30.12.2014 Views

#RománxOtros, notas para el 10.

Una recopilación subjetiva de las mejores notas sobre Juan Román Riquelme. La palabra de entrenadores, periodistas y otras personalidades sobre el 10 xeneize. Producción y selección: Leandro Ulloa Diseño y edición: Lourdes Fuciños

Una recopilación subjetiva de las mejores notas sobre Juan Román Riquelme. La palabra de entrenadores, periodistas y otras personalidades sobre el 10 xeneize.

Producción y selección: Leandro Ulloa
Diseño y edición: Lourdes Fuciños

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

L A R E V I S T A D E L D O C U M E N T A L<br />

. . . . . . . . .<br />

R O M Á N X R O M Á N<br />

. . . . . . . . .<br />

R O M Á N<br />

O T R O S<br />

EL DIEZ EN BOCA DE TODOS


ROMAN X OTROS<br />

“Lo mejor que me pudo haber pasado es haber jugado con Román. Jugué con<br />

los mejores 10, Román y Diego. Son momentos y lugares privilegiados que pude<br />

disfrutar, Román es lo máximo”.<br />

JOSÉ BASUALDO<br />

“Román es <strong>el</strong> ídolo más importante d<strong>el</strong> hincha de Boca. Viene Román y después<br />

los otros, con todo respeto. Es diferente, lo notás en la cancha, en <strong>el</strong> día a día,<br />

en estos últimos tiempos. Es <strong>el</strong> ídolo máximo y será así, no creo que haya uno<br />

que lo pueda superar”.<br />

RODOLFO ARRUABARRENA<br />

2<br />

“En la final no jugué y cuando terminó <strong>el</strong> partido había dudas quien tenía que<br />

levantar la Copa. Yo había sido <strong>el</strong> capitán durante <strong>el</strong> torneo y él en la final. Pero<br />

Román dijo que tenía que ir yo. Le dije que vayamos y me dijo ‘pero vos ad<strong>el</strong>ante’.<br />

Me reconfortó más levantar la copa con Román que haberlo hecho solo”.<br />

DIEGO MARKIC<br />

“Como deportista es uno de los mejores jugadores de fútbol que ha dado<br />

Argentina. El mejor enganche que yo tuve la oportunidad de ver con la camiseta<br />

de Boca fue, por lejos, Riqu<strong>el</strong>me”.<br />

JORGE BERMÚDEZ<br />

“Un año bueno lo puede tener cualquiera, pero cuando vos ves que hace 16<br />

años que es figura… Cuando uno es una figura genera que haya un bando de<br />

un lado y un bando d<strong>el</strong> otro. Algunos lo endiosas, y después está la crítica. Con<br />

<strong>el</strong> resto no pasa”.<br />

ROBERTO POMPEI


SUMARIO<br />

04. RIQUELME EL NIÑO QUE NO QUERÍA JUGAR<br />

08. EL ANTILÍDER<br />

09. RIQUELME EL ÚLTIMO BASTIÓN DEL<br />

BUEN FÚTBOL<br />

<strong>10.</strong> DE MUJERES, ASADOS Y GOLES<br />

11. RIQUELME INVENTÓ A ROMÁN<br />

12. RIQUELME, MEJOR PERSONA QUE<br />

JUGADOR DE FÚTBOL<br />

14. LA PATRIA RIQUELMISTA<br />

16. EL GRAN ROMÁN Y EL FUTBOLÍN<br />

18. UN INSUMISO EN EL BARRIO<br />

20. EL TOPO ES PUEBLO<br />

21. SER UN RIQUELME<br />

22. EL ÚLTIMO DE ESTOS ÚLTIMOS<br />

24. LEYENDA URBANA<br />

25. EL JUGADOR DISTINTO<br />

26. UNA NOCHE EN EL TEATRO DE LA BOCA<br />

PRODUCCIÓN: LEANDRO ULLOA<br />

DISEÑO Y EDICIÓN: LOURDES FUCIÑOS<br />

NOTAS: IGNACIO FUSCO, JOSÉ NÉSTOR PEKERMAN, MARTÍN<br />

GONZÁLEZ, SEBASTIÁN VARELA DEL RÍO, ADRIÁN<br />

PIEDRABUENA, MARTÍN CAPARROS, SIMÓN KLEMPERER,<br />

LEANDRO ULLOA, EDUARDO SACHERI, MARCELO<br />

MÁXIMO, ARIEL GRECO, NICOLÁS MERLETTI.


ROMAN X OTROS<br />

RIQUELME, EL NIÑO<br />

QUE NO QUERÍA JUGAR<br />

Lo descubrieron en un torneo que jugaba su viejo. Un entrenador de baby se obnubiló y le ofreció jugar en<br />

su equipo. El niño, tímido, le dijo que no. Ésta es la historia de ese niño. La historia de Riqu<strong>el</strong>me, antes de<br />

que fuera Román.<br />

4<br />

x José C. Paz, San Migu<strong>el</strong>, Polvorines, Villa<br />

de Mayo, Don Torcuato: cuatro horas pateando<br />

barrios, clubes, potreros y villas de la Provincia<br />

de Buenos Aires <strong>para</strong> encontrarse, ahora,<br />

ante un eterno descampado y una vía de<br />

tren que lo cruzaba con la naturalidad de una<br />

cicatriz. Un solo dato tenía <strong>el</strong> loco, tipo loco,<br />

y con ese dato había cerrado la puerta de su<br />

casa por última vez.<br />

—Me habían dicho que <strong>el</strong> equipo se llamaba<br />

San Jorge. Y que al padre le decían Cacho. Cacho,<br />

o Piturro, le decían también.<br />

San Jorge era un equipo que <strong>el</strong> fin de semana<br />

había jugado un torneo en <strong>el</strong> club 9 de Julio, a<br />

una cuadra de su casa, en José C. Paz. Un amigo<br />

le había dicho que se pegara una vu<strong>el</strong>ta, <strong>para</strong><br />

chusmear, y <strong>el</strong> loco, tipo loco, lo vio:<br />

—Seis, siete años tenía. Estaba ahí, con unos<br />

amiguitos, pateando al arco. Me acuerdo de<br />

eso: cada tanto se ponía a hacer jueguitos,<br />

pero lo que más me acuerdo es que pateaba<br />

mucho al arco. Es más, fijate que un amigo me<br />

dijo: “¿Lo viste Para mí es mejor que Juan<br />

Pablo y Estr<strong>el</strong>lita”. Juan Pablo y Estr<strong>el</strong>lita eran<br />

dos chicos que tenía yo. No me acerqué, no le<br />

pregunté <strong>el</strong> nombre, nada. Esto fue un domingo.<br />

Y <strong>el</strong> lunes lo salí a buscar.<br />

Lunes, entonces, seis de la tarde. A un lado<br />

de la vía d<strong>el</strong> tren, una villa. Al otro, árboles,<br />

matas, un mural de ligustrina y dos o tres casas<br />

alejadas que alguien, seguro, se olvidó de<br />

guardar. El Conurbano es así: un pibe vago, o<br />

desp<strong>el</strong>otado, o colgado, que jamás ordena su<br />

habitación. El tipo se había acordado que ahí,<br />

a la espalda de Campo de Mayo, había una villa<br />

que se llamaba San Jorge, y fue. Como había<br />

hecho con decenas de barrios durante cuatro<br />

horas, se rascó <strong>el</strong> peinado y fue.<br />

Más que la entrada, <strong>el</strong> tipo bordeó la vía calculando<br />

la salida: seis de la tarde, <strong>el</strong> sol que se<br />

ensombrecía, un océano verde custodiando <strong>el</strong><br />

frente de la villa y otro, más grande todavía,<br />

detrás. El tipo cruzó la vía y se mandó por uno<br />

de los pasillos de la villa. Casas fraternales,<br />

casas apretadas, la sensación de que vaciaron<br />

un balde de juguetes y todo quedó así, como<br />

cayó. Y, por supuesto, la estrechez: <strong>el</strong> pasillo<br />

largo y angosto de los que tienen -muchas veces-<br />

un solo camino, nomás.<br />

El tipo se frenó ante un grupito de pibes sentado<br />

en <strong>el</strong> cruce de dos pasillos.<br />

—Hola, disculpen: ¿hay acá un chiquito que<br />

juega muy bien El padre tiene un equipo de<br />

fútbol, creo.<br />

—El hijo de Cacho debe ser –le dijo uno de<br />

los pibes, cabeceando hacia atrás–. Sí, vive<br />

<strong>para</strong> allá.<br />

—¿Para allá <strong>para</strong> dónde<br />

—Segundo pasillo. Al fondo.<br />

—¿Uno chiquitito así es, no<br />

—Sí, sí. La rompe.<br />

—¿Y cómo se llama<br />

—Román.<br />

Segundo pasillo, entonces, al fondo. D<strong>el</strong> maremoto<br />

de los juguetes a la pampa argentina:<br />

césped, tierra, más césped, más tierra y la insólita<br />

manera de darle otro nombre y otra historia al<br />

anonimato de esa forma.<br />

Un arco acá.<br />

El otro, allá.<br />

—Estaba ahí, pateando. Eran tres. La forma<br />

en que se movía, lo fino que era, por Dios.<br />

Quedé eclipsado.<br />

El loco, tipo loco -Jorge Rodríguez, 25 años,<br />

ex Cebollita, ex Combatiente de Malvinas-, se<br />

le acercó, se agachó, le sonrió, le preguntó:<br />

—Chiquito, vení… ¿vos sos Román<br />

Román vestía, apenas, un pantaloncito de<br />

fútbol. Apenas, también, le asintió.<br />

—Y escuchame… –insistió Jorge– ¿dónde vivís<br />

—Flaco, ¿a quién buscás<br />

Un tipo de unos 27, 28 años, estaba sentado con<br />

dos amigos, tomando una coca, en un cordón.<br />

—No, digo… – se trabó Jorge – ¿la casa de<br />

este nene<br />

—¿Y <strong>para</strong> qué la buscás<br />

—Quería hablar con <strong>el</strong> padre d<strong>el</strong> chico.<br />

Ese chico que no se movía, que ni miraba,<br />

que seguía, los ojos bajos, quietito ahí.<br />

—Soy d<strong>el</strong>egado de Ferro. Busco chicos <strong>para</strong><br />

llevarlos a jugar al baby –se destrabó Jorge,<br />

señalando al niño con <strong>el</strong> mentón–. ¿Román, no<br />

El tipo le pegó un sorbo a la coca.<br />

—Sí.<br />

—¿Y <strong>el</strong> padre<br />

—¿Qué<br />

—Cacho, me dijeron, ¿puede ser<br />

—Ernesto.<br />

—Ernesto — repitió Jorge, dilatando <strong>el</strong> tiempo.<br />

—¿Podré… digo… su casa… o sea, digo:<br />

hablar con él<br />

—Está hablando con él.<br />

***<br />

Jorge Rodríguez no laburaba en Ferro : laburaba<br />

en un club de baby que se llama B<strong>el</strong>la<br />

Vista. Jorge Rodríguez había dicho Ferro por<br />

decir, <strong>para</strong> no demorar la explicación y que la<br />

noche aplastara todo. Ernesto Riqu<strong>el</strong>me – o Cacho,<br />

o Piturro – desconfiaba de Jorge, de B<strong>el</strong>la<br />

Vista y d<strong>el</strong> Ferro que nunca existió. La mañana d<strong>el</strong><br />

primer sábado, Jorge volvió a los pasillos de la villa<br />

y aplaudió a la puerta de la casa de Román.<br />

Salió Ernesto. O Cacho. O Piturro.<br />

—No quiere jugar, Jorge. No quiere ir.<br />

Jorge sintió en las piernas <strong>el</strong> cansancio de<br />

José C. Paz, Malvinas Argentinas, San Migu<strong>el</strong>,<br />

Polvorines, Villa de Mayo, Don Torcuato.<br />

—No quiere – se afirmó Cacho –. Le da<br />

vergüenza, es así.<br />

Cacho le había preguntado a Román qué<br />

quería y Román no le había dicho nada. Cada


UN POTRERO. El primer lugar donde Riqu<strong>el</strong>me empezó su r<strong>el</strong>ación con la número cinco./Matías de Mateos (Revista Don Julio)<br />

tarde de cada sábado, Cacho jugaba en <strong>el</strong><br />

equipo que Jorge había visto antes y después<br />

de haber visto, por primera vez, a Román.<br />

“San Jorge”, le habían dicho, equivocándose<br />

con <strong>el</strong> nombre de la villa, pero no: <strong>el</strong> equipo<br />

se llamaba El Ciclón.<br />

Jorge no pudo verlo, aqu<strong>el</strong>la mañana, a<br />

Román: <strong>el</strong> niño de los Riqu<strong>el</strong>me se había escondido<br />

en uno de los pasillos de su casa. Eso<br />

hizo entonces, y eso hizo cada vez que oía los<br />

aplausos d<strong>el</strong> entrenador: refugiarse, fugarse,<br />

con <strong>el</strong> sigilo de un gurkha.<br />

Al primer sábado, Román hizo lo que hacía<br />

todos los sábados: acompañar a su viejo a los<br />

torneos que jugaba El Ciclón.<br />

—Convenc<strong>el</strong>o, dale —le pidió Jorge a Cacho—.<br />

Traém<strong>el</strong>o a B<strong>el</strong>la Vista. Una vez, nada más.<br />

El primer número que Román usó en B<strong>el</strong>la<br />

Vista fue <strong>el</strong> 5.<br />

—Llegó con <strong>el</strong> padre, calladito, y no se movió<br />

de su lado hasta que le dije que había que ir<br />

al vestuario —recuerda Jorge—. Le había ofrecido<br />

una coca: nada. Un sánguche: nada.<br />

Y no habló nunca. Entramos al vestuario, lo<br />

presenté a los compañeritos y se cambió en<br />

una esquina, en silencio, solo. Jugó, volvió a<br />

cambiarse solo y se sentó al lado d<strong>el</strong> padre,<br />

otra vez. Y tampoco me aceptó la coca.<br />

Como tampoco aceptó jugar, definitivamente,<br />

en B<strong>el</strong>la Vista. En la villa ya se sabía<br />

que Román la pisaba, cada tanto, en un club. Y<br />

Román ya sabía que los sábados iría, cada tanto,<br />

a los potreros en los que barrenaba El Ciclón.<br />

—Ocho, nueve, diez años y ya nos toreaba.<br />

Nos veía salir a todos en fila y nos decía:<br />

“¿Cómo van a perder con unos muertos así”.<br />

El que habla es Cacho, amigo de Cacho, <strong>el</strong><br />

papá de Román. Cacho al cuadrado, digamos,<br />

porque los dos jugaban en <strong>el</strong> equipo y los dos<br />

laburaban de albañiles, también.<br />

—Nos decía qué cagadas nos habíamos mandado,<br />

qué cosa habíamos hecho mal, <strong>el</strong> pendejo.<br />

A los 13 años, Román les dijo de otra manera<br />

cómo hacerlo, qué hacer: empezó a jugar con<br />

<strong>el</strong>los. Los rivales tenían 30 años y dos reflejos<br />

obvios: se le cagaban de risa, primero, y lo<br />

cagaban a patadas, después.<br />

—Lo mataban —insiste Cacho—. Después<br />

aprendió a soltarla más rápido, y cuándo gambetear.<br />

Pero le daban, le daban mucho. Al<br />

principio lo buscaban, se reían, y después se<br />

daban cuenta de que era bueno en serio, <strong>el</strong><br />

pendejo.<br />

Cacho recuerda aqu<strong>el</strong>las patadas justo al<br />

costado de la primera cancha en la que jugó<br />

Román, <strong>el</strong> campito lunar -pozo, piedra, piedra,<br />

pozo, ay- en <strong>el</strong> que su viejo gritó: “Flaco, ¿a<br />

quién buscás”.<br />

—Dejó de jugar con nosotros cuando ya estaba<br />

en Argentinos —precisa Cacho—, porque<br />

se tenía que cuidar. Pero antes, una bestia. Escuchame,<br />

pateaba los penales: 14 años y pateaba<br />

los penales. Con un fierro le daba, Román.<br />

En B<strong>el</strong>la Vista, mientras tanto, algunos padres<br />

lo c<strong>el</strong>aban. Bajito se decía que ahí viene<br />

<strong>el</strong> villero, mirá, hasta que a Jorge Rodríguez lo


ROMAN X OTROS<br />

6<br />

echaron d<strong>el</strong> club y se fue a La Carpita, un club<br />

de baby que está a dos cuadras de la estación<br />

de tren de El Tropezón. Román no quiso ir más<br />

a B<strong>el</strong>la Vista. Nicolás Alfaro y Rafa<strong>el</strong> Scandolo,<br />

