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DE PUCHEROS Y SARTENES

El pasado siempre vuelve, a veces como una losa, otras, como un refugio. Y en la tibieza del fogón ya apagado, en la penumbra conocida debajo de la mesa con su mantel mil veces manchado de todos los aceites del mundo, podemos reconocer nuestro miedo ilimitado y sentirnos reconfortados. Ésa es su razón de ser.

El pasado siempre vuelve, a veces como una losa, otras, como un refugio. Y en la tibieza del fogón ya apagado, en la penumbra conocida debajo de la mesa con su mantel mil veces manchado de todos los aceites del mundo, podemos reconocer nuestro miedo ilimitado y sentirnos reconfortados. Ésa es su razón de ser.

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Periódico del I.E.S. "Aravalle"<br />

Número 14: OTOÑO de 2014.<br />

De pucheros y sartenes.<br />

Depósito legal: AV 80­2013.<br />

ISSN: 2341­3662.<br />

Ediciones digital e impresa de libre difusión.<br />

OJOS FUERA <strong>DE</strong> MÍ<br />

Como las he mirado con amor,<br />

Tengo los ojos repartidos por las cosas.<br />

Fuera de mí: espesos<br />

En la materia más espesa.<br />

Libres de mí, me libran de mí mismo.<br />

Antonio Zamarreño<br />

Arcadia Barcense:<br />

De pucheros y sartenes<br />

Página 1


Es el poema:<br />

se han encontrado, por primera vez, dos palabras<br />

y se han tendido, juntas, hasta el fin de los tiempos.<br />

Yo estaba allí cuando ocurrió el prodigio.<br />

Yo estaba allí: venía de quererte<br />

y acababa de dejar, junto al tuyo,<br />

mi cuerpo al sol, tendido en esta página.<br />

CRUCIFIXIÓN ENTRE DOS PADRES<br />

La vertical ausencia de mi padre.<br />

La horizontal ausencia de mi madre.<br />

Y, entre las dos, un hueso izquierdo:<br />

Allí<br />

mi media ausencia sea crucificada.<br />

Regresarán al sol las oropéndolas.<br />

Pero, padre, jamás mi padre allí.<br />

Pero, madre, jamás mi madre allí.<br />

Pero, Dios mío, jamás mi Dios allí.<br />

Pero jamás flor de retama allí.<br />

Allí sola mi nuca entre ladrones,<br />

rota de Dios, de padres, de retama,<br />

aquel viernes sin lumbre y sin marías:<br />

aquel sin viernes todo martillazos.<br />

Antonio Zamarreño.<br />

Antonio Zamarreño; un poema<br />

para calentarse del frío<br />

Charo Alonso.<br />

Sobria, de estirpe<br />

castellana, clásica, eterna… y<br />

llena de calor, de emoción<br />

contenida. La poesía del poeta<br />

profesor Antonio Zamarreño<br />

tiene la belleza austera del<br />

campo de Castilla, esa que<br />

hay que buscar en la raíz del<br />

tiempo y que nos sorprende<br />

con una hermosura inusual,<br />

con su atemporal rito de las<br />

estaciones que pasan. Este<br />

poeta profesor enamorado de<br />

su asignatura, que explica a<br />

los clásicos con una emoción<br />

que sus alumnos recuerdan<br />

junto a su sentido del humor<br />

más exquisito, es un poeta<br />

hondo, dueño de versos que<br />

germinaron en las revistas<br />

Papeles del Martes, Álamo,<br />

Cuadernos del Sonarbique, y<br />

que florecieron en hermosos<br />

libros que son de todos para<br />

deleite de unos lectores<br />

enamorados no solo de su<br />

hondura, sino de la persona<br />

llena de humanidad, de<br />

humildad y de sabiduría, de un<br />

poeta esencial, de un maestro<br />

deslumbrado por los clásicos<br />

que explica, estudia y habita.<br />

Es un privilegio caminar los<br />

versos suyos, los versos<br />

enamorados de Antonio<br />

Zamarreño.<br />

Antonio Zamarreño.<br />

Página 2


LOS UNICORNIOS ASESINOS<br />

Lucía Gómez<br />

Esto ocurrió una noche de Halloween en un<br />

pueblo muy apartado, rodeado de bosques.<br />

Los habitantes del lugar estaban talando los<br />

árboles de los alrededores para agrandar el pueblo, y a<br />

los unicornios que allí vivían desde tiempo inmemorial<br />

se les ocurrió un plan para echarlos.<br />

― Nos mostraremos ante los leñadores, nos dejaremos<br />

ver por ellos, y cuando lo cuenten al volver al pueblo,<br />

todos pensarán que se han vuelto locos y no los<br />

dejarán volver aquí. Así ya no talarán nuestros bosques<br />

― sugirió el unicornio más viejo.<br />

Como a todos los demás unicornios les pareció<br />

bien la idea, lo hicieron así. Pero sucedió que a las<br />

pocas horas de comenzar las apariciones públicas de<br />

los unicornios, comenzaron a aparecer las cámaras<br />

fotográficas; los leñadores del siglo XXI tienen teléfonos<br />

