Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
CUADERNOS DE BDSM - nº8<br />
Muchas parejas que se consideran a sí mismas totalmente “normales”, experimentan<br />
juegos BDSM tales como: atarse, darse cachetes en las nalgas o decirse obscenidades.<br />
La línea entre el BDSM y el mundo “vainilla” no está en absoluto definida. El límite de<br />
lo que cada cual considera placentero o doloroso es totalmente personal. Un mismo<br />
estímulo, -por ejemplo, rascar la piel suavemente con las uñas-, puede empezar siendo<br />
muy grato y volverse doloroso progresivamente, si bien el punto en que cada cual siente<br />
el cambio de sensaciones es muy subjetivo. Además, se puede entrenar, con lo que ese<br />
límite va siendo progresivamente más alto para la misma persona. Igualmente ocurre<br />
con las sensaciones de dominación/sumisión, se comienza con un morbo, una excitación<br />
que proviene del hecho de estar rompiendo las normas sociales y progresivamente se va<br />
volviendo más y más fuerte, en un amplísimo abanico de posibilidades donde cada cual<br />
busca su equilibrio personal entre placer y humillación. Una dosis menor, no produce<br />
sensación alguna, una dosis mayor, no es bien tolerada por el sujeto.<br />
No existen unos nervios para el dolor y otros para el placer, ambos estímulos utilizan<br />
las mismas vías de comunicación con el cerebro, y es allí donde se interpretan como<br />
dolorosas, o placenteras o mezcla de ambas. La diferencia entre placer y dolor es una<br />
cuestión de grado, costumbre y circunstancia. No es lo mismo un golpe contra un<br />
armario, que el mismo golpe producido por una fusta. El placer sexual, tiene además la<br />
circunstancia de asociarse fácilmente con cualquier estimulo neutro o incluso negativo,<br />
como pueda ser el castigo físico o la humillación. Si primero se siente dolor y luego<br />
placer, fácilmente ambos estímulos quedarán unidos por un vínculo que será<br />
especialmente duradero si ocurre en la infancia.<br />
Algo parecido ocurre con la humillación. Hay que decir, que si la humillación es<br />
placentera, entonces no es humillación, por la propia definición de la palabra. A nadie le<br />
gusta ser insultado por su jefe, esto no tiene nada que ver con el insulto o castigo<br />
erótico. La humillación, produce placer sexual por desinhibición de los límites del<br />
sumiso, por trasgresión con las normas sociales, es decir, porque da morbo. El mismo<br />
mecanismo asocia la sumisión al amor. El amor, el afecto, o al menos el reconocimiento<br />
social del sumiso al dominante, es lo que le lleva a soportar la humillación con creciente<br />
agrado. Existe en los sumisos una situación de dependencia, que recrea una vuelta<br />
consciente a la infancia, al no tener que tomar decisiones y poder abandonarse a manos<br />
del dominante.<br />
Las razones por las cuales a los dominantes les gusta serlo, se explican claramente por<br />
la sensación de poder que les otorga y el sentimiento de superioridad que proporciona.<br />
Hombres y mujeres viven el BDSM, de manera diferente, siendo ellas más dependientes<br />
de la afectividad y por tanto, buscan relaciones más duraderas. Los hombres son más<br />
rápidos al excitarse y esto les hace buscar sexo, (o sesiones) de manera más inmediata.<br />
Las mujeres, sumisas o dominantes, antes de consentir en tener cualquier intercambio<br />
erótico, (desde una sesión sin contacto físico, hasta la cópula) necesitan un cortejo, que<br />
puede ser más complejo o más breve, pero que casi siempre está presente de una forma<br />
u otra.<br />
A falta de datos estadísticos, diría que las relaciones amo-sumisa, son más frecuentes<br />
que las de ama –sumiso, por razones culturales. El desequilibrio evidente, entre<br />
Pag. 71