dos compañeritos, tampoco. Una noche,<br />

Jorge se decidió: ya había convencido a Rafa<strong>el</strong>,<br />

a Nico, y le faltaba Román.<br />

La noche es un agujero de ozono en la villa.<br />

Jorge caminó por <strong>el</strong> ahogo d<strong>el</strong> segundo pasillo<br />

y aplaudió a la puerta de la casa de Román.<br />

T<strong>el</strong>evisores gritando, cumbia al palo, algunos<br />

chicos tomando coca en una esquina. Y por<br />

primera vez, abrió Román:<br />

—¡Papi, vino Jorge!<br />

La última imagen hay que observarla desde<br />

arriba: Campo de Mayo, la noche, la vía y un<br />

desubicado cantando, saltando:<br />

—¡La Carpita va a salir campeón, La Carpita<br />

va a salir campeón…!<br />

El tipo estaba loco. Y <strong>el</strong> futuro -siempre canchero,<br />

enigmático – se asomó tras <strong>el</strong> t<strong>el</strong>ón: a la<br />

cancha de La Carpita le decían la Bombonerita.<br />

***<br />

En La Carpita no hay fotos de Román. Afuera<br />

brilla <strong>el</strong> sol d<strong>el</strong> mediodía, y entrar al club es<br />

como dejarse anochecer: lo primero que se<br />

siente es la pesadez de la sombra y lo primero<br />

que se ve es un buffet que tiene la inmensidad<br />

de un galpón y cinco o seis mesas, nomás. En<br />

una, dos viejos y una gaseosa; en otra, un<br />

hombre, sin gaseosa. Detrás d<strong>el</strong> mostrador,<br />

una chica -la moza, hija o sobrina, seguro, d<strong>el</strong><br />

presidente d<strong>el</strong> club- se evade con la hipnosis<br />

de un t<strong>el</strong>evisor. El escritor italiano Ermanno<br />

Cavazzoni tenía razón: son maquetas los mundos,<br />

y basta que nos vayamos de ahí <strong>para</strong> que<br />

los tipos levanten todo y se escondan nuevamente,<br />

satisfechos de su actuación.<br />

La única pista de que Román jugó ahí se ve en<br />

la puerta de La Bombonerita. Arriba d<strong>el</strong> marco<br />

quedó un pedazo de póster, pero justo <strong>el</strong> pedazo<br />

que no tenía que quedar: “(…) ídolo de La Carpita…”.<br />

—Lo arrancaron los dirigentes que estaban antes.<br />

“Juan Román Riqu<strong>el</strong>me, ídolo de La Carpita”,<br />

decía. Pero como Román se había p<strong>el</strong>eado con<br />

esa dirigencia, los tipos sacaron todo lo que había<br />

de él. Hincha de River, <strong>el</strong> presidente, imaginate.<br />

Dani<strong>el</strong> acomoda una mesa al lado de la<br />

puerta de La Bombonerita. En un rato acomodará<br />

su silla, una caja de cartón con las<br />

entradas y acomodará, también, las planil-<br />

las con los nombres y los ap<strong>el</strong>lidos de los<br />

chicos que están por llegar.<br />

—La foto de Román tocaba <strong>el</strong> techo, más o menos.<br />

Dani<strong>el</strong> no se acuerda quién bautizó La Bombonerita<br />

a La Bombonerita, pero <strong>el</strong> arte nos<br />

acostumbró así: una obra más que trasciende<br />

al autor. La cancha de La Bombonerita es un<br />

océano de cerámica azul, todo un flash luego<br />

de la caverna d<strong>el</strong> buffet. Un azul brillante ci<strong>el</strong>o,<br />

con la canchita d<strong>el</strong>imitada por líneas blancas<br />

y un balcón que aprieta uno de los laterales<br />

hasta la intimidación. Se ve la baranda,<br />

la platea detrás, y la imagen cae como piña:<br />

<strong>el</strong> Maradona de las cejas depiladas infla <strong>el</strong><br />

pecho en su palco de La Boca.<br />

—Acá… —dice Dani<strong>el</strong>, cerca de un córner—<br />

le tiró un caño tremendo a Mirko Saric, <strong>el</strong><br />

chico que jugó en San Lorenzo. Se anunció<br />

durante semanas ese partido: Román contra<br />

Saric. La Carpita ya ganaba 3-0 y <strong>el</strong> partido<br />

terminó con un bochazo que Román durmió<br />

acá, contra este córner. Saric lo apretó, lo<br />

ahogó desde atrás, y mirá lo que hizo Román.<br />

Dani<strong>el</strong> debe imaginarse los gritos de los padres,<br />

los nervios de los chicos, la p<strong>el</strong>ota ahí:<br />

—Román se la pisó, se la alejó y le tiró un<br />

caño de rabona. Y cuando Saric volvió a marcarlo,<br />

desesperado, se la pisó otra vez, volviendo<br />

al mismo lugar.<br />

Lo dicho: ni <strong>el</strong> tiempo -ni la p<strong>el</strong>ota- han avanzado.<br />

Caminar la cancha azul de La Carpita<br />

es caminar por un sendero de historias cuasi<br />

bíblicas. Una vu<strong>el</strong>ta, cuentan, quedó mano<br />

a mano con <strong>el</strong> arquero: lo revolcó, la pisó, le<br />

amagó un globo, <strong>el</strong> arquero se recuperó, se la<br />

volvió a pisar, lo gambeteó y se metió al arco<br />

con p<strong>el</strong>ota -y gloria- y todo.<br />

Otra tarde, porfían, bailó tanto a Tradito,<br />

Martín Tradito, un chico de Parque, que<br />

Ramón Maddoni, <strong>el</strong> entrenador, lo sacó al<br />

pibe arrastrándolo de una oreja.<br />

Un sábado, juran, no podía jugar una final<br />

por una hinchazón en <strong>el</strong> dedo gordo d<strong>el</strong> pie<br />

derecho. El ex presidente d<strong>el</strong> club entró al<br />

vestuario. Se preocupó, lo animó, lo mimó.<br />

Reservamos su nombre porque la historia<br />

concluye con <strong>el</strong> ex presidente haciéndole masajes<br />

y chupándole <strong>el</strong> dedo d<strong>el</strong> pie.<br />

Y La Carpita perdía 3-0, y entró Román, y en<br />

cinco minutos lo dio vu<strong>el</strong>ta: 4-3.<br />

Y amén.<br />

***<br />

Román silbaba: siempre silbaba. Silbaba acodado<br />

a la ventanilla d<strong>el</strong> bondi, mientras volvía<br />

por la Ruta 202, sábados doce de la noche,<br />

desde La Carpita, y silbaba mientras desanudaba<br />

sus botines, seis y media de la mañana,<br />

antes de ir al entrenamiento de Argentinos.<br />

La vieja se los dejaba colgados en una soguita,<br />

en <strong>el</strong> patio d<strong>el</strong>antero de la casa. Román<br />

los desanudaba, entraba otra vez y se sentaba<br />

a la mesa de la cocina, o en la cama de su<br />

habitación. Y empezaba: estiraba un cordón,<br />

le apuntaba al ojal de un botín, lo pasaba, lo<br />

miraba, lo volvía a estirar.<br />

—La concha de tu madre, Román, que no llegamos<br />

—le susurraba Jorge, siempre a su lado. El<br />

mundo dormía. Y Román, silbando, se reía.<br />

Luego, nueve cuadras, bondi, tren, bondi<br />

otra vez. Argentinos se entrenaba en su cancha<br />

o en la de Lamadrid, pero daba igual: <strong>el</strong><br />

viaje era un Vía Crucís hasta Jerusalén. Estamos<br />

en 1990. Román todavía jugaba en La<br />

ROMÁN SILBABA, SIEMPRE<br />

SILBABA. EL MUNDO DORMÍA.<br />

Y ROMÁN, SILBANDO, SE REÍA.<br />

Carpita, así que <strong>el</strong> fútbol no gozaba d<strong>el</strong> descanso<br />

d<strong>el</strong> Señor, y su cuerpo tampoco: baby, once, baby,<br />

once, uf. En Argentinos detectaron que no recuperaba<br />

su peso. Román tenía 12 años y la<br />

d<strong>el</strong>gadez de un wing.<br />

—Nos sometieron a un plan alimenticio. A él y a mí.<br />

A los dos. Régimen estricto, vitaminas —avala Cristian<br />

Ezquerra, d<strong>el</strong>antero de La Carpita y compañero<br />

de Román, también, en La Paternal. La vida es maravillosa:<br />

Ezquerra es, ahora, gerente general de un<br />

restorán. Un restorán que queda en Miami.<br />

—Eramos flaquitos, súper flaquitos. Pero bueno,<br />

yo era wing, él jugaba en <strong>el</strong> medio o lo tiraban<br />

atrás, no tenía nada que ver.<br />

Dato fácil de encontrar en cualquier biografía: al<br />

ídolo, de niño, no lo ponían. No jugaba. Lo cuidaban<br />

o lo subestimaban. El ídolo, de niño, era<br />

r<strong>el</strong>egado por adultos que hoy se rascan su panza<br />

mientras manejan <strong>el</strong> remís.


POTRERO<br />

—Ya te digo: lo movían fácil. Trababa la p<strong>el</strong>ota<br />

y la perdía. Le costaba gambetear.<br />

Ramón Maddoni es una foca blanca a la<br />

mesa de un café. Lo de blanca es porque viste<br />

una chomba de Boca – blanca – y lo de foca es<br />

por la actitud pesada, desparramada.<br />

—No tenía continuidad de trabajo, Román<br />

—sentencia ante Don Julio—. Entraba, salía,<br />

no jugaba siempre, no.<br />

Y no sólo no jugaba, sino que a veces ni se<br />

concentraba. Argentinos no lo había querido<br />

fichar. Los rep<strong>el</strong>ó lo flaquito que era,<br />

y algunos entrenadores hasta decían que<br />

no jugaba bien. En Infantiles, Pre-Novena<br />

y Novena había 17 chicos en la planilla y <strong>el</strong><br />

18 – casi siempre- era Román. Lo ponían de<br />

titular cuando Argentinos jugaba en Rosario,<br />

por ejemplo, porque otros compañeritos no<br />

podían, no querían o no los dejaban viajar. Y<br />

Cacho, su viejo, se empezó a fastidiar.<br />

—¿Lo va a tener en cuenta, Ramón<br />

Riqu<strong>el</strong>me Padre y Maddoni Entrenador,<br />

frente a frente en la práctica de Argentinos.<br />

—El viejo sabía lo que tenía en sus manos<br />

–recuerda Ramón–. Caía a preguntarme y<br />

yo le decía que sí, obvio que sí, pero que<br />

había que esperar.<br />

Cacho le retrucó de otra manera: intentó llevar<br />

a Román a Platense. Se lo dijo a Jorge. Jorge<br />

llamó a un técnico amigo suyo que laburaba en<br />

Platense y lo llevó a ver un Chacarita-Argentinos.<br />

—Mirá, es ése.<br />

Jorge cabeceaba y señalaba a un flaquito con<br />

cubana y piernas de garza.<br />

—Si te gusta, mañana lo tenés practicando<br />

allá — le canchereó. El amigo le sonrió,<br />

se tiró hacia atrás:<br />

—Si sabés, Jorge, que lo tengo a Rondinone,<br />

que es un crack.<br />

Rondinone. Ron, di, no, ne.<br />

Así que Román siguió jugando, o no jugando,<br />

en Argentinos. Fue 8, 5, 11, 10 y pseudo central,<br />

entre <strong>el</strong> medio y la zaga. Jugó con Esteban<br />

Cambiasso, Emanu<strong>el</strong> Ruiz, Mariano Herrón; le<br />

nació la voz: en La Carpita se la pasaba ordenando<br />

y aconsejando a los compañeros, y en<br />

Argentinos, finalmente, también. Con <strong>el</strong> tiempo<br />

y <strong>el</strong> talento se asentó, y entonces llegó lo<br />

inevitable, <strong>el</strong> viaje de egresados de todo niño<br />

jugador. El primer retiro. Un viaje inmóvil, sin<br />

la obviedad de viajar.<br />

—Había como 200 personas, una<br />

locura –se entusiasma Cristian Ezquerra,<br />

<strong>el</strong> ex wing de La Carpita. Él también<br />

tenía 12 años cuando <strong>el</strong> club los despidió.<br />

Los homenajeó, en realidad, por tener que<br />

despedirlos. Las cartulinas, las pancartas,<br />

<strong>el</strong> fibrón: “Categoría 78. Hasta siempre”.<br />

Doscientas personas, entonces. Repleta, luminosa,<br />

La Bombonerita. Jugaron todas las<br />

categorías, las siete categorías, y luego desenfundaron<br />

los tablones <strong>para</strong> armar las mesas<br />

en la canchita azul. Familiares, abrazos,<br />

comilona, un escenario (o tarima) d<strong>el</strong> lado<br />

de la platea, y <strong>el</strong> animador. La entrega de<br />

premios. El mejor compañero. El goleador.<br />

El mejor jugador.<br />

—Terminamos a las seis de la mañana.<br />

Cuando salimos era de día –recuerda Jorge<br />

Rodríguez, aún técnico de La Carpita y ex entrenador<br />

de las Inferiores de Argentinos, Platense,<br />

Acassuso, Boca y San Migu<strong>el</strong> –. Empezó<br />

como a la una y se estiró, se estiró. El último<br />

premio fue al mejor jugador.<br />

El mundo se hipnotiza con <strong>el</strong> balón de bronce<br />

que alza <strong>el</strong> animador. Debajo d<strong>el</strong> escenario,<br />

los padres y los niños erigen un silencio de<br />

fe. Sentaditos, anónimos a un costado,Cristian<br />

Ezquerra y Román:<br />

—Es <strong>para</strong> vos.<br />

—Mirá si va a ser <strong>para</strong> mí.<br />

—Es <strong>para</strong> vos, boludo —le insiste Román—.<br />

Te digo que es <strong>para</strong> vos.<br />

—No, Román, éste no.<br />

—Haceme caso, te lo dan a vos.<br />

El animador dice un nombre. El mundo lo<br />

mira a él, que llora; llora y se queda sentado,<br />

aturdido por los aplausos, sin querer <strong>para</strong>rse,<br />

sin saber qué hacer x<br />

Ignacio Fusco (*) Revista Don Julio


ROMAN X OTROS<br />

EL ANTILIDER ANTILíDER<br />

Por José Néstor Pekerman en El País - 27/01/2007<br />

8<br />

x El verdadero Román Riqu<strong>el</strong>me estaba sentado<br />

en las gradas d<strong>el</strong> Madrigal <strong>el</strong> sábado<br />

pasado. Es muy difícil que, ante una situación<br />

como la que él atraviesa, un jugador reaccione<br />

de la misma manera. Pero él no se perdía<br />

ningún detalle d<strong>el</strong> partido que enfrentaba al<br />

Villarreal con <strong>el</strong> Sevilla. Sufría por su equipo.<br />

Sentía igual. Estaba ajeno a todo lo que rodeaba<br />

al campo, incluido él mismo, con esos pantalones<br />

vaqueros y esas zapatillas propias de<br />

alguien que no se preocupa por su aspecto.<br />

Al verle, me convencí de que seguía siendo<br />

como cuando lo conocí, hace 15 años, en<br />

Argentinos Juniors. Seguía comportándose<br />

como un niño que ama <strong>el</strong> fútbol.<br />

Acompañaba <strong>el</strong> balón con la mirada,<br />

como si estuviese en <strong>el</strong> campo, como<br />

si desde su asiento pudiese empujarlo.<br />

Sin prestarle atención a nada<br />

más. Manifestando su más profundo<br />

respeto por quienes saben jugar, se<br />

rindió ante un control de Kanouté con<br />

un gesto de asentimiento.<br />

Siempre me asombró su int<strong>el</strong>igencia<br />

<strong>para</strong> simplificar. De todos los jugadores<br />

que he dirigido, niños y adultos, Román ha<br />

sido <strong>el</strong> más dotado <strong>para</strong> conducir a un equipo.<br />

A los 15 años ya manejaba todos los tiempos<br />

de un partido. Igual que ahora. Hacía mejor<br />

a sus compañeros. A los laterales les ponía<br />

<strong>el</strong> balón dos metros por d<strong>el</strong>ante <strong>para</strong> que centrasen<br />

bien perfilados; con los extremos era<br />

hábil <strong>para</strong> meterles <strong>el</strong> pase en <strong>el</strong> momento justo,<br />

