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2 - Gnostic Liberation Front

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todo judío, físicamente apto, se hubiese dedicado exclusivamente, día tras día, durante las 24 horas, en los años<br />

de 1939 a 1949 a la procreación, con cada una de las mujeres de su raza, en plena pubertad, el que pudiesen<br />

haber llegado a engendrar en diez años 9.000.000 de judíos, estaría absolutamente en pugna con las leyes de la<br />

ciencia eugenética.<br />

"Nada extraño, pues, que Alien Lesser, también judío, se viese precisado a conceder, en un artículo "Histeria<br />

Antidifamatoria", aparecido en la edición de la primavera de 1946, en la revista "Menorah Journal", que: "Según se<br />

divulgó durante los años de la guerra, por parte de las agencias de prensa judaicas, el número de judíos muertos<br />

en toda Europa asciende a varios millones más de los que los mismos nazis supieran jamás que hubiesen<br />

existido".<br />

Porque ya no puede dañarles, porque están muertos, daré los nombres de mis colaboradores principales de<br />

aquellos años, con los que editamos "La Nueva Edad". El enemigo ya no puede alcanzarles, allí donde están. De<br />

los que aún viven, no los daré. A esos camaradas aún debo protegerles. Pero quiero que sepan que les llevo aún<br />

en el recuerdo. Sobre todo al joven camarada que me acompañó hasta el final de la revista, como su<br />

administrador. Sin él, nada habría sido posible. ¿Vivirá aún? Cuando debimos despedirnos, porque todo ya había<br />

terminado, le regalé mi escritorio, en el que escribiera mis primeros libros: "La Antología del Verdadero Cuento en<br />

Chile"' y "La Época Más Oscura". ¿Qué habrá sido de este camarada? ¡Tantos años transcurridos fuera de Chüe,<br />

nunca más le volví a ver! Si aún vive, sé que él también conservará el recuerdo de esos tiempos y del combate,<br />

como lo más preciado de su vida, lo más bello. ¡Jamás debemos renegar de esos tiempos sublimes, camarada..!<br />

Rene Amagada era jefe del departamento de cables de "El Mercurio", antiguo diario de Chile. Un día llegó a la<br />

dirección de la página literaria de "Trabajo", llevando un artículo. Nos hicimos amigos. Era culto, de formación<br />

spengleriana, portaliana. Como yo, procedía de las filas de la izquierda y se había desilusionado. Esta fue su<br />

mejor carta de presentación para mí, que, aun cuando perteneciendo a la aristocracia de Chile y de España, y por<br />

esto mismo, no he podido soportar nunca a la derecha plutocrática de mi país, ni del mundo.<br />

Con Rene, creamos "La Nueva Edad". A él se deben casi todas las ideas sobre presentación y formato. Desde el<br />

primer número, hasta el último, colaboró incansablemente con sus análisis militares, estratégicos, sociales y<br />

políticos de la guerra. Se firmó RA, lo que me gustaba, por ser el nombre del Dios egipcio. Eran sus iniciales.<br />

Fuimos muy amigos, aunque la vida después nos distanció, porque partí a lejanías externas e internas inalcanzables.<br />

Durante la guerra convivimos estrechamente, también nuestras familias, con nuestros hijos recién<br />

nacidos. Todas las noches me acercaba a su oficina de "El Mercurio" para conocer los últimos cables con las<br />

noticias de la guerra, y las comentábamos y analizábamos hasta muy avanzadas horas. Tras el final dramático,<br />

pienso que también hubo algo así como una muerte interior en nosotros, tan gran dolor, que preferimos no<br />

encontrarnos, para no abrir esas heridas, para poder seguir viviendo, sobreviviendo. Por lo menos, esto me<br />

sucedió a mí.<br />

Un distinguido general del ejército chileno, don Francisco Javier Díaz, fue otro colaborador permanente, dedicado<br />

a los análisis militares. Era un hitlerista total. Se había educado en Alemania y tenía un gran ascendiente entre los<br />

militares chilenos. El también ya se fue, como Rene Amagada. Murieron cuando yo no estaba en Chile. Jamás<br />

podré olvidarles.<br />

Y algunos otros más.<br />

A veces, vuelvo a editar la revista en sueños. Nuevamente salen sus números y se leen con el interés y la pasión<br />

de antaño. Otra vez escribo ahí, no sé qué. Los camaradas estamos juntos y emprendemos el mismo combate.<br />

Tal vez sea éste un "recuerdo del futuro", en el Eterno Retorno.<br />

Además de los colaboradores directos, existía el pueblo, con su nobleza. La revista adquirió un tiraje grande para<br />

la época y para su contenido de selección. Y esto se debió también a los suplementeros de Chile. Más allá de su<br />

interés comercial, deseaban ayudarnos. ¿Quién iba a pensar, que después de tantos años, en un quiosco de<br />

periódicos de una calle céntrica, un suplementero me reconocería? Creo haber cambiado y envejecido, pero él<br />

me habló emocionadamente y se puso a recordar esos tiempos. ¡Grandes tiempos..!<br />

Nuestra oficina se hallaba en la punta de diamante que aún existe entre la calle Nueva York y la calle Ahumada<br />

con Moneda, en ese edificio alto que aún allí se preserva. En el último piso, en una buhardilla de una elevada<br />

torre, con vista a las altas cumbres de nuestra cordillera, estaba mi oficina. La visión grandiosa ha sido destruida<br />

ahora por otros edificios aún más altos. Desde allí, creo que yo pensaba poder ver las cumbres de<br />

Berchtes-gaden, estar más cerca de ellas y del Führer. Algunas tardes me encerraba en mi escritorio para poder<br />

soñar con las glorias de un triunfo imaginado y con el retorno de una Edad Solar, en mi patria y en el mundo. Las<br />

cumbres de los Andes se teñían de ese rojo imposible de nuestros crepúsculos, con el color del ansia. Y esto es lo<br />

único que aún permanece de esos años, lo único que no nos han podido quitar ni destruir. La maravilla de los<br />

crepúsculos de Chile. Por eso he vuelto, por eso estoy aún aquí.<br />

Era muy difícil poder financiar una revista como ésa. Las ventas no bastaban. Los avisos eran muy pocos, pues<br />

las casas comerciales temían a las "listas negras" que los norteamericanos hacían circular. En cuanto a los alemanes<br />

de Chile, salvo honrosas excepciones, no nos ayudaron. Aun en esos tiempos, cuando se pensó que la<br />

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