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El godo Ercilla hace que Fresia arroje a su hijo a los pies de Caupolicán, el Cinche araucano vencido y prisionero, no pudiendo aceptar el suplicio infamante del gran Toqui. El fenómeno de la decadencia nacional viene cumpliéndose históricamente. Hermann Keyserling lo vio, descubriendo el culto a lo feo del chileno, el "feísmo", como estilo nacional, su exaltación de lo inferior, de lo deforme y del alcoholismo. El hombre debe ser "bueno para tomar" y vestirse con desaliño, "mal encachado". Se odia aquí lo bello, lo que distingue. La envidia, heredada de la España vernácula, se cultiva en campo propicio, al sobrevenir la decadencia y la desaparición del elemento racial gótico, desplazado por el factor aborigen ibérico e indígena de color. No es difícil entender, entonces, que un libro como "Raza Chilena" y un autor como Palacios sean completamente ignorados y secretamente odiados, víctimas de una campaña de silencio y desprestigio, dirigida por las fuerzas que controlan el proceso de la desintegración racial en el planeta Tierra. Palacios es un peligro demasiado serio. Su libro ha sido declarado anticientífico, antihistórico, contrario a la realidad chilena y a la de España. Lo hemos dicho, las hipótesis de trabajo de Palacios no convienen a aquellos que tienen por misión empujarnos al abismo. Con el matriarcado se imponen en Chile la usura, la banca internacional y el comercio. Un país patriarcal es industrial, agrario, cazador, pescador, guerrero. Chile debió serlo por la capacidad de su gente mejor. El "con-sumismo", el "monetarismo" judaicos, el comercio desatado, donde todo se vende y se compra, han destruido la industria nacional y la agricultura. Ya trataremos esto. Los países matriarcales son productores de materias primas, las que entregan a la voracidad de los extranjeros; la mujer se abre al hombre, al conquistador, enteramente; como la madre, da su leche sin reparos. Los países viriles poseen vir (virtu). El poder del Vril hiperbóreo puede llegar a ser suyo. El socialismo es el camino final que recorre el matriarcado. En Chile se habría impuesto a no ser por esa misma mujer, esa dueña de casa, que descubrió que no satisfacía sus aspiraciones domésticas y que sus ollas estaban vacías. Hizo la llamada "revolución de las cacerolas" y derrotó al socialismo forzando al ejército a intervenir para cambiarlo por el "consumis-mo", el "librecambismo" y el capitalismo individualista más extremos, con la influencia preponderante en todas las decisiones de la mujer del jefe militar que asumió el poder. El hombre no sólo vive de pan. La mujer, sí. Si la dejamos imponerse en la estructura matriarcal de la sociedad, no habrá tampoco pan, al final. Otro signo del matriarcado es el sexualismo. Los pueblos varoniles son castos y recatados. Tras una residencia de años en el extranjero, descubro al retornar síntomas visibles del afeminamiento en las costumbres. Por ejemplo, el beso de saludo que se da indiscriminadamente a cualquier mujer. Hace muy pocos años, en Chile sólo se besaban las mujeres al saludarse. Un hombre de verdad no anda besando así. Costumbres como ésta no existen en ninguna otra parte del mundo, que yo sepa, y se han impuesto irrestrictamente en Chile en la última década, como un "estilo militar"; valga la paradoja. El jefe militar del Estado chileno anda repartiendo besos de saludo a todas las mujeres, de norte a sur del territorio nacional. Cinco mil kilómetros de besos anónimos, multiplicados por diez años de su gobierno matriarcal y consumista. El extremo de máximo peligro se ha tocado al incorporar a las mujeres en el ejército. Jamás un godo ni un araucano hizo combatir a sus mujeres, como profesionales de la guerra. Sólo el marxista eslavo, mongol, el ruso híbrido, ha incluido batallones femeninos en sus fuerzas armadas. Biológicamente, la mujer no está hecha para combatir, ni biopsíquicamen-te para dirigir o crear en competencia con el hombre. " ¡Qué absurdo sería hacer pelear las vacas en la arena, en lugar de los toros!", dice De Mahieu. Las sociedades matriarcales del presente han presenciado esta monstruosidad, con brigadas de mujeres y terroristas asesinas. De sus tumbas se levantarían hoy los soldados de Portales, los de su primera Parada Militar en el Día Nacional de Chile, los de su batallón, al saber que hoy desfilan, en el Día de las Glorias del Ejército, batallones de mujeres, incorporados a la armada de tierra, a la aviación y a la policía... ¿Le seguirá la marina? Las amazonas, que los conquistadores aseguraron encontrar en el río del Brasil que lleva su nombre, y el reino de Gaibomilla, en el sur de Chile, habrían sido consecuencia de la desaparición de los atumarunas, de los Dioses Blancos