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que intervinieron en el debate de ayer, algunos de ellos apreciadísimos amigos y<br />
compañeros de estudios. Voy a exponer por esto, rápidamente, las pruebas de que el 29<br />
de agosto de 1533 no ocurrió nada que pueda merecer que se le señale como un día<br />
excepcional y menos como el Día del Tahuantinsuyo, que en ningún caso podría ser un<br />
día de derrota y de duelo". Y sigue, "La primera deducción que brota de los cronistas<br />
contemporáneos es la que refiere que la ejecución de Atahualpa se realizó<br />
inmediatamente después del rescate y que fue en día sábado. El reparto duró, según<br />
Jerez, desde el 17 de junio hasta el 25 de julio, ‘Día del Señor Santiago’. Jerez y Estete,<br />
los dos cronistas más próximos a los hechos, declaran que la ejecución del Inca se<br />
verificó una vez terminado el reparto. Ejecutado el Inca los españoles emprendieron el<br />
camino de Jauja. El suplicio de Atahualpa tuvo que realizarse, pues, entre el 25 de julio y<br />
el 21 de agosto en que los españoles salieron de Cajamarca. El 29 se hallaban en pleno<br />
Callejón de Huaylas y no en Cajamarca". Porras cita otros documentos que corroboran<br />
lo expresado anteriormente, pero creo que con lo dicho queda todo claro y no es preciso<br />
agregar nada más.<br />
El doctor Rafael Loredo, en su obra Los Repartos, publicada en 1958, es quien deduce<br />
la fecha del ajusticiamiento de Atahualpa. En efecto, Loredo dice que en el reparto no<br />
fueron incluidos "dos vasos grandes de oro y la fuente de oro esmaltada que obsequió<br />
Atahualpa a Pizarro en la mañana del sábado 26 de julio de 1533, horas antes de ser<br />
ajusticiado". José Antonio del Busto confirma el dato y señala que la ejecución se llevo a<br />
cabo al anochecer, después de cumplirse diversos actos previos. Hoy todos los<br />
historiadores la dan como válida, pero sin citar la fuente. Loredo, de acuerdo a<br />
documentos de la época que encontró en Sevilla y otros archivos, y del Busto,<br />
especialista en la conquista, están en lo cierto.<br />
Porras concluye el artículo manifestando que su aclaración histórica no tiene el ánimo de<br />
rectificar a nadie porque sus datos se encuentran en publicaciones suyas anteriores y<br />
que, más bien, su deseo es colaborar y difundir "nuestras fuentes históricas<br />
desdeñadas". Respecto de las últimas palabras citadas, pienso que Porras repetiría hoy<br />
lo mismo, sobre todo porque la cultura, en general, y nuestra historia nacional, en<br />
particular, han perdido interés para nuestros gobernantes y dirigentes políticos; han sido<br />
prácticamente puestos de lado. Tal vez estamos perdiendo la brújula ante la presión de<br />
los nuevos tiempos que nos arrastran fuera de conceptos y normas tradicionalmente<br />
aceptados. Es sabido que cada época de la historia tiene sus preocupaciones ineludibles<br />
y sus exigencias vitales, pero no por ello debe soslayarse ni dejar que perezca o pase a<br />
segundo lugar un elemento fundamental de la vida que constituye la esencia misma del<br />
ser humano. Me estoy refiriendo a la educación, a la cultura, que es el alimento del<br />
espíritu, del alma, que nos distingue de los demás seres vivientes. El alma y el cuerpo<br />
forman un todo integral, armonioso e inseparable, por lo que olvidarse de uno u otro es<br />
desconocer una realidad consubstancial a la vida del hombre. Negarlo sería como decir<br />
que no existe armonía en el universo. Ojalá que el desaguisado cometido hace cinco<br />
décadas no vuelva a repetirse en las esferas políticas ni en otros círculos importantes<br />
del<br />
país.<br />
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