Jéssica Cohen Villaverde y José Mª Blanco Navarro
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EL CRIMEN ORGANIZADO<br />
Y<br />
LA ESTABILIDAD ESTATAL EN MÉXICO<br />
Autores:<br />
Jessica <strong>Cohen</strong> <strong>Villaverde</strong> / <strong>José</strong> María <strong>Blanco</strong> <strong>Navarro</strong><br />
Institución de procedencia:<br />
Guardia Civil<br />
Resumen:<br />
El objetivo de la comunicación es analizar la influencia del crimen organizado<br />
en la estabilidad de un país, potenciando la fragilidad de sus instituciones como<br />
vía para la obtención de beneficio económico. Tras exponer el contexto de la<br />
violencia en México, la presentación se centrará en el análisis de los factores y<br />
actores involucrados en el fenómeno, con especial referencia a cinco dimensiones<br />
clave de control en la acción de los carteles: el control territorial, el control<br />
sobre instituciones –políticas, policiales, judiciales, y penitenciarias-, el control<br />
económico y comercial, el control social, y el desarrollo de la narco cultura.<br />
Finalizará la comunicación con una visión sobre la respuesta estatal, a través de<br />
una aproximación multidimensional, que incluya aspectos políticos, económicos,<br />
sociales, así como de seguridad e inteligencia.<br />
Nota biográfica de los autores:<br />
Jessica <strong>Cohen</strong> <strong>Villaverde</strong> es Analista de Inteligencia en Seguridad Internacional<br />
en el sector privado. Criminóloga y Master en Análisis de Inteligencia.<br />
1
Colaboradora del Centro de Análisis y Prospectiva de la Guardia Civil. Profesora<br />
en el Master de Inteligencia Económica del Instituto de Ciencias Forenses y<br />
Seguridad (UAM). Investigadora en proyectos de la Unión Europea en materia<br />
de extremismo y radicalización.<br />
<strong>José</strong> María <strong>Blanco</strong> <strong>Navarro</strong> es Director del Centro de Análisis y Prospectiva<br />
de la Guardia Civil. Director del Área de Estudios Estratégicos e Inteligencia<br />
del Instituto de Ciencias Forenses y de Seguridad (UAM) y Director del título<br />
de Experto en Análisis de Inteligencia. Redactor Jefe de la Revista Cuadernos<br />
de la Guardia Civil. Consejero del Instituto Universitario de Investigación en<br />
Seguridad Interior (UNED).<br />
Palabras clave:<br />
Narcotráfico, narco cultura, fragilidad del estado, narco insurgencias, carteles.<br />
1. CONTEXTO. LA VIOLENCIA EN MÉXICO<br />
El conocimiento de la historia es clave para la comprensión de cualquier<br />
tipo de fenómeno, e igualmente es un factor para el estudio de las políticas a<br />
adoptar (con la ayuda, por ejemplo, del análisis de lecciones aprendidas), y los<br />
posibles escenarios de futuro. A través de un breve repaso histórico se pueden<br />
identificar algunos factores determinantes.<br />
En las montañas de Sierra Madre (que cubren zonas limítrofes de los<br />
estados de Sinaloa, Sonora, Durango y Chihuaua), se produce opio desde hace<br />
más de un siglo. Encontramos en este detalle un primer factor de tipo geográfico<br />
a considerar. Hay que remontarse a 1876, a la dictadura de Porfirio Díaz, años<br />
en que el opio se introduce en Sinaloa, cuando inmigrantes chinos, que viajaban<br />
a México para trabajar en minas o en la construcción del ferrocarril, introducen<br />
2
semillas que encuentran un magnífico ecosistema en el clima de Sierra Madre.<br />
Empiezan a surgir los “fumaderos”. Comienzan a configurarse redes de tráfico<br />
chinas que empiezan a percibir un enorme mercado al norte, que lleva a destacar<br />
un segundo factor, histórico y permanente, la existencia de una demanda. El<br />
tercer factor a considerar sería, también geográfico, la existencia de una extensa<br />
frontera entre México y Estados Unidos, de difícil control.<br />
Los años 20, con la denominada Ley Seca, ofrecen una nueva oportunidad<br />
a traficantes de alcohol mexicanos, que a la finalización de la prohibición<br />
necesitan encontrar nuevos ingresos. En esos momentos fijan su atención en el<br />
lucrativo negocio del tráfico de opio y heroína de las redes chinas, iniciándose por<br />
parte de grupos mexicanos una fase de violencia y racismo hasta la expropiación<br />
de dicho negocio. Por tanto, un cuarto rasgo característico del fenómeno a estudiar<br />
es su capacidad de adaptación, un fenómeno resiliente, como se mostrará<br />
en su evolución histórica.<br />
En los años 40 crece el negocio de opio en Sinaloa. Algunas teorías<br />
señalan como causa la demanda del gobierno norteamericano para la producción<br />
de morfina para sus soldados en la Segunda Guerra Mundial. Ya en los años 60,<br />
el fenómeno hippie en Estados Unidos genera una nueva demanda de marihuana,<br />
que llevó a extender plantaciones desde Sinaloa, hasta Durango, Jalisco, Oaxaca<br />
y Guerrero.<br />
El Partido Revolucionario Insitucional (PRI) gobernó México entre 1929<br />
y 1989. El gobierno conocía las actividades de narcotráfico, actuando como un<br />
árbitro que resolvía disputas a cambio de apoyos económicos. Un sistema de<br />
alta estabilidad, donde unas normas no escritas mantenían los tráficos ilícitos<br />
y los pagos debidos. Este sería, por tanto, un quinto factor clave a destacar,<br />
la involucración o acción del Estado mexicano sobre el fenómeno. El fenómeno<br />
de las plazas, referido inicialmente a la jurisdicción de una autoridad policial,<br />
es adoptado por los traficantes para referirse al control de una zona o de un<br />
corredor para el tráfico. Cada plaza contaba con un líder encargado de gestionar<br />
el negocio y lograr la involucración y protección policial.<br />
Richard Nixon fue el primer presidente norteamericano en declarar la<br />
3
Guerra contra las Drogas, y creó en 1973 la Drug Enforcement Administration<br />
(DEA). Sexto factor a considerar, la acción de los Estados Unidos frente a esta<br />
problemática, tremendamente polémica en varias fases de la historia, especialmente<br />
en relación a las actividades de la CIA, como la propia documentación<br />
desclasificada ha mostrado, concretamente a través de la financiación de la contra<br />
en Centroamérica con ingresos del tráfico de drogas (CIA, 1998).<br />
Un importante punto de inflexión se produce con la denominada Operación<br />
Cóndor en 1976, con un despliegue de 10.000 soldados, aviones, y destrucción<br />
de plantaciones, y el apoyo de la DEA. Era preciso encontrar nuevos<br />
mercados, momento en el que desde México comienzan a mirar al sur, concretamente<br />
hacia Colombia. Destaca así un sexto factor, la capacidad para detectar<br />
nuevos productos, amparándose en factores de nuevo geográficos, como es en<br />