móviles, y los teléfonos móviles tienen cámaras<br />

fotográficas. Así que muchos consiguieron fotografiar a<br />

los mitológicos conjurados. Ante tal eventualidad, los<br />

unicornios no tuvieron más remedio que matarlos a<br />

todos a cornadas.<br />

― ¿Qué se supone que vamos a hace ahora ―<br />

preguntó angustiado uno de los unicornios al resto. ―<br />

Al ver que no regresan, vendrá la policía y seguramente<br />

un montón de curiosos, habrá investigaciones, y ya no<br />

podremos vivir en paz.<br />

― Es cierto; cuando se encuentren con esto, no<br />

dejarán de buscar respuestas ― dijo otro.<br />

― Haremos que parezca un accidente ― propuso el<br />

unicornio anciano. ― Cogeremos de los árboles unas<br />

ramas grandes y las pondremos sobre los cuerpos; que<br />

parezca que les cayeron encima desde lo alto. Luego<br />

meteremos ramas más pequeñas en los agujeros que<br />

les hicimos con nuestros cuernos, y ya está. Ah, y no<br />

olvidéis borrar las memorias de los móviles ― concluyó<br />

el vetusto líder. ― ¿A quién podría ocurrírsele que una<br />

mejor explicación de lo que aquí ha ocurrido es que los<br />

unicornios no sólo existen, sino que viven en estos<br />

bosques, y, además, van por ahí matando fotógrafos<br />

Los fabulosos seres pusieron su plan en marcha,<br />

y, así de socarrón es el destino, les funcionó. No<br />

volvieron a ser molestados por humanos nunca más.<br />

Página 3


TRANSILVANIA<br />

Serafín Nicolae Popescu Rares<br />

Hace tres años decidimos que en las<br />

vacaciones íbamos a conocer Transilvania.<br />

Como me fui muy pequeño de mi país, los<br />

recuerdos son muy vagos, así que quería<br />

conocer un poco su historia.<br />

Con nosotros estaba una chica que era<br />

nuestra quía. Se llamaba Clara. Antes de<br />

llegar al destino, yo pregunté a Clara:<br />

Página 4


<strong>DE</strong>TRÁS <strong>DE</strong> LA IMAGEN<br />

Más soluciones a nuestras preguntas:<br />

Imagen 3. Veamos qué es este extraño artefacto que nos encontramos en La Horcajada.<br />

¿Cómo se llama<br />

Se llama noria o noria de sangre. La noria de sangre es una máquina compuesta<br />

básicamente de dos grandes ruedas; una horizontal que, movida por un animal, transmite<br />

su giro a otra vertical, instalada sobre la boca de un pozo, y lleva aparejada una cuerda o<br />

tira circular con vasijas adosadas (canguilones) que cuelgan hasta el fondo de dicho pozo<br />

y que, con el girar de la rueda, elevan el agua hasta la superficie.<br />

¿Para qué se utilizaba<br />

Se utilizaba fundamentalmente para elevar el agua delos pozos y regar; pero los árabes<br />

la emplearon no sólo en la agricultura, sino también para el abastecimiento urbano y de<br />

baños públicos.<br />

¿Cómo funcionaba<br />

Aunque en alguna época lejana su fuerza motriz fue humana, con el correr del tiempo,<br />

esta responsabilidad pasó a animales de tiro; principalmente, mulos y asnos. Al dar<br />

vueltas, hacían girar la rueda horizontal que transmite el movimiento a la vertical, y,<br />

mediante los canguilones, conseguían transportar el agua desde el fondo hasta la<br />

superficie.<br />

¿En qué otros pueblos podemos encontrar artilugios parecidos<br />

En muchos pueblos de la comarca hay vestigios de norias de este tipo, tales como: La<br />

Horcajada, Santa María de los Caballeros, etc.<br />

Más información en: http://es.wikipedia.org/wiki/Noria<br />

Imagen 4. Hablemos sobre esta imagen que nos encontramos por el camino hacia la Laguna de<br />

El Barco.<br />

¿Cuál es el verdadero nombre de la comúnmente llamada "Laguna de El Barco"<br />

Su verdadero nombre es Laguna de Galín-Gómez.<br />

¿Cómo se llama el pico más pronunciado situado a la derecha en el horizonte<br />

Es el pico de La Azagaya, de 2.367 m.<br />

¿Y cómo se llama la cumpre a la izquierda con forma de pirámide truncada<br />

Es el pico llamado Juraco, de 2.383 m. En medio de ambos está el pico de La Covacha,<br />

de 2.399 m., el más alto de la Sierra de El Barco. Todos estos picos hacen de frontera<br />

entre las provincias de Ávila y Cáceres.<br />

Finalmente, ¿qué otras dos lagunas están a la izquierda de esta imagen<br />

Debajo de estos picos está La Laguna de El Barco, o Laguna de Galín-Gómez, y a la<br />

izquierda quedan las lagunas de La Nava y de Los Caballeros.<br />

Más imágenes en: https://www.google.es/searchq=laguna+de+galin+gomez&client=firefox-a&hs=7dg&rls=org.mozilla:es-<br />

