2 - Gnostic Liberation Front

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05.11.2012 Views

este otro, el chileno, estaba condicionado para recibir el modelo en forma tan especial y semejante gracias a la mitad de su sangre, a la "memoria de su sangre" He dicho que no soy el indicado, por mi estilo, para hacer la historia política de esos años ni del Nazismo chileno. Y no lo haré. Hay, sin embargo, tantas cosas extraordinarias, tantas anécdotas, tantos hechos que muestran a un Chile distinto, nunca visto, un Chile con imaginación, una generación aventurera, idealista, que imaginaba, inventaba, creaba cosas. Tener imaginación en Chile es ya una innovación, un privilegio. Y todo lo que esos jóvenes hicieron llevaba el sello de la imaginación y de la creación. Hombres como Pedro del Campo, Osear Jiménez, César Parada (el primer muerto del 5 de septiembre) y tantos otros cuyos nombres se me escapan, o que desconozco, por haber llegado tarde, hicieron cosas increíbles, que estaban destruyendo en sus basesun edificio podrido, endeble y construyendo "otro mundo", otra patria. Y esto no lo podían permitir las fuerzas oscuras que gobiernan este mundo americano. La única posibilidad de triunfo no se encontraba directamente aquí, sino allá, en el corazón del planeta, donde irradiaba el Arquetipo, el nuevo Dios resurrecto. Ante la posibilidad de que allá se impusiera totalmente, de que triunfara, había que destruir aquí la nueva sangre, acabar con el milagro, antes de que se hiciera demasiado tarde. Por eso la masacre, por eso las fuerzas espantosas que se desataron en contra de ese hombre extraño, nunca visto, de ese bello ejemplar dé la patria, Jorge González von Marees, el Jefe. Desgraciadamente, lo hemos dicho, él no estaba preparado para poder enfrentar tan tremenda conspiración en contra de su persona y de su Movimiento. También al Movimiento le faltaba todo, carecía de una doctrina filosófica, de una Weltanschauung, de una visión del mundo nueva y diferente, desconociendo en absoluto lo que detrás del Nazismo alemán existía y sobre la real persona del Führer. Casi todos sus militantes eran católicos, sin ninguna formación filosófica seria. Más de algún masón se habrá infiltrado al final, para cumplir con sus fines tenebrosos. Sólo el Jefe, por su "memoria de la sangre", como hemos estado diciendo, podría ser manejado desde lo alto por el influjo del Dios-Avatar, que estaba naciendo otra vez en este mundo. Pero esa memoria era sólo de la mitad de su sangre. Y esto, que pudo ayudarle, al final se volvió contra él y produjo la incalculable tragedia. He comparado al Jefe con mi camarada Jasón. La diferencia, en verdad, se hallaba también en la sangre, al igual que conmigo. Jasón y yo descendemos por todos lados de españoles. Si hubo mezcla, ella se produjo hace siglos y se amalgamó bien, se suavizaron las asperezas, las oposiciones. Y el Espíritu pudo trabajar allí, en el caso de Jasón, en gloria y luminosidad, hasta el límite mismo que ese Espíritu se propusiera. El elemento visigótico, predominante en la sangre de los conquistadores y antiguos chilenos, como en el norte de España, de donde mi familia procede, se ha hecho físicamente más visible en mí, de modo que a veces me considero como el último visigodo de Chile, el último que va quedando con conciencia de serlo, en esta zona surpolar del mundo, en esta "región antartica famosa"... El mestizaje es casi siempre un "pecado racial". Nada bueno produce a largo ni a corto plazo. Ha sido simultáneo con la involución de la tierra, con el devenir de la Época Más Oscura, que los hindúes llamaran Kali-Yuga, Edad de la Diosa Kali, la Destructora; los griegos la llamaron Edad del Hierro y también de Dyonisos (de Shiva); los antiguos germanos, Edad del Lobo, devorador de Wotan. Al tratar Hitler de retornar el mundo a la Edad Dorada, al Satya-Yuga, o Kryta-Yuga, a la resurrección de los Dioses, de Wotan, a la Hiperbórea Polar, es justo que paralelamente intentara la regeneración de la raza nórdica, como vehículo necesario, capaz de recibir y expresar al Dios resurrecto. Era un ideal con el que se soñaba, porque tampoco la raza germánica era pura. Por eso se habló de raza aria, término antiguo, sánscrito, que quiere decir "nacido dos veces", "renacido". Es decir, el "Iniciado", el vuelto a nacer después de la "muerte mística", iniciática. Esto conlleva a creer que el hitlerismo esotérico pudo pensar que la raza superior no es absolutamente física, como la de hoy, porque tampoco lo fue la de Hiperbórea. Y que el triunfo final no se cumpliría aquí, sino allá y más tarde, fuera ya del Kali-Yuga, tras la derrota física necesaria, para mantener incólume el ideal. Es decir, tras "ganar perdiendo". Y en un mundo paralelo (el de los Ovnis, de los Vimanas), en la tierra transmutada, tran-substanciada. En la Tierra Astral, o en el astral de la tierra, después de su destrucción física. En esa suerte de juicio final, que la India aria describe como la venida de Kalki (décimo Avatar de Visnú) sobre un Caballo Blanco, y el Hitlerismo Esotérico en el regreso del Führer, despertado, renacido de su sueño, de su "muerte mística", en los hielos del Polo Sur, que fuera el Polo Norte, antes del "salto de los polos". Todo esto lo ignoraba el Jefe del nazismo chileno, por eso no fue capaz de entregar también su vida, sin claudicar jamás, manteniéndose firme hasta el final, como lo hiciera Hitler, en la entrega total al Arquetipo Hiperbóreo, al Dios de Fuego. Dios que habría salvado al Jefe desde un más allá —como lo hiciera con Jasón—, llevándoselo también consigo. Esto no fue posible porque los registros, las claves de su sangre, se hallaban en posición conflictiva, por un mestizaje demasiado reciente. Desarticulados. Como hemos dicho, si el Jefe se hubiera mantenido firme, sin claudicar hasta el fin, la sangre de sus mártires habría realmente salvado a Chile, estableciendo un ritmo, un equilibrio polar, entre esta patria sacra del fin del mundo y la zona más alta de Europa-, entre el Polo Norte y el Polo Sur. Alcanzando los planos sublimes de su 24