este caso el mínimo control en Colombia, y las redes ya existentes en México<br />
y Estados Unidos, además de la continua innovación en rutas. Esta capacidad<br />
para variar el foco geográfico de los tráficos se denomina balloon effect.<br />
La presión ejercida sobre la zona de Miami contra el tráfico de cocaína<br />
colombiana, a comienzos de los 80, hace que el cártel de Medellín busque una<br />
nueva vía de entrada en Estados Unidos. México se convierte de nuevo en el<br />
trampolín necesario, al contar con rutas y con redes utilizadas para el tráfico de<br />
opio, heroína y marihuana. Llegamos de esta forma a la época de los grandes<br />
traficantes mexicanos, destacando la figura de Rafael Caro Quintero, y de Miguel<br />
Ángel Félix Gallardo, el “Jefe de Jefes”, líder del cártel de Guadalajara.<br />
Dos momentos históricos destacan a partir de esos años. El primero<br />
de ellos es el caso de Kiki Camarena, agente de la DEA secuestrado, torturado<br />
y asesinado, como supuesta respuesta de Félix Gallardo, Juan Ramón Matta<br />
Ballesteros y Caro Quintero a las operaciones mexicanas, con el apoyo americano,<br />
contra el grupo y sus actividades. El segundo momento es la reunión<br />
convocada en 1989 en Acapulco, dirigida por Félix Gallardo “El Padrino” desde<br />
la prisión, en la cual se reparte el negocio entre cárteles (<strong>Blanco</strong>merlas, 2002).<br />
En esa cita aparecen referenciados personajes trágicamente famosos en los últimos<br />
años: Guzmán Lorea, más conocido como “El Chapo”, que recibió zonas<br />
4
de Baja California y Sonora, y que crearía el poderoso cártel de Sinaloa; Rafael<br />
Aguilar, la zona de Juárez hasta Nuevo Laredo, de la que se harían cargo posteriormente<br />
Armando y Vicente Carrillo Fuentes, el conocido cártel de Juárez;<br />
o los hermanos Arellano Félix, que lo harían con el cártel de Tijuana.<br />
Este reparto no tardó en despertar las ansias de control de los diferentes<br />
cárteles, lo que llevó a una cruenta guerra que prosigue en nuestros días. Sería el<br />
séptimo factor por tanto a destacar, la proliferación de grupos en lucha continua<br />
disputando plazas, rutas, mercados e ilícitos diversos con los que traficar. Un<br />
sistema en el que un estado se enfrenta a múltiples actores que se unen o separan<br />
en base a criterios de oportunidad, pero que también se enfrentan entre ellos. A<br />
esa historia también pertenece otro de los episodios más relatados, el asesinato<br />
del cardenal Posadas Ocampo, a quienes los de Tijuana confundieron con el<br />
Chapo Guzmán, en un espectacular tiroteo en el aeropuerto de Guadalajara<br />
en mayo de 1993. O la primera acción que puede considerarse como un acto<br />
de narcoterrorismo, la bomba en una plaza en Morelia (Michoacán) en 2008,<br />
que causa 8 muertos y 100 heridos, enmarcada en la guerra entre la Familia<br />
Michoacana y los Zetas.<br />
La finalización del largo periodo de gobierno del PRI supone un nuevo<br />
punto de inflexión. Vicente Fox rompe su hegemonía en 2001, lo que supone<br />
una transición hacia un sistema más democrático. Nada más iniciar su mandato<br />
se produce la fuga de una prisión de alta seguridad en Gadalajara del Chapo<br />
Guzmán, apoyado por una impresionante red de corrupción. El hecho a destacar<br />
es que el fin del control semidictatorial de un partido introduce más actores en el<br />
sistema, acaba con el papel de árbitro del PRI y relanza la guerra por el tráfico.<br />
Por tanto un nuevo factor a considerar, el octavo, sería el liderazgo y control<br />
desde el gobierno o desde el lado de los narcotraficantes. Ese control garantiza<br />
un flujo de actividad económica, ilegal, alimenta el sistema, pero estabiliza la<br />
violencia.<br />
Tras la explosión de la guerra entre cárteles, especialmente tras la aparición<br />
de los Zetas, y con su máxima expresión en Nuevo Laredo en 2005, se llega<br />
a la denominada tercera generación. Los grupos, con presencia de antiguos<br />
5
policías, recurren especialmente a reclutar a militares, sobre todo del grupo de<br />
élite GAFE (Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales), y también en el caso de<br />
los Zetas a kaibiles, duros miembros de las fuerzas especiales de Guatemala.<br />
Tecnologías de comunicaciones avanzadas, medios bélicos (helicópteros, armas<br />
de gran calibre, narcofurgones blindados, submarinos), se unen a complejas estructuras<br />
financieras, expansión internacional y modus operandi en el que el<br />
terror se lleva a su máxima expresión. La acción paramilitar, con objetivo de<br />
control territorial, alcanza un nuevo nivel. Novena lección aprendida, en función<br />
de los objetivos, y los modus operandi utilizados, los fenómenos muestran su<br />
evolución. Las políticas a adoptar deben considerar a qué fenómeno se enfrentan<br />
en cada momento.<br />
La etapa del gobierno de Calderón se caracterizó por un endurecimiento<br />
de la Guerra contra el Narcotráfico y una militarización del conflicto por ambas<br />
partes. La violencia se dispara y se manifiesta un incremento en homicidios,<br />
secuestros y extorsión. El terror se utiliza por parte de los grupos contra<br />
competidores y miembros del gobierno, a través de decapitaciones, torturas y<br />
narcomantas. México despliega 96.000 militares, miles de marines, en estados<br />
y ciudades. Las incautaciones de droga, así como las detenciones de líderes<br />
criminales se disparan sin disminuir la actividad criminal. Las cifras difieren,<br />
pero se señala que en el periodo de 6 años, desde 2006 hasta 2012, se contabilizan<br />
47.000 fallecidos. Las violaciones de derechos humanos no han quedado<br />
al margen de esta guerra. La Iniciativa Mérida, de Estados Unidos, apoya la<br />
militarización y tratamiento policial del fenómeno, dejando poco espacio a otras<br />
necesidades que ataquen más directamente las causas profundas como la desigualdad,<br />
educación, desempleo, control de armas estadounidenses que fluyen<br />
directamente hacia México, o acciones sobre la demanda de drogas de Estados<br />
Unidos (Brands, 2009). Obtenemos de aquí una décima lección aprendida, el<br />
fenómeno no puede combatirse únicamente desde una visión militar, como una<br />
guerra. Por un lado, los niveles de homicidio son inaceptables. Por otra parte, se<br />
ha mostrado la incapacidad del estado para ofrecer seguridad a los ciudadanos.<br />
El surgimiento de las autodefensas (el fenómeno de vigilantes), así como la pri-<br />
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vatización de la seguridad (como en Ciudad Juárez) son evidencias de fragilidad<br />
del estado y de fracaso en sus políticas.<br />
2. FRAGILIDAD ESTATAL, CÁRTELES, NARCOTRÁFICO, Y<br />