de América, o de los gigantes sumergidos en las ciudades secretas de los Andes, tras la catástrofe que destruyera el continente del Antiguo Sol. En todo caso, y siempre, es el hombre el que primero falla, física o espiritualmente. El matriarcado, el amazonismo, como fenómeno colectivo, encuentra su causa última en una deficiencia genética y racial. Este tema del matriarcado en Chile viene siendo tratado por mí desde mis escritos de juventud, en "La Nueva Edad", durante la Segunda Guerra Mundial y en artículos de periódicos y revistas. Consumismo y consumir, la vaca que come las veinticuatro horas del día, el norteamericano judaizado que mastica goma. Comprar y venderlo todo, cambio delirante de la moda en el vestir, son únicamente los síntomas visibles del matriarcado, de un mal que viene desarrollándose desde antes de la Independencia y que afecta por igual a Chile y la Península Ibérica. Veamos lo que pasa hoy en España, con el llamado "destape", la pornografía y el relajamiento de las costumbres patriarcales, aceptados por el trono judaico y masónico del Borbón. Es un mal racial, condición del "pecado racial". La involución fatal de un mestizaje. Involución de una involución. Se alteraron los factores del mestizaje en la "raza chilena", en favor del finougureano, del indio, con desventaja para el elemento blanco. Esto era inevitable, fatal. No han bastado para impedirlo los alemanes traídos por Pérez Rosales, porque se les han contrapuesto los inmigrantes semitas, en-quistándose en los centros neurálgicos de la 272
información, la publicidad, las comunicaciones, la educación y la propaganda, más la economía centralizada y controlada desde la capital. Ellos defienden, sin contrapeso, la necesidad de la igualdad y de un mayor mestizaje, apuntando al fin último de la reintroducción de los negros al país. No hay película de televisión en que no aparezca un negro en igualdad de inteligencia y condiciones a un blanco. Y esto día a día. El factor asiático, polinésico, mongólico, va ascendiendo a la superficie de modo visible y creciente en el mestizaje chileno, aun sin necesidad de refuerzos, por el hecho de que los estratos con mayor porcentaje indígena se reproducen más y las castas altas y blancas son siempre menos prolífe-ras. Es éste un fenómeno mundial, que en la sociedad cerrada y aislada del chileno ha venido a ocupar menos tiempo en producirse. No sería entonces casual el interés actual de los chinos y asiáticos en general por instalarse y comerciar en Chile. La sangre llama á la sangre. La influencia del alma amarilla se expresa siempre mejor en el comercio desenfrenado. En Japón, una vez destruida la casta de raza superior samurai y perdida la guerra, se ha entrado en una verdadera locura, en un amok del comercio, y ese pueblo se ha transformado en un monstruo que recorre frenético el planeta tratando de vender más y más, de explotar miñas, reservas forestales y pesqueras. ¡Los Dioses nos libren de esa peste! En Chile, el alma finesa ha sido responsable de los sucesos de esta década de consumismo y monetarismo. Se muestra, además, en el gusto por la erosión y los desiertos de Asia y África. En Chile se descubre en el odio al árbol, al bosque, de los barraqueros españoles y vascos, con predominante etnológica finesa, de la España/pregoda y en la afición por los desiertos de cernen-to. Fue el Ministro Ross Santa María, precursor de los llamados "Chicago Boys", quien construyó 1 en Santiago ese horrible desierto de la Plaza de la Constitución. Era un especulador de la bolsa internacional. Así, que los japoneses, los chinos, los vietnamitas, los coreanos quieran venir y estén llegando a Chile en estos últimos años, para darnos el golpe de gracia en nuestra identidad, es casi comprensible, teniendo, además, el Océano Pacífico como vía de comunicación natural. En cambio, la ayuda que les brindemos constituirá el último y más fatal acto de un suicidio etnológico, eugenésico. Esto puede cumplirse con el pretexto de la explotación de nuestras riquezas mineras, de la pesca y de las reservas hidroeléctricas en el sur. Junto con facilitarles esas posibilidades, les estaríamos también abriendo las compuertas de nuestra corriente sanguínea, para que refuercen allí el factor finés y meláneo, en favor del elemento mongólico-indígena, vernáculo. Estamos rodeados de peligros mortales. Al norte, la "axila" racial de Perú y Bolivia, donde se juntan los negros, con los chinos y mestizos de blancos; al oriente, cada vez más cercano por el comercio, el subcontinente afro-mulato del Brasil. Sólo con Argentina y Uruguay, quizás Paraguay, podríamos y deberíamos integrarnos siempre que en el Cono Sur se llegara a aplicar una política racista, eugenésica, aristogenésica, en beneficio del