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hechos históricos de la conquista se informen directamente en lo escrito por el gran<br />

maestro.<br />

Más bien me referiré a la controvertida fecha de la muerte de Atahualpa, motivo principal<br />

del debate parlamentario que determina que Porras escriba el citado artículo de La<br />

Prensa. Ningún cronista de la conquista ni posterior a ella ofrece el dato exacto y<br />

verdadero de la fecha en que se llevó a cabo la ejecución del Inca en la ciudad de<br />

Cajamarca. Solamente se ha contado con fechas aproximativas y referenciales<br />

deducidas de algunos documentos como el relativo al reparto del rescate ofrecido por el<br />

Inca, según consta en el libro de tesorería que tenía a su cargo el tesorero Riquelme, en<br />

el cual éste apuntaba las regalías para ser entregadas al Rey.<br />

Después de dos siglos, concretamente en la segunda mitad del XVIII, aparece, por<br />

primera vez como fecha de la muerte, el 29 de agosto de 1533, en la Historia del Reino<br />

de Quito del padre Juan de Velasco. De ella la toman algunos historiadores<br />

ecuatorianos dándola como cierta sin la debida comprobación documental ni el<br />

respectivo análisis crítico de la obra. Entre ellos está Neptalí Zuñiga que la adopta sin<br />

discusión y más bien se empeña en demostrar su validez en su libro Atahualpa o la<br />

tragedia Amerindia que mereció el premio Nacional de Biografías de Ecuador en 1941<br />

y que fue publicado en Buenos Aires cuatro años después. En honor a la verdad, ilustres<br />

historiadores y escritores ecuatorianos como Jijón y Caamaño, Homero Viteri Lafronte,<br />

Gonzalo Zaldumbide, entre otros, y los historiadores peruanos, restaron valor a la obra y<br />

a las informaciones referidas en ella por el padre Velasco. La consideraron enteramente<br />

imaginativa, anovelada o fabulada, sin sustento documental que respaldara las<br />

afirmaciones del autor.<br />

No podía ser de otra manera, por cuanto el padre Velasco escribió en Italia, de memoria,<br />

sin papeles ni otras fuentes, indispensables. Como otros jesuitas que lo acompañaron en<br />

el destierro se sintió impulsado a exaltar a su país, a la nación quiteña en este caso, de<br />

la que había sido alejado injustamente, al igual que sus hermanos de la Compañía de<br />

Jesús, por orden de Carlos III, rey de España. "El buen jesuita, escribe Porras, no dice<br />

de dónde tomó sus datos ni podía decirlo, porque eran de su invención, como otras<br />

muchas cosas de su crónica", tardía, alejada en el tiempo de las cosas y hechos por él<br />

narrados.<br />

A pesar de todo, el día 29 de agosto del año 1533, que sin fundamento alguno se le<br />

ocurrió al padre Velasco consignar como fecha de la muerte de Atahualpa, es recogida<br />

en los textos escolares, más por inercia o indolencia que por otra razón, y, finalmente,<br />

¡Oh sorpresa!, por los honorables parlamentarios peruanos para celebrar justamente el<br />

Día del Indio o Día del Tahuantinsuyo. Porras no podía quedarse callado, porque en sus<br />

clases universitarias y en diversas publicaciones había expresado que el 29 de agosto<br />

no podía ser la fecha de la ejecución del Inca, y más bien fijaba algunas fechas<br />

aproximadas de acuerdo a documentos contemporáneos del suceso. Para abreviar, creo<br />

necesario citar al propio doctor Porras. Dice lo siguiente: "En diversos libros publicados<br />

desde 1936 y en mis lecciones en la Universidad de San Marcos he demostrado, hasta<br />

el cansancio, que Atahualpa no murió el 29 de agosto de 1533, sino acaso un mes y<br />

algunos días antes, pero no he tenido la suerte de ser leído por ninguno de los diputados<br />

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