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difunto, en la plaza principal, acompañadas por la multitud, entre flautas y aullidos<br />

dolorosos, las perfecciones y hazañas del muerto.<br />

Por la falta de escritura, esta poesía oral debía ser celosamente resguardada del olvido.<br />

Cieza refiere que en cada reinado se designaban tres o cuatro hombres ancianos para<br />

que guardasen la memoria de los hechos de los Incas y compusiesen cantares sobre<br />

ello. Se escribían en verso, dice Garcilaso, para que sus descendientes se acordasen de<br />

los buenos hechos de sus pasados y los imitasen: "Los versos eran pocos porque la<br />

memoria los guardase; empero eran muy compendiosos como cifras. No usaron de<br />

consonante en los versos; todos eran sueltos" (Garcilaso, cap. XXVII, lib. II).<br />

Estos cantares no podían ser dichos ni cantados fuera de la presencia de un Inca, y<br />

cuando era muerto el monarca a que se referían, estos indios viejos se acercaban al<br />

Inca recién proclamado y con los ojos puestos en el suelo y bajas las manos, le decían:<br />

"Oh, Inca grande y poderoso, el Sol y la Luna, la Tierra, los montes y los árboles, las<br />

piedras y tus padres te guarden de infortunio y hagan próspero, dichoso y<br />

bienaventurado sobre todos cuantos nacieron. Sábete que las cosas que sucedieron a tu<br />

antecesor son éstas", y recitaban entonces el cantar inédito de las hazañas del muerto, y<br />

estos cantares sólo podían decirse en días de gran tristeza o de regocijo (Cieza,<br />

Señorío, Cap. XII).<br />

Cuando el juglar histórico aparecía ante la multitud y comenzaba su canto, ésta<br />

reconocía, inmediatamente, la presencia de la materia épica, por las palabras iniciales y<br />

cierto tonillo pecular ya conocido. El juglar iniciaba siempre el cantar histórico con dos<br />

palabras rituales: Ñaupa Pacha, que quiere decir antiguamente o en tiempos pasados, y<br />

equivalía al "en aquel entonces" de nuestros cuentos. Al oír esta palabra, la multitud se<br />

recogía espiritualmente para escuchar las hazañas de sus reyes y sus propias leyendas.<br />

Para hacer más presente y vivaz el recuerdo heroico, casi todos estos cantares eran<br />

mimados o acompañados de una representación ligera.<br />

Esta historia épica, "cantada a voces grandes" o representada en el Aucaipata delante<br />

del Inca y de la multitud, tenía también, como las crónicas castellanas, un austero<br />

sentido moralizador. Sólo era permitido hacer cantares sobre los reyes que no habían<br />

perdido ninguna provincia de las que recibieron de su padre, que no hubiesen "usado de<br />

bajezas ni de poquedades" y "si entre los reyes algunos salía remiso, cobarde, dado a<br />

vicios y amigo de holgar sin acrecentar el señorío de su Imperio, mandaban que destos<br />

tales obiese poca memoria o casi ninguna" (Cieza, Señorío, Cap. XI). Así la historia<br />

incaica ofrece una galería de varones sabios y valientes en la que no hay reyes viciosos<br />

ni tiranos.<br />

Esta poesía heroica de los Incas no difiere en nada de la poesía de otros pueblos<br />

guerreros. Sólo le falta hallar el trance para ser transportada a la historia por medio de la<br />

escritura. Es todavía pre-historia y leyenda. 1<br />

1 He tratado más ampliamente este tema de la leyenda y las formas de la épica incaica<br />

en Mito, tradición e historia del Perú, y en unas conferencias sobre La épica incaica,<br />

en la Universidad del Cuzco (noviembre de 1954), en la Asociación Nacional de<br />

Escritores y Artistas (1955) y en la Escuela Normal de Varones (1956).<br />

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