2 - Gnostic Liberation Front
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Engadina y en el Tirol del Sur, por valles escondidos entre cumbres, siguiendo la Ruta del Ámbar, pensé poder<br />
entrar al Reino de los Duendes del Rey Laurin, en el Troj de Reses, en el País de las Rosas Alpinas.<br />
En los Himalaya, sin saber cómo, me había encontrado en el Valle de las Flores, donde soñé con la amada muerta<br />
en mi Hiperbórea sur-polar. Volví a verla en sueños. Y entonces, dejé caer en el viento de esas cumbres tan<br />
lejanas la pluma de quetzal que encontrara entre sus manos mientras me reclinaba junto a su lecho mortuorio,<br />
hace tantos años, en esta ciudad de Santiago de la Nueva Extremadura.<br />
En ninguna parte encontré lo que buscaba, ni siquiera hallé los Oasis en la Antartica. Pero descubrí a los<br />
camaradas, entre las ruinas. De allí emergían aún, mortalmente heridos, sangrantes, pero repitiendo aquel poema<br />
de Ezra Pound: "Mantente firme en, los viejos sueños, para que nuestro mundo no pierda la esperanza".<br />
Yo les respondía, con Shelley: "Persevera, hasta que la esperanza cree con su propio naufragio la cosa<br />
contemplada".<br />
Cuando encontré a Ezra Pound, él ya no hablaba. Había entrado en el silencio, para que nadie le obligara a<br />
desdecirse de lo que una vez dijo: "Hitler es el más grande de los hombres". "El judío es un ave de rapiña".<br />
Estuve a su lado, hablando para él, diciéndole que nada importaba, porque en setecientos años más perderíamos<br />
de nuevo... Y nos volveríamos a encontrar, como tal vez lo habríamos hecho infinitas veces en la Eternidad. Y así<br />
estuve, hablando, hablando, hasta que se murió... Pero poco antes, saliendo de su silencio y señalándome a su<br />
compañera, a su Walkiria, que se llamaba Olga, me dijo: "Cuídela, porque ella es heroica y ha impedido que me<br />
vuelva loco...". Luego, en la vieja ciudad castellana de Medi-naceli, por donde pasara El Cid y también él,<br />
levantamos una piedra, como un menhir, en su homenaje. La enclavamos allí para que la tierra vibrara, temblara.<br />
Y recité sus versos: "La piedra bajo el olmo... He apartado la locura, el pesar. Mis lágrimas dejé bajo una<br />
hoja de olmo y las abandoné^bajo una piedra... Ha penetrado el árbol en mis manos, la savia por mis<br />
brazos ha ascendido...".<br />
El Árbol era el Irminsul.<br />
Camaradas alemanes, camaradas italianos, camaradas suizos, camaradas franceses, belgas, españoles,<br />
americanos... Ezra Pound, León Degrelle, Saint Loup, Skorzeny, Julius Evola, Hermann Wirth, Savitri Devi, Hanna<br />
Reitsch, Hans Ulrich Rudel... ¡Cuántos se hallan en prisiones, cuántos han desaparecido! Debí permanecer en<br />
Europa hasta conocer más sobre la Ini-"ciáción del Hitlerismo Esotérico, de las SS Negras. Aún debía entrar en su<br />
templo mágico, así como una vez ló hiciera en el Castillo de Federico II de Hohenstaufen, en la desértica Calabria.<br />
Pronto la tierra de los gigantes, de la Estrella de la Mañana, la Tierra de Oiyehue volvería a llamarme, más allá del<br />
Gran Océano. Ahora, la antigua premonición se confirmaba. En un bosque de Alemania había encontrado el<br />
Ashram de las Nornas y ellas me ordenaban retornar. Es más, una Norna sería enviada conmigo, porque el<br />
tiempo, acelerándose, estaba ya por cumplirse y debíamos penetrar al refugio del Führer y de los Dioses Blancos,<br />
para ser transportados en sus Discos de oricalco, llegando a formar parte de la Wildes Heer, que librará el último<br />
combate antes del sumergimiento de la nueva Atlántida.<br />
Y se me ordenó escribir este libro.<br />
Aquí estoy, de nuevo. Nada reconozco. Treinta años han pasado desde que partiera en dirección a los Himalaya<br />
cruzando el viejo mar que cubre los palacios, los templos sumergidos de la Lemuria, para tender un arco desde el<br />
Melimoyu al Kailás. Deambulo por las calles viejas de los años de mi juventud. Busco las huellas de los pasos de<br />
Jasón, de los camaradas de mi adolescencia, las mansiones derruidas, los antiguos sueños. Me interno por aquel<br />
corredor cubierto de piedras, flanqueado de casas semiderruidas, de colores desvanecidos. Al fondo, aún se<br />
encuentra el pequeño patio con la gran virgen de yeso y un árbol frondoso. La virgen está rota, mutilada, unas<br />
viejas mujeres se asoman a las puertas a mirar con ojos cansados un mundo que sólo existe en su recuerdo. Y en<br />
mí. Voy entonces a buscar los barrios nocturnos de otros tiempos, el bar "La Miss Universo", donde nos<br />
reuníamos los jóvenes escritores de mi generación: Héctor Barreto, Julio Molina, Santiago del Campo, Homero<br />
López, Iván Romero, Ornar Cáceres, Irizarri, Ahumada... ¿Quién sabe que una vez existieron? También yo soy un<br />
ignorado en mi propia patria y voy pasando por estas calles como un fantasma. Ese bar ya no existe. Y no puedo<br />
dejar de recordar una noche con Ezra Pound, en la Plaza San'Marcos de Venecia, llena de turistas americanos y<br />
europeos. Allí iba caminando Ezra Pound, solo, erguido, apoyado en su bastón, sin mirar, sin ver a nadie. Y nadie<br />
tampoco le veía a él, nadie sabía que ahí iba caminando esa noche el más grande poeta de este tiempo. Aún<br />
"alentando pasos en la tierra", como dice el verso de Ornar Cáceres. Y como yo mismo ahora...<br />
En la superficie de mi tierra todo se ha destruido, erosionado. Ni el eco de las canciones de los héroes muertos<br />
antaño, de los jóvenes nazistas... No me atrevo a mirar arriba, en busca del altillo donde trabajara en tiempos de<br />
la Gran Guerra, cuando editaba "La Nueva Edad", tratando de tender un puente de gloriosa esperanza desde los<br />
Andes a las cumbres de Berchtes-gaden. No quiero ir en busca de los lugares donde mi Maestro nos indicara el<br />
Camino de Devayana, ni donde murió Papan.<br />
Hoy Chile parece un país enemigo, ocupado por gente extraña. Sí, lo sé. Pero yo no he venido aquí a recorrerlo en<br />
su superficie, sino a encontrar a los pocos héroes que aún existen, a los más jóvenes, para traspasarles un<br />
legado, un mensaje, y con ellos ir en busca de las entradas a las Ciudades secretas de los Dioses Blancos, a la<br />
Ciudad de los Césares, a la Tierra Interior, a los Oasis de la Antartica. Ahí, donde el Führer nos espera, para<br />
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