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epetidas veces porque "todas las mujeres se van tras de los españoles" (1018). En este<br />
punto es cuando cobra más vigor el anti-hispanismo del indio septuagenario. Los<br />
españoles, dice en pleno delirio mancista, han venido a corromper las costumbres de los<br />
indios que eran mucho más puras en la época de los Incas y sobre todo en la de Huari<br />
huiracocha runa. "Los dichos españoles les enseñan los dichos yndios de este rreyno<br />
malos costumbres" (61). Abomina de la codicia del español que "se dejaría matar por<br />
medio real" y declara "parezeme a mi cristiano todos vosotros condenays al infierno"<br />
(367). Entre tanto llega el castigo divino, Huamán Poma se conforma con el alejamiento<br />
terreno. Los españoles dice son mitimaes de Castilla y deben irse a su tierra: "el español<br />
a España y el negro a Guinea" (915). Es la negación más absoluta de la trilogía racial<br />
peruana.<br />
La crítica de Huamán Poma se encona también particularmente contra los curas<br />
doctrinantes, aunque reconozca el buen ejemplo de algunos. Insiste el cronista indio en<br />
los abusos de los curas al exigir a los indios tributos graciosos y víveres para su sustento<br />
y el de los visitadores, pero incide sobre todo, constantemente, en la nota de lujuria y de<br />
incontinencia erótica de los doctrinantes. Estos eran de dos clases: clérigos y frailes<br />
destacados de sus conventos por las diversas congregaciones, distinguiéndose éstos,<br />
principalmente, fuera de la vigilancia conventual, por su conducta poco arreglada. De la<br />
doctrina dice el Virrey Montesclaros "se van todos tan desenfrenadamente que la más<br />
ruin doctrina vale mas el día de oy que ningún repartimiento" y agregaba "tienen en las<br />
doctrinas carceles y cepos para los yndios y tratan y contratan con ellos muy en su<br />
perjuicio". Diversas cédulas reales y cartas y sentencias de los virreyes condenan estos<br />
vicios y abusos de los doctrineros y les hacen cargo "por su poca caridad y mucha<br />
codicia". Huamán Poma denuncia los hechos más escandalosos en algún grabado de la<br />
más burda obscenidad en el que un fraile con su acólito alumbran con una vela las<br />
"verguenzas" de una mujer india y cuando refiere que el fraile mercedario Morúa intentó<br />
arrebatarle su mujer al propio Huamán Poma en el pueblo de Yanaca. De esta crítica<br />
mordaz del cronista sólo exime a los franciscanos, a los jesuitas y a los ermitaños de<br />
San Pedro. De los primeros dice: "los dichos reverendos padres todos ellos son sanctos<br />
y cristianos... jamás se ha oído pleitos ni quexas de los bienaventurados frayles y<br />
confesarse con ellos es gloria". De los padres de la Compañía apunta: "son<br />
sancticimos", "ama y quiere la pobreza", "no tiene soberbia ni quiere hacienda ajena", y<br />
"son grandes letrados y predicadores". Huamán Poma coincide en este juicio con el<br />
Virrey Montesclaros quien también exceptúa de sus juicios condenatorios a franciscanos<br />
y jesuitas.<br />
Debajo del español están los criollos, mestizos y castas intermedias y por último los<br />
indios. El criollo tiene la misma soberbia del español aunque le falten algunas letras y<br />
virtudes para igualar a sus padres. El medio y su condición social indefinida les imprimen<br />
cierta indolencia y tendencia a la haraganería. Pero apunta en ellos un espíritu de<br />
independencia y de amor a la tierra que es ya una semilla de patriotismo. El propio<br />
Virrey don García Hurtado de Mendoza, por haber vivido en su juventud en las Indias<br />
escribía al Rey: "me tenían por padre de la patria y medio criollo". El criollo y la patria<br />
nacen juntos. El Virrey Mendoza temía ya en 1593 a las ciudades que estaban llenas de<br />
mestizos y criollos. Y decía: "la gente se va arraigando en la tierra y los naturales de ella<br />
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