ES:official&channel=np&tbm=isch&tbo=u&source=univ&sa=X&ei=v2lnVIrAB5DgaJm5gbAF&ved=0CDIQsAQ&biw=1 024&bih=468<br />

Página 5


LA CUCHARA QUE QUERÍA SER TENEDOR<br />

Alba Miñán Granado<br />

Hacía casi un mes que María Cuchara quería ser<br />

Pablo Tenedor.<br />

– Jo – pensaba – a mí nadie me hace caso. En<br />

esta casa solo comen carnes y pescados. Me gustaría<br />

ser como Pablo Tenedor.<br />

Un día, estaba paseándose por el armario cuando<br />

se le ocurrió una idea:<br />

– Puedo pedirle a la sartén que se tome el día<br />

libre, así tendrán que cocinar algo que se coma con<br />

cuchara.<br />

El plan funcionó, y esta vez fue Pablo Tenedor el<br />

que se quedó en el armario.<br />

Sin embargo, después de comer, María Cuchara<br />

tuvo que probar un aparato horrible, totalmente<br />

terrorífico, ¡el lavavajillas!<br />

María Cuchara salió totalmente mareada de allí,<br />

pero limpia y reluciente.<br />

Sus aventuras no habían terminado. Al día<br />

siguiente, los dueños de la casa se fueron de excursión,<br />

y el hijo más pequeño, Hugo, agarró a María Cuchara<br />

por el mango y decidió llevársela con él. La pobre María<br />

deseaba con todas sus fuerzas que lloviera y tuvieran<br />

que volver a casa; pero hacía un calor abrasador y los<br />

padres de Hugo no querían regresar. Aquel paisaje era<br />

precioso, aunque el medio de transporte de María<br />

Cuchara no era nada cómodo; Hugo iba dando en las<br />

rocas golpetazos con la cabeza de la pobre María y a ella<br />

le estaba empezando a doler la cabeza ¡y mucho!<br />

Al regresar estaba toda abollada; sin embargo,<br />

reconocía que a pesar de los golpes se lo había pasado<br />

bien.<br />

María Cuchara ya no quería ser tenedor, porque<br />

había aprendido que siendo cuchara se pueden hacer<br />

bastantes cosas que los tenedores no pueden hacer.<br />

PAVITOS, LINDOS PAVITOS<br />

Alberto González Jiménez<br />

Pavitos, lindos pavitos,<br />

Pavitos de carne buena,<br />

yo conocí la experiencia<br />

de comerlos en nochebuena.<br />

Alegrías y carreras<br />

que cuestan unos eurillos,<br />

pavitos, lindos pavitos,<br />

pavitos de carne buena.<br />

Página 6


LAS MANOS <strong>DE</strong> MI MADRE<br />

Las manos de mi madre<br />

parecen pájaros en el aire<br />

historias de cocina<br />

entre sus alas heridas<br />

de hambre (Mercedes Sosa).<br />

Para y por mi madre; para todas las madres.<br />

Pucheros, fogones y sartenes... Mi madre lleva cocinando sesenta años de su vida. Son muchas las<br />

horas invertidas pensando en qué preparo mañana, en tener cuidado de no repetirse demasiado, no vayamos<br />

a poner en duda sus dotes de cocinera..., horas de compras en el mercado de los martes o en las pequeñas<br />

tiendas del barrio cuando al pueblo no habían llegado aún las “moderneces esas” de las grandes superficies, y<br />

donde te ponías al día con las demás clientas de lo que acontecía en el pueblo, charlabas con la tendera de<br />

achaques o intercambiabas recetas de cocina. Cuando esas tiendecillas cercanas y caseras dejaron de ser<br />

rentables y fueron desapareciendo una tras otra, no tuvo más remedio que acudir a los supermercados que le<br />

gustan más bien poco o nada, como ella dice. Son años de docenas de capachos de esparto, luego de bolsas<br />

de plástico, y ahora, cuando la artrosis aprieta, el socorrido carrito de la compra, que empuja con determinación<br />

calle arriba.<br />

Mi madre es una superviviente. Vivió siendo niña los años de la guerra y de la posguerra, en los que la<br />

necesidad apretaba y en los que la imaginación debía trabajar para llevar a la mesa algo más con lo que<br />

acompañar el pan negro como el tizón y más duro que una piedra que te asignaban en las cartillas de<br />

racionamiento. Ella recuerda a su padre subiendo a Asturias, donde estaba destinado, desde su Andalucía<br />

natal, con una maleta de madera llena de productos del cortijillo familiar: pan blanco, huevos duros, chorizo,<br />

garbanzos, algún repollo,... No recuerda la sensación de hambre, pero sí la ansiedad y a veces el desconsuelo<br />

de ver a su madre escogiendo las lentejas tan cotidianas de esa época, donde, si no tenías un extremado<br />

