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historia, que cristaliza también en el amor por los mitos, cuentos y leyendas, y más tarde<br />
en las formas oficiales de la historia que planifica el estado incaico.<br />
El mito y el cuento popular anteceden, según los sociólogos, a la historia. El pueblo<br />
incaico fue especialmente propenso a contar fábulas y leyendas. Garcilaso recordaba<br />
que había oído, en su juventud, "fábulas breves y compendiosas", en las que los indios<br />
guardaban leyendas religiosas o hechos famosos de sus reyes y caudillos, las que<br />
encerraban generalmente una doctrina moral. El testimonio de Garcilaso y las leyendas<br />
recogidas por los cronistas post-toledanos y extirpadores de idolatrías confirman esta<br />
vocación narrativa. Los Incas amaron particularmente el arte de contar. Puede hallarse<br />
una confirmación del aserto de Garcilaso en el lenguaje incaico, en el que abundan las<br />
palabras expresivas de los diversos matices de la función de narrar. Así, revisando el<br />
ilustre Vocabulario de González Holguín, hallamos palabras especiales para significar el<br />
relato de un simple suceso, el relato de fábulas de pasatiempo (sauca hahua ricuycuna),<br />
contar fábulas o vejeces (hahua ricuni), contar cuentos de admiración fabulosos (hahuari<br />
cuy simi), referir un ejemplo temeroso (huc manchay runap cascanta hucca ripus caiqui),<br />
y por último, un vocablo para expresar el canto o relato de lo que ha pasado y contar<br />
ejemplos en alta voz a muchos (huccaripuni). Al contador de fábulas se le llamaba<br />
hahuaricuk.<br />
Hay una edad mitopéyica o creadora de mitos en los pueblos, según Max Müller, que<br />
algunos identifican con la creación poética, que otros consideran como un período de<br />
temporal insania, y a la que otros otorgan valor histórico. Sin incurrir en las afirmaciones<br />
extremas del evemerismo, hay que reconocer el valor que los mitos tienen para<br />
reconstruir el espíritu de un pueblo primitivo. Aunque se haya dicho que los mitos son la<br />
expresión de un pasado que nunca tuvo presente o que son el resultado de confusiones<br />
del lenguaje, es fácil descubrir en ellos rastros de la psicología y de la historia del pueblo<br />
creador. Es cierto que el mito confunde, en una vaguedad e incoherencia de misterio, el<br />
pasado, el presente y el futuro, y que la acción de ellos transcurre principalmente en el<br />
tiempo mítico, que es tiempo eterno, mas la prueba de que contienen elementos reales y<br />
alusiones a hechos ciertos, está en que los relatos míticos coinciden con otras<br />
manifestaciones anímicas desaparecidas del mismo pueblo y son muchas veces<br />
confirmadas por la arqueología. En el mito es posible hallar, como lo sugiere Cassirer,<br />
un orden cronológico de las cosas y de los acontecimientos, para una cosmología y una<br />
genealogía de los dioses y de los hombres.<br />
En la poesía mítica de los Incas se mezclan, sin duda, como en los demás pueblos,<br />
hechos reales e imaginarios, los que transcurren, por lo general, en el reino del azar y de<br />
lo maravilloso. Pero todos ofrecen indicios históricos, porque está presente en ellos el<br />
espíritu del pueblo creador. En casi todos los mitos incaicos, a pesar de algunos relatos<br />
terroríficos de destrucción y recreación de los hombres, cabe observar un ánimo menos<br />
patético y dramático que en las demás naciones indígenas de América, en las que, como<br />
observa Picón Salas, se concibe la vida como fatalidad y catástrofe. Predomina también<br />
en la mitología peruana un burlón y sonriente optimismo de la vida. El origen del mundo,<br />
la guerra entre los dioses Con y Pachacamac, la creación del hombre por Viracocha, que<br />
modeló en el Collao la figura de los trajes de los pobladores de cada una de las tribus<br />
primitivas, o la aparición de personajes legendarios que siguen el camino de las<br />
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