<strong>para</strong> que ganaran la espalda a sus oponentes;<br />

a los nueves los hacía goleadores, y a los<br />

medios los volvía más ordenados. Después de<br />

15 años no ha perdido la capacidad de hacer<br />

mejor a los demás. En la cancha es donde concentra<br />

sus sentimientos más <strong>el</strong>evados. Es su<br />

hábitat. Todo lo demás, <strong>para</strong> él, es secundario.<br />

Es <strong>el</strong> dueño de la p<strong>el</strong>ota. No lo acreditan<br />

sus palabras, sino sus hechos. En la final d<strong>el</strong><br />

Mundial sub 20 de Malasia, en 1997, Argentina<br />

se enfrentó a Uruguay. El partido empezó<br />

mal <strong>para</strong> nosotros. Uruguay dominaba.<br />

Era <strong>el</strong> único equipo que había en <strong>el</strong> campo.<br />

Desde <strong>el</strong> banquillo lo veíamos todo negro.<br />

Los jugadores estaban perdidos. Pero en <strong>el</strong><br />

momento de más desorientación ocurrió algo<br />

extraordinario. Román se acercó a la banda<br />

y me dijo: “Tranquilo, tranquilo, que ahora<br />

empiezo a jugar”. Entonces empezó a pedir la<br />

p<strong>el</strong>ota. Y con la p<strong>el</strong>ota fue cambiando <strong>el</strong> ritmo<br />

d<strong>el</strong> partido. En <strong>el</strong> momento de mayor desconfianza,<br />

cuando <strong>el</strong> equipo se había dejado atrapar<br />

por la inseguridad, Román tuvo claridad,<br />

convicción y sangre fría.<br />

Otro momento que lo define es un partido<br />

d<strong>el</strong> campeonato suramericano juvenil que<br />

jugamos con Brasil, en Chile. Antes de ir al estadio,<br />

en la charla técnica, hice hincapié en lo<br />

bien que le pegaban los brasileños a la p<strong>el</strong>ota.<br />

Pedí a los jugadores que no hicieran faltas<br />

cerca d<strong>el</strong> área y que armaran bien la barrera.<br />

En <strong>el</strong> descanso <strong>el</strong> partido iba 1-1, muy parejo.<br />

Recuerdo que Román recibió un balón al<br />

borde d<strong>el</strong> área, producto de un rechace de<br />

los defensas. Amagó, pasó entre los dos centrales<br />

y, cuando <strong>el</strong> portero le salió al cierre,<br />

volvió a amagar. Hizo como que tiraba fuerte<br />

y la colocó despacito. Fue un golazo. Salió<br />

corriendo y fue al banquillo. Pasó a dos<br />

metros y me gritó: “¡José, cómo patean<br />

los brasileños!”.<br />

Román se abrió paso por la vida a<br />

golpe de puro talento. Por su calidad<br />

lo han querido hacer líder. Pero él es <strong>el</strong><br />

antilíder porque nunca asume posturas<br />

demagógicas. Nunca perdió la sencillez<br />

de su juego. Esa sencillez hace que sufra<br />

lo que hay de artificioso y extravagante<br />

en <strong>el</strong> fútbol mediático. Da la impresión de<br />

ser un hombre hosco, una estr<strong>el</strong>la. Pero es<br />

un niño. Tiene fama y dinero, pero sólo quiere<br />

ser un niño que juega al fútbol. Porque<br />

muere con su idea, es un antisistema en <strong>el</strong><br />

fútbol moderno. En una industria que se alimenta<br />

de la imagen, no es capaz de sentirse<br />

cómodo. Tiene la reb<strong>el</strong>día que antes tenían<br />

tantos jugadores y que hoy se ha perdido. No<br />

es que sea indisciplinado. Es que defiende a<br />

ultranza su identidad x


RIQUELME, EL ÚLTIMO<br />

BASTIÓN DEL BUEN FÚTBOL<br />

Por Martín González - 10/03/2011 en <strong>el</strong> Blog de El Último Diez<br />

x El futbol argentino está siendo flag<strong>el</strong>ado<br />

desde hace décadas a fuerza de una imposición<br />

mediática de discursos sin fundamento<br />

ni propuesta alguna. Y en esa guerra<br />

sin cuart<strong>el</strong> en la cual la esencia d<strong>el</strong> juego es<br />

nublada por difusas consignas y sombríos intereses,<br />

Riqu<strong>el</strong>me es atacado sin piedad en<br />

una operación sistemática que intenta derrumbarlo<br />

por personificar al último bastión<br />

d<strong>el</strong> futbol verdadero.<br />

Está de moda ponderar abstracciones subjetivas<br />

como “<strong>el</strong> equilibrio”, “la solidez”, “la actitud”,<br />

pero Román no se confunde y explica<br />

dentro de la cancha cual es <strong>el</strong> camino, y fuera<br />

de <strong>el</strong>la fija su postura con frases como: “Actitud<br />

es una palabra que se repite y no estoy<br />

de acuerdo porque un equipo siempre quiere<br />

ganar”, y prefiere preocuparse si su equipo no<br />

genera situaciones de gol que provengan de<br />

un juego <strong>el</strong>aborado o bien si las opciones se<br />

generan fortuitamente.<br />

Y es que ap<strong>el</strong>ando a un análisis lógico, su estilo<br />

es <strong>el</strong> que proporciona más posibilidades<br />

de ganar, ya que como bien dice Riqu<strong>el</strong>me,<br />

“se juega con una sola p<strong>el</strong>ota y a mi me gusta<br />

tenerla. Sé que si tenemos la p<strong>el</strong>ota, lo peor<br />

que nos puede pasar es terminar 0 a 0”. Pero<br />

esa escu<strong>el</strong>a de la cual es alumno destacado y<br />

docente ejemplar, no solo es la que asegura<br />

más oportunidades de sortear con éxito cada<br />

examen, sino que además permite disfrutar <strong>el</strong><br />

paso por las aulas donde se expone ese futbol<br />

que él defiende y ejerce.<br />

Su juego <strong>el</strong>aborado y cargado de virtuosismo,<br />

no es otra cosa que un método que busca<br />

por decantación lograr algo que otros intentan<br />

conseguir sin premisas claras y partiendo<br />

de obviedades tales como “solo querer ganar”.<br />

Pero ante frases carentes de argumentos<br />

que imposibilitan debatir, <strong>el</strong> 10 postula con<br />

certeza lapidaria: “Cuando un equipo juega<br />

mal tiene pocas chances de ganar”, generando<br />

escozor en algunos primitivos personajes.<br />

Y todos esos axiomas que él difunde, los<br />

traslada a la práctica con su int<strong>el</strong>igencia puesta<br />

de manifiesto en cada avance, proponiendo<br />

ap<strong>el</strong>ar a la razón y no al azar al que se apuesta<br />

cuando se rifa la p<strong>el</strong>ota en lugar de darle<br />

un destino cierto. Y alza la bandera d<strong>el</strong> buen<br />

futbol, porque asume la responsabilidad de<br />

saberse un iluminado. Y ante la merma cultural<br />

que aqueja a nuestro futbol, Román toma<br />

la posta y defiende con palabras, lo que con<br />

tanta maestría aplica en la cancha donde exhibe<br />

su incansable voluntad de dar <strong>el</strong> pase a un<br />

compañero, con la técnica y la paciencia como<br />

herramientas esenciales.<br />

Esa seguridad que transmite en sus convicciones<br />

futbolísticas y morales, se traslada a la<br />

confianza en si mismo <strong>para</strong> pedirla siempre<br />

cuando la presión externa es aplastante, <strong>para</strong><br />

confiar en su impronta, <strong>para</strong> prestárs<strong>el</strong>a a un<br />

compañero pero con la ambición de volver a<br />

tenerla en sus pies y volver a cuidarla, protegerla<br />

y tratarla como se debe. Esa pasión<br />

con la que vive es la misma con la que juega,<br />

porque <strong>para</strong> Riqu<strong>el</strong>me, su vida es <strong>el</strong> futbol.<br />

Pero ni siquiera la mediocridad d<strong>el</strong> campeonato<br />

local y la falta de logros d<strong>el</strong> s<strong>el</strong>eccionado<br />

nacional sirven de escarmiento <strong>para</strong> los<br />

obstinados deformadores de la realidad. Y así<br />

son cada vez más los se empecinan en oponerse<br />

a una corriente internacional que revitalizó<br />

ligas y s<strong>el</strong>eccionados europeos, gracias a<br />

un estilo bien nuestro que fue desempolvado<br />

por países como Francia o España permitiéndoles<br />

lograr por primera vez una Copa d<strong>el</strong><br />

Mundo o al Barc<strong>el</strong>ona convertirse en un equipo<br />

tan imbatible como espectacular.<br />

Pero a contramano de esta tendencia que se<br />

da en casi todo <strong>el</strong> mundo, <strong>el</strong> técnico de Boca<br />

avalado por algunos dirigentes, se da <strong>el</strong> lujo<br />

de prescindir y hasta maltratar al jugador que<br />

mejor entiende <strong>el</strong> futbol, <strong>el</strong> que tiene en claro<br />

la mejor manera. Y es posible que ese resentimiento<br />

hacia la int<strong>el</strong>igencia y valentía de<br />

Riqu<strong>el</strong>me, sea la proyección de las carencias que<br />

algunos temerosos evidencian con <strong>el</strong> agravante<br />

de una fragilidad conceptual severa.<br />

Contrariamente a sus detractores, Juan<br />

Román encarna a un hombre que asume<br />

riesgos, que no se amedrenta ante grandes<br />

oponentes, que se muestra generosamente<br />

protector con sus compañeros, con su equipo<br />

y con la p<strong>el</strong>ota misma. Y esa manera de vivir,<br />

de pensar y de razonar, la plasma en cada<br />

movimiento dentro d<strong>el</strong> campo y en cada una<br />

de sus frases que nunca buscan <strong>el</strong>udir compromisos<br />

sino mostrarse tal cual es. Entonces<br />

es probable que esa transparencia en su obrar<br />

y su claridad <strong>para</strong> fundamentar, sean demasiado<br />

abrumadoras <strong>para</strong> sus detractores y por<br />

eso prefieran negarlo antes que contradecirlo.<br />

Por todo lo expuesto y por la traicionera cruzada<br />

en su contra que se da por estos días de<br />

un modo casi ridículo, es evidente que su docencia<br />

no ha alcanzado <strong>para</strong> desasnar mentes<br />

menos lúcidas. Pero ese amor inquebrantable<br />

que siente por <strong>el</strong> juego y por Boca Juniors son<br />

los indicios de que <strong>el</strong> último bastión d<strong>el</strong> buen<br />

futbol es indestructible. Entonces su magia,<br />

su talento, su int<strong>el</strong>igencia y su coraje vencerán<br />

todo obstáculo y seguirá marcando una hu<strong>el</strong>la<br />

que perdurará por siempre en la memoria de<br />

los que amamos este deporte, porque al fin y<br />

al cabo, Román es <strong>el</strong> futbol mismo x


ROMAN X OTROS<br />

DE MUJERES,ASADOS Y GOLES<br />

Por Sebastián Var<strong>el</strong>a d<strong>el</strong> Río - 09/08/2011 en Augol<br />

10<br />

x Yo, periodista de 24 en <strong>el</strong> documento. Él,<br />

un nene de seis años hijo de un amigo. La<br />

pregunta, fatal, me desarma en <strong>el</strong> momento<br />

más divertido de una tarde de invierno que no<br />

nos privó d<strong>el</strong> tiki tiki futbolero: “¿Qué querés<br />

ser cuando seas grande” Podría haberle contestado<br />

una pavada, es cierto. Algo <strong>para</strong> que<br />

<strong>el</strong> nene se quede contento y siga pateando.<br />

Pero yo, tan riguroso con la nimiedades y<br />

tan permisivo en las importantes, decidí que<br />

responderle de manera concreta era una<br />

cuestión que no debía pasar por alto.<br />

Se arremolinaron 20 pensamientos locos en<br />

mi cabeza. “Un mejor periodista”, me dije. Al<br />

instante lo descarté. Teniendo en cuenta los<br />

años que tengo por d<strong>el</strong>ante y que, en algún<br />

punto, ya soy parte de una profesión, mejorar<br />

–al menos un pasito- no se vislumbra imposible.<br />

Sería un objetivo poco ambicioso.<br />

Pensé en lo material, frívolamente. Hice <strong>el</strong><br />

ejercicio mental de aumentar mi humilde<br />

nómina actual a números insospechadamente<br />

grandes. ¿Sería f<strong>el</strong>iz ganando 100.000 pesos<br />

por mes Probablemente estaría contento, es<br />

cierto. Pero <strong>para</strong> la f<strong>el</strong>icidad es una aspiración<br />

que no se mide en cuentas sino en momentos.<br />

Segunda hipótesis descartada. Aunque<br />

los 100.000 vendrían bien <strong>para</strong> escribir más<br />

por gusto que por obligación.<br />

Y caminé por aqu<strong>el</strong>lo de que la f<strong>el</strong>icidad y los<br />

momentos van de la mano. Entonces decidí<br />

<strong>el</strong>egir tres o cuatro ideas que me sacaran una<br />

sonrisa. Al estilo genio de Aladino, saqué de<br />

mi lám<strong>para</strong> imaginaria todo tipo de momentos.<br />

Pensé en las sonrisas más lindas que conocí<br />

jamás. Después en los asados más largos<br />

que comí con mis amigos. Por último en los<br />

goles, los mejores y más fantásticos tantos<br />

que pude ver, alguno que hice en un partido<br />

debajo de la autopista y hasta <strong>el</strong> de un rival<br />

que la clavó en un ángulo d<strong>el</strong> arco y d<strong>el</strong> corazón<br />

en una final. Sentí todas esas vibraciones en<br />

<strong>el</strong> cuerpo y pensé en la manera de arribar a los<br />

<strong>para</strong>ísos. ¿Qué idea conductora podría vincular<br />

a mujeres, asados y goles ¿De qué manera se<br />

podría <strong>el</strong>aborar una receta, un formato mágico<br />

<strong>para</strong> tener éxito en los nombrados menesteres<br />

De las mujeres me gustan, digamos, todas. O<br />

casi. En cada una hay un costado que puede<br />

llevar a la locura eterna a un hombre en sus<br />

cabales. Lo mejor que tienen <strong>el</strong>las es la sutil<br />

diferencia entre las que te pueden llegar a dar<br />

una remota chance de algo después de una<br />

remada de Juego Olímpico y las que, sencillamente,<br />

jamás te darían la oportunidad de<br />

siquiera acercarle una v<strong>el</strong>a en <strong>el</strong> medio de un<br />

corte de luz. Encanto, virtud y chamuyo. Una<br />

inconmensurable batería de estrategias <strong>para</strong><br />

lograr que primero te escuche, que luego se ría<br />

y que por último te tire una pista <strong>para</strong> sacarle <strong>el</strong><br />

t<strong>el</strong>éfono. Para <strong>el</strong>lo no existen los tiempos. No<br />

hay urgencias. Solamente paciencia.<br />

De los asados me gustan, digamos, todos.<br />

En cada parrilla está <strong>el</strong> noble sentir de los<br />

que comparten. Incluso en aqu<strong>el</strong>las sucias y<br />

destartaladas que quedan en un rincón y que<br />

se usan más de vez en cuando que siempre.<br />

Allí, en la cancha d<strong>el</strong> asado, <strong>el</strong> pecado mayor<br />

es “arrebatar” la carne. El asador hecho<br />

y derecho no tiene tiempos. Él se vale de<br />

interminables charlas al borde de la brasa y<br />

maneja la cocción con paciencia oriental. No<br />

hay urgencias. Solamente paciencia.<br />

De los goles me gustan, digamos, todos. O<br />

casi. En cada búsqueda d<strong>el</strong> arco rival hay un<br />

riesgo hermoso que tiene la mejor de las ambiciones.<br />

Los mejores goles, los más lindos,<br />

son los que vienen en los pies de los mejores<br />

jugadores. Los mejores jugadores son los pensantes,<br />

los que manejan la p<strong>el</strong>ota a su gusto y<br />

administran los momentos. Con <strong>el</strong>los no hay<br />

urgencias. Solamente paciencia.<br />

Reflexioné en la tarde. Pude darme cuenta<br />

que la paciencia es una cualidad inmejorable<br />

y que, con <strong>el</strong>la en la mochila, la vida se vu<strong>el</strong>ve,<br />

inexorablemente, más confortable. Busqué<br />

en mi mente a alguien <strong>para</strong> emular. Alguien<br />

que me diera un nombre propio <strong>para</strong> contestar<br />

a la duda inicial sobre lo que yo quería ser<br />

cuando fuera grande.<br />

Sobre los grandes conquistadores de mujeres<br />

hay mucho mito. Que si salieron con<br />

tal y que si anduvieron con la otra. No se me<br />

ocurrieron grandes nombres, ya que, al final,<br />

los buenos caballeros no andan contando por<br />

todos lados si se ganaron una mina.<br />

De grandes asadores se me ocurrieron un<br />

par de nombres. Los he visto buenos. Los que<br />

dejan a la carne tierna y jugosa. O los otros<br />

que la ponen a punto y bien llena de sabor.<br />

Pero al conocer solamente a unos pocos asadores<br />

en <strong>el</strong> firmamento barrial, por lo que<br />

la muestra no brindaba garantías <strong>para</strong> una<br />

conclusión satisfactoria.<br />

¿Y jugadores Jugadores si conozco. Los miro<br />

cada semana, por gusto o por trabajo. Y tengo<br />

bien en claro que prefiero a más refinados<br />

que a los que corren como animales. Valoro a<br />

los de bota sensible, a los genios incomprendidos,<br />

a los que apuestan a más y a los que<br />

imaginan. En suma, a los que juegan a jugar.<br />

¿A cuál <strong>el</strong>egiría en un pan y queso ¿Quién<br />

sería <strong>el</strong> hombre que pudiera organizarme <strong>el</strong><br />

