2 - Gnostic Liberation Front

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05.11.2012 Views

de sus colonias africanas, también arrebatadas por el Tratado de Versalles. Nunca Hitler quiso destruir el Imperio Británico. Admiraba a los ingleses, creyendo que sin ellos Alemania no se encontraba en situación de poder organizar el mundo, dentro de un Nuevo Orden. Pensaba que todas las tropelías del capitalismo británico en el mundo no eran producto de los ingleses, sino de los judíos infiltrados, que controlaban sus finanzas y la dirección política. Limpiándose de éstos, las cosas se arreglarían. Fuera de Alemania y de los países nórdicos sólo los ingleses tenían una raza más pura. Eran blancos y Hitler no estaba allí para destruir a la raza blanca, sino para salvarla. Recuperar a Europa, continente rico en espíritu, pero pobre en materias primas. Ampliando el espacio vital en el Este, destruyendo el bolchevismo e incorporando a las razas arias del Cáucaso y los Urales, Europa dispondría del petróleo, del trigo y de las materias primas que le permitirían equilibrarse ante el peligro de color y la influencia decadente de los Estados Unidos de América. Resurgiría una Edad de Oro de la civilización y lá cultura del hombre blanco. En cuanto a los Estados Unidos y a Sudamérica, por reflujo natural de las grandes mareas del espíritu y del benéfico contagio, también allí se produciría una limpieza y ordenación racial, de acuerdo al misterio polar de los orígenes y de los Dioses Blancos. El hitlerismo había hecho investigaciones al respecto, de las que muy poco se ha llegado a saber, porque no se revelaron. Y de las cuales, en parte, soy depositario. Nada más podíamos hacer en Chile ya. Aquí la guerra se había perdido aun antes de que estallara en Europa. Sólo nos quedaba la esperanza de que Hitler la ganara, para tomarnos el desquite. Hemos dicho que el mismo Jorge González von Marees parecía esperar esto cuando editó su revista "Acción Chilena". En 1941 decidí entrar de lleno en el combate, comenzando a publicar mi revista "La Nueva Edad". Este semanario se pondría sin reticencias del lado de Alemania, de Italia y Japón; o sea, del "Eje". Pero más que nada estaba con Hitler, aun cuando a la fecha ignorara yo las dimensiones reales de este hombre, considerándole únicamente como un político genial, fuera de serie. Mi formación intelectual estaba basada en los filósofos alemanes, que había asimilado a través de las traducciones de la "Revista de Occidente". Me había hecho, así, toda una composición e interpretación muy mía del destino de América, llegando a hablar de ciertas cosas extrañas y mágicas, que yo mismo no podría decir de dónde me llegaban. En un artículo publicado en esos primeros números de "La Nueva Edad" y que titulé "Más allá del Nazismo", toda una concepción del hombre y del mundo fue expuesta. Recuerdo que el doctor Ramón Clares Pérez, muy admirado por aquellos años, me llamó por teléfono para consultarme dónde y cómo había obtenido esos conocimientos. La verdad es que ni yo mismo podía decirlo. También, y desde siempre, creo haber estado hablando de los gigantes de los Andes y de un Chile mítico, sagrado. Antes de decidirme a comenzar con una revista propia, recuerdo haber visitado a Bardina, un catalán independiente y muy interesante que vivía en Valparaíso, donde editaba un semanario, partidario también del Eje: "La Semana Internacional". Allí analizaba, con gran conocimiento, las campañas militares de Alemania. Me gustaba en especial este catalán, porque era un acérrimo enemigo de Franco; por lo mismo, partidario de Hitler. Sabía que los hitleristas, de ganar la guerra, iban a reorganizar el mapa de Europa de acuerdo con las "patrias carnales", es decir, en agrupaciones étnicas y lingüísticas. Cataluña quedaría unida con el Languedoc y la Provenza, independiente del Norte de España. Todas esas regiones habían sido ocupadas por los visigodos con anterioridad al siglo V. Bardina afirmaba que "Caudillo", nombre que se diera a Franco, buscándole un equivalente con Duce y Führer, venía de cauda, es decir, de cola. En mi libro "El Cordón Dorado, Hitlerismo Esotérico" he publicado el mapa de la Nueva Europa, un proyecto de los SS. Ahí se puede ver lo que sería Cataluña. Bardina tenía razón. Después de una entrevista amable y simpática, llegué al convencimiento de que mi combate debería ser independiente, para poder expresar mi pensamiento y mi apoyo, tal como yo lo entendía. Así, el 3 de julio de 1941, apareció el primer número de "La Nueva Edad". Nunca en Chile se ha editado ni se volverá a editar una revista como ésa. Lo sé, al ponerme a revisar sus números, después de cuarenta años de su aparición. ¿Cómo se pudo publicar algo semejante en Chile? Lo que ahí se escribió jamás había sido expresado, ni se volverá a escribir aquí. No releía la revista desde los años de su edición. Descubro que lo que en este libro he estado escribiendo, hasta el momento, casi todo y más aún, ya había sido dicho allí. La interpretación del crimen del 5 de septiembre de 1938 es la misma, el análisis de los acontecimientos mundiales, de la Gran Guerra, es penetrante, al extremo que debo rectificar algunos detalles de esta nueva exposición. Y me pregunto: ¿Cómo fue posible que, siendo tan jóvenes, estuviésemos en posesión de esos conocimientos y secretos? Y nuevamente debo pensar en "la memoria de la sangre", en el Eterno Retorno y en los guías invisibles que nos dirigen desde un más allá. Nada de esto, absolutamente nada, habría sido posible en Chile y en otras naciones sin la aparición de Adolf Hitler. Porque era él quien permitía este conocimiento, esta revelación, también sobre la historia particular y lejana 32

