde el Cuzco hasta Quito que hay casi<br />

cuatrocientas leguas". Y Xerez anota en su crónica, que en Quito y en Chincha "hay las<br />

mejores minas", y que en algunos lugares de estas provincias bastaba con prender<br />

fuego a la tierra para que el oro corriese líquido. El nombre de Chincha chispea, pues,<br />

en Cajamarca con un resplandor metálico.<br />

El viaje de Hernando Pizarro de Cajamarca a Pachacamac, mientras Atahualpa<br />

continuaba preso, de enero a mayo de 1533, despeja la incógnita geográfica de<br />

Chincha. Hernando recorre la sierra de Cajamarca a Carhuay y desciende a la costa por<br />

Pachacoto. En Pachacamac se instala en la tienda derruida del ídolo y recibe los tributos<br />

de todos los pueblos vecinos, entre ellos el de los caciques de Mala, de Noax (), del<br />

Huarco y de Chincha. El cacique de Chincha llamado Chumbiauca y diez principales<br />

suyos, confirmando el prestigio áureo de la región, le ofrecen "presentes de oro y de<br />

plata". Es indudable que Hernando debió recorrer a caballo este sector de la costa hasta<br />

Chincha, para enterarse de la calidad de la tierra y de la población de ella. Hernando<br />

regresa a Cajamarca, donde acaba de llegar, torvo y codicioso, Almagro, para gozar de<br />

los postres, con su turba advenediza y hambrienta. Un mes después parte Hernando<br />

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