NARCOINSURGENCIA<br />
Un continuo tema de debate académico es la conceptualización del fenómeno<br />
que se produce en México. Desde expertos que se decantan por señalar<br />
que es una forma de Crimen Organizado, debido al fin de lucro económico<br />
perseguido, hasta aquellos que lo consideran narcoinsurgencia. Conceptos a su<br />
vez que se relacionan con los de estados fallidos, estados frágiles, narcoestados<br />
o narcoterrorismo.<br />
México está muy lejos de ser un estado fallido (International Crisis<br />
Group, 2013). Un estado fallido, concepto sometido a un amplio debate, sería<br />
aquel que no es capaz de proveer de bienes y servicios básicos a sus ciudadanos,<br />
que no puede garantizar su seguridad frente a grupos armados y carece de legitimidad<br />
dado que un porcentaje amplio de las élites y de la sociedad rechazan las<br />
reglas existentes (Call, 2010). Siguiendo, a sensu contrario, las teorías de Max<br />
Weber, un estado fallido es aquel que no goza el monopolio del uso legítimo de<br />
la fuerza, llegando a ser dudosa incluso la propia consideración de estado.<br />
Tampoco es adecuado, ni justo, tratar a México como un estado frágil.<br />
Según la OCDE un estado frágil es aquel incapaz de satisfacer las expectativas<br />
de sus ciudadanos o gobernar los cambios en las mismas a través del proceso<br />
político. Pero sí presenta muchas debilidades, relacionadas con la seguridad y<br />
que afectan a ciudades y estados determinados, además de contar con una serie<br />
de factores que potencian o facilitan la persistencia del crimen organizado. Se<br />
trata de la decimocuarta economía del mundo, aunque un 46% de la población<br />
sufre pobreza. La elevada tasa de corrupción institucional y la extraordinaria<br />
impunidad, manifiestan deficiencias en las obligaciones del estado hacia la seguridad.<br />
Conceptualmente de mayor interés en este caso, Sullivan (2014) destaca<br />
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la existencia de narcociudades, una aplicación de los conceptos de estados fallidos<br />
y estados frágiles a los municipios mejicanos. Estas narcociudades tendrían<br />
diferentes formatos, como poblaciones con extremos niveles de violencia, poblaciones<br />
en disputa por diferentes cárteles, o poblaciones bajo control narco. En<br />
su nivel más extremo existen ciudades con una ausencia de legitimidad y capacidad<br />
del poder público, espacio ocupado por entidades no estatales, como<br />
los grupos de crimen organizado.<br />
Otro término a considerar es el de Cártel, aplicado en primer lugar<br />
al grupo de Medellín (Colombia) en los años 80. El objetivo de limitar la<br />
competencia es la característica configuradora del concepto, situación que queda<br />
de manifiesto en las cruentas guerras entre diferentes grupos que se suceden en<br />
México. Pero no es tan aplicable otra de sus características, el objetivo de<br />
controlar los precios, imposible en el marco de dicha guerra. El término cártel<br />
se centra en aspectos económicos, y por tanto no define el fenómeno en toda su<br />
extensión.<br />
Diferente concepto aplicable es el de Grupo de Crimen Organizado<br />
Transnacional (Transnational Criminal Organizations, TCO), pero el modus<br />
operandi utilizado, y los objetivos perseguidos, en ocasiones se asemejan más a<br />
insurgencia y por tanto también es limitado a la hora de definirlo.<br />
Sullivan (2005, 2010, 2012) y otros autores posteriormente citados, consideran<br />
que en México existe una situación de narcoinsurgencia o de insurgencia<br />
criminal, una figura propia y específica que toma características tanto del crimen<br />
organizado como de las insurgencias, y que en ocasiones, como una de sus manifestaciones,<br />
se traduce en narcoterrorismo. Políticamente el término insurgencia<br />
es denostado.<br />
O´Neill (2005) define insurgencia como un enfrentamiento entre un<br />
grupo gobernante y otro no gobernante que usa recursos políticos y violencia<br />
para destruir, reformular la legitimidad de uno o más aspectos de la política.<br />
Moore (2007) señala que la insurgencia es un grupo que busca cambio radical el<br />
orden político y social a través de la violencia y otras formas de acción política.<br />
El terrorismo, señala, no es su objetivo prioritario. Su foco se centra en los<br />
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elementos políticos, económicos y sociales del país, que “están en el centro del<br />
conflicto, tanto en sus causas como en sus efectos”. Define insurgencia como “un<br />
conflicto violento en el cual uno o más grupos tratan de cambiar el orden político<br />
y social en un estado o región a través del uso de la violencia, la subversión, la<br />
disrupción social, y la acción política”.<br />
La situación en México goza de las siguientes características atribuibles<br />
a esta posible narcoinsurgencia:<br />
- Existe una lucha por el control territorial e institucional, aunque el fin sea<br />
económico. En un proceso internacional de fragilidad del concepto de estadonación<br />
la política no es el último grado de control, es la economía. Para hacerse<br />
con ella es preciso controlar estados e instituciones, que sirven a esos intereses.<br />
Por tanto, sí existe un objetivo político que se manifiesta en controlar políticos y<br />
jueces, financiar a candidatos, obtener posibilidades de negocio, y especialmente<br />
en la existencia de estados paralelos.<br />
- Existe una intención de control social a través del miedo, atacando a civiles,<br />
callando las voces de denuncia de periodistas, o desarrollando una cultura del<br />
narcotráfico.<br />
- Los cárteles desarrollan un amplio rango de actividades que tratan de obtener<br />
beneficios económicos, sociales, políticos y culturales, al margen y en la ausencia<br />
de un control efectivo del estado (Garay-Salamanca y Salcedo-Albarán, 2010;<br />
Garay-Salamanca, Salcedo-Albarán, y León-Beltrán, 2009), con evidencias de<br />
una reconfiguración del estado.<br />
- Existe un conflicto armado, y militarizado por ambas partes. Y desde la<br />
posición de los cárteles se combate al Estado.<br />
- Siendo una característica propia de las insurgencias la búsqueda de cierto<br />
apoyo ciudadano, la existencia de una narcocultura muestra cómo esa forma de<br />
vida y sus personajes generan atracción a parte de la ciudadanía.<br />
- Las acciones de los cárteles se manifiestan de diferentes formas, tanto simbólicas<br />
(propaganda, comunicación, cultura), como en forma de extorsión, terrorismo,<br />
o corrupción. Otros grupos de crimen organizado, especialmente el<br />
Primer Capital (PCC) en Sao Paulo, ya han manifestado sus capacidades para<br />