cuidado, se podían colar piedrecillas y algún gorgojo que otro.<br />

Pasaron los años y la situación mejoró. De la cocina “económica” de hierro que había que alimentar con<br />

carbón, madera y papel, al hornillo tosco, luego a las cocinas de gas con varios fuegos -¡qué lujo!-, para<br />

terminar con la vitrocerámica, en la que, según afirma, las comidas no saben como antes. Años de lebrillos,<br />

pucheros de barro, sartenes enormes para poner sobre las trébedes en el hogar familiar, tenazas, morteros de<br />

piedra, cántaros para ir a la fuente a por agua,... Con los años, avanzó inexorablemente la modernidad, y los<br />

utensilios y recipientes de cristal, los inoxidables y el plástico fueron dejando atrás los tradicionales de barro y<br />

hierro, hasta culminar -¡al fin!- con el invento de los inventos en la cocina, según mi madre, ¡la olla exprés! Y es<br />

ahí, en la olla exprés, dónde se ha quedado, no queriendo saber nada de robots de cocina ni de nada que<br />

suene más que el silbido agudo de la pesa de la olla cuando comienza a girar como loca sobre sí misma<br />

mientras el olorcillo de sus guisos se extiende por toda la casa.<br />

Las manos de mi madre han pelado, troceado, picado, enharinado empanado, amasado, rellenado,<br />

cortado, rallado, aderezado, cocido y guisado miles de ingredientes a lo largo de esos sesenta años; han dado<br />

de comer a mucha gente y aún continúan activas, llenas de vigor y de amor “porque si le pones cariño y le das<br />

su tiempo, las comidas saben mejor”.<br />

Dice estar cansada de pensar y de guisar, pero sigue al pie del fogón cada día y se empapa de todos<br />

los programas de cocina que echan por la televisión, por muy sofisticadas que sean las recetas que los<br />

cocineros estrella o los esforzados concursantes lleven a cabo. Ella dice que no sabe cocinar; pero, ¡quién<br />

como ella!<br />

Su cocina es sencilla pero llena de matices, fiel reflejo de su personalidad. Ahora que llegan los fríos,<br />

sus sopas de ajo, sus revolconas, su cocido con todos los ingredientes para cuando llegan los nietos, las judías<br />

con chorizo y oreja, esa sopa de pollo que resucita a un muerto, o las patatas con costilla, el arroz con<br />

verduras, las albóndigas, las croquetas, la carne con pimiento y tomate, los riñones al jerez, los callos o ese<br />

lomo a la sal al que da un toque especial con la pimienta,...<br />

Mercedes Sosa nos canta que su madre vuelve “lo cotidiano mágico”. Así son los platos de mi madre,<br />

cotidianos y mágicos; han forjado nuestra memoria y han contribuido con ello a nuestra particular manera de<br />

ser, de estar y de sentir. Mi madre con sus manos llenas de afecto da sabor a nuestra vida. Como dice su nieto<br />

Jose, “la abuela es Dios cuando guisa” -y cuando no guisa, también, afirmo yo.<br />

Para ella -que se está riendo a mi lado y dice que soy una exagerada- y para tantas esforzadas mujeres<br />

que nos dan de comer a diario va este tributo de cariño y sincero reconocimiento.<br />

Rosario-Teresa Blázquez Gómez.<br />

Página 7


UN LEÓN ENTRE LOS LINCES<br />

Fatema E. Alonso<br />

Nadie sabe cómo llegó a aquel lugar. Ni tan siquiera él. Era tan pequeño que sólo sabía tres cosas:<br />

tenía hambre y mucho frío y no sabía dónde estaba. De repente, algo le mordió suavemente el pescuezo y le<br />

levantó por los aires. Era Stella, la mamá lince de los alrededores. Con su alma maternal le llevó a su cueva,<br />

donde sus crías, Xenia y Yara, esperaban pacientemente. Al principio, al ver al recién llegado, se extrañaron,<br />

pero luego durmieron a su lado aceptándolo para siempre en la familia de los linces.<br />

Zack y su infancia<br />

Cuando llegó el pequeño león a la familia de linces, Stella le puso un nombre: Zack. Y él se lo tomó<br />

muy bien. Con ese nombre él se sentía el lince más fuerte del mundo.<br />

Su infancia siempre fue apacible, salvo los días de tormenta, con sus rayos y truenos, y los días de<br />

temporada de conejos y faisanes, que eran los días que venían los cazadores con sus temibles escopetas.<br />

Sus primeros meses los pasó jugando a pelearse con sus hermanas rodando por la cueva. Más tarde, al<br />

obtener el permiso de su madre para salir afuera, empezó a jugar a cazar insectos, ratones y ranas con<br />

Xenia, o a saltar una y otra vez el riachuelo y las rocas cerca de la cueva con Yara. Así, ellos nunca se<br />

aburrían. Lástima que no supieran que todo eso iba a acabarse.<br />

Zack aprende a cazar<br />

– Es hora de que aprendáis a cazar.– dijo muy seria Stella – Hoy os enseñaré a cazar conejos.<br />