de un país como el nuestro. Sin él, no habríamos podido publicar ni escribir sobre estas revelaciones en Chile. Se nos habría impedido. Sólo el miedo ante 'el posible triunfo mundial del hitlerismo hizo que aquí no nos asesinaran y que la revista "La Nueva Edad" siguiera publicándose. Hoy, por supuesto, nada de esto existe ya y es mucho más difícil, casi suicida, mantener los principios, los ideales, volviendo a exponerlos. Hoy es locura seguir siendo leal. Así piensan los chilenos y también otros. Los jóvenes de hoy lo desconocen todo, pues se les ha ocultado la verdad. Nada saben de esas décadas olvidadas y fundamentales de Chile y del mundo. Soy tal vez el único que puedo enseñárselas. En la Biblioteca Nacional existió un ejemplar empastado con la colección completa de "La Nueva Edad", desde su primer número, del 3 de julio de 1941 al 7 de enero de 1943. Alguien se llevó esta colección, alguna persona que quiso conservarla como una joya inencontrable. Porque aún hay jóvenes que se interesan por conocer la verdad. Empasté personalmente algunas colecciones, forrándolas en género de arpillera. Llevan una introducción y una despedida, que dicen: "El destino de la América del Sur debe ser el de la raza blanca, del espíritu ario, encontrando aquí un nuevo paisaje y un nuevo y más amplio campo de expresión, dirigiendo desde arriba este crisol de razas. Chile ha sido destrozado por el judaismo que, a través de la masonería, ha decidido entregarlo hoy al comunismo (escrito en 1943). De esta lucha sorda (aparente) e intestina en el seno del judaismo, Chile saldrá destruido...". Los paréntesis son de hoy. Y nada ha cambiado, porque en "La Nueva Edad" se revelaba que en 1939, durante el Frente Popular, sesenta mil judíos entraron a Chile. Se hacía la historia de este acontecimiento fatal. Desde entonces, muchos más han seguido llegando. Chile ya no es patria de chilenos, por lo menos de aquellos que "supieron dar sus vidas" por un ideal. En esa introducción y despedida, al terminarse obligadamente la publicación de la revista, en el número 36, por haber Chile roto en 1943 las relaciones diplomáticas con los países del Eje, también decía: "En las siguientes páginas las generaciones futuras encontrarán la constante lucha interior y exterior de unos chilenos que amaron a su patria, que se esforzaron por hacer que el mañana no fuera tan árido y doloroso como lo ha sido para nosotros. Mucho desearíamos dejar estampado aquí los nombres de todos los redactores; por claras razones esto no es aún conveniente. Algún día será posible. Es a través de la masonería y el judaismo como se puede comprender más justamente la historia de la traición y la derrota de Sudamérica. Pero somos más jóvenes que los que hoy detentan el poder supremo y nuestro día llegará..." Vana ilusión, pues, a medida que el tiempo y los años han transcurrido, se hace aún más difícil el combate. ¿Quién hoy podría escribir cosas como aquellas, sin ser perseguido y encarcelado? Después de cuarenta años las sombras son más densas, la venganza, la conspiración más siniestra. Todo un mundo ha sido manipulado por la propaganda, acobardado por el terror científicamente dosificado, adoctrinado, ablandado con la mentira, el engaño, la simulación, la falsedad, el crimen. La "Operación Seis Millones", de proporciones planetarias, ese siniestro plan judío, ha hecho absolutamente imposible hablar serenamente sobre aquellos años y sobre la Gran Guerra, sin que se movilicen poderosas fuerzas afectivas y pasionales. La repetición hipnótica, diabólica, ha hecho que nadie en el mundo pueda dudar sobre ese genocidio inexistente, de modo que es imposible referirse al nazismo y a Hitler, a la Alemania gloriosa de esos tiempos, a la justicia innegable de un sistema social ario, no capitalista, no marxista, no judío, sin despertar el miedo, el rechazo, la oposición, porque los registros trabajados en la máquina psíquica de los hombres se ponen inmediatamente en movimiento, para recordar el "genocidio del pueblo elegido", del "pueblo de Dios", que es tan falso como esa elección divina, atribuida a un Dios justo, de una antiraza mentirosa y criminal, que controla todos los medios de propaganda y difusión mundiales desde las editoriales, la prensa, la televisión, el cine, los satélites de comunicación, hasta la bomba atómica, el último medio de disuasión de un mundo que no puede ser libre e independiente, porque nunca lo ha sido. Hoy habitamos un planeta de "robots", manejados y conducidos por los judíos hacia un fin trágico y fatal, hacia el abismo y el caos. Sobre el genocidio de los seis millones, Einar Aberg publicaba en Norrniken, Suecia, en 1959, lo siguiente: "En 1938 había en el mundo 15.688.259 judíos, según el "World Almanac" de 1947. Esta cifra fue proporcionada a dicho Almanaque por la "American Jewish Commitee" (Comisión Judaico-Americana) y por la "Jewish Statistical Bureau of the Synagogues of America" (Oficina Estadística de las Sinagogas de América). "En 1948 existían en el mundo entre 15.600.000 y 18.700.000 judíos, según un artículo aparecido en el "New York Times", del 22 de febrero de 1948, escrito por Mr. Hanson W. Baldwin, reconocido experto y de probada imparcialidad en todas las cuestiones demográficas, personalidad que, ni aún haciendo alarde de la mayor fantasía, puede ser tildada de antisemita. Su jefe, Arthur Sultzberger, propietario del "New York Times", y judío él mismo, es reconocido como amigo incondicional de Gran Bretaña. "Tomando, pues, por cierta la evaluación más alta del Mr. Baldwin, o sea, 18.700.0000 judíos, resultaría que en los diez años que mediaron entre 1938 y 1948 —período que incluye los años de guerra de 1939 a 1945—, durante los cuales se pretende que Hitler hizo matar a seis millones de judíos, la población judía del mundo habría aumentado en más de 3 millones. Si, a los efectos de la comprobación, supusiéramos que Hitler efectivamente hizo matar a 6.000.000 de judíos, nos encontraríamos con que el incremento de la cifra demográfica es realmente de 9.000.000. Es decir, un aumento de 3.000.000, más otros 6.000.000 de nacimientos, para suplir los 6.000.000 de judíos pretendidamente gasificados bajo el régimen hitleriano. "Teniendo en cuenta que actualmente existen en el mundo tan sólo 18.000.000 de judíos, supone ello un aumento de 9.000.000 de judíos durante los diez años que van de 1938 a 1948, o sea, un incremento total (en sólo diez años) del 50°/o, cosa imposible, incluso para una raza sexual-mente tan desenfrenada como la judía. Aun cuando 33

