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2 - Gnostic Liberation Front

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Hasta que me casé, estuve viviendo en un mundo extraño. Después de mi iniciación, traté de encauzar lo que<br />

había comenzado involuntariamente, para lograrlo por medio de la voluntad {Shudibudishvabhaba, la Voluntad<br />

Absoluta). Es decir, apropiándome la técnica que me permitiera desaparecer como "un apéndice" detrás de "otra<br />

persona", para "no perturbar el mecanismo", como lo describiera Jung. Si lo logré o no, me es difícil saberlo,<br />

porque estos territorios son desconocidos y cualquier intensidad en el deseo, cualquier intervención de una<br />

voluntad racional y consciente, la imposición del "yo", la ansiedad, el miedo, lo echan todo a perder, pudiendo<br />

descomponer "el mecanismo" para siempre; porque se trata de un finísimo "reloj astral", de un reloj de arena.<br />

Aún cuando el Maestro estaba siempre allí, vigilante, no era mucho lo que podía hacer, ya que la clave última<br />

deberá ser encontrada por uno mismo, solitariamente. El Maestro no interviene, sino en el último trance. Las<br />

pruebas, que él pone, deben ser superadas por el discípulo. El Maestro confirma, exalta, amonesta. Una ayuda de<br />

otra especie constituiría un daño para el discípulo.<br />

Por ejemplo, una vez fui cogido por una poderosa corriente amarillo-oscura, que, como un pulpo de muchos<br />

tentáculos, me prendió por el pecho y me arrastró en el espacio hacia un planeta gris, lleno de cráteres. Era la<br />

corriente lunar. Tracé el signo de mi iniciación y corté esa corriente. Si el signo no hubiera bastado, entonces el<br />

Maestro habría venido en mi ayuda, estoy seguro.<br />

Casi nunca volví a desprenderme con tanta facilidad como la primera vez. Quedaba de nuevo paralizado en el<br />

lecho. Entonces, con gran esfuerzo, empezaba a "sacar" primero un brazo, luego el otro, enseguida las piernas,<br />

todo el cuerpo, hasta encontrarme fuera, de pie junto a la cama. Avanzaba unos pasos y volvía el rostro para<br />

mirarme. No me reconocía de inmediato, porque los "muertos sólo se parecen a los vivos". Contemplarse en astral<br />

es verse por primera vez, no como lo hacemos en el espejo, sino como miramos a otra persona: la derecha y la<br />

izquierda están en su lugar. El cuerpo es un muerto, además de un ataúd. Nunca abría puertas para pasar de un<br />

cuarto a otro. Cruzaba los muros como si fueran de aire. Llegaba al balcón y me dejaba caer a la calle. Flotaba<br />

suavemente. Rara vez vi a nadie. Cuartos, pasillos, calles vacías. Un silencio muy grande. Aunque se pareciera...<br />

no era este mundo. Era su doble, el otro lado del espejo.<br />

Mis desprendimientos de esos días fueron nocturnos, con mi cuerpo físico reposando. Años después, lo intenté<br />

en la vigilia. El Maestro me iba entregando nuevas prácticas, otros signos, acercándome al centro del Círculo. La<br />

última vez, fue hace diez años, el 17 de febrero de 1973; treinta y un años después de mi iniciación, también en un<br />

mes de febrero. Me hizo Mago de Primer Grado. En ese año tan lleno de acontecimientos y que el Maestro nos<br />

anunciara con antelación.<br />

Pero el más gran Signo, el último, me lo dio desde el otro lado del espejo, poco antes de terminar este libro, en<br />

enero de 1984.<br />

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