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Fui el único Embajador chileno al que Allende aceptara su renuncia, un procedimiento en uso en este país por ser los Embajadores de la confianza exclusiva del Presidente. Me hallaba de Embajador en Austria y había enviado al Ministerio un informe detallado sobre la guerrilla internacional y sus centros de control. Este informe fue a parar al Comité Central del Partido Comunista chileno y, antes aún, a las manos de Salvador Allende, que por aquella fecha era Presidente del Senado y miembro de la OLA, cosa que nadie sabía en esos tiempos. Conocía bien a Allende. Me hizo saber que había leído mi informe. No voy a extenderme sobre la forma artera y doble en que se me sacó de Austria. No hay motivos ni necesidad para ello. Se solicitó al Embajador de Austria en Chile que no se me informara que se estaba pidiendo el agreement para un nuevo Embajador. El Ministerio me lo ocultó, mientras el propio Allende me había pedido que continuara en el cargo. Los gobernantes austríacos eran amigos míos y me lo informaron, sintiéndose ofendidos por el procedimiento. Antes de partir, debí visitar al entonces Primer Ministro de Austria, Kreisky, un hábil judío, de mucho conocimiento y extensos contactos. Mi visita era protocolar, pero duró bastante más de lo previsto porque él quería que y o. interviniera ante Allende, mientras aún ostentara el cargo de Embajador, para pedirle a nombre suyo que demorara el reconocimiento chileno a la Alemania Oriental. Por esos días se iba a efectuar en Helsinki la Conferencia de la Segunda Internacional, a la que Allende se hallaba invitado. Si Chile reconocía a Alemania comunista, Willi Brandt, dirigente de la Segunda Internacional, no podría sentarse a la misma mesa de reunión con Allende. Debía guardar las apariencias. Y me agregó: "Dígale a Allende que nosotros podemos ayudarle enormemente, en todo sentido". En seguida apretó un botón en un tablero que tenía sobre su escritorio. En cuestión de segundos tenía al otro lado del cable a Willi Brandt, quien le confirmó que Chile, bajo Allende, reconocería a la Alemania Oriental a comienzos del próximo mes. Ya no lo recuerdo con exactitud, pero creo que sería en octubre y estábamos a fines de septiembre. A pesar de todo lo que Kreisky sabía, su información sobre Allende y la situación política de Chile era errada. No existía posibilidad alguna de que Allende asistiera a una conferencia de la Segunda Internacional. Es ésta la organización socialista masónica y judaica, que hasta hoy controla la política europea del bloque occidental, alternando en el poder a socialistas del tipo Olaf Palme, Willi Brandt y el mismo Kreisky, con demócratacristianós de Alemania y de Italia y conservadores o laboristas ingleses. Todos en la misma salsa: Vaticano, masonería, judaismo, mundialismos, Bildesberger, Trilateral, Rockefellers, reyes, papas. Allende era masón, era judío y pertenecía al Partido Socialista chileno; pero estaba comprometido con Fidel Castro, que a su vez lo estaba hasta los huesos con Rusia. Por otra parte, en Chile el Partido Socialista no pertenecía a la Segunda Internacional. En este país, el miembro de esta organización masónica era el Partido Radical. Los socialistas, con Carlos Altamirano como su secretario general, en los tiempos de Allende, estaban a la izquierda del comunismo, en abierta competencia con el MIR por el control de la juventud guerrillera y extremista. Después de lo que me sucediera, libre ya para poder continuar mi propio combate, interrumpido necesariamente durante los años de servicio a mi país como Embajador, pude dedicarme abiertamente a la investigación del HitlerismóxEsotérico en Europa, cosa que por lo demás nunca había interrumpido totalmente ni en India, ni en Austria. Decidí, por ello, permanecer en el viejo continente, yendo a parar, después de mucho buscar, como