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2 - Gnostic Liberation Front

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de su Maya, como símbolo, en otra realidad suprema, suprasensible y suprarracio-nal sería el camino. Nunca<br />

antes la ciencia predominó sobre la concepción del mundo, a la que se hallaba subordinada, nunca la<br />

especialidad ni los especialistas se impusieron al unus mundus, manteniéndose una relación esencial con el<br />

transuniverso de las cualidades. El ideal impregnaba la philosophia naturalis, también el Derecho Natural. Hoy<br />

la filosofía se ha acabado, la concepción del mundo unitaria no resiste al especialista, al computador, al calculador<br />

matemático, a la pura abstracción quántica. Es con las logias masónicas, con el Iluminismo, que se inicia la<br />

corriente racionalista de los tiempos modernos, una prueba más de que la masonería fue dominada por el<br />

judaismo. Las ciencias positivas inician su carrera fantasmal hacia "el progreso humano indefinido, irreversible".<br />

Es con Hitler y con la Alemania hitlerista que se realiza un cambio fundamental, también en el dominio de la<br />

ciencia. En tan pocos años, el Inconsciente Ario impone sus representaciones, sus concepciones hiperbóreas,<br />

arquetípicas, diferentes. No acepta la teoría de la relatividad einsteniana. Por eso Hitler, pudiendo llegar —y<br />

habiendo llegado— por sus propios caminos a la bomba atómica, a la desintegración del átomo, no podía usar<br />

esa bomba aniquiladora, desintegradora, porque no correspondía a su Arquetipo integrador, no atomizador, en su<br />

Inconsciente Colectivo Ario. Y fue así como no la usó. En "El Cordón Dorado. Hitlerismo Esotérico" he relatado lo<br />

que Skorzeny escribe al respecto: Hitler le confesó que no usaría la bomba atómica para ganar la guerra. Es muy<br />

posible que la bomba que los americanos emplearon contra el Japón fuera la que los alemanes no usaron contra<br />

ellos. De haberlo hecho, Hitler no habría ganado la guerra, la habría perdido, pues habría judaizado su propio<br />

mundo, valiéndose de un procedimiento judío extremo. Habría utilizado el arma del enemigo. Habría perdido<br />

ganando. En cambio, ganó perdiendo.<br />

La dirección de la ciencia aria lleva a mundos totalmente diferentes, a universos integrados, pudiendo transfigurar<br />

la naturaleza. Hitler podría haber intentado retornar a la Edad Dorada, a Hiperbórea, enderezando el Eje de la<br />

Tierra. Y lo habría logrado. Pero todo esto no es ciencia destructiva, sino integradora. Es Ciencia de la Paz, de<br />

Pax Aria. Lleva directamente al reencuentro con el Gral, es decir, a Otra Ciencia, con otra dirección, con otro<br />

Sentido, pudiendo reencontrarse el paso entre los mundos, cielo y tierra, la salida, la entrada a las Ciudades<br />

Encantadas, al Reino de los Gnomos del Rey Laurin, a Agartha, a Avallon, al Walhallah, a la Ultima Thule, a la<br />

Tierra Interior, al "cuerpo astral", al doble espiritual de la Tierra. Esto lo logró el Führer casi al final de la guerra. De<br />

ahí los Discos Volantes, los OVNIS. El reencuentro con los vimanas, con los ostras de la Guerra del<br />

Mahabaratha. De ellos nos hablan los hindúes y Homero.<br />

El hallazgo de esta legendaria ciencia antigravitacional del Espíritu jamás será posible para el judío, porque no<br />

pertenece a los arquetipos de su Inconsciente Colectivo. Sólo se logra en unidad "sincronística", de dentro y de<br />

fuera, de la tierra y del hombre, por medio de una iniciación mágica, que transforme, transmute al individuo. Sólo<br />

podrá partir en un vimana quien sea capaz de "volar", de "proyectar su cuerpo". Sólo el que conozca cómo<br />

hacerse invisible (con la Tarnkappe de Siegfried), podrá pasar a los mundos invisibles. Y esto no lo lograría<br />

Einstein ni los físicos matemáticos quánticos. Esa ciencia queda fuera de su alcance. Es la sabiduría de los arios.<br />

No se trata, sin embargo, de renegar de todo lo alcanzado por la ciencia moderna, afirma Evola, sino de imprimirle<br />

otra dirección, con un sentido ario. Imbuir a las nuevas generaciones del espíritu antiguo, para que puedan<br />

afrontar la experimentación y la investigación, siendo capaces de reflejar el otro aliento cósmico de la luminosa<br />

espiritualidad de los hijos de la luz. Esto fue logrado al final casi de la Gran Guerra, cuando los hitleristas reencontraron<br />

la Sabiduría Hiperbórea/en las tierras de los cataros y la descifraron. De ahí los OVNIS. En ellos partió<br />

el Führer ario, el Dos Veces Nacido, el Renacido.<br />

Está de más decirlo, porque ya lo hemos hecho, que en la exposición del problema judío no puede existir<br />

obcecación. Nos estremecemos ante ese misterio maligno y oscuro. Con Hitler, debemos repetir que "el judío es<br />

lo más alejado del animal en esta tierra". Si hay desprecio en nosotros no puede serlo para el judío, sino para los<br />

no judíos que traicionan sus esencias, por su cobardía abismal, por su materialismo y pusilanimidad. Ellos sí que<br />

son animales, peor que animales; animales-hombres.<br />

He conservado amigos judíos, y aunque no nos veamos, con más de alguno mantengo correspondencia. Ellos no<br />

han dejado de saludarme por mis opiniones, por mi combate. Quizás también admiren a un enemigo abierto, que<br />

ha descubierto sus planes y la mentira de su verdad. Le admirarán, aunque le destruyan. De ahí su fascinación<br />

por Hitler. No pueden dejar de ir hacia él, hipnotizados, realizando todo aquello que, al final, favorece la<br />

resurrección de su Mito.<br />

Todavía no era un adolescente cuando debí colaborar con un artículo en la revista literaria del colegio. Ya había<br />

dejado el Internado Barros Arana, cuando escribí un trabajo sobre Panait Istrati, escritor rumano en boga en esos<br />

tiempos. Conté que Istrati, muy pobre, debía tocar el vio-lín en las "fiestas groseras de los judíos". No recuerdo si<br />

escribí las "fiestas groseras" o "los groseros judíos". Un compañero de curso se me acercó y me dijo: "¿Por qué<br />

has escrito eso? ¿Qué sabes tú de las fiestas judías? No son groseras, te lo puedo asegurar, porque soy judío".<br />

Debí aceptar sus palabras, pues en verdad yo no sabía nada de las fiestas judías, ni de los judíos. Jedliky se<br />

llamaba ese compañero de curso, era pelirrojo y concentrado. Durante la guerra, le encontraba a menudo en la<br />

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