Haciendo Justicia - Acceso al sistema

62 • JANE F. CüLLIER
Incluso antes de que los simpatizantes del PRI intentaran cerrar las
agencias formadas por los partidos opositores, los zinacantecos preferían
sus propios métodos de manejo de conflictos frente a los aplicados
por los oficialmente encargados de hacer cumplir la ley. Cuando
inicié mis estudios sobre procedimientos legales en Zinacantán en los
años sesenta, los lugareños comparaban sus propios juzgados, que
consideraban enfocados a promover la reconciliación entre las partes,
con los juzgados y las instituciones legales del Estado, las cuales, según
su experiencia, tendían a exacerbar los conflictos en lugar de resolverlos.
Evidentemente, los funcionarios del Estado que formaban
las instituciones legales gubernamentales, estaban mal equipados para
ayudar a los querellantes indígenas a resolver sus conflictos de manera
que éstos pudieran proseguir sus relaciones. Pero también es cierto
que la mayoría de los zinacantecos que apelaban a las autoridades estatales
no buscaban soluciones conciliatorias. Deseaban venganza o
sacar ventaja personal. En los años sesenta, por ejemplo, los líderes de
una facción acusaban con frecuencia a los líderes rivales de delitos graves,
con el fin de lograr su encarcelamiento, o al menos para obligarlos
a gastar grandes sumas de dinero en abogados que los defendieran.
De igual forma, quienes tenían los recursos culturales y monetarios
para acercarse a las autoridades extracomunitarias lo hacían en ocasiones
con la esperanza de usar las leyes del Estado para evadir sus
obligaciones consuetudinarias, como aquellas relacionadas con el pago
de la dote o con prácticas sobre la herencia.' Pero originalmente, cuando
estudié los procesos legales en los años sesenta, nadie temía perder
su acceso a los foros locales donde se promovían medidas conciliatorias.
En ese entonces, los hombres prominentes y los líderes políticos
preferían ayudar a sus parientes y vecinos a lograr acuerdos dentro de
la comunidad, porque aquellos que lograban reconocimiento por su
habilidad para ayudar a otros a resolver sus problemas atraían seguidores
a sus facciones.
1En los años sesenta, e! común de los zinacantecos rara vez acudían a las autoridades externas porque
carecían de las habilidades lingüísticas y los recursos monetarios para hacerlo. En ese entonces, la
mayoría de los zinacantecos eran monolingües de! tzotzil, con poco acceso a dinero en efectivo. Con e!
fin de contactar agentes externos, debían recurrir al apoyo de algún líder político. Ya en los noventa la
mayoría de los hombres hablaban español, aunque la mayoría de las mujeres seguían siendo monolingües
y analfabetas. Como resultado, pocas mujeres contaban con la opción de acudir a autoridades externas
cuando sentían que las locales pudieran estar prejuiciadas contra ellas. Con todo, las divisiones
políticas desarrolladas a partir de los setenta habían permitido que las mujeres que temían actitudes parciales
en una agencia acudieran a otra controlada por un partido contrario, siempre que buscara obtener
venganza o ventaja personal y no una reconciliación.