guiado por una mano, a la casa de Hermann Hesse, en la pequeña aldea de Montagnola, en la Suiza italiana. Me recibió allí la signorina/Rosetta Camuzzi, hija de la señora que hace muchos años recibiera a/Hermann Hesse en esa misma antigua mansión. En verdad, me recibió Hesse, tendiéndome la mano del amigo en los momentos de mayor necesidad. Diez años viví allí, deambulando por bosques y cumbres, con un saco alpino a la espalda y un libro en la mano. Comía en los grottos, queso y pan, bebía el vino rojo, barbera o merlot, en tazones campesinos. De allí partía en busca de información a Austria, Alemania, Italia, Milán, Florencia, Bologna y Londres. Viajaba a Venecia a encontrarme con Ezra Pound. Me comunicaba con camaradas desconocidos, algunos de los cuales ya han desaparecido en cárceles o en la miseria. También visitaba España. Pero siempre tuve gran cuidado de no comprometer la hospitalidad de Suiza, de la digna signorina Camuzzi, ni de Hermann Hesse. Cuando creí que ello pudiera suceder, preferí dejar el país. Coincidió esto con la aparición de "El Cordón Dorado". Fueron años muy prolíferos, en que viví pobremente, como ahora, sólo de lo que mis libros me producían. Había descubierto, al dejar la diplomacia, que una de mis obras era un best seller en el mundo anglosajón: "El Círculo Hermético". Este libro le abrió las puertas a todos los demás y, así, fui publicado en varios idiomas, en paperback. En Inglaterra, en los Estados Unidos, en Alemania, en Italia, Holanda, Japón, Suiza, Irán, España, Argentina y Brasil. Sin embargo, por encontrarse todas las editoriales y el negocio de los libros en las consabidas manos, siempre he sido un explotado. Con la publicación privada de "El Cordón Dorado" y más aún de este libro, he creído romper con tan terrible mafia. Con inquietud, seguía las noticias de mi país. Desde lejos, luchaba en la única forma posible, con el pensamiento y fe en las fuerzas misteriosas del paisaje, en los gigantes de la roca andina. Debo recordar aquí mi última conversación con el Ministro de Relaciones Exteriores de Austria, Kirchschláger, quien luego, y por más de diez años, ha sido el Presidente de su país. Nos habíamos hecho amigos y, hasta el día de hoy, esa amistad perdura. Mi visita también debió ser protocolar, de despedida, por lo tanto corta. Duró, sin embargo, más de una hora, porque él me retuvo grandemente preocupado por lo que había sucedido en Chile y también por mi destino personal. 276
Me contó que había formado parte, hacía algún tiempo, de una delegación político-comercial de su país a la Rusia Soviética, pudiendo asistir a una conversación con Kruschev. El dirigente comunista había dicho a los austríacos: "Ustedes pueden elegir el gobierno y el sistema que quieran; han elegido el capitalismo y nosotros les vamos a "enterrar; pero si un país ha entrado por una vez en el socialismo, ya no podrá salir más, porque nosotros no se lo permitiremos. Este es nuestro deber". Kirchschláger, con gran preocupación, me agregaba: "Chile está perdido, ya no tiene caso. Rusia se encargará de que siga el camino de Cuba". Y Chile, sin embargo, logró ser la excepción. Se salvó del comunismo. En verdad, lo salvó Yalta, porque correspondía a la esfera de influencia de los Estados Unidos. El caso de Cuba es una aberración, una anomalía; digamos mejor, una estupidez. Aún había reservas patriarcales en Chile, aún el mestizaje no estaba totalmente putrefacto, como lo está en Cuba. Aún había disponibilidades visigóticas en el ejército. Sobre todo, este era el país de los Gigantes de los Andes y de la Estrella de la Mañana. Y ellos hacen siempre posible la magia y el milagro. El ejército de Chile es de formación prusiana. Por la conformación tan especial del mestizaje, de factores parejos y por la ascendencia por ambos lados de gente guerrera, de visigodos y araucanos, como creía Palacios, la