Haciendo Justicia - Acceso al sistema

DERECHO YDIFERENCIA ÉTNICA' 449
Los trabajadores sociales andan por las vecindades, estimulados por
el "Área Metropolitana" del INI. Cuando los niños no están en la escuela,
han buscado algún maestro que pueda estar con ellos, jugando, pintando,
y así evitar que vayan a las calles. Igualmente han servido los
cursos de escuela para padres promovidos por la institución con el fin
de orientar a los padres sobre cómo deben educar a sus hijos. Todos estos
intentos de transformar las condiciones de los niños se confrontan
con la justificación de que en el pueblo es diferente, de que es costumbre
dar unas nalgadas a sus hijos. De esta forma, muchos acceden a los
cursos con la sola idea de evitar problemas con la justicia. La labor de
los cursos debe ser inmensa para que se pueda mantener un diálogo
que rebase las costumbres de estas mujeres. Esta misma persona del
testimonio comenta que, además de los casos de maltratos, son varios
los casos de violación de niños en las vecindades. Son principalmente
niñas de lOa 12 años las que son violadas por hombres de la calle, e
incluso por gente de la misma vecindad. Esto no es particular de una
vecindad sino que ocurre en varias como se pudo verificar.
En búsqueda de solucionar los problemas con la justicia, integrantes
de las organizaciones indígenas apelan a todo lo posible incluso a su
idioma. Un caso interesante fue el experimentado por un señor mazahua
que cuando llevado a la procuraduría por haber cometido un delito
contra sus hijos manifestó que no sabía hablar el español y, por lo
tanto, no podría declarar. Inesperadamente, la procuraduría consiguió
rápidamente un traductor, pero la verdad es que el señor no sabía manifestar
su idioma sino sólo el español. Alegar el desconocimiento había
sido una manera de evadirse de las declaraciones.
Uno de los casos que involucró a niños otomíes ejemplifica bien el
problema con los niños que han vivido los indígenas en la ciudad. Bajo la
acusación de maltrato y trabajo infantil forzado, fueron retirados dos
niñas y un niño de una familia otomí. El caso llegó a la justicia por denuncia
de la niña más grande, lo que tampoco es muy raro. Los infantes
no estaban frecuentando la escuela y seguían a los padres cuando
éstos salían a vender. La niña más grande, de 11 años, circulaba por la
ciudad ayudando en la venta, sin embargo, se involucró con adultos, se
prostituyó y hacía uso de drogas. Por dos veces esta niña fue recogida
por la justicia, cuando definitivamente se declaró su aislamiento de la
familia junto a los otros niños involucrados.
Los padres buscaron al INI y argumentan que llevan sus hijos con
ellos cuando salen a trabajar porque no tienen con quién dejarlos. La