Para los tres hermanos fue muy difícil el comienzo. Xenia y Yara fallaron varias veces; pero luego le<br />

cogieron el truco y fueron mejorando. Sin embargo, Zack demostraba la fuerza que ha de tener un león, pues<br />

era capaz de matar un conejo de un zarpazo.<br />

Cuando por fin dominaron el arte de la caza, Stella tomó una importante decisión.<br />

Zack se marcha<br />

Cuando Stella les dijo que tendrían que irse cada uno por su lado, se entristecieron profundamente.<br />

Los tres hermanos pasaron los que creían sus últimos días juntos con una espina clavada en sus corazones.<br />

Sin ganas, decidieron dónde iría cada quien. Zack se marcharía al sur; Xenia, al este, y Yara, al oeste.<br />

Al despedirse, cada uno de los hermanos deseó con fuerza volver a ver su familia unida algún día.<br />

Zack y los humanos<br />

Después de días de marcha, Zack se encontró con algo que le llamó profundamente la atención. Era<br />

Sevilla, con todos su sevillanos. Había enormes edificios, que él nunca había visto, y coches que gruñían e<br />

iban rápidamente por las calles. Lo que más gracia le hizo fueron esas criaturas más bien desnudas, pues no<br />

tenían plumas ni escamas, y que sólo tenían pelo en la parte de arriba de sus cabezas. El joven león estaba<br />

maravillado observando todas esas extrañas cosas y seres.<br />

Pero Zack no fue capaz de percibir que desde que puso sus garras en aquella ciudad, unos ojos le<br />

observaban intensamente.<br />

La sevillana<br />

En un momento de su alborotada fascinación, Zack se giró y vio que una de aquellas extrañas<br />

criaturas más bien desnudas le estaba observando directamente. Llevaba una especie de enorme piel<br />

encima, que Zack era incapaz de comprender; tampoco sabía decir de qué podía estar hecha. Por su gran<br />

colorido, supuso que desapercibida precisamente no quería pasar. La cabeza de aquel ser era extraña; el<br />

pelo estaba sujeto de una forma rara que Zack nunca antes había visto en ningún otro animal. Pero lo que<br />

más le sorprendió fue su boca; una boca grande, completamente abierta y que parecía querer articular<br />

sonidos, pero a la que no se le oía nada. Después de un rato, sí, se le oyó, un grito largo y penetrante. “¡Un<br />

leóoonnnnn!” salió de aquella boca sevillana. Y Zack, indignado, respondió entre flamantes rugidos: “¡No soy<br />

un león, soy un lince!”.<br />

La atronadora respuesta asustó más a la sevillana, que salió corriendo como una gacela, a pesar de<br />

sus tacones. Zack, sorprendido y confuso, decidió poner tierra de por medio, especialmente al ver que se<br />

acercaban más bichos de aquellos medio desnudos. Así que salió como un disparo de los límites de la ciudad,<br />

dirigiéndose al norte.<br />

De vuelta al hogar<br />

Después de haber vivido esta aventura, y otras muchas que no os contaré, a Zack le ocurrieron tres<br />

cosas muy notables en su vuelta por España. En primer lugar, se paseó con toda tranquilidad por el circo<br />

romano de Mérida, pero tuvo que salir por patas al ver que todos los turistas allí se le echaban ya encima para<br />

hacerle fotos. Posteriormente, se pegó un buen remojón en Valencia, sorprendiéndose de que el agua fuese<br />

así, salada. Y finalmente, asaltó a unas personas que estaban de picnic cerca de Guijuelo, comiéndose todo<br />

su jamón al lado del Pantano.<br />

Ya cansado, Zack llegó a la conclusión de que lo mejor sería regresar a Doñana. Pero él no sabía ni<br />

dónde estaba. Así que se puso a rugir y a rugir, a rugir y a rugir, confiando en que en algún momento, y con<br />

una buena dosis de suerte, le oyeran sus hermanas.<br />

Continúa en la siguiente página.<br />

Página 8


Viene de la página anterior.<br />

Juntos otra vez<br />

Con toda la fuerza de sus pulmones, Zack rugió y rugió, y volvió a rugir, asustando a toda la<br />

población de los pueblos cercanos.<br />

Después de muchos y largos rugidos, de repente, mientras caminaba desanimado ya por un<br />

polvoriento sendero, dos figuras salieron de entre unas enormes encinas. “¡Xenia¡, ¡Yara!”, gritó lleno de<br />

emoción Zack, y las hermanas se abalanzaron sobre él entre lametazos y empellones cariñosos.<br />

“¿Cómo es que estáis aquí”, preguntó Zack, que no cabía en sí de la alegría. Xenia le contó que<br />

se sentían solas y que habían decidido volver a casa; que tenían la esperanza de encontrarse con él y<br />

juntar de nuevo la familia.<br />

Y gritó Zack: “¿Entonces qué hacemos aquí ¡Vamos!”, y fueron desde ese momento tres las<br />

figuras que atravesaron el país hasta acabar de nuevo en Doñana.<br />

La familia de los linces volvía a ser feliz.<br />

Epílogo<br />

Os preguntaréis cómo acabó un cachorrillo de león en las marismas de Doñana. Solamente os<br />

transcribiré el siguiente titular de periódico:<br />

Desaparición extraña en el circo. El favorito de todos los niños, el cachorrito de león Monty, ha escapado.<br />