juego d<strong>el</strong> equipo de la manera más atractiva<br />

Me frené. Pasaron en mi imaginario, igual<br />

que figuritas de un viejo álbum, un montón<br />

de tipos de camisetas diferentes. “¡Riqu<strong>el</strong>me!<br />

¡Juan Román Riqu<strong>el</strong>me!”, dije casi en voz alta.<br />

“Cuando sea grande quiero ser un Riqu<strong>el</strong>me.<br />

Con la capacidad de filtrar <strong>el</strong> pase justo que<br />

me habilite <strong>para</strong> la conquista de la sonrisa<br />

más linda d<strong>el</strong> barrio. Con su clase magistral<br />

<strong>para</strong> acomodar <strong>el</strong> asado y manejar la p<strong>el</strong>ota<br />

hasta la llegada d<strong>el</strong> último de los comensales.<br />

LOS MEJORES JUGADORES SON<br />

LOS PENSANTES. CON ELLOS<br />

NO HAY URGENCIAS.<br />

Con <strong>el</strong> chamuyo futbolero y los condimentos<br />

<strong>para</strong> la fantasía adentro de una cancha. ¡Un<br />

Riqu<strong>el</strong>me de la vida!”, cerré igual que un presidente<br />

que acaba de dar <strong>el</strong> gran discurso ante<br />

<strong>el</strong> auditorio más importante.<br />

Levanté la cabeza después d<strong>el</strong> remolino de<br />

pensamientos y esperé encontrar la aceptación<br />

d<strong>el</strong> nene. O al menos alguna pregunta<br />

perdida. El pibito ya no estaba. Miré por la<br />

ventana y se encontraba enfrascado en un<br />

apasionante partido de Play Station con su<br />

papá. Jamás escuchó nada de lo que dije. “Los<br />

chicos de hoy ya no son lo que eran”, pensé. Y<br />

atesoré la p<strong>el</strong>ota debajo de mi su<strong>el</strong>a mientras<br />

ponía la pava <strong>para</strong> <strong>el</strong> mate x


RIQUELME INVENTó<br />

A ROMÁN<br />

Por Marc<strong>el</strong>o Máximo - 24/08/2011 en Augol<br />

x La p<strong>el</strong>ota ahí, y ese mundo de colores y<br />

corazones y multitudes bajo la su<strong>el</strong>a. Pausa.<br />

Manos en la cintura, mirada hacia un punto<br />

perpetuo de una cancha infinita, <strong>el</strong>egancia y<br />

perfume de un talento gigante. Román inventa<br />

a Riqu<strong>el</strong>me, dice que es un futbolista –así,<br />

como cualquier otro fulano- que sale a jugar<br />

por <strong>el</strong> goce y la sensualidad de un pase. Dice<br />

que Riqu<strong>el</strong>me es f<strong>el</strong>iz, y aunque la definición<br />

asoma sencilla y <strong>para</strong> algunos sin contenido,<br />

habla de riqueza espiritual y de regodeo. Insiste,<br />

Román. “El día que Riqu<strong>el</strong>me no se divierta<br />

más jugando al fútbol, se va a tomar<br />

mates con la vieja”, repite, con naturalidad.<br />

La vieja, <strong>el</strong> mate, la p<strong>el</strong>ota. D<strong>el</strong>icias. “Desde<br />

que terminó <strong>el</strong> Mundial de Alemania a mi<br />

mamá la internaron dos veces, y siempre<br />

tuve las cosas claras: la familia primero que<br />

<strong>el</strong> fútbol, se me hizo fácil tomar la decisión<br />

de renunciar a la S<strong>el</strong>ección. No tengo derecho<br />

a hacerla sufrir. Es normal que se ponga<br />

triste si hablan mal de su hijo”.<br />

Román dice que, <strong>para</strong> Riqu<strong>el</strong>me, ese viaje y<br />

<strong>el</strong> sueño, supo ser una experiencia imborrable.<br />

S<strong>el</strong>ecciones, culturas y soles de mundos<br />

por un balón. Redobla. “Le pido a la gente<br />

que me entienda, me du<strong>el</strong>e en <strong>el</strong> alma no vestir<br />

esa camiseta, y siempre voy a hacer lo que<br />

sienta”. Román hace lo que Riqu<strong>el</strong>me siente y,<br />

en este caso, entiende que a Riqu<strong>el</strong>me no le<br />

place <strong>el</strong> escenario establecido en la r<strong>el</strong>ación<br />

costo-beneficio, con gente que lo señala por<br />

su cariz. “Zidane es <strong>el</strong> más grande jugador, y<br />

no se ríe”, dice Román sobre Riqu<strong>el</strong>me y esa<br />

semblanza con la que se quedan los que reducen<br />

su mirada d<strong>el</strong> mundo a un 14 pulgadas.<br />

Sin embargo, también encuentra su jolgorio<br />

en un juego con animaciones d<strong>el</strong> Topo Gigio<br />

–en ese desafío al poder de turno y vigente<br />

y en la casa de la Bombonera- y hasta con,<br />

según dice Román, ese despertar de sueños<br />

que le genera a Riqu<strong>el</strong>me un tal Clemente en<br />

<strong>el</strong> lateral izquierdo de su equipo.<br />

Singular, y en tercera persona, su viaje en la<br />

nube c<strong>el</strong>este y blanca cruza, repentino, con un<br />

dios de la mitología potrera. Inentendible, <strong>el</strong><br />

diálogo confuso –Román habla por Riqu<strong>el</strong>me<br />

y Diego por Maradona- no puede, nunca,<br />

llegar a un punto de acuerdo. Cuatro tipos,<br />

dos personas. La convivencia no ingresa en<br />

<strong>el</strong> campo de lo posible. “No nos manejamos<br />

igual con <strong>el</strong> técnico de la S<strong>el</strong>ección, y así no<br />

podemos trabajar juntos. Las cosas no están<br />

claras, me entero por t<strong>el</strong>evisión qué opina d<strong>el</strong><br />

estado físico de Riqu<strong>el</strong>me y en qué posición<br />

quiere que juegue Riqu<strong>el</strong>me. Es evidente que<br />

yo –Riqu<strong>el</strong>me- no tengo los mismos códigos<br />

que él”. Román dice que Riqu<strong>el</strong>me no encontrará,<br />

esta vez, ese espacio <strong>para</strong> los deseos<br />

genuinos d<strong>el</strong> último diez.<br />

Si <strong>el</strong> equipo juega mal, dice Román, es por<br />

culpa de Riqu<strong>el</strong>me. Lo dice, porque sabe de<br />

esas bondades que sólo genera <strong>el</strong> artista y un<br />

fútbol con <strong>el</strong> que nos despertamos a la mañana<br />

en algún barrio. Firulete, tango y gol. “Para<br />

<strong>el</strong> Mundial de Brasil voy a tener 36 años, pero<br />

le hice una apuesta a mi hermano que a esa<br />

edad voy a llegar jugando, siendo f<strong>el</strong>iz de hacerlo.<br />

El entrenador tiene buen material <strong>para</strong><br />

armar un buen equipo, si me necesitan <strong>para</strong><br />

las Eliminatorias iré encantado”. Román pone<br />

a punto a Riqu<strong>el</strong>me, le dice que, esta vez y no<br />

otra vez, queda un asiento en este nuevo tren<br />

<strong>para</strong> ir a su lugar de origen, a ese congreso de<br />

filósofos de la lengua y de la p<strong>el</strong>ota en Brasil.<br />

Porque, sueña Román, Riqu<strong>el</strong>me persigue la<br />

luz de una estr<strong>el</strong>la que no se apaga mientras<br />

su especie tenga cosas <strong>para</strong> contar dentro<br />

de un campo de juego. “Si en algún momento<br />

se me cruza la idea de ser técnico o poner<br />

una carnicería, es porque tengo que dejar de<br />

ser futbolista. Esto es lo que me gusta”, dice<br />

Román y se enciende Riqu<strong>el</strong>me.<br />

La p<strong>el</strong>ota ahí, y ese mundo de colores y<br />

corazones y multitudes bajo la su<strong>el</strong>a. Pausa.<br />

Manos en la cintura, mirada hacia un punto<br />

perpetuo de una cancha infinita, <strong>el</strong>egancia<br />

y perfume de un talento gigante. Román inventa<br />

a Riqu<strong>el</strong>me en una escultura con vida<br />

propia. “No me ames a mí flaco, amá a tu novia.<br />

Yo sólo juego al fútbol”. Despersonalizar,<br />

jugar a ser un actor en su obra de teatro. Ese<br />

bronce de dos metros y pico de alto camina,<br />

despacito, y toma la p<strong>el</strong>ota dentro d<strong>el</strong> museo.<br />

Inmensa, la estatua se <strong>para</strong> frente a la<br />

barrera, hace un pocito en la baldosa d<strong>el</strong> hall<br />

y mide su remate, impecable y con chanfle y<br />

mágico, <strong>para</strong> un tiro libre a lo Román x<br />

* Ilustración Rudi Gundersen


ROMAN X OTROS<br />

12


ROMÁN, MEJOR PERSONA<br />

RIQUELME, MEJOR PERSONA<br />

QUE JUGADOR DE FÚTBOL<br />

QUE JUGADOR DE FÚTBOL<br />

Por Nicolás Merletti (09/05/2014 en El Último Diez)<br />

Por Nicolás Merletti - 09/05/2014 en El Último Diez<br />

x Miles de líneas se han escrito, miles de la segunda bandeja local de La Bombonera.<br />

horas de aire se han usado <strong>para</strong> hablar d<strong>el</strong> Porque jamás habla mal de un compañero y<br />

Riqu<strong>el</strong>me futbolista. Ese que puso de rodillas prefiere cargar con las culpas de la derrota,<br />

tres veces a América, que se hizo dueño de aún siendo <strong>el</strong> único que hizo algo por evitarla,<br />

Tokio ante una galaxia de galácticos, <strong>el</strong> más con tal de no ver a uno de los suyos ser criticado.<br />

temido por <strong>el</strong> rival de siempre, <strong>el</strong> que más<br />

Porque se burla de los periodistas de<br />

veces se puso los cortos <strong>para</strong> jugar en nuestro bolsillo fácil (siendo generoso con <strong>el</strong> término<br />

templo. EL MÁXIMO ÍDOLO.<br />

periodista en varios casos), sin seguir <strong>el</strong> juego<br />

Pero acá vengo a tomarme <strong>el</strong> atrevimiento mediático que asemeja cada vez más a los<br />

de bajar d<strong>el</strong> pedestal de la gloria al 10 y a poner<br />

programas de los domingos por la noche con<br />

allí a Román, <strong>el</strong> padre, <strong>el</strong> hermano, <strong>el</strong> hijo, los de espectáculos (nuevamente me siento<br />

Miles de líneas se han <strong>el</strong> amigo escrito, y <strong>el</strong> miles hincha. de Es mejor persona que dadivoso jugador con la de definición) fútbol<br />

jugador porque de fútbol se dio <strong>el</strong> cualquier lujo de lunes decirle o martes. que Es mejor persona que jugador de fútbol<br />

de en cualquier las tardes lunes de o martes.<br />

horas de aire se han Es usado mejor <strong>para</strong> persona hablar que<br />

d<strong>el</strong> Riqu<strong>el</strong>me futbolista. porque Ese nada que lo cambió. puso Ni no la plata, a su ni país, la fama, sabiendo Es lo mejor que persona se venía, que porque jugador hace de fútbol de la generosidad un medio<br />

de un agradecimiento medio y no de vanidad.<br />

de rodillas tres veces ni a <strong>el</strong> América, éxito, ni las que minas, se ni los sólo autos. por NADA. su vieja. Su Si porque alguien hace juzga de la a generosidad alguien<br />

no una que con pensó gajos en agradecimiento la salud de y quién no de vanidad. Decenas Decenas de casos de públicos y me consta<br />

hizo dueño de Tokio primera ante una novia galaxia fue la de p<strong>el</strong>ota,<br />

galácticos, <strong>el</strong> más temido termos<strong>el</strong>lados por <strong>el</strong> rival <strong>para</strong> de que tenga le dio un la giro vida perfecto,<br />

veces o de materiales se puso los sintéticos erse <strong>para</strong> la c<strong>el</strong>este que no les y blanca, más privados, le recomiendo marcan al tipo al tipo que no que se no olvidó se olvidó de donde salió<br />

antes casos de la públicos gloria de y pon-<br />

me consta de muchísimos de muchísimos más privados, marcan<br />

siempre, <strong>el</strong> que más<br />

cortos <strong>para</strong> jugar en cambie nuestro <strong>el</strong> templo. peso o la EL forma, un esa cardiólogo, podía ser de <strong>para</strong> de que donde revise salió si y tiene que <strong>el</strong> dinero y que sólo <strong>el</strong> es dinero confort sólo es confort y no f<strong>el</strong>icidad.<br />

<strong>para</strong> los Es suyos bienestar y no <strong>para</strong> los suyos y no<br />

MÁXIMO ÍDOLO. trapo, de goma, o hasta de corazón. pap<strong>el</strong>. Y los sabios y no f<strong>el</strong>icidad. Es bienestar<br />

Pero acá vengo a dicen tomarme que uno <strong>el</strong> atrevimiento<br />

de bajar d<strong>el</strong> pedestal y Román no de se la olvidó. gloria El flaquito porque que enfrentó gambe-cara Es a cara mejor a los persona poder-<br />

que jugador Es mejor de persona fútbol que jugador de fútbol<br />

no se olvida Es d<strong>el</strong> mejor primer persona amor, que <strong>para</strong> jugador ostentar de o provocar fútbol envidias. <strong>para</strong> ostentar o provocar envidias.<br />

al 10 y a poner allí a teaba Román, <strong>el</strong> hambre <strong>el</strong> padre, con <strong>el</strong> un mate osos, cocido que de frente pibe o porque desde sabe las sombras que es tan porque sólo eso, sabe una que persona.<br />

con saña Dotada y cru<strong>el</strong>dad. con un talento persona. único, Dotada pero con un talento único,<br />

es tan sólo eso, una<br />

hermano, <strong>el</strong> hijo, <strong>el</strong> amigo amó a la y <strong>el</strong> p<strong>el</strong>ota hincha. como lo hace lo atacaron hoy <strong>el</strong> hombre y atacan<br />

Es mejor persona que de jugador 35 años <strong>para</strong> de fútbol 36 (dirían Porque las abu<strong>el</strong>as). escupió a la persona cara a los al fin. violentos pero persona al fin.<br />

porque nada lo cambió. Es mejor Ni la plata, persona ni la que que jugador lo ignoran de fútbol desde Quién la segunda escribe bandeja<br />

local que de no La a Bombonera. su tuvo <strong>el</strong> Porque honor y la jamás gracia de no conocerlo tuvo <strong>el</strong> honor en per-y la gracia de conocer-<br />

estos humildes Quién párrafos escribe no estos humildes párrafos<br />

fama, ni <strong>el</strong> éxito, ni las porque minas, se dio ni los <strong>el</strong> lujo au-dtos. NADA. Su primera país, novia sabiendo fue la lo p<strong>el</strong>o-<br />

que se venía, habla sólo mal por de su vie-<br />

un compañero sona, pero puedo y prefiere afirmar lo que en lo persona, siento parte pero puedo afirmar que<br />

decirle<br />

ta, no una con gajos ja. termos<strong>el</strong>lados Si alguien juzga <strong>para</strong> a alguien cargar que pensó con las en culpas la de de mi la familia derrota, y que aún no tengo lo siento más que parte agradecerle<br />

hizo a algo Román por por evitar-<br />

cómo es, tengo por ser más <strong>el</strong> ejemplo que agradecerle a Román por<br />

de mi familia y que no<br />

que tenga un giro perfecto, salud de o quién de materiales<br />

sintéticos <strong>para</strong> que de ponerse no les cambie la c<strong>el</strong>este <strong>el</strong> y blanca, la, con le recomiendo tal de no ver de a lo uno que de deberíamos los suyos ser. cómo es, por ser <strong>el</strong> ejemplo de lo que<br />

le dio la vida siendo antes <strong>el</strong> de único la gloria que<br />

peso o la forma, esa un podía cardiólogo, ser de <strong>para</strong> trapo, que revise ser si criticado. tiene corazón. Porque Seguirá se burla jugando de los hasta periodistas<br />

jugador de de fútbol bolsillo cida, fácil colgará (siendo los gener-<br />

botines y dirá Seguirá adiós al jugando jardín de hasta <strong>el</strong> momento que<br />

