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La primera Gramática escrita por un criollo fue la de Alonso de Huerta, maestro en Artes<br />
y doctor en Teología, cura y capellán de iglesias limeñas y Catedrático de lengua en la<br />
Catedral de Lima, quien en 16l6 publicó, en la imprenta de Francisco del Canto, su Arte<br />
de la lengua general de los yndios de este Reyno del Pirú, dedicado al Arzobispo<br />
Lobo Guerrero. Huerta fija bien la posición de los estudios quechuistas al referirse a las<br />
obras de González Holguín y de Torres Rubio: "el uno es tan corto que le faltan muchas<br />
cosas que en este van añadidas... y el otro es tan abundoso y amplio que no es para<br />
principiantes". El criollo, impaciente de renovaciones, revoluciona la denominación de la<br />
lengua, a la que, aprovechando la confusión fonética de la e y la i, titula quechua en vez<br />
de quichua, como se había dicho hasta entonces. Huerta, que vivió en Lima la mayor<br />
parte de su vida, distingue dos "modos de la lengua": "uno muy amplio y congruo que<br />
llaman el Inga que es la lengua que se habla en el Cuzco, Charcas y demás partes de la<br />
provincia de arriba que se dice Incasuyo", y la otra lengua "es corrupta que la llaman<br />
Chinchaysuyo que no se habla con la policía y congruidad que los Ingas hablan". En la<br />
costa, en los valles de Trujillo, se hablaba según Huerta la lengua "pescadora" y lenguas<br />
diversas en pueblos que distaban a veces entre ellos de media legua de camino.<br />
Durante el siglo XVII continúa la labor doctrinera en quechua y la didáctica de la lengua<br />
en nuevos rituales católicos, catecismos y sermones que se adornan de elegancia<br />
barroca. La ausencia de nuevos vocabularios demuestra la eficacia y uso constante de<br />
los de González Holguín y Torres Rubio. El Cuzco es la metrópoli del bien decir quechua<br />
y como el Toledo del catecismo incaico. Los más solventes cultivadores del quechua son<br />
cuzqueños como Francisco de Avila, Espinosa Medrano, Diego de Olmos, Roxo Mexía,<br />
Bartolomé Jurado Palomino, o lo han aprendido en la ciudad imperial de labios de indios<br />
del Cuzco o en el contorno de esta "Ccosco quitipi", como González Holguín, Torres<br />
Rubio, Pérez Bocanegra, Pablo del Prado y otros.<br />
Entre los didactas del quechua aparece el bachiller Juan Pérez Bocanegra, cura,<br />
primero, en el corazón andino y quechua de Andahuaylas, y, luego, párroco de la<br />
indianísima Iglesia de Belén del Cuzco y Examinador de quechua y aymara por más de<br />
treinta años. Su Ritual, formulario e institución de curas para administrar a los<br />
naturales con advertencias muy necesarias, publicado en 1631, brota, pues, de la<br />
entraña popular de las confesiones y trato de los indios. Bocanegra proclama la<br />
originalidad de su trabajo, que no es mendigado ni adquirido de otro Ritual, y que trata<br />
de decir las verdades cristianas en el lenguaje vulgar, pero con "el modo de decir polido<br />
de la ciudad del Cuzco que es el Atenas de esta tan amplia y general lengua que se<br />
llama quechua y no quichua como comúnmente se nombra entre todos...". El quechua<br />
es para el párroco cuzqueño lengua "mucho mas dilatada y de todos universalmente<br />
mejor entendida y hablada que la lengua aymara: difícil menos, común y mas sucinta".<br />
Fray Diego de Olmos, franciscano, publica en 1633 un Arte de la lengua quichua, "muy<br />
elegante y necesario en estos Reinos", según Córdova y Salinas, que se ha perdido.<br />
Tampoco se conserva el Arte particular de la lengua de los indios de los valles de<br />
Zaña, Chiclayo y Trujillo, que escribió el inquieto cura de Reque, Pedro del Prado y<br />
Escobar, más tarde Deán de Huamanga. Pablo del Prado, criollo de La Paz y colegial de<br />
San Martín en Lima, y Rector de Juli, dos grandes centros de enseñanza lingüística,<br />
imprime en Lima, en 1641, un Directorio espiritual en la lengua española y quichua<br />
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