9
la subversión y las revueltas.<br />
La principal avenida de la ciudad de México se llama Insurgentes, homenaje<br />
hacia quienes se rebelaron contra España. El peligro de dar esta denominación<br />
a los grupos narcotraficantes de México estriba en dotarles se un cierto<br />
carácter de héroes (Grillo, 2011).<br />
Igualmente, aunque el termino insurgencia, al considerar que debe contar<br />
con cierta legitimidad (características a nuestro juicio no trascendental,<br />
puesto que ¿qué es legítimo, ¿quién lo decide ¿lo eran las acciones de Mandela<br />
o de Gandhi), no es bien aceptado por gobiernos, sí lo es el de narcoterrorismo.<br />
Hechos de terrorismo se han producido en México en los últimos años, pero<br />
este narcoterrorismo sería únicamente una forma más de manifestación de la<br />
narcoinsurgencia, que cuenta con otras herramientas (corrupción, propaganda,<br />
desafío al estado, a sus instituciones, a sus funcionarios).<br />
La tercera generación de cárteles tiene potencial para desafiar al estado<br />
y a sus instituciones. Aunque quizás no se haya manifestado hasta el momento<br />
en toda su extensión, la semilla existente en México, con un sistema infiltrado<br />
por la corrupción y una militarización del conflicto que hace que los líderes del<br />
narco se asemejen a la figura de señores de la guerra, tratando de controlar<br />
enclaves, hace pensar en un riesgo de primer nivel (Bunker y Sullivan, 2012;<br />
Grillo, 2011).<br />
También se define la situación de México como un conflicto o guerra de<br />
bajo nivel (low intensity conflicts, small wars), pero los más de 45.000 fallecidos<br />
en los últimos años hacen que el balance supere al de muchos conflictos clásicos.<br />
3. EL CONTROL DE LOS CÁRTELES. DIMENSIONES<br />
El 21 de mayo de 2010 en la “Conferencia sobre actividades de Tráfico<br />
Ilícito en el Hemisferio Oeste: Posibles Estrategias y Lecciones Aprendidas”,<br />
Vanda Felbab-Brown, experta en el estudio del crimen y el conflicto, dejó abierta<br />
a debate una cuestión: si las economías ilegales son una fuente de amenazas para<br />
algunas sociedades, mientras que para otras, las más desfavorecidas y sometidas<br />
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a marginación social, supone su principal sustento ¿por qué no dejar de pensar<br />
en el crimen organizado únicamente como amenaza que ha de ser neutralizada<br />
y empezar a verlo como un competidor en la creación de estados<br />
Los grupos criminales han dejado de ser organizaciones estrictamente<br />
ilícitas para pasar a convertirse en sociedades paralelas en aquellos territorios<br />
donde desarrollan su actividad. Disponen de seguridad, de inteligencia; cobran<br />
impuestos, dispensan bienes utilitarios, controlan el suministro de bienes estratégicos<br />
como los energéticos; venden sus propios productos; difunden su cultura,<br />
su religión; silencian medios de comunicación; disfrutan de poder político,<br />
policial e incluso judicial. Ejercen liderazgo en territorios donde el estado, bien<br />
por incapacidad, bien por corrupción, no alcanza a gobernar (Campell, 2009;<br />
Corchado, 2011) y, en el peor de los casos se posicionan como rivales del mismo.<br />
Como ejemplo del contexto descrito, y a continuación desarrollado, se<br />
puede tomar la nación mexicana, donde su sistema social, ya no puede ser<br />
descrito sin tomar como actor fundamental –primario en este caso- los cárteles<br />
de la droga. Un actor que lejos de conformarse con debilitar la soberanía del<br />
país que lo sufre, de no acatar las reglas del juego, impone un nuevo tablero<br />
y su propio sistema a seguir. Un sistema paralelo que acaba por suplantar el<br />
funcionamiento propio del estado de derecho y, con ello, la soberanía nacional a<br />
través de la toma de control de las diferentes dimensiones que la configuran.<br />
3.1. Dimensión territorial<br />
Dentro de la dimensión territorial cabe diferenciar dos tipos de situaciones<br />
en base al grado de control que del mismo esté ejerciendo el narcotráfico.<br />
En este contexto, en sentido amplio, se puede diferenciar entre territorios en<br />
pugna y territorios bajo control.<br />
Territorios en pugna<br />
Se trata de aquellas áreas, o plazas en terminología mexicana, en que<br />
el estado puede disponer aún de cierto control sobre el terreno, pero éste se<br />
encuentra sometido a disputa: bien de un cártel en enfrentamiento bilateral<br />
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con el propio estado; por la lucha entre dos o más cárteles; por la lucha entre<br />
dos o más cárteles y las bandas locales y, en última estancia, la zona de guerra<br />
(Campell, 2009) puede estar conformada por la lucha de poder entre el estado,<br />
los cárteles y las bandas.<br />
En cualquiera de estos cuatro escenarios, hasta que uno de los actores<br />
no obtenga el poder y se consolide bajo el mismo, pese a tratarse de una variable<br />
multifactorial, el riesgo de criminalidad violenta alcanza su máximo nivel. Los<br />
enfrentamientos son continuos, cuanto mayor sea la brutalidad con que se ejercen<br />
más claro y directo será el mensaje enviado al adversario. La violencia extrema<br />
se deja ver como claro indicador de la situación de pugna (Sullivan y Bunker,<br />
2012)<br />
Un reciente y claro ejemplo de este escenario ha sido el vivido en el<br />
estado de Chihuahua, con devastadores efectos sobre su capital, Ciudad Juárez,<br />
que llegó a ser conocida internacionalmente como la “Ciudad de la Muerte”,<br />
registrando la tasa de homicidios más alta del mundo. La guerra contra el<br />
narcotráfico emprendida por Calderón coincidió con la pugna entre el cártel de<br />
Juárez y el cártel de Sinaloa por el dominio de Chihuahua. Los datos hablan por<br />
sí solos: entre el año 2007 y el 2013 se registraron en Chihuahua 44.517 homicidios,<br />
27.356 de los cuales fueron calificados como asesinatos violentos (13.155<br />
de ellos se produjeron sólo durante el transcurso del año 2008). Entre el 2008<br />
y el 2011, 230 mil personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares. Sólo<br />
en Ciudad Juárez la purga social se cobró 11.400 vidas. El modus operandi fue<br />
diverso, viéndose afectados todos los estratos sociales, víctimas de crucifixiones,<br />
decapitaciones, desmembramientos, coches bomba, fosas comunes, secuestros,<br />
amenazas y extorsiones.<br />
Territorios bajo control<br />
El poder y el control social y cultural pasan a manos de un cártel de<br />
la droga. La soberanía estatal puede entenderse perdida cuando, además de<br />
este liderazgo, el cartel opera con legitimidad social, ya sea esta voluntaria o<br />
impuesta. Desaparece el estado de derecho.<br />
