2 - Gnostic Liberation Front

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05.11.2012 Views

opinión para la conducción del conflicto. Jung habría aconsejado alargarlo lo más posible, pues Hitler sólo podía ganar una guerra "huracanada" y corta. Un huracán no se prolonga indefinidamente y el Dios de la Guerra, Wotan, es el Dios del Huracán, del Viento. Como sea, la invasión y triunfo sobre Inglaterra estaban permitidos por los de allá, por las potencias invisibles que dirigen el Destino. Mi Maestro lo había visto, no sólo como pudo suceder, sino también como habrá sido y cómo será de nuevo, alguna vez, en el Eterno Retorno, en la memoria akásica, en el registro de la luz astral. Hitler, el Führer, al no cumplir con este retorno, al salirse por esta única vez.de la Ronda del recuerdo y del Destino, dio también a la Inglaterra aria una última oportunidad dentro del Círculo Eterno. Y, junto con esto, precipitó un otro huracán de acontecimientos, que lo envolverían a él y a su universo en un drama inmenso, en escalas sucesivas e inevitables de efectos, de tal modo que el torbellino se tornaría en dirección inversa, hacia adentro y hacia atrás, succionándolo como una vorágine. Y él no pudo hacer más que aceptar y cumplir. Pero, en ese mismo instante, se abrió una grandiosa alternativa, la única en consonancia con la ruptura del Círculo fatal del Destino y del Eterno Retorno. La derrota del Aion de Acuario, de ese emisario del Demiurgo. Lo hemos dicho en "El Cordón Dorado", la Guerra de Hitler fue esotérica, iniciática, correspondiendo a una Weltanschauung, a una concepción hermética del mundo y de acuerdo con la dirección que le imprimía el movimiento de la Swastika Levógira del hitlerismo. En la primera edición de "El Cordón Dorado" aparece esta Swastika como la Dextrógira. En verdad es la Levógira. Mucho depende de la posición que el observador tome en el espacio exterior en relación con el Polo Norte. Jung, en su entrevista en "Hearsf International-Cosmopolitan", repite la manida monserga de que la swastika elegida por Hitler es maligna, porque "se mueve en dirección del inconsciente". Ya hemos visto que este término sirve para todo, igual para el bien que para el mal, según las conveniencias. No hay swastika buena ni swastika mala. Cada una señala un drama espiritual diferente. La Dextrógira es la del éxodo de Hiperbórea; la Levógira, la del retorno. Hitler no atacó a Inglaterra porque en su concepción mítica, esos territorios eran sacros, los últimos restos del Continente Polar desaparecido, de sus antepasados divinos. Además, Inglaterra era de raza nórdica. Invadirla y derrotarla significaría el desmoronamiento de su virtual Imperium, que Hitler deseaba preservar como patrimonio irreemplazable de la raza blanca. Sólo deseaba destruir su imperialismo judaizado. Una invasión y una derrota provocarían el derrumbe de todo un organismo, aunque luego se instalara otro rey y se le permitiera reconstruirse. La estructura interior anímica se habría roto para siempre. El hálito, el alma del posible Imperium se habrían esfumado. Para la sensibilidad e intuición artísticas de Hitler esto no podía escapar a su