de un país como el nuestro. Sin él, no habríamos podido publicar ni escribir sobre estas revelaciones en Chile. Se<br />

nos habría impedido. Sólo el miedo ante 'el posible triunfo mundial del hitlerismo hizo que aquí no nos asesinaran<br />

y que la revista "La Nueva Edad" siguiera publicándose. Hoy, por supuesto, nada de esto existe ya y es mucho<br />

más difícil, casi suicida, mantener los principios, los ideales, volviendo a exponerlos. Hoy es locura seguir siendo<br />

leal. Así piensan los chilenos y también otros. Los jóvenes de hoy lo desconocen todo, pues se les ha ocultado la<br />

verdad. Nada saben de esas décadas olvidadas y fundamentales de Chile y del mundo. Soy tal vez el único que<br />

puedo enseñárselas.<br />

En la Biblioteca Nacional existió un ejemplar empastado con la colección completa de "La Nueva Edad", desde su<br />

primer número, del 3 de julio de 1941 al 7 de enero de 1943. Alguien se llevó esta colección, alguna persona que<br />

quiso conservarla como una joya inencontrable. Porque aún hay jóvenes que se interesan por conocer la verdad.<br />

Empasté personalmente algunas colecciones, forrándolas en género de arpillera. Llevan una introducción y una<br />

despedida, que dicen: "El destino de la América del Sur debe ser el de la raza blanca, del espíritu ario,<br />

encontrando aquí un nuevo paisaje y un nuevo y más amplio campo de expresión, dirigiendo desde arriba este<br />

crisol de razas. Chile ha sido destrozado por el judaismo que, a través de la masonería, ha decidido entregarlo hoy<br />

al comunismo (escrito en 1943). De esta lucha sorda (aparente) e intestina en el seno del judaismo, Chile saldrá<br />

destruido...". Los paréntesis son de hoy. Y nada ha cambiado, porque en "La Nueva Edad" se revelaba que en<br />

1939, durante el Frente Popular, sesenta mil judíos entraron a Chile. Se hacía la historia de este acontecimiento<br />

fatal. Desde entonces, muchos más han seguido llegando. Chile ya no es patria de chilenos, por lo menos de<br />

aquellos que "supieron dar sus vidas" por un ideal. En esa introducción y despedida, al terminarse obligadamente<br />

la publicación de la revista, en el número 36, por haber Chile roto en 1943 las relaciones diplomáticas con los<br />

países del Eje, también decía: "En las siguientes páginas las generaciones futuras encontrarán la constante lucha<br />

interior y exterior de unos chilenos que amaron a su patria, que se esforzaron por hacer que el mañana no fuera<br />

tan árido y doloroso como lo ha sido para nosotros. Mucho desearíamos dejar estampado aquí los nombres de<br />

todos los redactores; por claras razones esto no es aún conveniente. Algún día será posible. Es a través de la<br />

masonería y el judaismo como se puede comprender más justamente la historia de la traición y la derrota de<br />

Sudamérica. Pero somos más jóvenes que los que hoy detentan el poder supremo y nuestro día llegará..."<br />

Vana ilusión, pues, a medida que el tiempo y los años han transcurrido, se hace aún más difícil el combate.<br />

