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pero subsistiendo la desigualdad y un implacable régimen de castas. En su nuevo país<br />
utópico, Huamán Poma no permitirá que los indios comunes se mezclen con los<br />
principales (799) y todas las clases y razas se diferenciarán nítidamente por la<br />
indumentaria, los asientos y los distintivos capilares. Los españoles se distinguirán por<br />
sus barbas, los caciques por el cabello cortado al oído y, los indios bajos trasquilados,<br />
los clérigos con manteo, sotana y bonete (798). Las mujeres de los indios principales "an<br />
de tener alfombra, cogín y abito de señora, chapin, faldellin, escofreta, toca, sarcillo,<br />
anillo y gargantilla, axo, llicllay, llamarse doña Juana o doña Maria y an de deferenciarse<br />
todo su casta de los comunes yndios" (768). Cada jerarquía de indios principales o<br />
mandones se señalará por una "tiana" o asiento distinto, de diversas alturas y materiales<br />
desde el oro y plata, hasta la madera y el junco. Los matrimomios entre castas diversas<br />
estarán prohibidos y los mestizos inhabilitados para todas las funciones públicas. Los<br />
indios vivirán en sus pueblos mandados por sus caciques principales y antiguos señores<br />
a quienes pagarán "la setima" de sus productos y los españoles, negros y mestizos se<br />
quedaran en las ciudades.<br />
Todo anhelo imposible de reforma desemboca, por lo general, en la utopía. El trazo de la<br />
ciudad o provincia ideal que Huamán Poma propone para reemplazar a la realidad<br />
ominosa que le ha tocado en suerte, tiene mucho de la República platónica, por la<br />
comunidad de los bienes para el pueblo y el gobierno de los filósofos o ancianos, pero<br />
su rigidez y automatismo primitivos se acercan más a modelos americanos más<br />
proximos y afines a las misiones jesuíticas del Paraguay o a las "reducciones" tan<br />
denostadas del Virrey Toledo, cuyo elogio como legislador está a cada rato, a<br />
regañadientes, en la pluma del cronista en esta parte de su obra. Difiere, en cambio,<br />
fundamentalmente, de la utopía indianista de Vasco de Quiroga en México. La<br />
organización del Obispo de Michoacán estaba fundada en la humildad y en la caridad<br />
cristianas, en los dulces vínculos familiares; la del indio Lucana, es un rígido estatismo,<br />
jerárquico e insensible, implacablemente aristocrático, sin las virtudes del régimén<br />
incaico y con todos los defectos de la burocracia española. De ambos toma únicamente<br />
la dureza. Todo lo compone con azotes o destierros. "El buen castigo es un buen hierro,<br />
dice, amansa bellacos" (719).<br />
El plan político de Huamán Poma, como el de Toledo, se basa en la adaptación de las<br />
antiguas instituciones incaicas al régimen colonial, procurando el mayor alejamiento<br />
posible de los encomenderos y españoles de los pueblos de indios. El secreto o<br />
panacea extirpadora de todos los malos sería la devolución del gobierno a los antiguos<br />
caciques principales, que tendrían toda la suma del poder provincial.<br />
Los nuevos caciques "no son obedecidos ni respetados –según el cronista– porque no<br />
son señores verdadero de linagi" (778). El cacique deberá ser, además, ilustrado, buen<br />
cristiano, conocedor de la lengua de Castilla y de la lengua general quichua, sabrá leer y<br />
contar, escribir peticiones e interrogatorios, ha de ser «probado y criado sin chicha" y "a<br />
de tener miel y hiel, ser bravo y manso, león y cordero para los españoles y para los<br />
indios bellacos" (769, 771).<br />
Debajo de los caciques estarían, como en el régimen incaico, las "segundas personas",<br />
los caciques de huaranga o huaranga curacas, los pisca pacahaca camayoc, jefes de<br />
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