<strong>el</strong> deberíamos momento que ser. él de-<br />

de goma, o hasta de Es pap<strong>el</strong>. mejor Y los persona sabios que<br />

dicen que uno no se porque olvida enfrentó d<strong>el</strong> primer cara a cara oso a los con poderosos, <strong>el</strong> término su periodista casa, pero en la varios persona no él decida, se retirará colgará nunca, los botines y dirá adiós<br />

amor, y Román no se que olvidó. de frente El flaquito o desde las sombras casos), lo sin atacaron seguir <strong>el</strong> juego ese Román mediático seguirá que deslumbrando al jardín en de <strong>el</strong> campo su casa, pero la persona no<br />

que gambeteaba <strong>el</strong> hambre y atacan con un saña mate y cru<strong>el</strong>dad. asemeja Porque cada escupió vez más de juego a los que programas importa en serio, se retirará <strong>el</strong> de la nunca, vida x ese Román seguirá deslumbrando<br />

en <strong>el</strong> campo de juego que<br />

cocido de pibe amó a la la cara p<strong>el</strong>ota a los como violentos lo que de lo los ignoran domingos desde por la noche con los de<br />

hace hoy <strong>el</strong> hombre de 35 años <strong>para</strong> 36 espectáculos (nuevamente me siento importa en serio, <strong>el</strong> de la vida.<br />

(dirían las abu<strong>el</strong>as).<br />

dadivoso con la definición) en las tardes


ROMAN X OTROS<br />

14


LA PATRIA<br />

RIQUELMISTA<br />

Por Adrián Piedrabuena<br />

Olé, edición especial Boca Campeón Apertura 2011<br />

x ¿Qué es ser riqu<strong>el</strong>mista La respuesta<br />

más simple, aunque parezca demasiado llana,<br />

sería la siguiente: se trata de todo aquél<br />

que admira <strong>el</strong> estilo de juego de ese número<br />

<strong>10.</strong> Pero esa admiración, incluso, va más allá<br />

de la camiseta que usa. Porque está lleno de<br />

riqu<strong>el</strong>mistas que no son hinchas de Boca. Y<br />

ahí debe señalarse, entonces, la importancia<br />

de la obra de ese futbolista llamado Riqu<strong>el</strong>me.<br />

Para los hinchas, los que llenan la Bombonera<br />

o los que laten con su fútbol desde algún lugar<br />

d<strong>el</strong> país o d<strong>el</strong> mundo, es fácil enrojecerse las<br />

manos de tanto aplaudirlo Para los otros, los<br />

observadores neutrales (aunque con él es imposible<br />

ser neutral), la emoción es diferente.<br />

Al verlo llevar la p<strong>el</strong>ota con la cabeza levantada,<br />

manejando su pierna derecha como si<br />

fuera un palo de golf, tratándola con sumo<br />

respeto, disfrutando más de un buen pase<br />

que de un gol propio, poniéndole <strong>el</strong> frente a<br />

tanto vértigo inútil, lo emotivo pasa a ser conmovedor.<br />

En tiempo en los que <strong>el</strong> apuro y la<br />

presión todo se lo llevan, Román es <strong>el</strong> último<br />

reb<strong>el</strong>de de la estética por encima de la efectividad.<br />

El mejor Riqu<strong>el</strong>me de todos los tiempos<br />

se vio en <strong>el</strong> 2007, cuando Boca ganó la última<br />

Libertadores. Sin embargo, este Riqu<strong>el</strong>me,<br />

<strong>el</strong> d<strong>el</strong> título, tuvo tips de aquél que prácticamente<br />

ganó la Copa solo, Por lo pronto, sin<br />

él, Falcioni no hubiera podido comprobar en<br />

su cuerpo lo que significa ser campeón en la<br />

Bombonera. El técnico, como nadie, quedó a<br />

sus pies. Dudó al principio, se arropó en Palermo<br />

en pleno invierno d<strong>el</strong> goleador histórico,<br />

castigó con exageración a su amigo Javier<br />

García, lo ninguneó al principio, como cuando<br />

lo igualó con C<strong>el</strong>lay en una conferencia de<br />

prensa, lo esperó, en un punto con <strong>el</strong> trabajo<br />

d<strong>el</strong> PF Otero lo recuperó, cambió, lo empezó<br />

a mimar públicamente y, tarde pero al fin, se<br />

convenció de que todo debía girar alrededor<br />

de ese jugador irrepetible. Riqu<strong>el</strong>me ayudó a<br />

Falcioni. El 4-3-1-2 que JC debió aceptar con<br />

Román como emblema ya no se modificaría<br />

cuando la fascitis plantar lo mandó a la platea.<br />

El dibujo, <strong>el</strong> más perfecto, ya lo había hecho<br />

Riqu<strong>el</strong>me en esas primeras fechas en las que<br />

no paró de jugar y de indicar con los botines<br />

puestos que tenían que hacer los demás.<br />

Como dice Menotti, Román no sólo tiene la<br />

capacidad de ver toda la cancha, encima es<br />

como que la mirara desde arriba. Por eso,<br />

con una d<strong>el</strong>iciosa facilidad, es capaz de meter<br />

un cambio de frente que descomprime<br />

y, sobre todo, asegura la tenencia. Y en este<br />

campeonato ese control fue fundamental: no<br />

necesitó jugar al asistidor directo, su principal<br />

aporte fue <strong>el</strong>aborar y participar d<strong>el</strong> penúltimo<br />

toque, <strong>el</strong> pase guía, casi con espíritu docente.<br />

De su botín derecho oscuro, sin estridencias,<br />

salieron las mejores escenas de la p<strong>el</strong>ícula de<br />

un torneo escaso de conejos y palomas.<br />

“En <strong>el</strong> fútbol está todo inventado. Boca jugó<br />

este campeonato como hace quince años”.<br />

La frase, lejos de ser despectiva, intentó ser<br />

fráfica. Y la explicación también: “Jugamos<br />

como cuando ganamos tantos títulos, con<br />

cuatro defensores, tres volantes, un mediapunta<br />

y dos atacantes”. No fue casual, aunque<br />

él lo haya negado, que no dijera la palabra<br />

enganche cuando mencionó su función.<br />

“Son palabras, nada más. Yo soy un volante<br />

de ataque”, se definió. Y, embalado, en aqu<strong>el</strong>la<br />

larga charla con Olé en una de las oficinas<br />

de Casa Amarilla con algunos cuadros como<br />

privilegiados testigos, se sinceró: “La verdad<br />

que yo me la paso más tiempo jugando como<br />

volante o hasta como puntero izquierdo que<br />

como mediocampista. Es que en <strong>el</strong> medio hay<br />

mucha gente, se complica, así que yo trato<br />

de buscar los lugares donde pueda hacer mi<br />

juego”. Y, como si fuera un mago que dev<strong>el</strong>a<br />

sus trucos, contó: “Yo antes de recibir la p<strong>el</strong>ota<br />

trato de saber qué es lo que voy a hacer.<br />

Por eso siempre tengo que estar pre<strong>para</strong>do<br />

<strong>para</strong> recibirla desmarcado, en buena posición,<br />

perfilado, porque sé que mis compañeros en<br />

cualquier momento van a recuperar la p<strong>el</strong>ota<br />

y me la van a dar. Y yo tengo que ayudarlos”.<br />

Ser riqu<strong>el</strong>mista es una manera de sentir <strong>el</strong><br />

juego y de plantarse ante esas urgencias que<br />

pretenden justificar <strong>el</strong> ganar como sea. No<br />

es, de todos modos, una manera de sentir a<br />

la persona. A los anti les cuesta argumentar<br />

su posición, tan fundamentalista como la que<br />

<strong>el</strong>los denuncian de los riqu<strong>el</strong>mistas. El cuestionamiento<br />

a su supuesta falta de v<strong>el</strong>ocidad<br />

y de despliegue no hace más que exponerlos.<br />

Como diría Pipo Gorosito: “¡Cómo van a<br />

decir que no corre! ¿Cómo hace <strong>para</strong> recibir<br />

siempre solo, entonces”. Por eso, los anti<br />

su<strong>el</strong>en recurrir a sus diferencias personales<br />

con las particularidades de la personalidad<br />

de Riqu<strong>el</strong>me <strong>para</strong> <strong>para</strong>rse en la otra vereda.<br />

Allá <strong>el</strong>los. Y allá él. El riqu<strong>el</strong>mismo excede al<br />

Riqu<strong>el</strong>me de carne y hueso. Sus caras de culo,<br />

sus quejas ante algún mal pase, su indiferencia<br />

a algunos en <strong>el</strong> vestuario, su amor por<br />

la amistad, su lucha ante lo establecido, sus<br />

maneras políticamente incorrectas, su forma<br />

de ser, en definitiva, son parte d<strong>el</strong> todo. Pero<br />

la parte más importante de ese todo, <strong>para</strong> los<br />

riqu<strong>el</strong>mistas, es su fútbol. Y eso no se puede<br />

discutir. Eso se disfruta. Y se aplaude de pie x


ROMAN X OTROS<br />

EL GRAN ROMÁN<br />

Y EL FUTBOLÍN<br />

Por Martín Caparrós (07/07/2012 en Diario Olé)<br />

16<br />

x Debía ser triste ser Juan Román Riqu<strong>el</strong>me y<br />

jugar en este equipo de Boca. Un equipo mediocre:<br />

tan decididamente mediocre. Y no lo<br />

digo ahora, con las derrotas puestas; lo escribí<br />

en estas mismas páginas en diciembre, cuando<br />

festejábamos <strong>el</strong> último trofeo:<br />

“Me pregunto de qué nos vamos a acordar,<br />

dentro de unos años, de este campeón d<strong>el</strong><br />

2011. ¿D<strong>el</strong> técnico Julio César, que vino, vio<br />

y venció como vencen los que saben que no<br />

tienen mucho resto, con los modos de esos<br />

equipos que alguna vez llamamos chicos ¿De<br />

Somoza, que no podía dar dos pases <strong>para</strong> ad<strong>el</strong>ante<br />

a un compañero pero nunca le faltó un<br />

patadón <strong>para</strong> amarilla ¿De Erviti, que llegó<br />

como amenaza de armador y se ganó algún<br />

aplauso tirándose a los pies ¿De Rivero, que<br />

corrió sin mucho ton ni mucho son y no concretó<br />

una ¿De Mouche, que tiene una habilidad<br />

extraordinaria <strong>para</strong> empezar bien, seguir<br />

mejor, terminar mal ¿De Cvitanich, que jugó<br />

diez partidos y metió dos goles ¿De Viatri,<br />

que metió otro par y se mancó, de Blandi que<br />

también”, decía, y que nos acordaríamos un<br />

poquito más de Orion, de Roncaglia, de Insaurralde<br />

y Clemente, y mucho de Román, que al


final jugó poco. Y, sobre todo, d<strong>el</strong> Flaco Schiavi,<br />

gran tipo, gran trabajador: “Que Rolando<br />

Schiavi sea <strong>el</strong> símbolo de este equipo es un<br />

símbolo de este equipo. (…) Hay pocos jugadores<br />

que me caigan mejor y, sin embargo, que él termine<br />

siendo lo que recordaremos de este equipo<br />

es, <strong>para</strong> <strong>el</strong> fútbol, duro. O, quizá, realista: <strong>para</strong><br />

que no olvidemos de que salimos campeones<br />

porque los demás eran muy malos…”.<br />

Todo lo cual nos alcanzó <strong>para</strong> llegar hasta<br />

una final de la Libertadores ganándole 1 a 0<br />

en cuartos a diez brasileños diezmados, 2 a 0<br />

en semis a unos chilenos blandos y, al fin, perder<br />

dando penita. Perder finales de la Libertadores<br />

nos cuesta caro: en 2004 nos costó <strong>el</strong> mejor<br />

técnico que tuvimos nunca, <strong>el</strong> maestro Bianchi;<br />

en 2012 nos costó, de un modo oscuro, <strong>el</strong> mejor<br />

jugador de nuestra historia. Que Riqu<strong>el</strong>me se<br />

vaya como acaba de irse es una muestra de lo<br />

que es Boca -y nuestro triste futbolín-.<br />

Es una muestra y nos muestra culo al norte,<br />

y yo lo siento de verdad por todos nosotros, y<br />

más por <strong>el</strong> que debía ser f<strong>el</strong>í -porque nos hizo<br />

tan f<strong>el</strong>ices-. Y, en cambio, debió ser triste ser<br />

Riqu<strong>el</strong>me y tener que jugar con muchachos<br />

que no le podían devolver redonda una p<strong>el</strong>ota,<br />

que no sabían buscar sus pases sabios sin<br />

RIQUELME SIEMPRE TUVO QUE<br />

PELEAR CONTRA EL RENCOR<br />

DE CIERTOS PODEROSOS.<br />

ponerse orsai, que no eran capaces de manejar<br />

<strong>el</strong> juego diez minutos, cosa de repartir un<br />

poco los pesos en <strong>el</strong> carro.<br />

Debió ser triste ser Riqu<strong>el</strong>me y jugar en un<br />

equipo conducido por un señor que nunca<br />

pensó que <strong>el</strong> fútbol tenía que ser juego y talento<br />

sino mordiscos y patadones <strong>para</strong> arriba:<br />

que nunca creyó en la creación como base de<br />

cualquier triunfo duradero. Que cree que <strong>el</strong><br />

fútbol debe ser futbolín: <strong>el</strong> revoleo.<br />

Debió ser triste ser Riqu<strong>el</strong>me y tener que<br />

jugar en un club cuyo nuevo presidente era<br />

<strong>el</strong> administrativo que no lo quiso dos años<br />

atrás y que ahora consiguió terminar lo que<br />

empezó hace diez años su mentor, <strong>el</strong> ingeniero<br />

Macri: deshacerse de él, echarlo de su<br />

casa. Que cree que <strong>el</strong> fútbol debe ser futbolín:<br />

muñequitos de plomo y la mano d<strong>el</strong><br />

amo que los maneja a todos.<br />

Y debió ser triste ser Riqu<strong>el</strong>me y tener que<br />

jugar en una institución tan institucionalmente<br />

berreta que siempre prefirió cuidar<br />

<strong>el</strong> culo de sus autoridades varias en lugar de<br />

hacer lo necesario <strong>para</strong> aprovechar <strong>el</strong> milagro:<br />

si la fortuna te da al mejor jugador, tenés<br />

que hacer todo <strong>para</strong> tenerlo bien, contento,<br />

productivo, aunque no te guste y te cuestione:<br />

es tu trabajo. Para lo cual debés rodearlo<br />

de jugadores que le respondan y un técnico<br />

que lo entienda y aliente, hacerle fácil lo más<br />

fácil -que de lo difícil ya se encarga él-. Como<br />

le pasó a Messi en <strong>el</strong> Barc<strong>el</strong>ona: todo <strong>para</strong> que<br />

juegue bien, contento, respaldado, porque en<br />

<strong>el</strong> fútbol, a diferencia d<strong>el</strong> futbolín, todos los<br />

jugadores son distintos y algunos son únicos<br />

-y hay que tratarlos como tales-.<br />

Pero aquí no: <strong>el</strong> futbolín no tolera a un tipo<br />

que no se deja pisar, que sabe lo que quiere,<br />

que juega mejor que nadie porque juega distinto<br />

de todos. Por eso Riqu<strong>el</strong>me siempre<br />

tuvo que p<strong>el</strong>ear contra <strong>el</strong> rencor de ciertos<br />

poderosos -<strong>el</strong> rencor que les tienen esos<br />

poderosos a los que no respetan su autoridad<br />

berreta, basada en la plata y <strong>el</strong> cargo-.<br />

Si hay algo que no soportan es que los cuestionen<br />

a fuerza de talento.<br />

Es otra medida de la pequeñez d<strong>el</strong> futbolín<br />

-que nunca supo merecer a Juan Román<br />

Riqu<strong>el</strong>me, que sirve <strong>para</strong> que dirigentes incapaces<br />

se llenen bolsillos y carrillos, orgullo y<br />

ambición-. Juan, ahora, me dice que no sabe<br />

cómo será ser hincha de Boca sin Román.<br />

Juan Caparrós, mi hijo, empezó a venir a la<br />

Bombonera en 1996, cuando tenía cinco<br />

años, cuando Riqu<strong>el</strong>me debutaba. Y desde<br />

entonces, con sus presencias y la esperanza<br />

de su vu<strong>el</strong>ta y su juego otra vez, Riqu<strong>el</strong>me<br />