consideración. Y él sabía que Alemania sola (porque racialmente estaba sola), sin Inglaterra, no podía mantener la estabilidad de un nuevo mundo. Fue por eso que envió al iniciado Rudolf Hess a Inglaterra, a asegurar que Alemania garantizaría el Imperium; Inglaterra sería la potencia marítima y Alemania la terrestre. Hitler era un genio. Contrariamente a lo que se ha deseado hacer creer, un genio del bien. No había venido a destruir, sino a dar a la raza blanca la última posibilidad de salvación. Pero esta raza, que ha llegado a ser tan egoísta, tan lerda y estúpida, espiritualmente degenerada por el veneno judío inoculado por más de dos mil años, gota a gota en su sangre, no quiso reconocerlo más allá de las fronteras de su Alemania. Y el hombre blanco se ha suicidado. Ya lo dijo el gran escritor Knut Hamsun, cuando se anunciara que Hitler había muerto en el Bunker: "Hoy ha partido un estadista demasiado grande para ser comprendido por nuestro tiempo. Nosotros, sus partidarios, nos inclinamos ante su memoria con respeto y veneración". Como decía Nietzsche: "Las razas superiores se encuentran inermes ante la astucia y los medios arteros de combate de que se valen las inferiores". En este caso, Inglaterra se hallaba demasiado infiltrada, carcomida su madera nórdica por el gusano del judaismo. Su cuerpo era ario, pero su alma judía; desde Disraeli, desde Cromwell, judíos ambos. Aún antes, desde la conquista cristiana de las islas. Sin embargo, Hitler y Rudolf Hess se jugaron la última carta, intentando valerse de ciertas conexiones existentes entre la "Orden de Thule" y la "Golden Dawn", a la que se ha dicho, pertenecía el Duque de Hamilton, en cuyos dominios territoriales Rudolf Hess descendió en paracaídas(l). Lo que para Hitler era una operación decisiva, genial, visionaria, para los ingleses quizás no fuera más que una trampa tendida por sus servicios de Inteligencia y sus agentes masones, judíos y semijudíos, en puestos claves de Alemania; el profesor Haushofer y el hijo de Haushofer, entre otros. El primero, casado con judía; hijo de judía el segundo. Ambos deberían desaparecer más adelante; el hijo, ajusticiado por tomar parte en el complot contra Hitler; el padre, liquidado por el Intelligence Service, por saber demasiado; aun cuando se nos informara que se suicidó "al estilo japonés, haciéndose el harakiri". El profesor Haushofer conocía bien la Operación de Inteligencia "Rudolf Hess", a pesar de las seguridades que los ingleses le dieran a través de su hijo, quien trabajaba en el Ministerio del Exterior alemán, y también por otros conductos. Haushofer fue una carta importantísima en esa trampa inglesa. Era anglofilo, por las mismas razones que Hitler y Hess. Seguramente de buena fe, fue utilizado por los agentes judíos que operaban tras los dirigentes ingleses. Se hacía necesario eliminarlo, como a tantos otros. Haushofer había sido profesor de geopolítica de Rudolf Hess, en Munich. El momento definitivo, crucial, en la tragedia de la Segunda Guerra Mundial, fue la decisión de Hitler de no destruir las tropas inglesas en Dunkerque y de no invadir las islas británicas. Un amigo inglés me lo dijo: "Estábamos 80