profesión de las armas encuentra una inclinación muy favorable. En la Guerra del Pacífico todas esas cualidades quedaron de manifiesto. Muy pronto el ejército debió cambiar el képi francés por el casco prusiano y el goose step, que tanto admirara Jung en los alemanes. Hasta el día de hoy el ejército chileno conserva el uniforme alemán, las marchas alemanas y ese paso de parada. Nada pudieron hacer los yanquis para cambiarlo al finalizar la última Gran Guerra. La simpatía de Chile por Alemania nace de la misma Guerra del Pacífico, cuando Bismarck impidiera que ingleses y americanos se quedaran con el salitre y los territorios que Chile había conquistado. Heredé las cartas manuscritas y privadas que el Ministro de Chile en Berlín, Manuel Antonio Matta, enviara al Presidente Santa María durante aquellos años, refiriéndose a tan delicado asunto. Luego, los inmigrantes alemanes y los instructores del Ejército, los profesores universitarios. Los chilenos de mi generación aún fuimos educados en la disciplina y la filosofía alemanas, en los colegios chilenos, más aún que en los colegios de los mismos alemanes del sur, donde predominaba la enseñanza religiosa luterana sobre la filosófica. Muchos hijos de los inmigrantes alemanes entraron al ejército y la marina de Chile, con el resultado de que siempre es posible encontrar altos oficiales y generales de nombres germanos. Cuando estuve con Otto Skorzeny en Madrid, comentándome la situación bajo el gobierno marxista de Salvador Allende, se admiraba de que el ejército chileno lo hubiese permitido, porque varios de sus camaradas alemanes se habían incorporado a las fuerzas armadas chilenas, después de la guerra. Cuando murió Skorzeny, su viuda fue invitada a venir a Chile por el Ejército. Y Rudel, hasta el último, era invitado por el jefe del gobierno militar, cada vez que pasaba por Chile. Todo esto es la piel del bello fruto de antaño. El gusano estaba adentro. Y no sólo aquí. ¿Qué es un ejército profesional? ¿Qué es el Ejército Prusiano? ¿Cómo nace? Lo crea Federico el Grande, teniendo como modelo la Orden Sacra de los Caballeros Teutónicos, su férrea disciplina. Y nada más, porque Federico el Grande era racionalista y masón. Hijo de una época que daría a luz la Revolución Francesa y el enciclopedismo, el liberalismo, la democracia. Gran amigo de Voltaire, introduce como idioma el francés en su corte de Prusia y declara que la saga de "Los Nibelungos" no vale ni la pólvora de uno de sus cañones. La Orden Teutónica ha dado también vida a la Liga Hanseática germánica, una suerte de organización mística del comercio, donde no impera la usura y que llega a controlar todos los puertos del Báltico y del Mar del Norte, al igual como la Orden del Temple ha creado un comercio sin expoliación en las áreas bajo su dominio en la Edad Media. Las antiguas órdenes guerreras cultivaban la tierra y producían para la comunidad. Los templarios, además, financiaron y favorecieron a los gremios de constructores y artesanos. Es con el advenimiento de la época racionalista y burguesa que aparecen los ejércitos profesionales, junto con las carreras liberales. Estos ejércitos, destinados únicamente a proteger fronteras, la mayor parte de las veces artificiales, son absolutamente inútiles para la comunidad, porque no producen, no trabajan los grandes predios de que disponen, ni se asientan en la tierra como agricultores, al estilo de los guerreros que aquí vinieron a conquistar, a luchar y a poblar. Son únicamente una carga para el Estado y para el resto de la comunidad; pasan a mantener un privilegio de clase, que un tiempo pudo serlo de raza, justificándose en parte. Existe así, en la raíz original, una oposición de esencias entre el guerrero y el militar profesional de la época burguesa. El guerrero de las Ordenes militares sacras era un místico o un mago, que se incluía en una jerarquía