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En este contexto es presumible un descenso de la violencia extrema, en<br />
tanto en cuanto no se produzcan incursiones desafiantes de otros cárteles y se<br />
mantengan bajo control, o en cooperación, a las bandas locales. Sin embargo,<br />
otros delitos cobran protagonismo: sobornos, secuestros, extorsiones, amenazas<br />
y, en definitiva, todas aquellas acciones que, directa o indirectamente, tiendan<br />
hacia un mayor dominio público, esto es la corrupción, se convierten en habituales.<br />
La complejidad es evidente al tratarse de territorios con dualidad de<br />
relaciones. El narco ejerce su mando, pero coexisten lazos institucionales con<br />
el gobierno central. Panorama que se ve altamente desestabilizado cuando las<br />
autodefensas entrar en juego como tercer actor.<br />
Dentro del análisis de la dimensión territorial es preciso destacar la<br />
importancia que para el narco representan las ciudades, municipios e incluso los<br />
pueblos. Los principales cárteles mexicanos gozan en la actualidad de poder y<br />
capacidad de acción a nivel internacional. Sus tentáculos se extienden a lo largo<br />
y ancho de América, Europa, África y Asia (Saviano, 2014). Sin embargo este<br />
despliegue, al menos en los términos hoy conocidos, no sería posible sin disponer<br />
de un asentamiento previo. Es decir, en palabras de Bunker y Sullivan (2012)<br />
“la afectación es internacional, los jugadores son locales”.<br />
Las unidades locales son los primeros bastiones que el crimen organizado<br />
ha de hacer suyos. No se trata en último término de obtener influencia política,<br />
sino los réditos que de ésta se desprenden: apropiarse del mercado local, desarrollar<br />
actividades con total impunidad –desde el menudeo hasta el transporte<br />
de grandes mercancías-, cobrar impuestos, disponer del servicio de los cuerpos<br />
de policía para uso propio, etc. Una vez obtenida esta hegemonía, penetrar en<br />
localidades cercanas es más sencillo. El ciclo se perfecciona cuando la influencia<br />
política interfiere en el ámbito estatal, incluso nacional. Tal es esta importancia<br />
que en el año 2011, finalizando el sangriento periodo antes mencionado, el 71.5%<br />
de las ciudades del país se encontraban bajo control del narco.<br />
3.2. Dimensión institucional<br />
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Aún cuando en sus inicios el término “crimen organizado”, acuñado<br />
en 1929 por el criminólogo John Ladesco, surge fruto de acciones individuales<br />
propensas a la complicidad en su comisión, si se lleva a cabo un pormenorizado<br />
análisis bibliográfico, en uno u otro territorio, subyace inequívocamente un elemento<br />
común: su funcionamiento no puede ser entendido sin el abrigo de la<br />
corrupción (Lupsha, 2005; Beittel, 2011; Morris, 2013)<br />
La existencia de corrupción, en cualquiera de sus formas, viene derivada<br />
de la pugna por el poder territorial, y de la protección y respaldo que para sus<br />
actividades busca el narcotráfico. En este sentido cabe destacar como ámbitos<br />
institucionales esenciales en el funcionamiento de los estados de derecho la dimensión<br />
política, la policial, la judicial y la penitenciaria.<br />
Si bien, en términos generales, el número de zonas de guerra ha disminuido,<br />
según muestra el Índice de Paz México de 2013 (IPM, 2014) se ha<br />
producido un aumento de la corrupción en todo el país. Ambos indicadores<br />
permiten advertir que, una vez conquistado el terreno, el paso subsiguiente es<br />
interceder en la agenda política local así como obtener libertad de movimientos.<br />
Ambas acciones son imposibles si no se captan personas que se encarguen del desempeño<br />
de estas labores en la esfera pública. Es entonces cuando la corrupción<br />
entra en auge y, como muestran los datos a continuación expuestos, las líneas<br />
que distancian el estado y el crimen organizado se desdibujan y los intereses del<br />
crimen organizado pasan a protegerse por encima de los de los ciudadanos.<br />
Según el índice de Percepción de la corrupción de Transparencia Internacional<br />
(IPC), México se sitúa en el puesto 105 de 176. Dato que viene a<br />
reafirmar la hipótesis expuesta de coexistencia del crimen organizado junto a<br />
la corrupción. Respecto a la policía, el nivel promedio de corrupción percibido<br />
(dónde 5 = extremadamente corrupto y 1 = nada corrupto) obtiene una puntuación<br />
de 4.54, considerándose así como altamente corrupta.<br />
Respecto al sistema judicial, la problemática también es evidente. El<br />
indicador de eficiencia judicial muestra una cifra de homicidios que no finalizan<br />
en condena de más del 90% en algunos estados. Este dato puede ser debido a<br />
una sobrecarga del sistema judicial nutrida por la elevadísima tasa de homicidios<br />
14
sufrida en cortos periodos de tiempo. Sin embargo, sea una u otra causa la<br />
predominante, el sistema judicial también es percibido como altamente corrupto<br />
por la sociedad.<br />
En cuanto al funcionamiento del sistema penitenciario, los datos son<br />
también alarmantes. Un 27% de los ciudadanos tiene poca confianza en cómo<br />
funcionan las cárceles, mientras que un 53% no tiene ninguna confianza. La<br />
obsolescencia del sistema penitenciario, junto a una población reclusa que se ha<br />
duplicado desde la década de los 90 (pasando de 103 presos por cada 100.000<br />
habitantes en 1990 a 204 por cada 100.000 en 2012) y el aumento de los encarcelamientos,<br />
así como de la duración de las penas, relacionados con el tráfico de<br />
drogas, entre otros factores, configuran la superpoblación actual de las cárceles<br />
mexicanas.<br />
Parece esta una situación que no conlleva efectos secundarios sobre la<br />
población general. Sin embargo se trata de un patrón que, en modo similar, se<br />
ha reproducido en otros países del entorno con negativas consecuencias. Este es<br />
el caso de Brasil y la organización criminal PCC, considerada la más grande del<br />
país y que, además de controlar casi la totalidad del tráfico de mercancías ilícitas<br />
desde la cárcel, es capaz de secundar episodios de violencia en las calles que<br />
llegan a colapsar ciudades enteras, como la ciudad de Sao Paulo, la más grande<br />
de Sudamérica, que en mayo de 2006 permaneció tres días fuera del control de<br />
las autoridades. Cómo señalaron en su día Olson, Shirk y Selee (2010), cuantos<br />
más presos se hacinen en cárceles hiperpobladas y mal gestionadas, más cerca<br />
estará de estallar la guerra en su interior.<br />
Como segundo gran riesgo derivado de esta situación, y no por ello<br />