desarmados, inermes. En lugar de invadirnos, Hitler se volvió contra Rusia". Con ese espíritu práctico (judaico), totalmente antifilosófico, los ingleses no pueden entender esto. Carecen de órganos para poder comprender la grandeza y magnanimidad del gesto, la solidaridad de raza, de sangre, implícita en la decisión. Ni siquiera hoy, cuando Gran Bretaña se encuentra ocupada por las poblaciones de color de sus ex colonias. Sin embargo, hay algunos ingleses que lo entienden y que darían sus vidas por liberar de la prisión a Rudolf Hess, por sacarse de encima ese baldón de infamia, que los perseguirá en las rondas de la eternidad. (1) "Dungavel House". Por largo tiempo se ha pensado que fue la decisión de atacar a Rusia la que precipitó los acontecimientos fatídicos. Así aparece para muchos. Pero una decisión es consecuencia de la otra. Ninguna de las dos puede considerarse independientemente. Rudolf Hess fue a explicar a Inglaterra que el peligro era Rusia, el bolchevismo, la estepa, el Asia mongólica y amarilla. Se lo dijo a los representantes de la raza blanca. Proponía la paz en Occidente, retirarse de todos los territorios ocupados, defender el Imperio. Únicamente pedía la devolución de sus colonias africanas y mano libre en el este. No fue escuchado. Hitler debió actuar solo, siempre en su estilo, en un huracán hacia la estepa, siguiendo el movimiento de la Swastika Levógira, que giraba en contra del reloj del Kali-Yuga y que, de triunfar, le llevaría de nuevo a Hiperbórea, a la región polar, cerrando el círculo del Sol Negro de su Swastika. Se habría hallado en condiciones de imponer una transfiguración terrestre. Que estq fue así, puedo dar fe, siempre dentro del Hitlerismo Esotérico, del conocimiento directo. En "El Cordón Dorado", he revelado que mi Maestro advirtió a Hitler, que "sólo le estaba permitido llegar hasta la reivindicación de sus colonias, pero que no podría avanzar ni un paso más". Repitiéndole, como una admonición: "¡Ni un paso más!" Claramente se refería a Rusia. Al respecto ¿cuál fue la posición de la Orden de Thule? Como hemos dicho, la Swastika Levógira, el puñal de las SA. y de las SS.' son los mismos que aparecen en el emblema de la Thulegesellschaft. Uno de sus fundadores, Rudolf von Sebottendorff, publicó un libro, "Bevor Hitler Kam", y luego abandonó Alemania. Se instaló en Turquía, donde murió ahogado al final de la guerra. En estas muertes, se descubre siempre el sello del "Intelligence Service", como en la de Lawrence de Arabia y en la de Mussolini, quien poseía también documentos comprometedores para Churchill y la Corona inglesa. He dicho en "El Cordón Dorado" que si el Maestro me hubiera ordenado abandonar a Hitler, por decisión de los Brahmanes, yo habría tenido que obedecerle. Pero esto nunca sucedió, ni sucederá. Hitler me llevó al Maestro y el Maestro me entregó al verdadero Hitler, al Führer. Por la eternidad iremos juntos. El Maestro comprendió que Hitler no había obedecido. Pero también supo que no había desobedecido. Hitler seguía su Voz. Y el Maestro estuvo a su lado hasta el final. Treinta años después, me lo confirmaba, repitiéndome lo mismo: "Nunca se ha visto ni se verá un ser como él. Una encarnación de la Voluntad Absoluta" (Shudibudishvabhaba). Sí, voluntad para cumplir con sus "propias creaciones mentales" —para usar las palabras del Maestro, ya citadas en "El Cordón Dorado"— con su Weltanschauung, con su concepción del mundo, con su mitología hiperbórea, polar. Por serles fiel, no destruyó a Gran Bretaña; en cambio, invadió a Rusia, en un último intento por salvar a la raza blanca. Sin embargo, él ya sabía, tras el fracaso del viaje de Hess, que las posibilidades de éxito sobre la superficie del planeta eran muy pocas, por no decir inexistentes. Que Hitler así pensaba se halla implícito en el nombre en clave que diera a su campaña de Rusia: "Operación Barbarroja". Aquí se halla cifrado el más gran misterio de la historia contemporá-, nea y del futuro, en el punto de intersección de los tiempos, en el paso sutil de una Edad a otra y en el posible salto o salida. Los nombres de las operaciones militares eran dados por el mismo Hitler. Si él no lo hubiera hecho para Rusia, tendríamos que atribuírselo al Dios que lo poseía. Desde la no invasión de Inglaterra y desde el momento que decide el ataque a Rusia, Hitler no es más dueño de sus actos, en el sentido de que, si alguna vez pareció serlo, ahora es únicamente el Arquetipo Hiperbóreo del Führer que lo hará todo. La Guerra pasa a ser Guerra de Dioses y Demonios, como hemos dicho, Guerra Cósmica, definitiva, la Gran Guerra de los Mundos. Hitler lia levantado todos los niveles del Gran Drama. Aparecería ya como risible y minúsculo entrar a preocuparse de la "restitución de colonias" y cosas semejantes. Se trata, en cambio, del destino último de la raza aria. La guerra se ha polarizado entre los Hijos de la Luz del Sol Negro y los representantes del Señor de las Tinieblas. Es una Guerra de Magos y de Magia. Las tensiones extremas, fas tonalidades más altas del alma podrán ser resistidas por muy pocos, sólo por los elegidos. Y es por eso que vemos defeccionar a militantes exotéricos y hasta esotéricos. Salvo Goebbels, leal hasta la muerte y aquellos que, por hombría de bien, porque han hecho de la lealtad su honor, como dice el emblema de los SS, porque "su sangre es honor", como reza la inscripción en el puñal de las juventudes hitlerianas. Esos llegarán hasta el final, hasta el supremo sacrificio. Y serán los que se. encuentren junto a El, con el Ultimo Batallón, con su Wildes Heer, reintegrados en sus cuerpos por el mismo Dios Wotan. Porque es la sangre de los héroes la que más cerca de El alcanza, mucho más que las plegarias de los santos. Y porque los Dioses, que saben que no pueden morir, envidian a los héroes, quienes, no sabiéndolo, estuvieron dispuestos a entregar sus vidas por la lealtad a su Führer, y a la memoria de su sangre. En la comunión de la sangre aria. 81