La policía lo busca por todas partes, sin que hasta el momento se haya encontrado rastro alguno de su<br />

paradero. La directora del equipo de búsqueda ha señalado que están perdiendo toda esperanza de dar<br />

con Monty, ya que “no parece que un león pueda sobrevivir mucho tiempo en un hábitat tan diferente al<br />

suyo”.<br />

¿Qué cómo ha sobrevivido Con mucho, mucho cariño de su madre y sus hermanas.<br />

LA NIÑA PENA, por Coral Izquierdo Alonso<br />

El día de Halloween, bastante tarde en la<br />

noche, Pena paseaba a su perrito, como de<br />

costumbre. Pero, quién sabe por qué, de repente<br />

se vio a las puertas del cementerio del pueblo, y<br />

allí le ocurrió algo inesperado y digno de<br />

contarse.<br />

Se oye un ruido como de mucha gente<br />

acercándose por todas partes.<br />

– ¿Quién anda ahí – pregunta la niña<br />

sobresaltada y mirando de un lado a otro.<br />

– Ven, Pena, no te asustes; queremos hablar<br />

contigo – dice una voz espectral que parece<br />

provenir de muchos sitios a la vez. El perro de<br />

Pena ladra con furia.<br />

– No hablo con desconocidos – contesta la niña<br />

aterrada, al mismo tiempo que, zigzagueante,<br />

retrocede y se acerca al esqueleto reseco de lo<br />

que alguna vez fue un ciprés enorme. – ¿Quiénes<br />

sois – insiste con la espalda ya totalmente<br />

pegada a su rugosa y tibia corteza.<br />

– No tengas miedo, te queremos ayudar, Pena –<br />

es la respuesta.<br />

– ¿Ayudarme ¿Por qué ¿Acaso me conocéis<br />

de algo ¡No necesito vuestra ayuda! – exclama<br />

la niña con voz quebrada y temblorosa mientras<br />

aprieta un cigarrillo viejo en el bolsillo del abrigo.<br />

– Te conocemos desde hace tiempo; sabemos<br />

que lo estás pasando mal, mi niña. ¡Ven,<br />

acompáñanos, somos la solución de todos tus<br />

problemas!<br />

– Pero yo no os conozco de nada, ¡no sé quiénes<br />

sois!. ¿Y mi familia qué – grita Pena, que ya no<br />

siente la manos ni los pies entre el pánico y el<br />

frío. La idea de que se trate de un truco de la<br />

mismísima muerte para llevársela la hace cerrar<br />

los puños con fuerza. El perrito no para de ladrar;<br />

cuesta creer que nadie se acerque a ver lo que<br />

ocurre ante tanto escándalo; después de todo, se<br />

trata de un pueblo muy pequeño.<br />

– Nos tenemos que ir pronto, mi niña; déjanos<br />

contarte una historia cortita y nada más – dice la<br />

voz con extraña dulzura.<br />

– Está bien – responde Pena sin saber muy bien<br />

qué otra cosa hacer.<br />

Al cabo de una media hora.<br />

– ¿De verdad son así las cosas – pregunta<br />

ahora la niña con la extraña serenidad que dan el<br />

agotamiento total y una sincera curiosidad. –<br />

¿Puedo pensármelo unos días – agrega.<br />

– No hay nada que pensar, Pena; nos tenemos<br />

que ir ya; ¿vienes o no – sentencia la voz con<br />

languidez. El perro duerme profundamente sobre<br />

la hierba.<br />

Despuntando el alba, el perrito de Pena<br />

volvió a casa, solo. Meneaba la cola con alegría;<br />

esa alegría inmotivada que muchas veces tienen<br />

los perros. Pero esta vez sí que había una razón:<br />

estaba feliz de saber que su familia tenía ahora<br />

un nuevo ángel de la guarda.<br />

Página 9


DIÁLOGOS NOSTÁLGICOS<br />

Carlos Ferreira<br />

Los sistemas estructuralmente estables<br />

propenden a la discontinuidad, la divergencia y<br />

la histéresis. Un sistema puede sufrir cambios,<br />

de comportamiento o en sus resultados, hasta<br />

un punto en que dichos cambios provocan una<br />

transformación cualitativa de dicho sistema; lo<br />

que era se convierte en otra cosa. Las<br />

pequeñas divergencias tienden a provocar<br />

grandes divergencias; los cambios sin<br />

importancia terminan acarreando cambios<br />

radicales. Aunque los cambios provienen de<br />

una situación de partida, después de cierto<br />

límite se hace imposible regresar a dicha<br />

situación; hay una frontera después de la cual<br />

los cambios son irreversibles.<br />

Teoría de las catástrofes.<br />

— El tiempo pasa, y la lengua castellana se ha<br />

enfrentado a lo largo de la historia a todo tipo de<br />