menos importante, se viene constatando que el ambiente carcelario actúa como<br />
entorno facilitador en las tareas de reclutamiento de los cárteles, donde éstos<br />
establecen verdaderas escuelas del crimen que gestionan con absoluta libertad.<br />
La manifiesta deficitaria gestión del sistema penitenciario, la violencia interna, y<br />
los elevados niveles de corrupción, no contribuyen sino a facilitar esta situación<br />
(Dudley, 2013). Todo esfuerzo del gobierno en combatir los cárteles, mientras<br />
éste se manifieste incapaz de controlar incluso los miembros de las bandas en-<br />
15
carcelados, será inútil.<br />
3.3. Dimensión económico-comercial<br />
El dominio de la esfera económico-comercial puede analizarse utilizando<br />
el mismo criterio empleado para la dimensión territorial como símil de la distinción<br />
planteada por Mancur Olson (2000) quien divide a los cárteles según dos<br />
dinámicas. De un lado están los “bandidos estacionarios”, serían aquellos que<br />
disponen de un territorio ya controlado y tienen así la capacidad de diseñar sus<br />
acciones lucrativas en el largo plazo. De otro lado se encuentran los “bandidos<br />
en movimiento”, sin asentamiento definido pues aún se encuentran en plena disputa<br />
territorial. En este caso, el beneficio de sus actividades viene delimitado<br />
por el corto plazo.<br />
En el caso de redes de crimen organizado que se encuentran asentadas en<br />
un territorio surge la necesidad de contar con un mínimo de apoyo social (de ahí<br />
los menores índices de violencia extrema) y el interés por administrar los recursos<br />
para de ellos obtener la mayor rentabilidad posible. Es entonces cuando, lejos<br />
de destruir la actividad económica, la supeditan a sus intereses y comienzan<br />
actividades encaminadas a la maximización de beneficios y la facilitación del<br />
blanqueo de capitales. La actividad del narco, lejos de centrarse exclusivamente<br />
en el monopolio del mercado de la droga y otros mercados ilícitos (trata de<br />
personas, mercado de armas, etc.), se diversifica y pasa a comprender todo tipo<br />
de comercios: hostelería, inmobiliarias, casas de apuestas, agencias de inversión,<br />
joyerías y cualquier negocio que les permita, bien de forma indirecta, bien a<br />
través de sobornos como el cobro del piso (impuesto ilegal solicitado a cambio<br />
de dejar ejercer una actividad económica legal), alcanzar altas rentabilidades.<br />
Si el terreno aún no ha sido sometido a control, se perfila como prioridad<br />
previa al dominio del comercio la obtención de rutas y plazas con objeto de poder<br />
actuar bajo impunidad. En este escenario el comportamiento de los cárteles<br />
es indiscriminado, no se hace selección de recursos ni inversión en mercados,<br />
aumenta la violencia y la extorsión se emplea como moneda de cambio (Díaz-<br />
Cayeros et al., 2012).<br />
16
3.4. Dimensión social<br />
El estudio del impacto del narcotráfico no debe limitarse sólo al análisis<br />
de los efectos directos del mismo, de aquellos cambios más obvios y llamativos.<br />
El narco es una forma de vida, y como tal implica una transición. Las pautas<br />
socioculturales se transforman, se modifica el ámbito social (Bunker y Bunker,<br />
2010) y éste pasa a adoptar las características propias de una narcosociedad<br />
(Villatoro, 2012).<br />
Para realizar la evaluación de las modificaciones sufridas en la dimensión<br />
social es necesario concebir la violencia desde su más amplia definición.<br />
Centrarse únicamente en el estudio del homicidio y otras tipologías delictivas<br />
violentas, como se ha venido haciendo en la mayoría de los estudios sobre la<br />
violencia en México (López-Aranda y Chapa, 2013) deja de lado efectos que<br />
el uso de la violencia produce sobre el ámbito social que, aunque a medio o<br />
largo plazo y difícilmente cuantificables, se pueden estimar potencialmente más<br />
nocivos que la violencia instrumental propiamente dicha.<br />
Cultura de violencia<br />
Desintegración del tejido social, anomia, violencia intrafamiliar, violencia<br />
política, estado de impunidad, pérdida de valores, etc. Se trata, en definitiva,<br />
de la interiorización de una cultura de violencia que acaba impregnando por entero<br />
el entorno sociocultural. Así, según la Encuesta Nacional de Percepción de<br />
Victimización y Percepción de Inseguridad realizada por el Instituto Nacional<br />
de Estadística y Geografía, durante el periodo 2011 – 2013 la cifra de ciudadanos<br />
que se consideran víctimas posibles de extorsión o secuestro aumentó un 103%;<br />
ser víctima de lesiones por arma de fuego un 16%; o ser víctima de lesiones por<br />
agresión física un 102%. La violencia deja de ser un recurso de uso excepcional.<br />
Su uso se hace público y se presume de la impunidad con que se ejerce. El<br />
miedo cala en la sociedad. El mensaje es claro y ha de estar presente de forma<br />
permanente para evitar insubordinaciones. El uso de la violencia es legítimo.<br />
Los estratos más jóvenes<br />
17
La tasa de desempleo juvenil, en porcentajes superiores al 20% en<br />
muchas áreas, la marginación social, la ausencia de oportunidades y la inexistencia<br />
de identidad nacional, entre otros, hace que la vida del narcotraficante<br />
sea vista como un objetivo atractivo o, incluso, como única alternativa de futuro.<br />
Los miembros más jóvenes de la sociedad llegan a conformar el segmento<br />
más amplio, y en ocasiones el más violento de los cárteles. Dedicados preferentemente<br />
a servicios de sicario, menudeo y vigilancia, llegan a desarrollar<br />
algunas de las actividades de mayor brutalidad. La pérdida de escrúpulos, de<br />
contacto con la realidad, como así ponen de manifiesto numerosos documentales<br />
de investigación, es evidente.<br />
Sólo en el periodo 2000 – 2008 fueron asesinados más de 36.444 jóvenes<br />
de entre 15 y 24 años, lo que representa un promedio de 4.500 asesinatos al año<br />
(CLACSO – UNESCO, 2012), una auténtica lacra social.<br />
El éxodo social<br />
La relación narco-ciudadano ha de ser constante sea esta, o no, voluntaria.<br />
El crimen organizado invierte en el suministro de servicios sociales, en<br />
mejoras en aldeas, en barrios, en colonias, a cambio de perpetuar su influencia.<br />
Pese a ello, todo ciudadano que se oponga a sus intereses se convierte en objetivo<br />
señalado. La decisión de muchos de ellos es abandonar sus lugares de origen.<br />
Así, según ACNUR (2011), desde 2006 hasta 2011 se produjeron 1,6 millones<br />
de desplazamientos internos resultado de la inseguridad, violencia y miedo. De<br />
esta forma, el modelaje del entorno es continuo.<br />
3.5. Dimensión cultural<br />