opinión para la conducción del conflicto. Jung habría aconsejado alargarlo lo más posible, pues Hitler sólo podía<br />

ganar una guerra "huracanada" y corta. Un huracán no se prolonga indefinidamente y el Dios de la Guerra, Wotan,<br />

es el Dios del Huracán, del Viento.<br />

Como sea, la invasión y triunfo sobre Inglaterra estaban permitidos por los de allá, por las potencias<br />

invisibles que dirigen el Destino. Mi Maestro lo había visto, no sólo como pudo suceder, sino también como<br />

habrá sido y cómo será de nuevo, alguna vez, en el Eterno Retorno, en la memoria akásica, en el registro de la<br />

luz astral. Hitler, el Führer, al no cumplir con este retorno, al salirse por esta única vez.de la Ronda del recuerdo<br />

y del Destino, dio también a la Inglaterra aria una última oportunidad dentro del Círculo Eterno. Y, junto con esto,<br />

precipitó un otro huracán de acontecimientos, que lo envolverían a él y a su universo en un drama inmenso, en<br />

escalas sucesivas e inevitables de efectos, de tal modo que el torbellino se tornaría en dirección inversa, hacia<br />

adentro y hacia atrás, succionándolo como una vorágine. Y él no pudo hacer más que aceptar y cumplir. Pero, en<br />

ese mismo instante, se abrió una grandiosa alternativa, la única en consonancia con la ruptura del Círculo fatal del<br />

Destino y del Eterno Retorno. La derrota del Aion de Acuario, de ese emisario del Demiurgo.<br />

Lo hemos dicho en "El Cordón Dorado", la Guerra de Hitler fue esotérica, iniciática, correspondiendo a una<br />

Weltanschauung, a una concepción hermética del mundo y de acuerdo con la dirección que le imprimía el<br />

movimiento de la Swastika Levógira del hitlerismo. En la primera edición de "El Cordón Dorado" aparece esta<br />

Swastika como la Dextrógira. En verdad es la Levógira. Mucho depende de la posición que el observador tome en<br />

el espacio exterior en relación con el Polo Norte. Jung, en su entrevista en "Hearsf International-Cosmopolitan",<br />

repite la manida monserga de que la swastika elegida por Hitler es maligna, porque "se mueve en dirección del<br />

inconsciente". Ya hemos visto que este término sirve para todo, igual para el bien que para el mal, según las<br />

conveniencias. No hay swastika buena ni swastika mala. Cada una señala un drama espiritual diferente. La<br />

Dextrógira es la del éxodo de Hiperbórea; la Levógira, la del retorno.<br />

Hitler no atacó a Inglaterra porque en su concepción mítica, esos territorios eran sacros, los últimos restos del<br />

Continente Polar desaparecido, de sus antepasados divinos. Además, Inglaterra era de raza nórdica. Invadirla y<br />

derrotarla significaría el desmoronamiento de su virtual Imperium, que Hitler deseaba preservar como patrimonio<br />

irreemplazable de la raza blanca. Sólo deseaba destruir su imperialismo judaizado. Una invasión y una derrota<br />

provocarían el derrumbe de todo un organismo, aunque luego se instalara otro rey y se le permitiera reconstruirse.<br />