transformaciones; transformaciones que la han llevado a<br />

ser esto que usamos tú y yo, Caraotica; esto que<br />

usamos para hablar, para leer y escribir, y hasta para<br />

pensar. Sí, Caraota boquiabierta, para pensar también;<br />

nuestro pensamiento es habla interiorizada; pensamos<br />

como hablamos. Lo dijo hace varios años un ruso que<br />

solía ser muy mentado y del que ahora poca gente se<br />

acuerda. ¡Caraota, hoy también se enfrenta el castellano<br />

a importantes cambios!, y muchos de esos cambios son<br />

peligrosos, Caraota.<br />

— ¿Peligrosos ¿Cómo que “peligrosos”, profe<br />

— Sí, mi atezada alubia; suponiendo que la lengua<br />

castellana sea algo con identidad, y suponiendo que<br />

dicha identidad merezca ser protegida, la lengua<br />

castellana se enfrenta hoy a cambios muy peligrosos.<br />

— ¿Por qué son peligrosos esos cambios que<br />

mencionas, profe<br />

— Porque muchos de ellos violentan principios<br />

estructurales y funcionales del castellano, aproximando a<br />

los hablantes a una situación de caos muy parecida a la<br />

que ya han vivido otras lenguas en su momento, como el<br />

latín. ¿Sabías, mi estimado Caraotica, que el latín, la<br />

lengua más bella y potente en el mundo antiguo, fue<br />

incapaz de superar la vulgarización a la que se vio<br />

sometida, y terminó reventando en mil pedazos<br />

— Sí, profe, me suena. ¿Pero no dio eso lugar a la<br />

aparición de nuevos idiomas, las llamadas lenguas<br />

romances; entre ellas, por cierto, el castellano.<br />

— Efectivamente, mi estimada niger faba. Sobre la<br />

tumba yerta del latín nacieron las lenguas romances;<br />

entre ellas, la nuestra, el castellano. ¿Pero crees que<br />

habrían querido Cicerón, Séneca, Horacio, Virgilio, Cayo<br />

o Ulpiano que su amada lengua terminara de tal guisa<br />

Lengua muerta la llaman hoy, Caraota, ¡lengua muerta! Y<br />

entre las causas de tal tropelía estuvo muy seguramente<br />

Página 10


Viene de la página anterior.<br />

la relajación descontrolada en su uso, la adulteración<br />

caprichosa de sus vocablos, construcciones y<br />

pronunciación por mor de la ignorancia y, quizá en<br />

muchas ocasiones, de la flojera mental o del deseo de<br />

parecer más cultos, estimándose que cuanto más raro y<br />

rebuscado el palabro, más elevada habría de parecer a<br />

discípulos, clientes, vasallos, amigos y circunstantes la<br />

estatura del intelecto. ¡Craso error, preto feijão!, craso<br />

error... Pues, ¿qué hay más culto que la búsqueda<br />

minuciosa de la palabra exacta, por antigua que ésta<br />

sea, o, cuando tal fuere imposible, la elaboración casi<br />

artística de la mejor perífrasis que nuestra mollera y<br />

nuestro corazón tuvieren capacidad de concertar<br />

— Pero, profe, se ha dicho y se dice: “si lo bueno,<br />

breve, dos veces bueno!<br />

— ¡Ah, Baltasar Gracián, el criticón de Calatayud!<br />

¿Crees que si este ilustre aragonés, gloria de nuestras<br />

letras, hubiera sabido hasta dónde podían conducir sus<br />

ingeniosas elipsis y sus lúcidos neologismos, no se<br />

habría cuidado muy bien de guardarlo todo bajo siete<br />

llaves Quizá haya que releer a Gracián para intentar<br />

mejor comprender el turbulento punto en que nos<br />

encontramos; por qué se nos antoja mejor “visionar” que<br />

“contemplar”, “escrutar”, “revisar”, o simplemente “ver”;<br />

por qué “explosionar”, mejor que “hacer estallar”,<br />

“provocar o inducir la explosión de...” o directamente<br />

“detonar”...<br />

— Profe, las palabras “explosionar” y “visionar” han<br />

sido reconocidas por la Academia.<br />

— ¡Ay, Señor, llévame pronto! Mi querido frijol<br />

renegrido, ya lo sé; pero, cuando queramos hacer<br />

referencia al sustantivo que recoja la acción de tales<br />

palabros, cuando queramos sustantivarlos, ¿que<br />

diremos, ¿explosionación, ¿visionación... “Hoy<br />

hemos asistido a la visionación formal de la<br />

explosionación del castellano”; así rezará la inscripción<br />

en la lápida de nuestra lengua como no hagamos algo<br />

para detener o al menos moderar tan excesiva<br />