La actuación de los cárteles sobre un territorio, no sólo afecta a la composición<br />
institucional, autoridad estatal o regional, o mercados, sino que llega a<br />
trascender a los elementos sociales más identitarios. El diseño y la ejecución de<br />
sus acciones no es fortuito, su objetivo es dar credibilidad a su mensaje y sostenibilidad<br />
a su narrativa. Se trata de obtener legitimidad en sus acciones, bien a<br />
través de apoyo social, bien como imperativo, para lo que se sirven de acciones de<br />
18
múltiple naturaleza: decapitaciones de cadáveres, narcocorridos (música que ensalza<br />
las acciones de sus crímenes, pura apología criminal), narconovelas, culto a<br />
narcosantos, propaganda, vestimenta propia, narcomantas (pancartas utilizadas<br />
para hacer los mensajes de forma pública), narcomensajes (utilizando el cuerpo<br />
de una víctima –y la disposición de éste- como mensaje hacia terceros), etc.<br />
En sentido estricto Guillermoprieto (2009) define la narcocultura como<br />
aquellos elementos, símbolos y rituales que permiten a un miembro de un cártel<br />
identificarse como parte de la comunidad, ser reconocido por la realización<br />
de su trabajo y justificar el terror inherente a su actividad. Es por tanto una<br />
herramienta más que, sumada a las descritas, contribuye a afianzar el poder, el<br />
miedo, la subordinación y la legitimidad de su actuación y cuyos mensajes son<br />
especialmente permeables a los más jóvenes y las clases sociales más desfavorecidas.<br />
Tanto en zonas de guerra abierta como en espacios conquistados, a las<br />
operaciones físicas se suman las de información. Algunas son encubiertas y en<br />
ocasiones subliminares, pero de gran importancia, y tratan de promover sus objetivos<br />
y de silenciar a aquellos que denuncian o se oponen a su actividad. Se<br />
sirven de los medios de comunicación para lanzar sus mensajes, a la vez que emprenden<br />
acciones contra quienes desaprueban o investigan sus crímenes (según<br />
el IPM, entre 2007 y 2013 la violencia se ha cobrado la vida de 147 periodistas).<br />
La intimidación es, al fin y al cabo, una herramienta más para consolidar la<br />
hegemonía y mantener un impacto constante sobre la población. Gozar de impunidad<br />
en la comunicación de sus acciones supone un rédito propagandístico<br />
incalculable.<br />
4. LA ACCIÓN FRENTE A LA NARCOINSURGENCIA<br />
Limitarse a listar una serie de medidas de carácter genérico sin señalar<br />
las dificultades para encontrar la solución a un problema con profundas raíces<br />
históricas y estructurales sería un ejercicio de soberbia. Son ya muchos años<br />
y muchas personas las que han dedicado y entregado sus vidas buscando dicho<br />
19
fin.<br />
La lucha frente al crimen organizado será una batalla muy larga en la<br />
que será preciso conjugar todo tipo de medidas posibles, incluso las no contempladas<br />
hasta el momento, además de involucrar fuertemente, de una manera<br />
más decidida, a la comunidad internacional y a la sociedad civil.<br />
La victoria de Peña Nieto en julio de 2012 prometía un cambio en las<br />
políticas de seguridad, frente al modelo de Calderón que combinó éxitos con<br />
fracasos (Heinle, Rodríguez, Shirk, 2014). El objetivo de reducir la obsesión<br />
por las cuestiones de seguridad se ha cumplido, envuelto el Gobierno es una<br />
amplia espiral reformista. La promesa de reducir la violencia en un 50% evidentemente<br />
ha sido imposible hasta el momento. Durante 2013 se ha producido una<br />
importante reducción del número de homicidios, pero otros delitos se han incrementado<br />
enormemente, destacando los secuestros y la extorsión. La promesa de<br />
reducir el uso militar tampoco ha podido ser cumplida. Las situaciones de extraordinaria<br />
inseguridad en Michoacán, y en Tamaulipas, desde finales de 2013<br />
y el primer semestre de 2014 ha obligado a recurrir al despliegue militar ante<br />
la falta de capacitación y elevado nivel de corrupción de las policías locales. El<br />
fenómeno de las autodefensas ha supuesto, a su vez, una manifestación de las<br />
dificultades o imposibilidades del gobierno de garantizar la seguridad así como<br />
un nuevo desafío a la autoridad del Estado. Finalmente, la promesa de crear<br />
una Gendarmería, una fuerza policial de carácter militar, se ha visto demorada<br />
y las pretensiones iniciales, de un cuerpo de 40.000 miembros, muy reducidas.<br />
Esta propuesta de creación de una Gendarmería podría ser de extraordinario<br />
valor, junto a una aproximación integral al fenómeno. Si se llega a definir la<br />
situación como de narcoinsurgencia, la formación y capacidades que desarrollan<br />
las gendarmerías en el ámbito internacional (tanto los modelos europeos como<br />
de América del Sur) resultan idóneas para este tipo de conflictos de bajo nivel.<br />
Finalmente, la crítica de Peña Nieto hacia una posible obsesión de Calderón<br />
por la captura o eliminación de líderes de los cárteles no ha supuesto cambios,<br />
afortunadamente en la acción policial y militar, puesto que han continuado, incluso<br />
aumentado, con su punto culminante en la captura del Chapo Guzmán en<br />
20
febrero de 2014.<br />
Las posibles medidas a adoptar se pueden categorizar de diversas formas:<br />
4.1. Atendiendo a las herramientas características de Seguridad Nacional<br />
El concepto de Seguridad Nacional se ha generalizado tras los atentados<br />
del 11S. Hay una serie de instrumentos que generalmente aparecen señalados en<br />
las principales estrategias de seguridad nacional.<br />
En primer lugar se suelen incorporar las denominadas políticas 3D, constituidas<br />
por la Defensa, la Diplomacia y el Desarrollo. Las tres tienen sentido<br />
en el caso mexicano. El recurso al ejército ha sido preciso y previsiblemente<br />
lo seguirá siendo, al menos hasta que se cree, si finalmente se hace, una Gendarmería<br />
con medios y capacidades. La Diplomacia es precisa para lograr un<br />
mayor consenso y apoyo internacional, teniendo en cuenta que no se trata de un<br />
problema de México, que existen unos orígenes de las drogas y unos destinos,<br />
y que actuar sólo sobre intermediarios y rutas no va a garantizar una solución<br />
global. El Desarrollo trataría de enfrentarse a graves problemas de fondo como<br />
la desigualdad, la pobreza, la falta de oportunidades para los jóvenes o ausencia<br />
de alternativas motivadoras ante su captación por bandas callejeras al servicio<br />
de grupos organizados.<br />
Junto a estos elementos, la Seguridad Nacional considera a la Inteligencia<br />
y al imperio de la Ley. Desde la Inteligencia siempre hay margen para<br />
mejorar la información, con las mejores tecnologías, desarrollo de capacidades<br />