fue esencial en su noción bostera. Ahora va<br />

a tener que aprender que ya no está. Será un<br />

trabajo duro; no sólo <strong>para</strong> él. Será, <strong>para</strong> Boca,<br />

un lento esfuerzo de reconstrucción, un proceso<br />

sin ninguna garantía. Y lo peor es que,<br />

por raro que parezca, los responsables d<strong>el</strong><br />

derrumbe están al frente de la re<strong>para</strong>ción.<br />

Y nosotros vamos a sufrirlo -como lo sufrió<br />

usted, maestro-.<br />

Salud, Riqu<strong>el</strong>me; gracias, y disculpe x<br />

EL MISTERIO DE RIQUELME<br />

Por Sergio Pangaro<br />

x Tiene un perfil de tipo parco, algo ausente,<br />

poco comunicativo, cero expresivo. Me<br />

sorprendió su personalidad. Siendo tan genio,<br />

tenía un cierto desgano que me llamaba mucho<br />

la atención. Como que estaba defraudado de la<br />

vida, defraudado d<strong>el</strong> entorno. Es como si tuviera<br />

un filtro emocional. Eso me encantó.<br />

Me parece un ser escéptico, está desengañado<br />

d<strong>el</strong> mundo, no cree en <strong>el</strong> negocio en <strong>el</strong> que<br />

está, no cree en nadie. Es capaz de percibir las<br />

cosas, y de saber qué hechos lo pueden poner<br />

en problemas y cuáles no. Tiene la cabeza fría<br />

cuando tiene que tenerla, se arriesga y zafa de<br />

situaciones que otras personas mejor pre<strong>para</strong>das<br />

no superan. Además conoce su oficio, y<br />

sus conductas responden a una sabiduría física<br />

que viene desde lo motriz. Ultimamente lo<br />

vi sonreir un poco más, pero en la época d<strong>el</strong><br />

Mundial yo pensaba que <strong>el</strong> tipo estaba solo,<br />

como que le habían quitado la alegría de jugar.<br />

Aunque él dice que siempre está contento,<br />

<strong>para</strong> mí no es tan así.<br />

Sospecho que <strong>el</strong> entorno lo debe haber limado.<br />

Los negociados, tanta guita... En <strong>el</strong> fondo<br />

de los ojos tiene algo. Me hace acordar a Palito<br />

Ortega cuando era joven y cantaba “La f<strong>el</strong>icidad”.<br />

Pero lo mirabas a los ojos y tenía como<br />

una cosa impenetrable, opaca.<br />

Es un tipo que demuestra exc<strong>el</strong>encia en su<br />

deporte y que no necesita d<strong>el</strong> circo que lo rodea.<br />

Messi es divino y además de ser un genio<br />

tiene <strong>el</strong> don de la alegría. Pero, ¿por qué<br />

Román, además de jugar bien y romperla,<br />

debiera festejar y dar vu<strong>el</strong>tas carnero como<br />

otros Yo lo respeto porque sólo se mete en<br />

su laburo y lo hace perfecto. Por algo es uno<br />

de los mejores d<strong>el</strong> mundo. Tiene que quedarse<br />

tranquilo; bah, él es tranquilo, la que se<br />

tiene que calmar es la gente que lo jode...<br />

Definitivamente es un artista, sobre todo de<br />

la p<strong>el</strong>ota. Pero su arte también pasa por manipular<br />

las emociones y crear <strong>el</strong> misterio. El<br />

título de una nov<strong>el</strong>a sobre él podría ser: “El<br />

misterio de Riqu<strong>el</strong>me”. Sus defensores, y hasta<br />

creo que sus detractores, lo quisieran ver<br />

más f<strong>el</strong>iz... Y se lo merece x<br />

* Extractos entrevista en Olé, junio 2009.


ROMAN X OTROS<br />

UN INSUMISO EN EL BARRIO<br />

El fútbol d<strong>el</strong> negocio, <strong>el</strong> negocio d<strong>el</strong> fútbol y en <strong>el</strong> medio, un irreverente de los ídolos y de los poderosos,<br />

Juan Román Riqu<strong>el</strong>me, <strong>el</strong> placer incómodo de la p<strong>el</strong>ota.<br />

18<br />

JUAN ROMAN RIQUELME<br />

x Que <strong>el</strong> fútbol es un inmundo negocio es<br />

una triste, repetida y consabida verdad. Que<br />

dicho negocio convierta al deporte en un espectáculo,<br />

también. Pero que dicho espectáculo<br />

sea un verdadero desastre, no.<br />

Hoy en día en la Argentina nos toca vivir y padecer<br />

un fútbol horrendo. Horrendo de principio<br />

a fin. Eso sí, tenemos que aceptar y estar<br />

orgullosos de que nos mantenemos a la vanguardia<br />

inaugurando una nueva forma, masiva<br />

y extendida, de vivir <strong>el</strong> fútbol: disfrutando<br />

los descensos. Ahora somos amantes de la<br />

mediocridad. Nos hemos visto inmiscuidos en<br />

una trama de igualación hacia abajo que se<br />

fue, tan abajo, que ahora <strong>el</strong> placer es la derrota.<br />

Ver perder a todos y que la muerte d<strong>el</strong> fútbol sea<br />

democrática. Un juegojolibudiense apasionante.<br />

El mundo d<strong>el</strong> resultadismo produce un miedo<br />

generalizado. El miedo a perder <strong>para</strong>liza<br />

a cualquier jugador. La parálisis producto d<strong>el</strong><br />

negro futuro que se avecina <strong>el</strong>imina la posibilidad<br />

de dar dos pases seguidos. Y entre los<br />

dirigentes, los periodistas y los hinchas no<br />

hacemos uno, no damos pie con bola. Simplemente<br />

alimentamos la angustia d<strong>el</strong> jugador<br />

con una capacidad inusitada.<br />

Nadie que no sea f<strong>el</strong>iz en la cancha puede<br />

hacer disfrutar a aqu<strong>el</strong> que mira <strong>el</strong> partido,<br />

decía <strong>el</strong> enorme Dante Panzeri, que se<br />

retuerce en su tumba. Y en eso estamos, revoloteando<br />

en <strong>el</strong> fango d<strong>el</strong> negocio <strong>para</strong> pocos<br />

y <strong>el</strong> aburrimiento <strong>para</strong> muchos. No hay motivación,<br />

no hay gusto por jugar, no hay placer<br />

por placer. En definitiva, no hay juego.<br />

El desastre es total y está en todas partes,<br />

salvo, en los pies d<strong>el</strong> último 10 x<br />

x Román es Román porque sabe pisar la<br />

p<strong>el</strong>ota. Si no la pisara no sería él, ni aunque<br />

fuera <strong>el</strong> mejor. Hay un efecto hipnotizante en sus<br />

pisaditas y en <strong>el</strong> baile que produce entre él y los<br />

demás. La armonía clásica de sus pies en movimiento,<br />

<strong>el</strong> desconcierto de los defensas buscando<br />

lo imposible, y la p<strong>el</strong>otita que se escurre sin<br />

<strong>para</strong>r bajo las piernas de las víctimas, nos hacen<br />

formar parte de una danza desconocida.<br />

Román es, hace años, la razón <strong>para</strong> despertarse<br />

los domingos. A partir d<strong>el</strong> miércoles <strong>el</strong><br />

diario se abre por la sección deportiva y se lee<br />

de reojo, como acto de rutina, si Román se<br />

entrena con <strong>el</strong> plant<strong>el</strong> o lo hace por se<strong>para</strong>do. Y<br />

según <strong>el</strong> dato, se va perfilando <strong>el</strong> fin de semana.<br />

Si entrena con <strong>el</strong> plant<strong>el</strong> no se hacen planes, si<br />

entrena por se<strong>para</strong>do, se puede pensar en comidas<br />

familiares, plazas, parques, cines, teatros o<br />

demás actividades sin importancia.<br />

Román es la expresión absoluta d<strong>el</strong> amor por<br />

<strong>el</strong> juego. Amor por un juego que nada tiene<br />

que ver con resultados. El placer de ver la misma<br />

jugada doscientas cincuenta veces y disfrutarla<br />

cada vez más. Si Gard<strong>el</strong> cada día canta<br />

mejor, <strong>el</strong> caño a Yepes es cada día más bonito.<br />

No hay ni un gol de Riqu<strong>el</strong>me que guste más<br />

que una de sus jugadas. El logro más enorme<br />

de Román, es hacer d<strong>el</strong> juego un juego y d<strong>el</strong><br />

placer un placer. Eso pasa poco. Con <strong>el</strong> Diego<br />

pasaba, no hay duda. Con Zidane también.<br />

Solo Zinedine se movía de esa forma. Solo<br />

Zinedine era capaz de modificar <strong>el</strong> paso d<strong>el</strong> tiempo<br />

y trastocar la lógica y cronológica sucesión<br />

de momentos ralentizando lo v<strong>el</strong>oz. No es natural<br />

<strong>el</strong> poder de hacer parecer lento lo rápido,<br />

mediato lo inmediato. Es como si vivieran en<br />

cámara lenta. Como si fuera la repetición de la<br />

jugada. Román vive en la repetición y <strong>el</strong> tiempo<br />

está, descansando, a sus pies.<br />

Pero Román, además de ser <strong>el</strong> placer, es<br />

la dignidad x<br />

x Así como a uno no se le ocurriría com<strong>para</strong>r<br />

a Maradona con Messi, uno es <strong>el</strong> más<br />

grande de todos los tiempos, y <strong>el</strong> otro no,<br />

tampoco se nos ocurriría com<strong>para</strong>r a Maradona<br />

con Román. Román no es Dios, Román<br />

es más que eso: es Riqu<strong>el</strong>me y nada más.<br />

A los amantes d<strong>el</strong> juego, a los habitantes<br />

d<strong>el</strong> fantástico mundo de la República de la<br />

Boca, nos gusta Juan Román Riqu<strong>el</strong>me.<br />

El poder de Riqu<strong>el</strong>me es terrenal. Será amado<br />

pero no endiosado. Por más amado que<br />

sea nunca será una deidad, y ese es su valor:<br />

ser mundano. Ser siempre una persona que<br />

quiere comer asado con los amigos. Román<br />

será un artista, <strong>el</strong> dibujante más grande, pero<br />

también es un laburante, y es ese caracter<br />

proletario <strong>el</strong> que lo dota de credibilidad.<br />

Es problema, es creer que Román es un reb<strong>el</strong>de.<br />

Pero es asi. La actitud de Román frente<br />

al poder es de insumisión. No es <strong>el</strong> representante<br />

d<strong>el</strong> Gran Pueblo frente al Imperio. No. Es<br />

<strong>el</strong> trabajador que no se doblega ante su jefe.<br />

Sus actos son con minúscula, no con mayúscula.<br />

El Dios d<strong>el</strong> Pueblo frente al Imperio es parte<br />

d<strong>el</strong> Sistema, lo alimenta y es absorbido por<br />

él, cual stencil d<strong>el</strong> Che. Román, <strong>el</strong> laburante,<br />

parco e intransigente, es una grieta, un palo<br />

en <strong>el</strong> orto d<strong>el</strong> empresario.<br />

Juan Román es más d<strong>el</strong> barrio que d<strong>el</strong> Pueblo.<br />

Es sensato, no grandilocuente. Nunca va<br />

ser superado y sin embargo, nunca va a ser<br />

leyenda. No es un vendedor de sí mismo. No<br />

es un vendedor de nada. Es y será persona,<br />

no personaje. Demostró integridad cuando,<br />

después de meter un gol, se acercó solo al<br />

palco d<strong>el</strong> Presidente Mauricio y le dijo, con


las manos detrás de las orejas, “escuche señor<br />

quien manda aquí”. Sin <strong>para</strong>fernalia. No jugó<br />

nunca al superhéroe. No se puso la capa d<strong>el</strong><br />

revolucionario antiimperialista. No se tatuó al<br />

Che, ni se hizo amigo de Fid<strong>el</strong>, ni de Chávez,<br />

ni de Ahmadineyad (presidente de una de<br />

las democracias más dictatoriales d<strong>el</strong> mundo),<br />

ni nada. Simplemente le respondió<br />

al jefe lo que pensaba cada vez que fue<br />

necesario. Conciso, medido y con sentido<br />

común, <strong>el</strong> sentido menos común de los sentidos,<br />

en un país de personajes demasiado<br />

cornisas, chantas, t<strong>el</strong>evisivos.<br />

Eso sí, no jugó al superhéroe, pero fue superhéroe<br />

jugando, aqu<strong>el</strong> día en Japón, cuando<br />

se encerró en la esquina de la cancha, escondiéndole<br />

la p<strong>el</strong>otita a todos los súbditos<br />

merengues de la corona española. Ese, en<br />

mi humilde opinión, fue <strong>el</strong> gran momento. El<br />

pobre y solitario morocho, arrinconado, haciendo<br />

sufrir a una multitud de millonarios engominados<br />

de blanco. Ni dios ni rey ni patria.<br />

Lamentablemente, vivimos en <strong>el</strong> país d<strong>el</strong><br />

culto a la persona. Repleto de enormes personalidades<br />

llenando espacios imposibles,<br />

suscitando amores irracionales, disimulando<br />

la ausencia de raíces con grandes gestos<br />

d<strong>el</strong>ebles. Aunque sin ser creyente, lo dejamos<br />

de amar cuando comenzó a tocar siempre la<br />

p<strong>el</strong>ota <strong>para</strong> atrás. Nos comenzamos a dormir,<br />

y antes de entrar en <strong>el</strong> letargo, nos hicimos<br />

amigos d<strong>el</strong> vértigo. Finalmente, cuando en España<br />

comenzó a despertarse triste y la mitad<br />

de los partidos no tocaba la p<strong>el</strong>ota, nos se<strong>para</strong>mos<br />

de él. Cierto grado de “pechofriismo”<br />

lo alejaba d<strong>el</strong> trabajo colectivo, fundamental<br />

<strong>para</strong> cualquier equipo. Preferimos<br />

<strong>el</strong> trabajo colectivo y la<br />

búsqueda de armonía, antes<br />

que <strong>el</strong> triunfo. Por más<br />

genios que existan, <strong>el</strong> todo<br />

será siempre más que la<br />

suma de las partes.<br />

Sin embargo hoy, días<br />

después de aqu<strong>el</strong> mensaje<br />

t<strong>el</strong>evisivo donde se declaraba<br />

vacío, pensamos cuanto necesitamos<br />

d<strong>el</strong> placer. El placer lo<br />

es todo <strong>para</strong> los que no queremos<br />

los puntos. Daríamos la<br />

vida, o al menos los domingos<br />

de nuestra vida, por ver a Román<br />

pisar la p<strong>el</strong>ota como solo él lo<br />

sabe hacer. Nos damos cuenta de lo<br />

que tenemos cuando lo perdemos<br />

y <strong>el</strong> vacío de Román es <strong>el</strong> vacío de<br />

todos. Si no la pisa Román no la<br />

pisa nadie x<br />

Por Simon Klemperer<br />

(31/07/2012 en Marcha.org.ar)