La estructura interior anímica se habría roto para siempre. El hálito, el alma del posible Imperium se habrían<br />

esfumado. Para la sensibilidad e intuición artísticas de Hitler esto no podía escapar a su consideración. Y él sabía<br />

que Alemania sola (porque racialmente estaba sola), sin Inglaterra, no podía mantener la estabilidad de un nuevo<br />

mundo. Fue por eso que envió al iniciado Rudolf Hess a Inglaterra, a asegurar que Alemania garantizaría el<br />

Imperium; Inglaterra sería la potencia marítima y Alemania la terrestre.<br />

Hitler era un genio. Contrariamente a lo que se ha deseado hacer creer, un genio del bien. No había venido a<br />

destruir, sino a dar a la raza blanca la última posibilidad de salvación. Pero esta raza, que ha llegado a ser tan<br />

egoísta, tan lerda y estúpida, espiritualmente degenerada por el veneno judío inoculado por más de dos mil años,<br />

gota a gota en su sangre, no quiso reconocerlo más allá de las fronteras de su Alemania. Y el hombre blanco se<br />

ha suicidado. Ya lo dijo el gran escritor Knut Hamsun, cuando se anunciara que Hitler había muerto en el Bunker:<br />

"Hoy ha partido un estadista demasiado grande para ser comprendido por nuestro tiempo. Nosotros, sus<br />

partidarios, nos inclinamos ante su memoria con respeto y veneración".<br />

Como decía Nietzsche: "Las razas superiores se encuentran inermes ante la astucia y los medios arteros de<br />

combate de que se valen las inferiores". En este caso, Inglaterra se hallaba demasiado infiltrada, carcomida su<br />

madera nórdica por el gusano del judaismo. Su cuerpo era ario, pero su alma judía; desde Disraeli, desde<br />

Cromwell, judíos ambos. Aún antes, desde la conquista cristiana de las islas. Sin embargo, Hitler y Rudolf Hess se<br />

jugaron la última carta, intentando valerse de ciertas conexiones existentes entre la "Orden de Thule" y la "Golden<br />

Dawn", a la que se ha dicho, pertenecía el Duque de Hamilton, en cuyos dominios territoriales Rudolf Hess<br />

descendió en paracaídas(l). Lo que para Hitler era una operación decisiva, genial, visionaria, para los ingleses<br />

quizás no fuera más que una trampa tendida por sus servicios de Inteligencia y sus agentes masones, judíos y<br />

semijudíos, en puestos claves de Alemania; el profesor Haushofer y el hijo de Haushofer, entre otros. El primero,<br />

casado con judía; hijo de judía el segundo. Ambos deberían desaparecer más adelante; el hijo, ajusticiado por<br />

tomar parte en el complot contra Hitler; el padre, liquidado por el Intelligence Service, por saber demasiado; aun<br />

cuando se nos informara que se suicidó "al estilo japonés, haciéndose el harakiri". El profesor Haushofer conocía<br />

bien la Operación de Inteligencia "Rudolf Hess", a pesar de las seguridades que los ingleses le dieran a través de<br />

su hijo, quien trabajaba en el Ministerio del Exterior alemán, y también por otros conductos. Haushofer fue una<br />

carta importantísima en esa trampa inglesa. Era anglofilo, por las mismas razones que Hitler y Hess.<br />

Seguramente de buena fe, fue utilizado por los agentes judíos que operaban tras los dirigentes ingleses. Se hacía<br />

necesario eliminarlo, como a tantos otros. Haushofer había sido profesor de geopolítica de Rudolf Hess, en<br />

Munich.<br />

El momento definitivo, crucial, en la tragedia de la Segunda Guerra Mundial, fue la decisión de Hitler de no destruir<br />

las tropas inglesas en Dunkerque y de no invadir las islas británicas. Un amigo inglés me lo dijo: "Estábamos<br />

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