¿Quién hoy podría escribir cosas como aquellas, sin ser perseguido y encarcelado? Después de cuarenta años<br />

las sombras son más densas, la venganza, la conspiración más siniestra. Todo un mundo ha sido manipulado por<br />

la propaganda, acobardado por el terror científicamente dosificado, adoctrinado, ablandado con la mentira, el<br />

engaño, la simulación, la falsedad, el crimen. La "Operación Seis Millones", de proporciones planetarias, ese<br />

siniestro plan judío, ha hecho absolutamente imposible hablar serenamente sobre aquellos años y sobre la Gran<br />

Guerra, sin que se movilicen poderosas fuerzas afectivas y pasionales. La repetición hipnótica, diabólica, ha<br />

hecho que nadie en el mundo pueda dudar sobre ese genocidio inexistente, de modo que es imposible referirse al<br />

nazismo y a Hitler, a la Alemania gloriosa de esos tiempos, a la justicia innegable de un sistema social ario, no<br />

capitalista, no marxista, no judío, sin despertar el miedo, el rechazo, la oposición, porque los registros trabajados<br />

en la máquina psíquica de los hombres se ponen inmediatamente en movimiento, para recordar el "genocidio del<br />

pueblo elegido", del "pueblo de Dios", que es tan falso como esa elección divina, atribuida a un Dios justo, de una<br />

antiraza mentirosa y criminal, que controla todos los medios de propaganda y difusión mundiales desde las<br />

editoriales, la prensa, la televisión, el cine, los satélites de comunicación, hasta la bomba atómica, el último medio<br />

de disuasión de un mundo que no puede ser libre e independiente, porque nunca lo ha sido. Hoy habitamos un<br />

planeta de "robots", manejados y conducidos por los judíos hacia un fin trágico y fatal, hacia el abismo y el caos.<br />

Sobre el genocidio de los seis millones, Einar Aberg publicaba en Norrniken, Suecia, en 1959, lo siguiente:<br />

"En 1938 había en el mundo 15.688.259 judíos, según el "World Almanac" de 1947. Esta cifra fue proporcionada<br />

a dicho Almanaque por la "American Jewish Commitee" (Comisión Judaico-Americana) y por la "Jewish Statistical<br />

Bureau of the Synagogues of America" (Oficina Estadística de las Sinagogas de América).<br />

"En 1948 existían en el mundo entre 15.600.000 y 18.700.000 judíos, según un artículo aparecido en el "New York<br />

Times", del 22 de febrero de 1948, escrito por Mr. Hanson W. Baldwin, reconocido experto y de probada<br />

imparcialidad en todas las cuestiones demográficas, personalidad que, ni aún haciendo alarde de la mayor<br />

fantasía, puede ser tildada de antisemita. Su jefe, Arthur Sultzberger, propietario del "New York Times", y judío él<br />

mismo, es reconocido como amigo incondicional de Gran Bretaña.<br />

"Tomando, pues, por cierta la evaluación más alta del Mr. Baldwin, o sea, 18.700.0000 judíos, resultaría que en<br />

los diez años que mediaron entre 1938 y 1948 —período que incluye los años de guerra de 1939 a 1945—,<br />

durante los cuales se pretende que Hitler hizo matar a seis millones de judíos, la población judía del mundo habría<br />

aumentado en más de 3 millones. Si, a los efectos de la comprobación, supusiéramos que Hitler efectivamente<br />

hizo matar a 6.000.000 de judíos, nos encontraríamos con que el incremento de la cifra demográfica es realmente<br />

de 9.000.000. Es decir, un aumento de 3.000.000, más otros 6.000.000 de nacimientos, para suplir los 6.000.000<br />

de judíos pretendidamente gasificados bajo el régimen hitleriano.<br />

"Teniendo en cuenta que actualmente existen en el mundo tan sólo 18.000.000 de judíos, supone ello un aumento<br />

de 9.000.000 de judíos durante los diez años que van de 1938 a 1948, o sea, un incremento total (en sólo diez<br />

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