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2 - Gnostic Liberation Front

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información, la publicidad, las comunicaciones, la educación y la propaganda, más la economía centralizada y<br />

controlada desde la capital. Ellos defienden, sin contrapeso, la necesidad de la igualdad y de un mayor mestizaje,<br />

apuntando al fin último de la reintroducción de los negros al país. No hay película de televisión en que no aparezca<br />

un negro en igualdad de inteligencia y condiciones a un blanco. Y esto día a día.<br />

El factor asiático, polinésico, mongólico, va ascendiendo a la superficie de modo visible y creciente en el mestizaje<br />

chileno, aun sin necesidad de refuerzos, por el hecho de que los estratos con mayor porcentaje indígena se<br />

reproducen más y las castas altas y blancas son siempre menos prolífe-ras. Es éste un fenómeno mundial, que en<br />

la sociedad cerrada y aislada del chileno ha venido a ocupar menos tiempo en producirse.<br />

No sería entonces casual el interés actual de los chinos y asiáticos en general por instalarse y comerciar en Chile.<br />

La sangre llama á la sangre. La influencia del alma amarilla se expresa siempre mejor en el comercio<br />

desenfrenado. En Japón, una vez destruida la casta de raza superior samurai y perdida la guerra, se ha entrado<br />

en una verdadera locura, en un amok del comercio, y ese pueblo se ha transformado en un monstruo que recorre<br />

frenético el planeta tratando de vender más y más, de explotar miñas, reservas forestales y pesqueras. ¡Los<br />

Dioses nos libren de esa peste! En Chile, el alma finesa ha sido responsable de los sucesos de esta década de<br />

consumismo y monetarismo. Se muestra, además, en el gusto por la erosión y los desiertos de Asia y África. En<br />

Chile se descubre en el odio al árbol, al bosque, de los barraqueros españoles y vascos, con predominante etnológica<br />

finesa, de la España/pregoda y en la afición por los desiertos de cernen-to. Fue el Ministro Ross Santa María,<br />

precursor de los llamados "Chicago Boys", quien construyó 1 en Santiago ese horrible desierto de la Plaza de la<br />

Constitución. Era un especulador de la bolsa internacional.<br />

Así, que los japoneses, los chinos, los vietnamitas, los coreanos quieran venir y estén llegando a Chile en estos<br />

últimos años, para darnos el golpe de gracia en nuestra identidad, es casi comprensible, teniendo, además, el<br />

Océano Pacífico como vía de comunicación natural. En cambio, la ayuda que les brindemos constituirá el último y<br />

más fatal acto de un suicidio etnológico, eugenésico. Esto puede cumplirse con el pretexto de la explotación de<br />

nuestras riquezas mineras, de la pesca y de las reservas hidroeléctricas en el sur. Junto con facilitarles esas<br />

posibilidades, les estaríamos también abriendo las compuertas de nuestra corriente sanguínea, para que<br />

refuercen allí el factor finés y meláneo, en favor del elemento mongólico-indígena, vernáculo.<br />

Estamos rodeados de peligros mortales. Al norte, la "axila" racial de Perú y Bolivia, donde se juntan los negros,<br />

con los chinos y mestizos de blancos; al oriente, cada vez más cercano por el comercio, el subcontinente<br />

afro-mulato del Brasil. Sólo con Argentina y Uruguay, quizás Paraguay, podríamos y deberíamos integrarnos<br />

siempre que en el Cono Sur se llegara a aplicar una política racista, eugenésica, aristogenésica, en beneficio del<br />

elemento blanco. Sólo así podríamos formar un bloque de defensa racial y controlar y proteger el Polo Sur, plexo<br />

sacro y mágico del planeta.<br />

Sueño utópico, de seguro, dadas las circunstancias actuales y lo avanzado de la gran conspiración. Todo, o casi<br />

todo, está ya controlado por el Enemigo en nuestro suelo, que nunca ha sido nuestro.<br />

No deberá ser ello impedimento para seguir luchando con fe en el milagro de la ayuda de los Gigantes de las<br />

cumbres andinas. De los Dioses Blancos.<br />

En la Edad del Héroe, sin pensar en los resultados, se debe seguir combatiendo hasta el final por la causa de esos<br />

Dioses. Hasta el último aliento de una vida.<br />

EL CICLO RACIAL CHILENO<br />

En las sociedades matriarcales adquieren preponderancia los jóvenes imberbes y pretenciosos. La madre<br />

muestra preferencias por los más jóvenes. Siente rivalidad por los hombres maduros y por los ancianos. En los<br />

Estados Unidos de América, los niños y los jóvenes imponen sus caprichos. En Chile, en los últimos años, han<br />

controlado la economía y la vida del país, con toda clase de experimentos y teorías nefastas. El tecnócrata, el<br />

economista, las sociedades de consumo son productos típicos del matriarcado. En las organizaciones<br />

patriarcales gobiernan los hombres maduros, sin prestarse a experimentos teóricos ni a especulaciones. Los<br />

ancianos aconsejan. A ellos se escucha y se recurre en las pequeñas y grandes crisis. El matriarcado siente<br />

preferencia por el cientificismo, las teorías y la tecnología, desplazando al filósofo, destruyendo la<br />

Weltanschauung, la concepción tradicional del mundo. El cientificismo, la tecnología no necesitan de la filosofía<br />

ni de la sabiduría para desarrollarse y ser aplicadas. Una pistola, un proyectil teledirigido, una bomba atómica, los<br />

pueden disparar por igual un asesino y un cobarde, con sólo apretar un gatillo o un botón. Una espada solamente<br />

la podría usar un héroe y un valiente. Hoy, los tecnó-cratas viajan a la luna. Lo primero que se les ocurre al pisar<br />

su suelo, es arrojar una pelota de golf. En el próximo viaje, si es que lo hay, seguramente van a organizar un<br />

partido de fútbol. Y todo ello transmitido por la televisión (¿visión a distancia?) para hacer las delicias de un<br />

público matriarcal de cretinos, que ya piensa poder realizar un picnic en la luna, comprando boletos anticipados<br />

para tan importante evento turístico.<br />

Son los signos de los tiempos, de la Gran Disolución, en que nada perdura y hasta los Dioses mueren. Los<br />

choferes de taxis cósmicos se preparan a viajar con sus máquinas de hierro o de plástico a la superficie de las<br />

esferas del Universo, para no ver nada ni encontrar a nadie, sólo el vacío, reflejo solidario de su propia alma. Es la<br />

civilización tecnológica del hombre-hormiga, del hombre-masa. Ni siquiera del hombre: de la Madre. Es la<br />

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