divina, que no empezaba ni terminaba aquí en la tierra, prolongándose en los Guías, o Maestres invisibles y desconocidos. Se cree, asimismo, que la Orden de los Caballeros Teutónicos pudo tener como dirección oculta también esa secreta y misteriosa Orden Verde del Báltico. Verde, por proceder de la Estrella Verde de la Mañana, Venus. Y del Rayo Verde. El fin principal que se perseguía con la fundación de esas Ordenes Guerreras mágicas era el conocimiento por medio de la guerra, de una ascesis guerrera, sin odio al enemigo, como entre los templarios y los hasanitas del Anciano de la Montaña. Es la Yoga del Baghavat Gita, la disciplina guerrera de Wotan. La diferencia es tan de fondo con los ejércitos regulares, profesionales, de nuestros tiempos que es lógico y natural que cada vez que el guerrero (por lo general un civil, a veces perteneciente a una Orden iniciática, como los SS o un Mago-Avatar, como Hitler) y un militar se juntan para luchar por ideales que parecían comunes, muy 277
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Fui el único Embajador chileno al que Allende aceptara su renuncia, un procedimiento en uso en este país por ser<br />
los Embajadores de la confianza exclusiva del Presidente. Me hallaba de Embajador en Austria y había enviado al<br />
Ministerio un informe detallado sobre la guerrilla internacional y sus centros de control. Este informe fue a parar al<br />
Comité Central del Partido Comunista chileno y, antes aún, a las manos de Salvador Allende, que por aquella<br />
fecha era Presidente del Senado y miembro de la OLA, cosa que nadie sabía en esos tiempos. Conocía bien a<br />
Allende. Me hizo saber que había leído mi informe. No voy a extenderme sobre la forma artera y doble en que se<br />
me sacó de Austria. No hay motivos ni necesidad para ello. Se solicitó al Embajador de Austria en Chile que no se<br />
me informara que se estaba pidiendo el agreement para un nuevo Embajador. El Ministerio me lo ocultó, mientras<br />
el propio Allende me había pedido que continuara en el cargo. Los gobernantes austríacos eran amigos míos y me<br />
lo informaron, sintiéndose ofendidos por el procedimiento.<br />
Antes de partir, debí visitar al entonces Primer Ministro de Austria, Kreisky, un hábil judío, de mucho conocimiento<br />
y extensos contactos. Mi visita era protocolar, pero duró bastante más de lo previsto porque él quería que y o.<br />
interviniera ante Allende, mientras aún ostentara el cargo de Embajador, para pedirle a nombre suyo que<br />
demorara el reconocimiento chileno a la Alemania Oriental. Por esos días se iba a efectuar en Helsinki la<br />
Conferencia de la Segunda Internacional, a la que Allende se hallaba invitado. Si Chile reconocía a Alemania<br />
comunista, Willi Brandt, dirigente de la Segunda Internacional, no podría sentarse a la misma mesa de reunión<br />
con Allende. Debía guardar las apariencias. Y me agregó: "Dígale a Allende que nosotros podemos ayudarle<br />
enormemente, en todo sentido". En seguida apretó un botón en un tablero que tenía sobre su escritorio. En<br />
cuestión de segundos tenía al otro lado del cable a Willi Brandt, quien le confirmó que Chile, bajo Allende,<br />
reconocería a la Alemania Oriental a comienzos del próximo mes. Ya no lo recuerdo con exactitud, pero creo que<br />
sería en octubre y estábamos a fines de septiembre.<br />
A pesar de todo lo que Kreisky sabía, su información sobre Allende y la situación política de Chile era errada. No<br />
existía posibilidad alguna de que Allende asistiera a una conferencia de la Segunda Internacional. Es ésta la<br />
organización socialista masónica y judaica, que hasta hoy controla la política europea del bloque occidental,<br />
alternando en el poder a socialistas del tipo Olaf Palme, Willi Brandt y el mismo Kreisky, con demócratacristianós<br />