liberalidad.<br />

— Pues, no sé que decir, mi profe...<br />

— Escucha lo que te digo yo, my litlle black bean; lo<br />

que viene luego son “recepcionar”, en vez de “recibir”;<br />

“audicionar”, en vez de “oír”; y, ¡válganos el cielo!, llegará<br />

el día en que “inscripcionar” sustituirá a “inscribir” y<br />

“cancionar” ocupará el lugar de nuestro dulce “cantar”, ya<br />

lo verás.<br />

— Bueno, siento interrumpirlo, profe, pero ya me<br />

tengo que ir.<br />

— Muy bien, dilecto Caraota, el tiempo da para lo<br />

que da; otro día seguimos nuestra conversa.<br />

— Lamento irme tan pronto; es que tengo que hacer<br />

un trabajo para entregar mañana en la Universidad; una<br />

temporalización de ésas, ya sabe...<br />

— ¡¡¡¿Cómo dices!!!...<br />

Página 11


De cómo el Studii Aravallensi, desgranato pero xunto, púso-se a enmendar<br />

la plana a quanto escribiente viniere a inventar palabros.<br />

Cofrades e cofradesas de la mi congregaçión<br />

Dispersos por concursillo o traslado de inspecçión,<br />

Non dexares los recuerdos del convento aravallón,<br />

Que los tiempos dell Barco d'Avila lo son de contentaçión.<br />

Sean los legos repartidos por toda aquesta comarca<br />

Buscando nuevos destinos por mares e lontananzas,<br />

Mas no olviden sus merçedes ahí donde se apalancan<br />

Los ratiellos bien pasados en aquesta remembranza.<br />

Es por tales referências que nos damos libertad<br />

De comenzar conneste número a collejas dispensar<br />

A todos los truhanes com costumbre de faltar<br />

A los cánones de R.A.E. y del recto redactar.<br />

Que se escrebe com sangría e non se diz audicionar,<br />

Que iniciales no son siglas; suena horrible explosionar.<br />

Temporal no es calendario ni hay temporalizar;<br />

Que la coma no es ubicua; ¡hora de puntualizar!<br />

Quiso darle la Gloriosa río e vergel palatino<br />

A aquesta tierra nuestra tan glosada a lo divino.<br />

No la olvide nadie nunca, no cometa desatino,<br />

Que recordar sus virtudes meresçe un vaso'e vino.<br />

Era aqueste nuestro centro un lugar muy renombrado,<br />

El Padre Abat lo decíe, de aquí se sale plorado.<br />

Aunque te den el Mateo u otro destino bien logrado,<br />

Como el Aravalle no se encuentra ningún centro más loado.<br />

Comença así la cabalgata del heroico recordar<br />

Que lingua no es doncelha pra quien queira mancillar<br />

La, que as regras e os principios sâo de respeitar,<br />

P'ra loas com fundamento conseguir endereitar.<br />

Así es que Diálogos nostálgicos habrán de fustigar<br />

A palabros malsonantes, neologismos petulantes,<br />

y enunciados irritantes, y os pulir y esplendorar.<br />

EN ESTE NÚMERO <strong>DE</strong> ARCADIA BARCENSE COLABORAN:<br />

TEXTOS<br />

Antonio Zamarreño. Poeta invitado.<br />

Charo Alonso. Profesora I.E.S. "Mateo Hernández". Salamanca.<br />

Rosario Teresa Blázquez Gómez. Maestra C.E.I.P. "Juan Arrabal". El Barco de Ávila.<br />

Carlos Ferreira. Orientador E.O.E. General Gredos. El Barco de Ávila.<br />

Javier Aparicio. Profesor I.E.S. "Aravalle".<br />

Coral Izquierdo Alonso. Alumna I.E.S. "Aravalle".<br />

Lucía Gómez. Alumno I.E.S. "Aravalle".<br />

Serafín Nicolae Popescu Rares. Alumno I.E.S. "Aravalle".<br />

Alba Miñán Granado. Alumna C.E.I.P. "Juan Arrabal". El Barco de Ávila.<br />

Alberto González Jiménez. Alumno C.E.I.P. "Juan Arrabal". El Barco de Ávila.<br />

Fatema E. Alonso. Alumna del C.E.I.P. "Rufino Blanco". Salamanca.<br />

FOTOGRAFÍA<br />

Alba Rivera. Exalumna I.E.S. "Aravalle".<br />

Irene Santaella. Exalumna I.E.S. "Aravalle".<br />

Javier Aparicio. Profesor I.E.S. "Aravalle".<br />

DISEÑO GRÁFICO<br />

Carlos Ferreira. Orientador E.O.E. General Gredos. El Barco de Ávila.<br />

COORDINACIÓN EN I.E.S. "ARAVALLE"<br />

M. Elena García Plaza. Jefa del Departamento de Lengua Castellana y Literatura.<br />

ANAGRAMA <strong>DE</strong> ARCADIA BARCENSE<br />

Carlos González Díaz. Profesor I.E.S. "Hermenegildo Martín Borro". Cebreros.<br />

Depósito legal: AV 80­2013.<br />

ISSN: 2341­3662<br />

Impresión: Gráficas Bretón. Béjar.<br />

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