HUMINT y SIGINT, además de la complementariedad siempre del OSINT, las<br />
capacidades de análisis, el desarrollo de sistemas de alerta temprana, monitorización<br />
de grupos, actividades y rutas. En el sistema de seguridad son necesarias<br />
reformas en el ámbito policial, especialmente en cuanto a depuración de fuerzas<br />
y cuerpos frente a la corrupción, de medios y capacitación, y de coordinación<br />
de la multitud de instancias de seguridad a nivel estatal, federal y municipal.<br />
21
Igualmente se precisan medidas judiciales y de concienciación que lleven a un<br />
respeto a los principios básicos de los derechos humanos.<br />
4.2. Atendiendo a los actores del sistema<br />
Una aproximación holística precisa de un análisis integral, abordando<br />
todos los ámbitos (social, económico, político, legal, y cultural), y haciendo<br />
partícipes del sistema de seguridad a todos los posibles actores, a través de la<br />
generación de confianza y de compromiso. El problema no sólo incumbe al Gobierno,<br />
a la Policía, o al Ejército. Por sí mismos serán incapaces de acabar con<br />
el crimen organizado. En todo caso todo el sistema institucional debe ser fortalecido<br />
y la corrupción erradicada o reducida. Es preciso fortalecer el sistema<br />
judicial, acabando con la impunidad reinante. Es preciso fortalecer, capacitar y<br />
hacer partícipe del sistema de seguridad (empowerment) a la sociedad civil, a las<br />
comunidades locales, a los medios de comunicación, y a los propios ciudadanos.<br />
Es preciso generar sistemas de información y participación ciudadana que logren<br />
la acción necesaria de la sociedad, y a su vez evite la formas perversas de<br />
acción, perjudiciales en su conjunto, como las denominadas autodefensas. Ejemplo<br />
en esta línea es el “Plan Michoacán” de febrero de 2014, como un esfuerzo<br />
de desarrollo social, o anteriormente el plan del Gobierno de Calderón “Todos<br />
somos Juárez”. Concretamente el “Plan Michoacán” se centra en el desarrollo<br />
económico, la educación, las infraestructuras y vivienda, la salud pública y el<br />
desarrollo social.<br />
4.3. Atendiendo al marco global del tráfico de drogas<br />
Como se señalaba anteriormente no estamos ante un problema que incumba<br />
únicamente a México. Las ramificaciones del mismo se extienden profundamente<br />
en Estados Unidos, pero también en Europa. Es una hipocresía centrar<br />
el foco en un país, cuando la demanda de dichos productos ilícitos está fuera<br />
de ellos. Son precisas por tanto acciones sobre el origen de la droga (los tres<br />
22
máximos productores de cocaína: Bolivia, Perú y Colombia), y también sobre<br />
el destino, tratando de reducir la demanda. En todos los casos las políticas a<br />
desarrollar deben ser integrales, y no únicamente policiales. Pero otros efectos<br />
perversos adicionales se generan en el exterior. El laxo sistema norteamericano<br />
para la posesión de armas hace que exista un fluir continuo de las mismas hacia<br />
México. En este caso, la adopción de medidas corresponde también a Estados<br />
Unidos, y no únicamente a través del control fronterizo. Por tanto, frente a unas<br />
medidas internas de México deben existir estrategias de carácter internacional.<br />
4.4. Atendiendo a la conceptualización del fenómeno<br />
Las medidas para enfrentarse al crimen organizado no pueden ser las<br />
mismas que las precisas frente a la insurgencia, o al terrorismo. Es preciso<br />
conocer, con independencia de la denominación que se utilice (que obedecerá<br />
también a intereses políticos), los rasgos que caracterizan la amenaza. Ese<br />
análisis posibilita determinar medidas frente a cada uno de sus objetivos, y<br />
frente a cada modus operandi. En el caso que nos ocupa, y bajo la consideración<br />
de una narcoinsurgencia, el modelo de gendarmerías podría resultar apropiado.<br />
4.5. Atendiendo a los dominios de control de los cárteles<br />
Finalmente, como aproximación más importante, y tras analizar en<br />
el tercer epígrafe los dominios de control del narco (territorial, institucional,<br />
económico, social, y cultural), se propone una taxonomía de medidas (algunas<br />
más genéricas, otras muy concretas, y algunas que precisan grandes planes de<br />
carácter nacional), que atienda a contrarrestar los efectos de los cárteles mejicanos<br />
en cada una de dichas áreas, y tome en consideración a los diferentes<br />
actores involucrados. En base a aportaciones propias y a una revisión bibliográfica<br />
de Brands (2009), Heinle, Rodríguez y shirk (2014), International Crisis<br />
Group (2013), Kan (2012), Beittel (2013), Castañeda (2012), Leiken (2012), Insitute<br />
of Politics (2012), Paul, Clarke y Serena (2014), así como de la Estrategia<br />
23
para Combatir el Crimen Organizado Transnacional de Estados Unidos (2011),<br />
se propone la siguiente taxonomía de medidas:<br />
24
Medida<br />
Territorial Institucional Económico Social<br />
Inteligencia<br />
Potenciar tecnologías de<br />
X<br />
X<br />
información<br />
Sistemas de monitorización<br />
X<br />
Desarrollo HUMINT,<br />
X<br />
SIGINT, OSINT<br />
Sistemas de alerta temprana<br />
X<br />
Eficiencia flujos de<br />
X<br />
información<br />
Desarrollo de<br />
X X<br />
contrainsurgencia<br />
Análisis de inteligencia X X<br />
específico sobre narcociudades<br />
Sistema de seguridad<br />
Creación de la Gendarmería X<br />
Depuración policial<br />
X<br />
Coordinación de cuerpos<br />
X<br />
Control fronterizo X X<br />
Control de flujos de armas X X<br />
Capacitación frente a<br />
X X<br />
insurgencias<br />
Colaboración<br />
X<br />
policía-inteligencia<br />
Plan frente a secuestros X X<br />
Plan frente a extorsión X X<br />
Programas de recompensas X X<br />
Modernización, medios<br />
X<br />
Desarrollo de community X X X<br />
policing<br />
Aplicaciones de policía<br />
X<br />
predictiva<br />
Monitorización y alertas sobre<br />
X<br />
nuevos tráficos, rutas, actores,<br />
modus operandi<br />
Plan mejora tasas de<br />
X<br />
X<br />
esclarecimiento<br />
Control de precursores<br />
X<br />
Gobierno y Justicia<br />
Transparencia X X X<br />
Decidida lucha frente<br />
X X<br />
corrupción<br />
Bloqueo de fondos<br />
X X<br />
sospechosos<br />
Control nivel municipal X X<br />
Medidas contra blanqueo X X<br />
Decomiso efectos incautados X X<br />
25<br />
Plan nacional contra la<br />
X<br />
X<br />
impunidad<br />
Prevención acceso de cárteles<br />
X X<br />
a mercados estratégicos o<br />
emergentes<br />
Desarrollo de alternativas al<br />
X X<br />
crimen como forma de<br />
Cultural
Figura 1: Elaboración propia<br />
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