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ROYAL PhiLhARmOnic ORchestRA - Blog del Auditorio Miguel ...

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cinco compases <strong>del</strong> piano y no con un tutti<br />

orquestal, Beethoven se aleja <strong>del</strong> lucimiento<br />

virtuosísimo y exhibicionista <strong>del</strong> que hacía<br />

gala en conciertos anteriores y de una manera<br />

totalmente inhabitual y sorprendente<br />

equipara la importancia <strong>del</strong> discurso <strong>del</strong> solista<br />

y de la orquesta. Así lo expresan Amadeo<br />

Poggi y Edgar Vallora:<br />

“Este Concierto nº 4 cierra<br />

definitivamente la era <strong>del</strong> concierto<br />

dieciochesco e inaugura una nueva época<br />

para el solista. La innovación no afecta a la<br />

armadura estructural sino a la equilibrada<br />

arquitectura de la idea musical, la audacia <strong>del</strong><br />

tejido armónico, la prodigalidad de los temas<br />

desarrollados, pero sobre todo, a la manera<br />

de tratar el piano con respecto a la orquesta.<br />

Beethoven no quiere ya ningún antagonismo<br />

entre solista y orquesta sino que se considere<br />

al piano como uno de sus muchos elementos;<br />

y esta buscada fusión ente piano y orquesta<br />

se manifiesta en el homogéneo equilibrio<br />

sonoro entre ambos que se aprecia desde el<br />

inicio de la obra. La coloratura tenue y a la<br />

vez matizada y luminosa de este concierto<br />

choca con los habituales “colores absolutos”<br />

que venían imperando hasta el momento”.<br />

Ya desde el inicio <strong>del</strong> “Allegro moderato”<br />

se intuye que algo diferente está pasando;<br />

pero es solo a medida que se van sucediendo<br />

los sonidos y el diálogo entre la orquesta y el<br />

solista se va definiendo, que esa suposición<br />

termina de confirmarse. El motivo inicial a<br />

pesar de su simpleza mantiene su presencia<br />

en todo el movimiento pues hay constantes<br />

intercambios temáticos entre el tutti y el<br />

solista. El movimiento lento “Andante con<br />

moto” le sugería a Vicent d’Indy “la lucha<br />

entre dos personajes diferentes de carácter”<br />

pues dos temas bien distintos, uno pesante<br />

y rítmico, personificado por la orquesta,<br />

y otro sentimental y extremadamente<br />

sencillo, expuesto por el piano y donde<br />

cada nota va desgranándose como uvas de<br />

un racimo, es casi un diálogo sin palabras.<br />

La alternancia entre ambos llega a tal<br />

punto que es únicamente en los compases<br />

finales cuando se unen los dos antagonista.<br />

Despojándose de toda melancolía entra sin<br />

descanso el “Rondo” final. En él un tema<br />

vivo y sincopado se opone a otro más lírico<br />

“en una típica alternancia ciclotímica”, como<br />

sugiere Tranchefort. Pero es en la tradicional<br />

cadencia, donde Beethoven nos muestra todo<br />

su ingenio. La cadencia no dejaba de ser una<br />

pausa, un punto de inflexión donde el solista<br />

desplegaba ante el público todos sus recursos y<br />

habilidades técnicas, no teniendo, la mayoría<br />

de las veces, ninguna conexión con el resto<br />

de la pieza. Sin embargo en esta ocasión<br />

Beethoven la libera <strong>del</strong> virtuosismo banal, al<br />

incluirla dentro de la estructura formal de la<br />

obra, y la utiliza para articular las diferentes<br />

secciones <strong>del</strong> concierto. Aunque Beethoven<br />

las improvisó en su estreno, en 1809 escribió<br />

tres para el primer movimiento y dos para el<br />

tercero añadiéndoles el comentario jocoso:<br />

“cadencia…¡¡pero sin caer!!”.<br />

Según Tranchefort, “esta es sin duda<br />

una obra maestra de la producción <strong>del</strong> piano<br />

concertante y sentimos la tentación de afirmar<br />

<strong>del</strong> piano “tout court”. Nunca, ni siquiera en<br />

Mozart, se había expresado este instrumento<br />

tan libremente a través de improvisaciones y<br />

con una soltura tan soberana”.

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