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2 - Gnostic Liberation Front

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de sus colonias africanas, también arrebatadas por el Tratado de Versalles. Nunca Hitler quiso destruir el Imperio<br />

Británico. Admiraba a los ingleses, creyendo que sin ellos Alemania no se encontraba en situación de poder<br />

organizar el mundo, dentro de un Nuevo Orden. Pensaba que todas las tropelías del capitalismo británico en el<br />

mundo no eran producto de los ingleses, sino de los judíos infiltrados, que controlaban sus finanzas y la dirección<br />

política. Limpiándose de éstos, las cosas se arreglarían. Fuera de Alemania y de los países nórdicos sólo los<br />

ingleses tenían una raza más pura. Eran blancos y Hitler no estaba allí para destruir a la raza blanca, sino para<br />

salvarla. Recuperar a Europa, continente rico en espíritu, pero pobre en materias primas. Ampliando el espacio<br />

vital en el Este, destruyendo el bolchevismo e incorporando a las razas arias del Cáucaso y los Urales, Europa<br />

dispondría del petróleo, del trigo y de las materias primas que le permitirían equilibrarse ante el peligro de color y<br />

la influencia decadente de los Estados Unidos de América. Resurgiría una Edad de Oro de la civilización y lá<br />

cultura del hombre blanco. En cuanto a los Estados Unidos y a Sudamérica, por reflujo natural de las grandes<br />

mareas del espíritu y del benéfico contagio, también allí se produciría una limpieza y ordenación racial, de<br />

acuerdo al misterio polar de los orígenes y de los Dioses Blancos. El hitlerismo había hecho investigaciones al<br />

respecto, de las que muy poco se ha llegado a saber, porque no se revelaron. Y de las cuales, en parte, soy<br />

depositario.<br />

Nada más podíamos hacer en Chile ya. Aquí la guerra se había perdido aun antes de que estallara en Europa.<br />

Sólo nos quedaba la esperanza de que Hitler la ganara, para tomarnos el desquite. Hemos dicho que el mismo<br />

Jorge González von Marees parecía esperar esto cuando editó su revista "Acción Chilena".<br />

En 1941 decidí entrar de lleno en el combate, comenzando a publicar mi revista "La Nueva Edad". Este semanario<br />

se pondría sin reticencias del lado de Alemania, de Italia y Japón; o sea, del "Eje". Pero más que nada estaba con<br />

Hitler, aun cuando a la fecha ignorara yo las dimensiones reales de este hombre, considerándole únicamente<br />

como un político genial, fuera de serie.<br />

Mi formación intelectual estaba basada en los filósofos alemanes, que había asimilado a través de las<br />

traducciones de la "Revista de Occidente". Me había hecho, así, toda una composición e interpretación muy mía<br />

del destino de América, llegando a hablar de ciertas cosas extrañas y mágicas, que yo mismo no podría decir de<br />

dónde me llegaban. En un artículo publicado en esos primeros números de "La Nueva Edad" y que titulé "Más allá<br />

del Nazismo", toda una concepción del hombre y del mundo fue expuesta. Recuerdo que el doctor Ramón Clares<br />

Pérez, muy admirado por aquellos años, me llamó por teléfono para consultarme dónde y cómo había obtenido<br />

esos conocimientos. La verdad es que ni yo mismo podía decirlo.<br />

También, y desde siempre, creo haber estado hablando de los gigantes de los Andes y de un Chile mítico,<br />

sagrado.<br />

Antes de decidirme a comenzar con una revista propia, recuerdo haber visitado a Bardina, un catalán<br />

independiente y muy interesante que vivía en Valparaíso, donde editaba un semanario, partidario también del<br />

Eje: "La Semana Internacional". Allí analizaba, con gran conocimiento, las campañas militares de Alemania. Me<br />

gustaba en especial este catalán, porque era un acérrimo enemigo de Franco; por lo mismo, partidario de Hitler.<br />

Sabía que los hitleristas, de ganar la guerra, iban a reorganizar el mapa de Europa de acuerdo con las "patrias<br />

carnales", es decir, en agrupaciones étnicas y lingüísticas. Cataluña quedaría unida con el Languedoc y la<br />

Provenza, independiente del Norte de España. Todas esas regiones habían sido ocupadas por los visigodos con<br />

anterioridad al siglo V.<br />

Bardina afirmaba que "Caudillo", nombre que se diera a Franco, buscándole un equivalente con Duce y Führer,<br />

venía de cauda, es decir, de cola.<br />

En mi libro "El Cordón Dorado, Hitlerismo Esotérico" he publicado el mapa de la Nueva Europa, un proyecto de los<br />

SS. Ahí se puede ver lo que sería Cataluña. Bardina tenía razón.<br />

Después de una entrevista amable y simpática, llegué al convencimiento de que mi combate debería ser<br />

independiente, para poder expresar mi pensamiento y mi apoyo, tal como yo lo entendía.<br />

Así, el 3 de julio de 1941, apareció el primer número de "La Nueva<br />

Edad".<br />

Nunca en Chile se ha editado ni se volverá a editar una revista como ésa. Lo sé, al ponerme a revisar sus<br />

números, después de cuarenta años de su aparición. ¿Cómo se pudo publicar algo semejante en Chile? Lo que<br />

ahí se escribió jamás había sido expresado, ni se volverá a escribir aquí. No releía la revista desde los años de su<br />

edición. Descubro que lo que en este libro he estado escribiendo, hasta el momento, casi todo y más aún, ya<br />

había sido dicho allí. La interpretación del crimen del 5 de septiembre de 1938 es la misma, el análisis de los<br />

acontecimientos mundiales, de la Gran Guerra, es penetrante, al extremo que debo rectificar algunos detalles de<br />

esta nueva exposición. Y me pregunto: ¿Cómo fue posible que, siendo tan jóvenes, estuviésemos en posesión de<br />

esos conocimientos y secretos? Y nuevamente debo pensar en "la memoria de la sangre", en el Eterno Retorno y<br />

en los guías invisibles que nos dirigen desde un más allá.<br />

Nada de esto, absolutamente nada, habría sido posible en Chile y en otras naciones sin la aparición de Adolf<br />

Hitler. Porque era él quien permitía este conocimiento, esta revelación, también sobre la historia particular y lejana<br />

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