de Alemania y de Italia y conservadores o laboristas ingleses. Todos en la misma salsa: Vaticano, masonería,<br />
judaismo, mundialismos, Bildesberger, Trilateral, Rockefellers, reyes, papas. Allende era masón, era judío y<br />
pertenecía al Partido Socialista chileno; pero estaba comprometido con Fidel Castro, que a su vez lo estaba hasta<br />
los huesos con Rusia. Por otra parte, en Chile el Partido Socialista no pertenecía a la Segunda Internacional. En<br />
este país, el miembro de esta organización masónica era el Partido Radical. Los socialistas, con Carlos<br />
Altamirano como su secretario general, en los tiempos de Allende, estaban a la izquierda del comunismo, en<br />
abierta competencia con el MIR por el control de la juventud guerrillera y extremista.<br />
Después de lo que me sucediera, libre ya para poder continuar mi propio combate, interrumpido necesariamente<br />
durante los años de servicio a mi país como Embajador, pude dedicarme abiertamente a la investigación del<br />
HitlerismóxEsotérico en Europa, cosa que por lo demás nunca había interrumpido totalmente ni en India, ni en<br />
Austria. Decidí, por ello, permanecer en el viejo continente, yendo a parar, después de mucho buscar, como<br />
guiado por una mano, a la casa de Hermann Hesse, en la pequeña aldea de Montagnola, en la Suiza italiana. Me<br />
recibió allí la signorina/Rosetta Camuzzi, hija de la señora que hace muchos años recibiera a/Hermann Hesse<br />
en esa misma antigua mansión. En verdad, me recibió Hesse, tendiéndome la mano del amigo en los momentos<br />
de mayor necesidad.<br />
Diez años viví allí, deambulando por bosques y cumbres, con un saco alpino a la espalda y un libro en la mano.<br />
Comía en los grottos, queso y pan, bebía el vino rojo, barbera o merlot, en tazones campesinos. De allí partía en<br />
busca de información a Austria, Alemania, Italia, Milán, Florencia, Bologna y Londres. Viajaba a Venecia a<br />
encontrarme con Ezra Pound. Me comunicaba con camaradas desconocidos, algunos de los cuales ya han<br />
desaparecido en cárceles o en la miseria. También visitaba España. Pero siempre tuve gran cuidado de no<br />
comprometer la hospitalidad de Suiza, de la digna signorina Camuzzi, ni de Hermann Hesse. Cuando creí que<br />
ello pudiera suceder, preferí dejar el país. Coincidió esto con la aparición de "El Cordón Dorado".<br />
Fueron años muy prolíferos, en que viví pobremente, como ahora, sólo de lo que mis libros me producían. Había<br />
descubierto, al dejar la diplomacia, que una de mis obras era un best seller en el mundo anglosajón: "El Círculo<br />
Hermético". Este libro le abrió las puertas a todos los demás y, así, fui publicado en varios idiomas, en paperback.<br />
En Inglaterra, en los Estados Unidos, en Alemania, en Italia, Holanda, Japón, Suiza, Irán, España, Argentina y<br />
Brasil. Sin embargo, por encontrarse todas las editoriales y el negocio de los libros en las consabidas manos,<br />
siempre he sido un explotado. Con la publicación privada de "El Cordón Dorado" y más aún de este libro, he<br />
creído romper con tan terrible mafia.<br />
Con inquietud, seguía las noticias de mi país. Desde lejos, luchaba en la única forma posible, con el pensamiento<br />
y fe en las fuerzas misteriosas del paisaje, en los gigantes de la roca andina. Debo recordar aquí mi última<br />
conversación con el Ministro de Relaciones Exteriores de Austria, Kirchschláger, quien luego, y por más de diez<br />
años, ha sido el Presidente de su país. Nos habíamos hecho amigos y, hasta el día de hoy, esa amistad perdura.<br />
Mi visita también debió ser protocolar, de despedida, por lo tanto corta. Duró, sin embargo, más de una hora,<br />
porque él me retuvo grandemente preocupado por lo que había sucedido en Chile y también por mi destino<br />
personal.<br />
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