ROMAN X OTROS<br />

EL ANTILIDER TOPO ES PUEBLO<br />

Por Leandro Ulloa - 08/04/2014 en El Último Diez<br />

A 14 años d<strong>el</strong> Topo Gigio<br />

20<br />

x Las manos con las palmas se acercan y<br />

envu<strong>el</strong>ven las orejas. Los tapones se afirman<br />

y se hunden cerca de la línea de cal, de cara<br />

a las plateas y al palco presidencial. ¿Estás<br />

ahí Flopy ¿Te gusta <strong>el</strong> Topo Gigio que está<br />

haciendo papá La cara impoluta, inmutada,<br />

sin un esbozo de sonrisa. Esa que le critican<br />

porque no pueden meterse con su fútbol.<br />

Macri reza nervioso enfrente, en un palco<br />

VIP, <strong>para</strong> poder irse d<strong>el</strong> partido sin que nadie<br />

lo moleste. Pero no puede festejar porque<br />

tiene una daga clavada en <strong>el</strong> pecho, dos<br />

manos en forma de Topo que forman una<br />

cicatriz que trece años después todavía<br />

está abierta.<br />

¿El negrito de la villa, <strong>el</strong> cabeza,<br />

plantado, con escasos 22 años y tan<br />

sólo unas Copas en su haber, se va a<br />

enfrentar a mí, hijo d<strong>el</strong> poder, criado<br />

en <strong>el</strong> seno de quienes deciden la<br />

suerte y desgracia d<strong>el</strong> país desde<br />

tiempos inmemoriales La cruz está<br />

hecha <strong>para</strong> siempre.<br />

El Topo Gigio se inmortalizó un día<br />

como hoy hace trece años y será un<br />

ejemplo de reb<strong>el</strong>ión <strong>para</strong> siempre. Una<br />

muestra de carácter d<strong>el</strong> pueblo oprimido,<br />

desgastado y vapuleado por la clase dirigente,<br />

empresarial, que tanto daño le ha hecho<br />

a este país y a las clases humildes. Porque<br />

Riqu<strong>el</strong>me no sólo juega al fútbol. Y es pueblo.<br />

Trece años de que ese flaco distinto con<br />

los pies y la cabeza le haga un Topo a todos<br />

aqu<strong>el</strong>los que le hacían la vida imposible a<br />

él y sus compañeros, a quienes preferían<br />

verlos caer, porque, como decía Bermúdez,<br />

“Macri es un millonario que también quiere<br />

quedarse con nuestra plata”. Un Topo que<br />

invitaba a todos <strong>el</strong>los a escuchar la ovación a<br />

un verdadero ídolo, a él, al verdadero protagonista<br />

de esta historia tan gloriosa. Porque si<br />

hay algo que no pueden comprar es <strong>el</strong> amor<br />

de la gente.<br />

Porque les du<strong>el</strong>e <strong>el</strong> protagonismo de las<br />

clases bajas. Les du<strong>el</strong>e, a los dirigentes, no<br />

ser <strong>el</strong>los los protagonistas. Pero Riqu<strong>el</strong>me<br />

asumió <strong>el</strong> rol protagónico, pero no sólo con<br />

fútbol: lo asumió como líder. Se expresó, a<br />

través de su botín derecho, de sus acciones,<br />

de su discurso, de sus gestos y de sus silencios.<br />

Y le costó más de quince años de guerra.<br />

El domingo, en vísperas d<strong>el</strong> decimotercer<br />

aniversario d<strong>el</strong> festejo más famoso de la historia<br />

xeneize, se volvió a repetir, un medio<br />

topo, de cara a periodistas y barra brava,<br />

en <strong>el</strong> arco de Casa Amarilla. Más de una<br />

década después, con cantidad de títulos<br />

mediante, goles, alegrías y demostraciones<br />

de grandeza, la historia sigue vigente.<br />

Porque la herida no cierra.<br />

¿Acaso no era más fácil ese 8 de abril hacer<br />

<strong>el</strong> gol, abrazarse con sus compañeros y<br />

seguir jugando ¿Acaso no hubiese sido<br />

más cómodo ser <strong>el</strong> mejor dentro de la<br />

cancha y un súbdito, un paladín d<strong>el</strong> “sí<br />

señor” fuera Claro que sí. ¿Pero sería<br />

“Juan Román Riqu<strong>el</strong>me”, <strong>el</strong> máximo<br />

exponente de la historia azul y oro ese<br />

jugador Claro que no. Porque su fútbol<br />

de exc<strong>el</strong>encia, <strong>el</strong> más hermoso que<br />

han visto estos ojos, no le llega ni a los<br />

talones a sus convicciones. Y eso, con lo<br />

que ha hecho <strong>el</strong> 10 dentro de una cancha,<br />

es mucho decir x


SER UN RIQUELME<br />

Por Sebastián Var<strong>el</strong>a d<strong>el</strong> Río<br />

x No tengo idea en qué día de mi vida me<br />

volví un Riqu<strong>el</strong>me. Si fue en aqu<strong>el</strong>la tarde<br />

de radio en la casa de un amigo en la que,<br />

mientras escuchaba un partido de Independiente,<br />

<strong>el</strong> cronista que salía al aire desde otro<br />

lado decía que en Boca había debutado un<br />

pibito que prometía. Tampoco estoy seguro<br />

si fue en la noche en la que le pedí a mi<br />

viejo que me llevara a ver a la S<strong>el</strong>ección por<br />

primera vez, porque debutaba Juan Román.<br />

Yo tenía 10 años y lo único que recuerdo con<br />

total certeza es que un tipo en la platea de<br />

la Bombonera no <strong>para</strong>ba de gritarle a Dani<strong>el</strong><br />

Passar<strong>el</strong>la: “Pon<strong>el</strong>o al nene Riqu<strong>el</strong>me”. Al<br />

nene. Son cosas que te quedan marcadas.<br />

Puede haber sido en la tarde en la que entré<br />

por primera vez al Monumental, porque por<br />

él, por Riqu<strong>el</strong>me, conocí las dos canchas<br />

más grandes d<strong>el</strong> país mirando a la S<strong>el</strong>ección.<br />

Estimo que <strong>el</strong> baile que les pegó a los<br />

uruguayos en las Eliminatorias me terminó<br />

de enamorar. Pero faltaba.<br />

Pude haberme vu<strong>el</strong>to un Riqu<strong>el</strong>me durante<br />

mi etapa como periodista. Tal vez en una<br />

tarde perdida d<strong>el</strong> 2010 en la que, con los dos<br />

encargados de la cobertura de Boca de viaje,<br />

un editor me dijo casi sin pensar: “Escribite<br />

algo de lo d<strong>el</strong> contrato de Román, que parece<br />

que se demora”. Fue la época en la que más<br />

aprendí de la profesión a la que amo. No tengo<br />

idea si me convertí en un Riqu<strong>el</strong>me en mi<br />

primera cobertura de una final internacional,<br />

allá en <strong>el</strong> Pacaembú, con Corinthians-Boca,<br />

cuando Román se vació y se fue a su casa por<br />

seis meses. Lo que no pude olvidarme fue<br />

la cara d<strong>el</strong> Patrón Bermúdez, que me miró<br />

después d<strong>el</strong> discurso de despedida d<strong>el</strong> 10 y<br />

me dijo: “¿Y ahora qué vamos a hacer”. Por<br />

ahí me convertí en un Riqu<strong>el</strong>me en su última<br />

vu<strong>el</strong>ta, con Carlos Bianchi en <strong>el</strong> banco. O en <strong>el</strong><br />

acto secreto de generosidad en <strong>el</strong> que <strong>el</strong> 10 le<br />

preguntó a un amigo sin decirme: “¿Le va ayudar<br />

al pibe con los jefes si le doy una nota”.<br />

No tengo idea en qué mañana, tarde o<br />

noche me decidí a intentar convertirme en un<br />

Riqu<strong>el</strong>me. Pero tengo muy en claro lo que es<br />

ser un Riqu<strong>el</strong>me. Porque Riqu<strong>el</strong>me hace rato<br />

que dejó de oficiar de jugador y se convirtió<br />

en un concepto y en un modo de ejercer la<br />

vida. Entonces, descubrí que ser un Riqu<strong>el</strong>me<br />

era, además de meter las más d<strong>el</strong>iciosas<br />

p<strong>el</strong>otas de gol, frenar a la barra d<strong>el</strong> club ante<br />

cada apretada. Y negarles <strong>el</strong> dinero que obtenían<br />

de otros ídolos, cómplices de alientos<br />

desmedidos. Entendí, ahí, cubriendo a Boca,<br />

que ser un Riqu<strong>el</strong>me es cenar cada jueves<br />

con los amigos d<strong>el</strong> barrio. Y que eso no<br />

cambia, tengas la que tengas y hagas lo que<br />

hagas. Que en su forma de vivir la vida puede<br />

ser perfectamente normal llevarse a comer a<br />

Puerto Madero a un hincha que venía desde<br />

la Villa 31 <strong>para</strong> verlo. O <strong>para</strong>r en un semáforo<br />

y, ante <strong>el</strong> pedido de un autógrafo de un<br />

desconocido, sacar una camiseta d<strong>el</strong> baúl,<br />

firmarla y regaláserla. O pagarle los remedios<br />

a los vecinos d<strong>el</strong> barrio o ayudar a costear la<br />

cirugía de un familiar de un amigo o devolver<br />

la plata durante una lesión <strong>para</strong> ayudar a<br />

los pibes de las inferiores. Siempre evitando<br />

que tales historias se supieran. Eso es ser un<br />

Riqu<strong>el</strong>me. Y aunque no puedo precisar <strong>el</strong> día<br />

en <strong>el</strong> que tomé la decisión definitiva, en <strong>el</strong><br />

medio logré conocerlo un poco y puedo decir<br />

que Juan Román es un hombre de bien. Y<br />

que, al fin y al cabo, muchos de los que lo denostan<br />

deberían empezar a ser un poco más<br />

Riqu<strong>el</strong>mes. Así, tal vez la vida les guarde algo<br />

lindo a la vu<strong>el</strong>ta de la esquina. En La Boca, en<br />

la Paternal o en <strong>el</strong> lugar que sea. x


ROMAN X OTROS<br />

EL ÚLTIMO<br />

DE ESTOS ÚLTIMOS<br />

Por Eduardo Sacheri - El Gráfico – Agosto de 2012<br />

22<br />

x Acerca de Riqu<strong>el</strong>me se han escrito ríos de<br />

tinta, y se han impreso páginas como <strong>para</strong><br />

empap<strong>el</strong>ar la patria entera. En estas últimas<br />

semanas, sin ir más lejos, su decisión de irse de<br />

Boca se convirtió en un tema de debate público.<br />

Al día siguiente de la final de la Copa contra<br />

Corinthians, los canales de noticias exhibían,<br />

en cámara lenta, la cara que le ponía <strong>el</strong> presidente<br />

de Boca Juniors cuando se cruzaba con<br />

Riqu<strong>el</strong>me, después d<strong>el</strong> partido. Y diversos<br />

periodistas especializados se convirtieron en<br />

consumados analistas de expresiones faciales,<br />

con <strong>el</strong> objeto de determinar si la de Ang<strong>el</strong>ici era<br />

cara de bronca o de desilusión, de despecho o<br />

de desprecio, de angustia o de rabia, de pena o<br />

de incredulidad. Horas y horas de programas de<br />

radio se dedicaron a analizar los entret<strong>el</strong>ones<br />

de su decisión, sus causas y sus consecuencias,<br />

sus antecedentes y derivaciones.<br />

Y yo me encuentro en una terrible disyuntiva.<br />

Tal vez los lectores hayan notado que su<strong>el</strong>o<br />

rehuirle, en mis columnas de El Gráfico, a los<br />

temas de actualidad. No lo hago por hacerme<br />

<strong>el</strong> difícil. Lo hago porque no soy periodistas,<br />

y carezco de su capacidad <strong>para</strong> buscar, <strong>para</strong><br />

desmenuzar, <strong>para</strong> procesar la información. Es<br />

más: ni siquiera tengo <strong>el</strong> cuero curtido como<br />

<strong>para</strong> aguantar los chubascos de la gente que te<br />

odia por las opiniones que vertís en una nota.<br />

Me imagino que los periodistas están acostumbrados<br />

al destrato cibernético de los “comentarios”<br />

en los sitios web, o a los mensajes en<br />

las redes sociales. Yo, en mi tierna torpeza, me<br />

quedo pensando, al leer un comentario que me<br />

defenestra… “¿Y a este… qué le hice”.<br />

“Zapatero a sus zapatos”, decía mi vieja<br />

cuando yo era chico y me veía deambular por<br />

la casa, demorando <strong>el</strong> momento de sentarme<br />

a hacer, de una vez por todas, los deberes.<br />

Pues bien, yo reconozco que no soy zapatero<br />

en estas labores. Soy, a duras penas, un tipo<br />

al que le gusta mucho <strong>el</strong> fútbol y le gusta escribir.<br />

Y esas dos cosas juntas confluyen acá,<br />

en estas páginas. Y algo tengo ganas de decir,<br />

sobre Riqu<strong>el</strong>me, ahora que parece que no va<br />

a jugar más por estos lados. Por lo menos en<br />

lo inmediato. Lo que sigue es lo que yo pienso<br />

de Juan Román Riqu<strong>el</strong>me.<br />

Cuando en una tribuna me pongo a conversar<br />

con uno de estos hinchas viejos, que<br />

mastican su nostalgia en cualquier platea, casi<br />

siempre se me ponen a contar de una época<br />

(“SU” época) en la que todos los jugadores<br />

tenían buen pie, y se daban la p<strong>el</strong>ota redonda<br />

unos a otros, y tiraban lujos cuando iban<br />

ganando y cuando iban perdiendo. Tal vez <strong>el</strong><br />

pasado fue así. O tal vez esos viejos <strong>el</strong>igen<br />

recordar lo que les conviene, o lo que les<br />

quedó grabado en la memoria a pura fuerza<br />

de asombro y de b<strong>el</strong>leza, por eso se suponen<br />

que <strong>el</strong> pasado fue mejor de lo que fue.<br />

Lo cierto es que a mí me tocó otra época.<br />

Esta época. Una época donde abundan los atletas<br />

que parecen tener ocho pulmones pero<br />

los pies redondos. Tipos que pueden correr<br />

doce kilómetros en noventa minutos, pero<br />

incapaces de darte un pase como la gente a<br />

cinco metros de distancia. Todos dotados con<br />

la agilidad de saltar un metro y medio desde<br />

<strong>el</strong> piso (y de paso romperse la cabeza contra<br />

un rival que sabe hacer exactamente lo mismo),<br />

pero inhábiles par aanticipar <strong>el</strong> pique de<br />

un balón que viene envenenado por <strong>el</strong> efecto.<br />

Tipos que pueden hostigar a un rival como<br />

perros que le ladran a la rueda de un colectivo,<br />

pero que no saben cómo sacar un lateral<br />

sin tirarla a dividir.<br />

Este es <strong>el</strong> mundo en <strong>el</strong> que juega Riqu<strong>el</strong>me.<br />

No es un jugador exquisito en una época de exquisiteces<br />

(suponiendo, repito, que esa época<br />

haya existido, nomás). Es un exquisito cuando<br />

casi todos han renunciado a serlo. Un gourmet<br />

en una época de hamburguesas mal cosidas.<br />

No voy a cometer <strong>el</strong> desatino de sostener<br />

que Riqu<strong>el</strong>me no corre. Sí que corre (y por<br />

algo <strong>el</strong> físico le viene pasando las facturas<br />

que le viene pasando). Es posible, empero,<br />

que corra un poco menos que estos atletas de<br />

pies chúcaros. Y sucede que Riqu<strong>el</strong>me sabe<br />

tanto, pero tanto, con la p<strong>el</strong>ota y sin <strong>el</strong>la, que<br />

usa <strong>el</strong> tiempo y la v<strong>el</strong>ocidad ajena <strong>para</strong> lo que<br />

necesita. No importa <strong>el</strong> pase de morondanga<br />

que le entregue un compañero. Riqu<strong>el</strong>me<br />

sabe recibir, domesticar ese balón, y poner <strong>el</strong><br />

cuerpo. Para Riqu<strong>el</strong>me poner <strong>el</strong> cuerpo no es<br />

ir al choque, como dos energúmenos, a ver<br />

cuál termina con más puntos de sutura. Poner<br />

<strong>el</strong> cuerpo es ubicar la pierna, y la cadera, y <strong>el</strong><br />

trasero, y la espalda, entre <strong>el</strong> rival y la p<strong>el</strong>ota.<br />

