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2 - Gnostic Liberation Front

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marxismo que llegaría al poder por las elecciones. Y así nació el eurocomunismo. Se pensó que Francia o<br />

Italia podrían ser los campos de experimentación. Por un acontecimiento extrañísimo, no previsto ni buscado por<br />

los soviéticos, el asunto vino a producirse en Chile, en "el último rincón del mundo" y en una zona que los rusos<br />

debían respetar, por quedar dentro del área de influencia acordada a los norteamericanos. Los Estados Unidos<br />

habían respetado a Checoslovaquia. En todo caso, los soviéticos, ya lo hemos visto, ni cortos ni perezosos,<br />

tomaron el fruto que les caía en las manos, pensando comer todo lo que se les permitiera de él; pero sin hacerse<br />

grandes ilusiones. El viaje de Allende a Moscú, en busca de ayuda económica y de seguridades, fue un total<br />

fracaso. Los rusos tenían demasiado ya con Cuba".<br />

"Fue así como llegamos al pronunciamiento militar". Dije: "Señores, si se quisiera buscar un argumento para<br />

contradecir la opinión internacional de que este golpe fue dado exclusivamente por la CÍA, bastaría con destacar<br />

el hecho de que aquí en Chile se ha destruido el aparato visible del Partido Comunista. Los rusos podrían aceptar<br />

todo (e igualmente los norteamericanos), cualquier cosa, menos esto. El Partido Comunista de Chile es uno de los<br />

más fieles a Moscú, de larga tradición para los soviéticos, casi como el Partido Comunista francés. Y ha estado en<br />

todas circunstancias apoyando la línea rusa, en la invasión de Hungría y en la de Checoslovaquia. Este es un<br />

golpe demasiado duro para los soviéticos. Lo sucedido en Chile altera todo el juego de ajedrez en el tablero<br />

mundial. Tampoco los Estados Unidos pueden aprobar lo que ha sucedido, porque, como decimos en Chile,<br />

"entre bueyes no hay cornadas". Los grandes se combaten, se dan golpes, a veces muy duros; pero no se matan.<br />

Este es su código; el código de esta mafia. Aquí los norteamericanos estaban de acuerdo con la salida de Allende<br />

del poder; pero no con la destrucción del Partido Comunista, porque esto afecta intereses vitales del enemigo, que<br />

lo es sólo en apariencias. Por lo tanto, señores, habrá que resistir el vendaval que a Chile se le viene encima. El<br />

mundo entero va a estar en su contra. Porque Chile ha alterado el juego en el tablero mundial, y sus leyes".<br />

No recuerdo si éstas fueron mis palabras exactas, pero sí lo fueron las ideas y la secuencia de exposición de las<br />

mismas. Yo estaba de acuerdo con lo que había sucedido, pues lo atribuía a los manes que dirigen el destino de<br />

nuestra tierra. Lo que aquí han llamado sierrvpre "Virgen del Carmen" y que yo llamo Estrella de la Mañana, o<br />

Gigantes de los Andes. Pero también los chilenos la llaman la Estrella Solitaria, la Estrella de Chile.<br />

Recuerdo que ya entonces hablé de la "conspiración blanca" de los jesuítas y de la Iglesia Católica, expresando<br />

mis sospechas de que Stalin había logrado infiltrar la jerarquía vaticana, con agentes jóvenes enquis-tados en las<br />

órdenes eclesiásticas mundiales, también en Chile, y que hoy serían arzobispos y cardenales.<br />

Terminé haciendo ver la necesidad de estar a la altura del drama y la furia desatada en contra de Chile, iniciando<br />

de inmediato una contraofensiva internacional de información diplomática. Hoy los servicios de inteligencia del<br />

mundo entero trabajan con la parapsicología y fuerzas mentales, dije. El Ejército de Chile debería crear un<br />

"segundo cuerpo", una suerte de Aura, de directores invisibles. Sobre esto no me extendí más; pero lo dije con<br />

toda claridad. Lo que ellos hayan entendido, no lo sé. Poco después se creó la Dirección de Inteligencia Nacional<br />

(DINA). Tal vez ellos tradujeron mal la palabra Aura...<br />

Así terminó esa reunión. Todos se levantaron. Le di la mano a cada uno y partí. Luego, todo se ha cumplido<br />

exactamente. El furor comunista no ha tenido límites. Un pequeño país los había desarticulado<br />

interna-cionalmente. El furor era también contra los Estados Unidos que habían permitido a ese "satélite" ir tan<br />

lejos. No se podía creer que ellos no hubieran tenido participación en todo, también en la liquidación del Partido<br />

Comunista. Y fue así como primero se pensó en armar al Perú con tanques y aviones rusos para que nos<br />

invadieran; más tarde, se pensó en Argentina. Luego, los soviéticos intentaron compensarse en Portugal,<br />

afectando allí los intereses vitales de la NATO, que nada tenía que ver en lo de Chile. Se retiraron de Portugal,<br />

pero se compensaron en Angola. Kissinger era un especialista en negociar con los soviéticos entregándoles<br />

territorios materiales y espirituales en compensación.<br />

Quise ayudar a mi país y ofrecí mi colaboración. Consecuente con mi exposición y con la manera que tenía de ver<br />

lo sucedido, dentro del cuadro global de los acontecimientos mundiales, envié una carta al Ministro de Relaciones<br />

Exteriores, Almirante Huerta, que era con quien me correspondía estar en contacto y a quien debía esa recepción<br />

de la Junta de Gobierno. Le propuse usar mis amistades, visitándolas para exponer nuestro caso: A la señora<br />

Indira Gandhi, Primer Ministro de India, a Tito, aún vivo, al Presidente de Austria, a Kirchschláger, al Secretario<br />

General de las Naciones Unidas, Waldheim, al Director General del Ministerio de Relaciones de Italia, Roberto<br />

Ducci, mi colega en Yugoslavia y Austria, etcétera. Pedía, para poder tener más peso representativo, que se me<br />

restituyera el rango de Embajador, por haber sido el único a quien Allende despojara.<br />

Pienso, aún hoy, y a pesar de mi pesimismo respecto a todos estos asuntos de la política visible y contingente,<br />

que algo pudo lograrse, porque aún quedaba un estrecho espacio de maniobra —como entre la pared y las sillas<br />

de esa sala de reunión con la primera Junta— para las simpatías y la amistad entre los hombres. Algo pude hacer<br />

en esos momentos decisivos y cruciales para Chile.<br />

El Ministro de Relaciones", el Almirante,, me hizo llegar una respuesta, después de pasado mucho tiempo,<br />

diciéndome que no había dinero, que estaban muy pobres para esos viajes míos.<br />

De nuevo los hados de mi tierra me volvían a proteger. Mi ciclo de trabajo en el mundo exterior y en la diplomacia<br />

se había cerrado para siempre. Yo no podía comprometerme con todo lo que luego ha sucedido y que era<br />

absolutamente inevitable, dada la situación en que se encuentra la estructura fundamental del hombre de Chile,<br />

su configuración racial, el ciclo de su mestizaje ya acabado. ,<br />

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