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primero por Fray Jerónimo de Loaysa y el tercero por el beatífico Toribio de Mogrovejo.<br />
El primero, el de 1551, menciona oraciones y reglas cristianas traducidas al quechua por<br />
los domínicos y estimula la redacción de cartillas, coloquios y catecismos bilingües y<br />
trilingües, en quechua, aymara y puquina. El de 1567, celebrado bajo el aura de Trento,<br />
ordenó publicar catecismos en quechua y aymara. El de 1583, auspiciado por<br />
Mogrovejo, que predica ya en quechua, más que un Concilio parece un moderno<br />
Congreso de Americanistas, poseído de celo etnográfico. En él se ordena redactar un<br />
Catecismo en el que colaboran frailes de todas las órdenes, aportando sus ensayos<br />
rudimentarios sobre ritos y supersticiones, clérigos y licenciados. En el convento máximo<br />
de los jesuitas funciona esta academia de lenguas indígenas en la que participan los<br />
mejores lenguaraces criollos y españoles venidos de todo el Perú: el padre Cristóbal de<br />
Molina, el de los Ritos y fábulas de los Incas, y cura de los Remedios del Cuzco,<br />
español indianizado por el amor a los indios y a la lengua vernácula; el presbítero<br />
mestizo y cuzqueño Francisco Carrasco, tenido por el mejor intérprete de la lengua; el<br />
cuzqueño Diego de Alcobaza, presbítero mestizo condiscípulo de Garcilaso; el<br />
catedrático de la lengua quechua de San Marcos, Juan de Balboa; y los jesuitas Alonso<br />
de Barzana, experto en puquina, Bartolomé de Santiago y Blas Valera, el criollo autor de<br />
la perdida Historia de los Incas y el Vocabulario quechua que vieron Garcilaso, Anello<br />
Oliva y Montesinos. El resultado será el primer libro peruano y sudamericano, que es<br />
simbólicamente para nuestra cultura un texto bilingüe: la Doctrina Cristiana para<br />
instrucción de indios, traducida en las dos lenguas Generales destos Reynos<br />
quichua y aymara, impreso por el italiano Antonio Ricardo, introductor de la imprenta en<br />
el Perú.<br />
De 1560 a 1583 imperan solitarios la Gramática y el Lexicón de Santo Tomás, aunque<br />
se hable de otras Gramáticas y Vocabularios, a base de vagas referencias de crónicas<br />
conventuales. Así, las obras atribuidas a Fray Pedro de Aparicio, dominico, y Fray Martín<br />
de Victoria, presuntos autores de un Arte y vocabulario quichua y de otro de la lengua<br />
del Inca, no materializados cronológica ni bibliográficamente. Más ciertos son El<br />
Confesionario para los curas de Indios, en quechua y aymara, publicados por el<br />
Concilio de 1583, que trae oraciones, letanías y fórmulas rituales de los sacramentos en<br />
ambas lenguas indígenas, y el Tercero Cathecismo de 1585, impresos por Antonio<br />
Ricardo. El segundo Vocabulario y Arte es de 1586, que se reimprime varias veces, en<br />
1603 en Sevilla, en 1604 por el mismo Ricardo en Lima y en 1614, por Francisco del<br />
Canto, y que algunos atribuyen al jesuita Barzana, y Rivet, con más razón, al agustino<br />
Juan Martínez, que pone su nombre en la edición de 1604.<br />
La época de Toledo, que da énfasis a todo lo indio, es singularmente favorable al<br />
desarrollo del quechua. Filólogos e historiadores han comprobado que el quechua<br />
continuó expandiéndose por obra de los misioneros españoles y sobrepasando, después<br />
de la conquista, las fronteras del Incario. El Tucumán, entre otros, y algunas regiones<br />
amazónicas, habrían recibido el mensaje del quechua llevado por la conquista española<br />
en el siglo XVI. Toledo con su instinto unificador, bajo el primado quechua y cuzqueño,<br />
descubre la persistencia del aymara y el puquina en la región del Collao, antes oprimidos<br />
por el Runa simi imperial y ordena que todos los sacerdotes aprendan quechua,<br />
proscribiendo desde Potosí, en 1573, como un nuevo Inca, el puquina y el aymara. Para<br />
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