2 - Gnostic Liberation Front
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Con un ser así, Hitler no podía ir junto, sin dañar para siempre su Weltanschauung hiperbórea. Su Voz, su<br />
Arquetipo no se lo permitieron.<br />
También es simplificar demasiado pretender que la única razón de la traición a Hitler de la nobleza prusiana,<br />
germana, fuera una sensibilidad extrema de clase y miedo a perder sus privilegios dentro del orden social justo y<br />
armonioso del nacionalsocialismo. Hay algo mucho más misterioso. A ello nos referiremos en la última parte de<br />
esta obra.<br />
La Segunda Guerra Mundial fue la Gran Guerra de los Mundos. Quien mire esta guerra como una más, o la<br />
compare con la primera, no ha entendido nada. Todas las guerras hasta ahora acaecidas fueron una preparación<br />
para ésta. Y todas las guerras que aún puedan suceder en este planeta no son más que su continuación. En la<br />
Gran Guerra, se constelaron los arquetipos de todos los Inconscientes Colectivos, los Dioses y los Demonios<br />
entraron a participar a través de los hombres que controlan y dirigen. La misma guerra atómica, que cerraría el<br />
ciclo del Kali-Yuga, no sería más que la consecuencia natural de la Segunda Guerra Mundial y de los que allí sólo<br />
aparentemente vencieron. Por eso, la guerra atómica pasaría también a ser una batalla dentro de la Gran Guerra.<br />
Quizás si la Gran Guerra del Mahabaratha únicamente pueda comparársele. Aquella, cierra otro ciclo, el<br />
Dwapara-Yuga. Y se parece a la Segunda Guerra Mundial en que también los parientes combaten entre ellos, la<br />
Raza Lunar y la Raza Solar, los Koravas y los Pandavas (manejados tal vez por "otra fuerza oculta"); es una<br />
guerra suicida, como lo fuera la de los Vanes y los Ases, de la Saga nórdica de las Edda. También en ella<br />
combatieron los hermanos divinos, quizás para castigar un legendario "pecado racial", una mezcla de los divinos,<br />
llegados de otros astros, con las "hijas de la tierra". Lucharon los divyas y los viras, los divinos y los héroes. Y<br />
sobrevino el Crepúsculo, la Muerte de los Dioses. Así también en la última guerra se destruyeron los hermanos,<br />
los parientes, los menos mezclados y los más mezclados con el animal-hombre. Detrás, como siempre, se<br />
hallaban las huestes del Demonio. Hitler lo sabía. Por eso no se alegraba con las derrotas inglesas.<br />
Agradezco a los Dioses hiperbóreos y al Destino, a la "memoria de mi sangre" visigoda, que me haya permitido<br />
tomar parte en la Gran Guerra del lado de los que han sido los míos desde siempre, desde la eternidad. Recuerdo<br />
las palabras orgullosas y desafiantes del irlandés William Joyce, el "Lord How How" de las transmisiones de la<br />
radio hitlerista de Berlín, al enfrentar el pelotón de fusileros ingleses: "Voy en paz, pues sé por qué muero y por<br />
qué he combatido. Compadezco a los ingleses que murieron sin saber por quién lo hacían. Y desafío al judío<br />
internacional que, desde la sombra, ha producido esta inmensa tragedia".<br />
¿Quién sabe hoy que existió siquiera un William Joyce? ¿Y tantos otros como él? Yo lo sé y les recuerdo. Y sus<br />
Dioses, que les habrán vuelto a reconstruir en el Walhalla de los héroes.<br />
En esta Guerra inmensa, que aún no termina, y que volverá siempre a reproducirse, algunos estuvieron en el lado<br />
que les correspondía por su esencia. Los demás, son los "traidores blancos", los que traicionaron su alma, su<br />
destino. De esos no queda ya nada, condenados a la disolución de todos sus vehículos físicos y espirituales. Los<br />
ingleses tienen una costumbre tradicional: A los que consideran traidores los disuelven en cal viva, luego de<br />
haberles fusilado. Así lo hicieron con John Amery, partidario de Hitler, e hijo de un ministro británico. Pero a los<br />
traidores a sus esencias, a su sangre física y espiritual, serán las potencias del otro lado las que disuelvan sus<br />
vehículos astrales. Y nada quedará de ellos, ni siquiera en la memoria de la luz.<br />
" ¡Oh, Señor, dadnos una Gran Guerra para terminar con todas las guerras menores!". (Carta de un desconocido<br />
en India). Sí, porque sólo en ella nos será permitido salvar nuestras vidas y alcanzar de golpe la inmortalidad.<br />
Sólo gracias a Hitler esta guerra fue posible, terminando con todas las otras menores, las que fueron y las que<br />
serán. Porque únicamente él pudo darle la dimensión requerida. Con el ataque a Rusia, levantó todos los niveles,<br />
hasta alcanzar las "más altas tonalidades del alma", en las que solamente él y unos pocos pudieron y pueden aún<br />
mantenerse. También los judíos míticos son capaces de ello.<br />
Si Hitler hubiera ganado materialmente la guerra, ésta habría sido una guerra más. ¿Qué habría quedado de los<br />
ideales sublimes con el tiempo? ¿Qué habríamos hecho nosotros, por la Resurrección del Mito? Al perder la<br />
guerra, en verdad, Hitler la ganó, pues, con su sacrificio, con su ejemplo, mantuvo^incólume el Ideal. Hitler no<br />
necesitaba hacer más que lo que hizo: desenmascarar, por primera vez en la historia del mundo, al Enemigo<br />
mítico, cósmico, a la encarnación en la tierra del mal: el Judío In- N ternacional. Y esto no puede ser cambiado por<br />
los humanos, porque no es asunto de humanos, sino de los Dioses Hiperbóreos. Nada conseguirán con la<br />
falsificación planetaria sobre un genocidio inexistente. Nada han conseguido hasta ahora; porque el Mito, el<br />
Avatar, sigue su camino imperturbable. Trabaja desde otras dimensiones.<br />
Este tema ha sido desarrollado en mi libro "El Cordón Dorado, Hitlerismo Esotérico". No es necesario volver aquí.<br />
Básteme repetir lo que dijera en "Ni por Mar ni por Tierra": "Le debo tanto a la guerra, que no puedo ser más que<br />
un guerrero". Porque no fue una guerra con la pluma del escritor la única en que deseé participar. En este país tan<br />
lejano, ninguna otra cosa se pudo hacer al comienzo. Era una ayuda efectiva, también necesitada por Alemania.<br />
Sin embargo, hubo aquí cientos de jóvenes nazistas que desearon partir al frente. La Embajada alemana no lo<br />
consideró necesario en aquellos momentos.<br />
Cuando ya no se pudo seguir editando "La Nueva Edad", también quise ir a la guerra. Se lo comuniqué a mis<br />
cantaradas alemanes de la Embajada, en procura de ayuda para poder viajar. Fue poco antes de la ruptura de<br />
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