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verle vagar vacilante y aturdido por los caminos, miserable y anciano, casi ciego,<br />
preguntaban al indio que a quién servía. El respondía, cazurra y simbólicamente, que a<br />
don Cristóbal de la Cruz, con lo que quería decir que servía a Jesucristo. Y cuando le<br />
preguntaban quién era aquel señor, decía que era un minero muy rico y muy poderoso.<br />
Sirviendo a este enigmático señor, llegó por fin, acompañado de un pobre viajante<br />
encontrado en la ruta, a la Ciudad de los Reyes. No hallaron posada y durmieron la<br />
primera noche sin probar bocado en el zaguán de una casa limeña. Su aspecto<br />
desgarrado y miserable hacía que le echasen de los lugares a donde entraba, pero él<br />
tenía alguna plata, con la que alquiló al fin una casa por la que pagaba veinte reales<br />
cada mes y donde se fue a vivir con otros pobres. Al día siguiente de su llegada, fiel a su<br />
devoción juvenil, fue al templo de Santa Clara, recién levantado, en cuyo altar mayor<br />
estaba el corazón del santo arzobispo Toribio de Mogrovejo, velado por las monjas<br />
clarisas y en lo alto del cual le sonreía la imagen familiar de Nuestra Señora de la Peña<br />
de Francia que hasta hoy se conserva en el dicho sitio. Es el último acto conocido del<br />
cronista indio y devoto. En Lima termina su crónica en servicio de Dios y su Majestad<br />
hacia 1614 (1104 y 1128). No hay más noticias de él: probablemente murió en Lima en<br />
1615 bajo el gobierno del Virrey Marqués de Montesclaros. "¡Y no hay remedio!".<br />
II<br />
La obra<br />
El manuscrito de la crónica consta de 1179 páginas y se halla dividido en dos partes<br />
perfectamente distintas e independientes: la primera parte a la que conviene el título de<br />
Nueva Crónica y la segunda que es el Buen Gobierno. La primera parte tiene 435<br />
páginas y la segunda 740. La primera es la Historia antigua "de nuestros antepasados<br />
aguelos y mis padres y señores que fueron antes del inga". El cronista acentúa, desde la<br />
portada de su obra, su atención para la época anterior a los Incas: "me determine de<br />
escrivir la historia de los primeros reyes y señores y capitanes nuestros aguelos y des<br />
(sic) prencipales y vida de indios y sus generaciones y desendencia desde el primero<br />
yndio llamado uari uiracocha...". La segunda parte es la descripción de la vida principal<br />
bajo el régimen español denunciando sus vicios y abusos, la explotación del indio por las<br />
demás clases sociales y proponiendo las reformas necesarias a su juicio. Es a la vez<br />
alegato y memorial, sátira disimulada entre alabanzas y jaculatorias, sorna cazurra de<br />
los dibujos, proyectismo ingenuo, alabanza servil de indio mediatizado y a veces grito<br />
herido y franco de dolor y protesta. La primera parte tiene interés para la arqueología y el<br />
folklore prehispánicos, la segunda para la historia social de la Colonia.<br />
La época preincaica<br />
El plan de la primera parte es simple y revela la falta de criterio constructivo del indio<br />
semi-culto. Huamán Poma concibe su obra como los edificadores de muros incaicos: por<br />
pequeños fragmentos adosados unos a otros, sin mezcla ni trabazón interna. El texto de<br />
cada página, generalmente referente al dibujo fronterizo o del reverso, es independiente<br />
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