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2 - Gnostic Liberation Front

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primer signo, la primera clave, con 7.000 vibraciones. Me había convertido en Mago de Tercer Grado. Todo esto<br />

sucedió un Jueves de 1942, día de Júpiter.<br />

Y el Maestro me dijo: "Cuando vuelvas a encontrarte en ese mundo intermedio, de la gran indecisión, entre la vida<br />

y la muerte, no vaciles, déjate caer hacia la muerte, como un guerrero".<br />

Las vibraciones subían desde la raíz. Ahí estaba, otra vez "despierto", pero sin poder "despertar". Sentía esa<br />

enorme debilidad, esa fatiga, iba a ser tragado por la oscuridad de la nada si no me resistía, si no luchaba con<br />

todas mis fuerzas para no caer en el abismo de ese sueño oscuro. Y he aquí que me dejé caer, que acepté esa<br />

muerte, en una decisión que no era de la conciencia, sino de algún otro centro del ser. Caí en un "hoyo negro", en<br />

una eternidad negra. ¿Cómo saberlo? Era la muerte, la nada. Puede que un segundo de tiempo, puede que eones<br />

de eternidad pasaran antes de que me viera cayendo a velocidad de vértigo. Caía, caía interminablemente, hasta<br />

encontrar grandes llamas sobre las que empecé a girar. De allí inicié la ascensión, igualmente interminable. Y un<br />

día estuve a pleno cielo, transparente, bellísimo, flotando en una luz celeste, como envuelto en un néctar de pura<br />

luz. Un golpe seco, pero suave, y he aquí que me encontraba otra vez en mi lecho, despierto, con mi cuerpo<br />

recuperado, perfectamente a salvo y poseedor de una tristeza inconsolable, como si ahora sí me encontrara<br />

dentro de un ataúd; prisionero, nostálgico de una vida divina. El Peregrino de la Gran Ansia.<br />

Por la ventana abierta, un fanal luminoso aparecía sobre las cumbres nevadas de los Andes. Ondas envolventes,<br />

aterciopeladas, azul-verdes, húmedas, como lágrimas de luz, me alcanzaban desde la Estrella de la Mañana.<br />

Lucifer, Luci-Bel, Oiyehue, la Estrella de mi iniciación. El astro de<br />

EL-ELLA, Puerta de Entrada de nuestros guías, por donde un día deberemos retornar.<br />

Muerto y resucitado, yo también era ahora un Aryo. Me había ganado el derecho a serlo.<br />

Si me decido a relatar estos asuntos secretos, pertenecientes a una biografía hermética, es únicamente porque<br />

los considero arquetípicos y nos sirven para penetrar el misterio de Hitler y del Hitlerismo Esotérico, tema central<br />

de esta obra. Aunque yo haya vivido todo esto, sé que no me pertenece, por ser acontecimiento sobrehumano, o<br />

que no se debe a los humanos. Es una historia divina, de la vida divina, mítica, de los Dioses, dirigida por "los de<br />

allá".<br />

Que así lo es, me lo comprueba otra experiencia. El signo que el Maestro me entregara, con sus siete mil<br />

vibraciones, pareció aumentar la intensidad de las corrientes en los centros magnéticos de los cuerpos con los<br />

cuales estaba viviendo este drama. Una noche, el proceso tomó caracteres aciagos. Las vibraciones adquirieron<br />

tal intensidad que presentí que no podría resistirlas, que algo en mí se desintegraría y que la muerte no sería<br />

únicamente mítica, sino real para el cuerpo de la carne. Nada podía ya hacer sino esperar el acontecimiento fatal,<br />

a medida que las vibraciones poderosas se acercaban a mi cerebro. En ese instante, frente a mí, en el aire, o en<br />

el "éter", apareció un recipiente de metal lleno de agua. Como obedeciendo a una orden, puse mis manos en él y<br />

derramé el agua sobre mi cuerpo, de abajo arriba. Todo esto sucedía en ese mundo intermedio, "astral". De<br />

inmediato, las vibraciones cesaron y un frescor delicioso me invadió.<br />

No vi a nadie frente a mí. Debo preguntarme: ¿Quién puso ahí ese recipiente que salvó mi vida física? Y esa agua,<br />

¿qué era? Ingenuamente, quise repetir la experiencia y dejé en la mesita de noche un plato con agua para<br />

posibles emergencias. Cuando las vibraciones venían, sacaba un "brazo imaginario", tratando de alcanzar esa<br />

agua. Y no encontraba nada, pues mi brazo era un "brazo astral", y la experiencia anterior se había realizado en<br />

"ese plano". El recipiente y el agua eran también astrales. (Káranári)<br />

¡Qué maravillosas cosas! Aún tratando de comprender con la mente racional, se tiene que concluir que alguien<br />

vigilaba todo el proceso desde un mundo invisible. Alguien que vino en mi ayuda. Para mí, todo esto es tan real<br />

como cualquier otro suceso de mi vida, como el encuentro con un desconocido, o con un amigo. Recordando eso<br />

y lo otro, no sé qué es más auténtico, si mis entrevistas con Hermann Hesse, con Nehru, con Jung, con el Dalai<br />

Lama, con Ezra Pound, o el ser invisible que puso frente a mí una jofaina con agua, para auxiliarme, hace ya<br />

tantos años. Y esa otra figura, que un amanecer se sentó a los pies de mi cama, cubierta con un manto y cuyo<br />

peso sentía sobre mis pies. Sin embargo, no era un ser de este mundo y el frío que emanaba de su presencia me<br />

llegaba en ondas. Cada vez que trataba de ver su rostro, volvía la cabeza, ocultándolo.<br />

Nunca he hecho diferencia en el modo de comprender los fenómenos de ambos mundos, usando el mismo rigor<br />

de la mente para intentar penetrarlos.<br />

El Maestro me explicaba que esa agua había sido magnetizada con una polaridad distinta a las vibraciones de mi<br />

cuerpo, pudiendo neutralizarlas. Sin embargo, esto no me dice nada, aún hoy. El misterio permanece.<br />

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