elemento blanco. Sólo así podríamos formar un bloque de defensa racial y controlar y proteger el Polo Sur, plexo sacro y mágico del planeta. Sueño utópico, de seguro, dadas las circunstancias actuales y lo avanzado de la gran conspiración. Todo, o casi todo, está ya controlado por el Enemigo en nuestro suelo, que nunca ha sido nuestro. No deberá ser ello impedimento para seguir luchando con fe en el milagro de la ayuda de los Gigantes de las cumbres andinas. De los Dioses Blancos. En la Edad del Héroe, sin pensar en los resultados, se debe seguir combatiendo hasta el final por la causa de esos Dioses. Hasta el último aliento de una vida. EL CICLO RACIAL CHILENO En las sociedades matriarcales adquieren preponderancia los jóvenes imberbes y pretenciosos. La madre muestra preferencias por los más jóvenes. Siente rivalidad por los hombres maduros y por los ancianos. En los Estados Unidos de América, los niños y los jóvenes imponen sus caprichos. En Chile, en los últimos años, han controlado la economía y la vida del país, con toda clase de experimentos y teorías nefastas. El tecnócrata, el economista, las sociedades de consumo son productos típicos del matriarcado. En las organizaciones patriarcales gobiernan los hombres maduros, sin prestarse a experimentos teóricos ni a especulaciones. Los ancianos aconsejan. A ellos se escucha y se recurre en las pequeñas y grandes crisis. El matriarcado siente preferencia por el cientificismo, las teorías y la tecnología, desplazando al filósofo, destruyendo la Weltanschauung, la concepción tradicional del mundo. El cientificismo, la tecnología no necesitan de la filosofía ni de la sabiduría para desarrollarse y ser aplicadas. Una pistola, un proyectil teledirigido, una bomba atómica, los pueden disparar por igual un asesino y un cobarde, con sólo apretar un gatillo o un botón. Una espada solamente la podría usar un héroe y un valiente. Hoy, los tecnó-cratas viajan a la luna. Lo primero que se les ocurre al pisar su suelo, es arrojar una pelota de golf. En el próximo viaje, si es que lo hay, seguramente van a organizar un partido de fútbol. Y todo ello transmitido por la televisión (¿visión a distancia?) para hacer las delicias de un público matriarcal de cretinos, que ya piensa poder realizar un picnic en la luna, comprando boletos anticipados para tan importante evento turístico. Son los signos de los tiempos, de la Gran Disolución, en que nada perdura y hasta los Dioses mueren. Los choferes de taxis cósmicos se preparan a viajar con sus máquinas de hierro o de plástico a la superficie de las esferas del Universo, para no ver nada ni encontrar a nadie, sólo el vacío, reflejo solidario de su propia alma. Es la civilización tecnológica del hombre-hormiga, del hombre-masa. Ni siquiera del hombre: de la Madre. Es la 273
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El godo Ercilla hace que Fresia arroje a su hijo a los pies de Caupolicán, el Cinche araucano vencido y prisionero,<br />
no pudiendo aceptar el suplicio infamante del gran Toqui.<br />
El fenómeno de la decadencia nacional viene cumpliéndose históricamente. Hermann Keyserling lo vio,<br />
descubriendo el culto a lo feo del chileno, el "feísmo", como estilo nacional, su exaltación de lo inferior, de lo<br />
deforme y del alcoholismo. El hombre debe ser "bueno para tomar" y vestirse con desaliño, "mal encachado". Se<br />
odia aquí lo bello, lo que distingue. La envidia, heredada de la España vernácula, se cultiva en campo propicio, al<br />
sobrevenir la decadencia y la desaparición del elemento racial gótico, desplazado por el factor aborigen ibérico e<br />
indígena de color. No es difícil entender, entonces, que un libro como "Raza Chilena" y un autor como Palacios<br />
sean completamente ignorados y secretamente odiados, víctimas de una campaña de silencio y desprestigio,<br />
dirigida por las fuerzas que controlan el proceso de la desintegración racial en el planeta Tierra. Palacios es un<br />
peligro demasiado serio. Su libro ha sido declarado anticientífico, antihistórico, contrario a la realidad chilena y a la<br />
de España. Lo hemos dicho, las hipótesis de trabajo de Palacios no convienen a aquellos que tienen por misión<br />
empujarnos al abismo.<br />
Con el matriarcado se imponen en Chile la usura, la banca internacional y el comercio. Un país patriarcal es<br />
industrial, agrario, cazador, pescador, guerrero. Chile debió serlo por la capacidad de su gente mejor. El<br />
"con-sumismo", el "monetarismo" judaicos, el comercio desatado, donde todo se vende y se compra, han<br />
destruido la industria nacional y la agricultura. Ya trataremos esto.<br />
Los países matriarcales son productores de materias primas, las que entregan a la voracidad de los extranjeros; la<br />