Y mientras <strong>el</strong> rival gira como un trompo <strong>para</strong><br />

encontrar un resquicio, mover apenas <strong>el</strong> cuerpo,<br />

y zarandear apenas <strong>el</strong> balón, <strong>para</strong> que su<br />

posición se mantenga inexpugnable. Y mientras<br />

hace eso, con la displicencia y <strong>el</strong> automatismo<br />

de quien espanta moscas, Riqu<strong>el</strong>me observa<br />

y piensa. Sabe tanto con la p<strong>el</strong>ota que<br />

no necesita mirarla. Y entonces puede observar<br />

al resto. A sus compañeros y a sus rivales.<br />

A los sitios de la cancha en los que están y en<br />

los que van a estar dentro de cinco, dentro<br />

de seis, dentro de siete segundos, cuando<br />

Riqu<strong>el</strong>me considere que es <strong>el</strong> momento y <strong>el</strong><br />

lugar exactos <strong>para</strong> que la cosa siga. Y ahí viene<br />

la otra parte de la magia de Riqu<strong>el</strong>me.<br />

Mi suegro, además de tenista, era un exc<strong>el</strong>ente<br />

jugadores de ajedrez. Lo que más me<br />

llamaba la atención – cuando me destrozaba<br />

en una partida- era que <strong>el</strong> tipo se anticipaba<br />

dos, tres, cuatro movidas <strong>para</strong> decidir sus acciones.<br />

Yo, que a duras penas podía tomar una<br />

cabal dimensión d<strong>el</strong> tablero tal como estaba<br />

en <strong>el</strong> momento, me enfrentaba a alguien que<br />

sabía lo que iba a suceder y lo que no. Un<br />

bombardero B-52 (él) contra un carrito de<br />

rulemanes (yo). Pues bien, Riqu<strong>el</strong>me, y los<br />

jugadores que son como Riqu<strong>el</strong>me, juegan<br />

así. Sabiendo no solo lo que pasa, sino lo que<br />

está a punto de pasar.<br />

Más de una vez le escuché decir a Alejandro


Dolina –uno de los tipos más lúcidos que andan<br />

por ahí, si se me permite- que los hombres<br />

merecen ser juzgados por sus mejores<br />

obras, no por las más mediocres. Me parece<br />

un principio absolutamente digno. Nuestras<br />

vidas, las de todos, la de Riqu<strong>el</strong>me, la de<br />

cualquiera, están llenas de actos diversos.<br />

Reprobables, dignos, rutinarios, lamentables,<br />

especiales, b<strong>el</strong>los, insípidos, despreciables.<br />

Si voy a recordar a alguien…<br />

¿qué me cuesta detenerme, sobre todo, en<br />

lo mejor que hizo<br />

Yo no puedo meterme a describir, ni mucho<br />

menos a juzgar, qué motivos tiene Riqu<strong>el</strong>me<br />

<strong>para</strong> proceder como lohace. Ni puedo decir<br />

si hace bien, o hace mal. No soy quién <strong>para</strong><br />

detenerme a juzgar si fue un tipo conflictivo<br />

o armonioso, amarrete o generoso, materialista<br />

o bohemio. Si a duras penas uno<br />

conoce a las personas con las que convive…<br />

¿Qué puedo yo saber d<strong>el</strong> modo de ser de<br />

alguien a quien vi a través de una pantalla<br />

de t<strong>el</strong>evisión, o a setenta metros de distancia<br />

y desde una tribuna Mucho menos<br />

puedo anticipar lo que será de la vida de<br />

Riqu<strong>el</strong>me en <strong>el</strong> futuro.<br />

Lo único que puedo rescatar es esto: que<br />

Riqu<strong>el</strong>me hizo de este juego d<strong>el</strong> fútbol, que a<br />

mí me gusta tanto, algo más lindo que lo que<br />

habría sido si Riqu<strong>el</strong>me no hubiera jugado.<br />

Y habiendo, en <strong>el</strong> fútbol y afuera d<strong>el</strong> fútbol,<br />

tanta gente dispuesta a generar y reproducir<br />

mugre y fealdad –basta con mirar un rato de<br />

t<strong>el</strong>e, por ejemplo-, yo me quedo con eso.<br />

Creo que existen dos clases de grandes<br />

jugadores. Los que te provocan asombro<br />

porque nunca hacen lo que uno se supone<br />

que va a hacer. Y los que te provocan asombro<br />

porque, aunque hagan lo que uno<br />

supone que van a hacer, no hay manera de<br />

impedírs<strong>el</strong>o. Y Juan Román Riqu<strong>el</strong>me es de<br />

estos últimos. Tal vez –ojalá que no-, <strong>el</strong> último<br />

de estos últimos x<br />

* Ilustración Gonza Rodríguez


ROMAN X OTROS<br />

LEYENDA URBANA<br />

Por Marc<strong>el</strong>o Máximo - Augol<br />

24<br />

x El hombre que patea los sueños y sopla<br />

tu casita de naipes. El mito urbano se hizo<br />

realidad, y en su costal de arpillera un viejo<br />

feo y de ojos siniestros se acaba de llevar al<br />

último de los románticos. La historia d<strong>el</strong> tipo<br />

que le caga la vida a todo grande que juegue<br />

como un chico.<br />

-“Cuide señora y mire <strong>el</strong> potrero, porque<br />

esta tarde vamo’ a robar, algún enganche <strong>para</strong><br />

<strong>el</strong> puchero porque a este fútbol no juegan<br />

nunca más”.<br />

El mejor juega de diez, eso pasa en <strong>el</strong> patio<br />

d<strong>el</strong> colegio con un bollo de pap<strong>el</strong> o en <strong>el</strong><br />

cordón de la vereda con la chapita de gaseosa.<br />

Sin embargo, cuenta la historia que<br />

Román, antes de ser <strong>el</strong> mejor jugador que<br />

haya vestido la camiseta de Boca –goles, lujos,<br />

sueños y arte- era un chiquilín caprichoso,<br />

capaz de sacarse los mocos fríos de un<br />

duro invierno en Torcuato con <strong>el</strong> buzo, con<br />

las mangas. Los pegaba debajo de la mesa,<br />

como los chicles en los pupitres y escribía<br />

las paredes con crayones de colores como<br />

todo artista que ofrece su talento al mundo<br />

con apenas unos años.<br />

Inquieto y reb<strong>el</strong>de, negador de sopas y<br />

caldos, a Juan Román su madre lo ha<br />

amenazado con <strong>el</strong> viejo de la bolsa,<br />

evidentemente. ¿A quién<br />

no Si con tan sólo amagar<br />

con meter los dedos en <strong>el</strong><br />

enchufe –riesgo y adrenalina<br />

como un caño en área propia- asomaba<br />

la voz grave de una madre y ese cuento. La<br />

historia de un tipo grande, muy grande, feo y<br />

con una bolsa de arpillera al hombro llegaba,<br />

golpeaba las manos y éramos entregados a un<br />

destino incierto.<br />

De noche, incluso, los sueños y pesadillas y<br />

esa recreación de la escena nos daban una<br />

vaga idea de esa figura oscura, y también ordinaria.<br />

Manos grandes, boca grande, arrugas,<br />

muchas arrugas, ojos siniestros… como la<br />

vieja de mierda que nunca nos daba la p<strong>el</strong>ota<br />

cuando, en intentos fallidos de sombreros sin<br />

galera, se nos iba a la casa de al lado.<br />

Ese miedo solo era neutralizado a puro<br />

toque, con dibujos de<br />

gambeta y creatividad.<br />

Porque, contra eso, no<br />

había viejo ni bolsa ni<br />

leyenda urbana de<br />

costales y sustos<br />

de una madre que<br />

apenas pretende<br />

que hagas la tarea<br />

antes de salir<br />

a jugar a la p<strong>el</strong>ota<br />

hasta que caiga<br />

<strong>el</strong> sol y que la luna enciende los reflectores de<br />

un estadio imaginario.<br />

Una vez, <strong>el</strong> viejo feo y ordinario, puso en esa<br />

bolsa al Garrafa de Banfi<strong>el</strong>d, nada menos. Lírico<br />

de un potrero de agujeros y matas de pasto<br />

amarillo, Sánchez jugaba a la p<strong>el</strong>ota como un<br />

artista callejero que se gana <strong>el</strong> mango en las<br />

esquinas con semáforo. Jugaba a la gorra. Y<br />

eso, claro, no gustaba. Porque la especialidad<br />

de este tipo es cagarle la vida a todo grande<br />

que juegue como un chico.<br />

Y de tanta fábula, llegó <strong>el</strong> día inesperado. Y <strong>el</strong><br />

viejo entró, y lo fue a buscar al patio de su casa.<br />

Román, tal vez sea un jugador que todos<br />

inventamos cuando apoyamos la cabeza en<br />

la almohada. Imaginario, creado en las mentes<br />

de quienes piensan que un hombre y una<br />

p<strong>el</strong>ota pueden dibujar sonrisas, ac<strong>el</strong>erar corazones<br />

y empañar ojos iluminados por <strong>el</strong> juego.<br />

Tal vez sea un invento, porque hay tipos a los<br />

que la camiseta les queda pintada a mano,<br />

como un mural callejero x


EL JUGADOR DISTINTO<br />

Por Ari<strong>el</strong> Greco - 28/02/2011 en <strong>el</strong> Blog de El Último Diez<br />

x El periodismo deportivo argentino tiene,<br />

entre tantos otros defectos, la tendencia a<br />

abusar d<strong>el</strong> concepto de “jugador distinto”.<br />

Basta con que algún pibito en su tercer partido<br />

en primera división gambetee a dos rivales<br />

y tire un caño <strong>para</strong> que ya merezca tal calificación.<br />

Lo curioso es que casi de inmediato<br />

a ese “jugador distinto” se le encuentra un<br />

parecido a algún colega de mayor trayectoria.<br />

Sin ir más lejos, <strong>el</strong> último Sudamericano<br />

Sub 20 nos regaló a un “nuevo Messi” con la<br />

aparición de Juan Manu<strong>el</strong> Iturbe, por más que<br />

tenemos como diez años más <strong>para</strong> disfrutar<br />

d<strong>el</strong> verdadero.<br />

Formulada esa aclaración y teniendo en cuenta<br />

<strong>el</strong> significado literal de la frase, <strong>el</strong> verdadero<br />

“jugador distinto” d<strong>el</strong> fútbol argentino es Juan<br />

Román Riqu<strong>el</strong>me. Es tan distinto, que es único.<br />

Es discutible si fue (es) o no <strong>el</strong> mejor de su tiempo,<br />

e incluso ni siquiera importa demasiado.<br />

De lo que no hay dudas es que <strong>el</strong> mote de “jugador<br />

distinto” le pertenece a #JR<strong>10.</strong><br />

Es distinto por definición, porque no hay o no<br />

quedan jugadores que se le parezcan.<br />

Es distinto por la manera en que forja su talento,<br />

ya que su calidad no está acompañada<br />

por grandes condiciones físicas: no es rápido,<br />

no es potente ni es explosivo como otros futbolistas<br />

talentosos.<br />

Es distinto en la cancha, cuando encuentra<br />

<strong>el</strong> pase que ninguno de los otros 21 protagonistas<br />

vio y que termina siendo la mejor<br />

opción posible.<br />

Es distinto en la manera de pensar <strong>el</strong> juego,<br />

ya que disfruta más de asistir a un compañero<br />

que de convertir su propio gol.<br />

Es distinto en <strong>el</strong> trato con la prensa, capaz de<br />

ignorar a los programas líderes de audiencia<br />

por no comulgar con sus conductores, pero<br />

sentarse a darle la nota de tapa a los pibes de<br />

la “Garganta poderosa”, la revista que hacen<br />

en <strong>el</strong> Barrio Zavaleta, uno de los más complicados<br />

de la Ciudad de Buenos Aires.<br />

Es distinto en <strong>el</strong> momento de tomar decisiones<br />

trascendentales como no jugar un Mundial,<br />

por detalles que al resto d<strong>el</strong> mundo le pueden<br />

parecer ínfimos, pero que por su manera de<br />

pensar y de sentir son innegociables.<br />

Es distinto en no medir <strong>el</strong> poder de sus<br />

eventuales adversarios, desde dirigentes a jugadores,<br />

entrenadores, periodistas o hinchas<br />

rentados, con los riesgos que <strong>el</strong>lo implica y aun<br />

sabiendo que su posición quedará debilitada.<br />

Y hasta es distinto en la r<strong>el</strong>ación con esos enemigos,<br />

ya que en todos los enfrentamientos<br />

que tuvo, reales o ficticios, concretos o armados,<br />

pequeños o grandes, jamás le faltó <strong>el</strong> respeto<br />

ni descalificó en público a ninguno de <strong>el</strong>los<br />

y nunca le negó los <strong>el</strong>ogios que <strong>el</strong> eventual<br />

contrincante se merecía por su trayectoria.<br />

Se podrían seguir enumerando razones por<br />

las que se lo puede catalogar de distinto. Pero<br />

la manera más clara <strong>para</strong> explicarlo la entrega<br />

la coyuntura. Juan Román Riqu<strong>el</strong>me es tan distinto<br />

que no entra en las fórmulas de los que<br />

piensan que la única manera de llegar al 10 es<br />

sumando 4 + 4 + 2 x


ROMAN X OTROS<br />

UNA NOCHE EN EL<br />

TEATRO DE LA BOCA<br />

Por Leandro Ulloa - 13/05/2014 luego d<strong>el</strong> triunfo 3-1 vs. Lanús en La Bombonera<br />

26<br />

x El domingo fui al teatro. Me tocó una obra<br />

especial, con una cantidad de público fuera<br />

de lo normal: más de cincuenta mil personas.<br />

¿La ambientación Épica, anocheciendo y<br />

con una lluvia constante que le imprimía<br />

<strong>el</strong> grado exacto de dramatismo. Pero no<br />

había línea temporal. Podía ser 1998,<br />

2001, 2007 o 2014.<br />

Había veintiún actores de reparto y un<br />

protagonista excluyente, muy marcado.<br />

¿Cómo me di cuenta Por la gente. Por<br />

momentos también era protagonista de<br />

la obra, eso me pareció bastante curioso,<br />

pero original. Sabía los momentos exactos<br />

en los cuáles debía participar.<br />

Antes d<strong>el</strong> inicio, se tocó <strong>el</strong> Himno Nacional<br />

Argentino. Y <strong>el</strong> público aprovechó la música<br />

<strong>para</strong> entonar un Himno clásico, local, que<br />

constaba en corear <strong>el</strong> nombre de dicho<br />

protagonista con cuerpo y alma. Bastante<br />

particular por cierto. También<br />

nombraron a un villano, pero no pareció<br />

tener demasiada trascendencia en lo que<br />

respecta a lo que sucedía en <strong>el</strong> escenario.<br />

Y ahí empezó <strong>el</strong> show. Una, dos, tres, diez<br />

veces la gente volvió a repetir <strong>el</strong> Himno clásico,<br />

cada vez con más fuerza y frecuencia. Y <strong>el</strong><br />

protagonista, tiempista en su performance,<br />

daba pie con su actuación <strong>para</strong> que la gente<br />

entrara en escena.<br />

Hubo un momento de éxtasis, <strong>el</strong> mejor de<br />

todos los capítulos de la obra, cuando él ridiculizó<br />

con un fino movimiento a uno de los<br />

actores de reparto y provocó la más ruidosa<br />

de las ovaciones. Por poco que me asusté.<br />

Alcancé a ver algunas lágrimas de alegría y<br />

emoción derramadas por ahí.<br />

Y de repente llegó <strong>el</strong> final. O por lo menos<br />

<strong>para</strong> él, porque los demás siguieron actuando<br />

unos minutos más pero ya sin demasiada<br />

atención d<strong>el</strong> público. Las 50.000 almas se<br />

pusieron de pie -aunque admito que hubo<br />

un sector que no lo hizo- y se rindieron a los<br />

pies d<strong>el</strong> protagonista. Aplaudieron aún más<br />

fuerte de lo que lo habían hecho durante<br />

toda la obra. Diez veces más fuerte. Y le<br />

juraron amor eterno. Querían más funciones.<br />

Cuando todo terminó, él agradeció a su<br />

público, revoleó su vestimenta por sobre su<br />

humanidad durante largos segundos y recibió<br />

la última de las ovaciones, cargada de una<br />

emoción difícil de reproducir en palabras. Se<br />

metió al camarín y desapareció.<br />

Quedé intrigado por semejante performance.<br />

Me sentí afortunado de haber ido<br />

a tan importante obra, en un día al parecer<br />

muy especial. Me acerqué a uno de<br />

los más fervorosos fanáticos, que estaba<br />

emocionado sentado en un escalón, y le<br />

expresé: “Qué actuación la d<strong>el</strong> muchacho<br />

eh, que suerte que vine justo en esta<br />

noche”. Me miró extraño, como entendiendo<br />

que era mi primera vez allí, y me<br />

contestó: “Esto, pibe, es siempre así: hace<br />

17 años que, en este escenario, estamos<br />

disfrutando de la mejor de las obras” x


“Sería un músico habilidoso, con un sentido casi total de la cancha, o sea un<br />

gran compositor, y mete goles. Sería Charly García. Un genio. Charly tiene hits,<br />

serían los goles de Román. Tiene un gran sentido de la composición, que es lo<br />

que tiene Román cuando está en la cancha. Y los dos son hábiles y pícaros”.<br />

FITO PAEZ<br />

“Uf, Román, chapeau. Tengo dos camisetas firmadas por todo <strong>el</strong> equipo, pero<br />

<strong>para</strong> mí Riqu<strong>el</strong>me es un grande, un gran jugador”.<br />

CARLOS ‘INDIO’ SOLARI<br />

“Lo que le da Riqu<strong>el</strong>me a Boca es que cuando todos corren, él piensa. No hay<br />

muchos jugadores de esos”.<br />

JUAN SEBASTIÁN VERÓN<br />

“Si yo fuera entrenador o pudiera hacer un equipo, Juan Román Riqu<strong>el</strong>me<br />

jugaría siempre”.<br />

ZINEDINE ZIDANE<br />

“Me gusta ver a Riqu<strong>el</strong>me, tuve la suerte de compartir con él y la de jugar con<br />

él, ha sido de los mejores que he visto. Es un fuera de serie”.<br />

ANDRÉS INIESTA


ROMAN X OTROS<br />

28<br />

ROMÁNXROMÁN<br />

F A C E B O O K D O C U M E N T A L R O M A N X R O M A N<br />

T W I T T E R @ R O M A N X R O M A N 1 0<br />

Y O U T U B E R O M A N X R O M A N 1 0<br />

W W W . R O M A N X R O M A N . C O M

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!