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de temor, habían visto partir al joven y arrogante guerrero, resuelto a enfrentarse al<br />
belicoso ejército de los Chancas. El triunfo coronó su decisión y valentía regresando al<br />
Cuzco con "las cabezas de sus enemigos para ofrecerlas, como una lección viril, a su<br />
padre anciano y a su hermano tránsfuga".<br />
El relato de este suceso se encuentra en las crónicas de Juan de Betanzos y Garcilaso,<br />
los que recogen la leyenda contada por el príncipe Inca Yupanqui después de su victoria<br />
contra los Chancas. Betanzos refiere que el príncipe, antes de enfrentarse al invasor,<br />
adoptó muchas precauciones y se preparó con la debida anticipación para la batalla. Su<br />
padre, que prefería al hijo mayor, el pusilánime y cobarde Inca Urco, se había negado a<br />
socorrerlo, por lo que aquél imploró ayuda a Viracocha, dios de los Incas, separándose<br />
por varias noches de sus compañeros. Se aleja "a cierta parte do ninguno de los suyos<br />
le viesen, espacio de dos tiros de onda de la ciudad e que allí se puso en oración al<br />
hacedor de todas las cosas que ellos llaman Viracocha Pacha Yachachic...", escribe<br />
Betanzos en su crónica Suma y narración de los Incas. Una noche, "estando el<br />
príncipe en su sueño vino a él el Viracocha en figura de hombre" y le dijo: "hijo no tengas<br />
pena que yo te enviaré el día que a batalla estuvieses con tus enemigos gente con que<br />
los desvarates e quedes victorioso e Ynga Yupanqui entonces despertó deste sueño<br />
alegre tomó ánimo y que se fue a los suyos y que les dijo estuviesen alegres porque él lo<br />
estaba e que no tuviesen temor que no serían vencidos de sus enemigos que él tenia<br />
gente cuando menester lo hubiese e que no les quiso decir otra cosa de qué ni de cómo<br />
ni de dónde aunque ellos le interrogaron...". Viracocha le anuncia también el día en que<br />
los enemigos atacarían y se daría la batalla e insiste "yo te socorreré con gente para que<br />
lo desbarates y quedes victorioso". Así ocurrió, en los momentos decisivos del violento y<br />
mortal encuentro, porque, cuando el ejército de Inca Yupanqui parecía que iba a ser<br />
arrollado y vencido, comenzaron a llegar refuerzos inesperados por todos los lados y el<br />
triunfo fue del valeroso príncipe. Garcilaso, por su parte, se refiere también a esa<br />
importantísima ayuda y habla que "las piedras y las matas de aquellos campos se<br />
convirtieron en hombres y venían a pelear en servicio del príncipe, porque el Sol y el<br />
Dios Viracocha lo mandaban así". Este es el motivo por el que los Chancas, "como<br />
creadores de fábulas, desmayaron mucho con esta novela". Pero agrega algo más. Dice<br />
que "todas las piedras que había en aquel campo se tornaron hombres, para pelear con<br />
ellos", por los hijos del Sol, por los defensores de la ciudad del Cuzco y, lógicamente, por<br />
el imperio de los Incas.<br />
El príncipe triunfante, transcurrido un tiempo durante el cual se producen una serie de<br />
acciones que confirman la victoria y de varios desencuentros con su padre el Inca<br />
Viracocha, recibe de éste, finalmente, por sus merecimientos que todos exaltan, la borla<br />
imperial que le impone, diciéndole: "Yo te nombro para que de hoy y más te nombren los<br />
tuyos en las demás naciones que fuesen sujetas, Pachacuti Inga Yupangue Cápac e<br />
Indichuri que dice vuelta de tiempo..." escribe Betanzos. Se trataba nada menos de<br />
quien pronto se convertiría en el más grande gobernante del Imperio, Pachacútec Inca<br />
Yupanqui, que reedifica, organiza y embellece la ciudad del Cuzco y el que transforma y<br />
engrandece el Imperio de los Incas.<br />
La leyenda de los Pururaucas, como dice Porras, es una de las más bellas y sugestivas<br />
lecciones del espíritu heroico de los Incas. En realidad fueron los guerreros de los<br />
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