mujer se abre al hombre, al conquistador, enteramente; como la madre, da su leche sin reparos. Los países viriles<br />
poseen vir (virtu). El poder del Vril hiperbóreo puede llegar a ser suyo. El socialismo es el camino final que<br />
recorre el matriarcado. En Chile se habría impuesto a no ser por esa misma mujer, esa dueña de casa, que<br />
descubrió que no satisfacía sus aspiraciones domésticas y que sus ollas estaban vacías. Hizo la llamada<br />
"revolución de las cacerolas" y derrotó al socialismo forzando al ejército a intervenir para cambiarlo por el<br />
"consumis-mo", el "librecambismo" y el capitalismo individualista más extremos, con la influencia preponderante<br />
en todas las decisiones de la mujer del jefe militar que asumió el poder. El hombre no sólo vive de pan. La mujer,<br />
sí. Si la dejamos imponerse en la estructura matriarcal de la sociedad, no habrá tampoco pan, al final.<br />
Otro signo del matriarcado es el sexualismo. Los pueblos varoniles son castos y recatados. Tras una residencia<br />
de años en el extranjero, descubro al retornar síntomas visibles del afeminamiento en las costumbres. Por<br />
ejemplo, el beso de saludo que se da indiscriminadamente a cualquier mujer. Hace muy pocos años, en Chile sólo<br />
se besaban las mujeres al saludarse. Un hombre de verdad no anda besando así. Costumbres como ésta no<br />
existen en ninguna otra parte del mundo, que yo sepa, y se han impuesto irrestrictamente en Chile en la última<br />
década, como un "estilo militar"; valga la paradoja. El jefe militar del Estado chileno anda repartiendo besos de<br />
saludo a todas las mujeres, de norte a sur del territorio nacional. Cinco mil kilómetros de besos anónimos,<br />
multiplicados por diez años de su gobierno matriarcal y consumista.<br />
El extremo de máximo peligro se ha tocado al incorporar a las mujeres en el ejército. Jamás un godo ni un<br />
araucano hizo combatir a sus mujeres, como profesionales de la guerra. Sólo el marxista eslavo, mongol, el ruso<br />
híbrido, ha incluido batallones femeninos en sus fuerzas armadas. Biológicamente, la mujer no está hecha para<br />
combatir, ni biopsíquicamen-te para dirigir o crear en competencia con el hombre. " ¡Qué absurdo sería hacer<br />
pelear las vacas en la arena, en lugar de los toros!", dice De Mahieu. Las sociedades matriarcales del presente<br />
han presenciado esta monstruosidad, con brigadas de mujeres y terroristas asesinas. De sus tumbas se levantarían<br />
hoy los soldados de Portales, los de su primera Parada Militar en el Día Nacional de Chile, los de su<br />
batallón, al saber que hoy desfilan, en el Día de las Glorias del Ejército, batallones de mujeres, incorporados a la<br />
armada de tierra, a la aviación y a la policía... ¿Le seguirá la marina?<br />
Las amazonas, que los conquistadores aseguraron encontrar en el río del Brasil que lleva su nombre, y el reino de<br />
Gaibomilla, en el sur de Chile, habrían sido consecuencia de la desaparición de los atumarunas, de los Dioses<br />
Blancos de América, o de los gigantes sumergidos en las ciudades secretas de los Andes, tras la catástrofe que<br />
destruyera el continente del Antiguo Sol. En todo caso, y siempre, es el hombre el que primero falla, física o<br />
espiritualmente. El matriarcado, el amazonismo, como fenómeno colectivo, encuentra su causa última en una<br />
deficiencia genética y racial.<br />
Este tema del matriarcado en Chile viene siendo tratado por mí desde mis escritos de juventud, en "La Nueva<br />
Edad", durante la Segunda Guerra Mundial y en artículos de periódicos y revistas.<br />
Consumismo y consumir, la vaca que come las veinticuatro horas del día, el norteamericano judaizado que<br />
mastica goma. Comprar y venderlo todo, cambio delirante de la moda en el vestir, son únicamente los síntomas<br />
visibles del matriarcado, de un mal que viene desarrollándose desde antes de la Independencia y que afecta por<br />
igual a Chile y la Península Ibérica. Veamos lo que pasa hoy en España, con el llamado "destape", la pornografía<br />
y el relajamiento de las costumbres patriarcales, aceptados por el trono judaico y masónico del Borbón. Es un mal<br />
racial, condición del "pecado racial". La involución fatal de un mestizaje. Involución de una involución.<br />
Se alteraron los factores del mestizaje en la "raza chilena", en favor del finougureano, del indio, con desventaja<br />
para el elemento blanco. Esto era inevitable, fatal. No han bastado para impedirlo los alemanes traídos por Pérez<br />
Rosales, porque se les han contrapuesto los inmigrantes semitas, en-quistándose en los centros neurálgicos de la<br />
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