modelo arquetípico terrestre, Adolf Hitler, el Führer germano. De este modo se habría formado el verdadero "Eje" (polar) del Hitlerismo Esotérico. Cosas, símbolos, imágenes demasiado enrarecidas, por lo mismo demasiado peligrosas, se habían puesto en movimiento. Faltó el cuerpo, el recipiente físico, la mente y el espíritu que pudieran acogerlos aquí. Tal vez el Destino lo tenía así prefigurado, que Uno solamente lograra alcanzar esas cimas prístinas, donde crecen lirios ígneos. Quizás Uno solo fuera suficiente para transmutar el mundo, para unir los polos, porque alcanzaría a ambos. Y únicamente yo, ahora, es_to_y aquí para poder vislumbrarlo, interpretarlo, revelarlo, estremeciéndome con el Recuerdo de lo que fue y de lo que será nuevamente. En el Eterno Retorno. Porque soy el Ultimo Visigodo del Polo Sur. Un sacerdote de la Memoria, del Recuerdo, de la Nostalgia. Un monje-guerrero del Hitlerismo Esotérico, de esa nueva Religión del Hombre-Mago, del Hombre-Dios. El Jefe llevaba una vida ascética, sobria. No bebía alcohol, no fumaba, carecía de toda aptitud para la mecánica y la técnica, no sabía conducir un automóvil. La fidelidad para con su esposa y su familia era ejemplar, manteniéndose en estrecha unión y colaboración con ellas. Pero el Jefe no carecía de un particular sentido del humor, que se expresaba más bien en el sarcasmo, como en los españoles, nunca a costa de la propia persona, como en los chilenos y en los ingleses, que se ríen de sí mismo. El sarcástico se ríe de los otros. ¡Extraña personalidad! Le acompañé en algunas giras por el país. Viajando un día en un tren hacia el sur, le vi salir de pronto de un mutismo que se prolongaba por horas, con la vista perdida, concentrado en su interior, para fijarse en un carro con animales, en un tren que se detuvo en una estación frente al nuestro. Hizo la siguiente observación: "¿Cómo no se cansan esas vacas de ir todo el tiempo de pie?". No había humor en esto, sino auténtica preocupación por el suceso. Otra vez, ya en plena guerra europea, íbamos juntos en un automóvil, sentado uno al lado del otro. Al pasar frente a la Fuente Alemana del Parque Forestal y comenzar a entrar en la Avenida Providencia, comentábamos, creo, una negativa de los alemanes para ayudar a nuestras revistas de combate. El dijo: "¡Odio a los alemanes, ojalá pierdan la guerra! ¡Son gente horrible...!". Esta vez me desconcerté. Hoy comprendo mejor, sin embargo. El conflicto interno de sangres mezcladas, demasiado recientemente, producía estos estallidos, que Carlos Keller y sus "brujos" no pudieron prever. Es interesante profundizar este tema, para descubrir razones que proyecten luz, no sólo sobre nuestra pequeña-grande historia de esos años olvidados, decisivos, sino también sobre seres más lejanos, por analogía, sobre la Historia de la Tierra, contemplada con un sentido de ciencia racial. El estudio del mestizaje abre estas perspectivas de comprensión diferente de los acontecimientos mundiales. Así, nuestro país y nuestro continente sudamericano han estado destinados, desde sus comienzos, a eso que se ha llamado subdesarrollo económico, espiritual y moral, no tanto por la "explotación de un imperialismo voraz", como afirma la dialéctica marxista, sino por su mala raza, su mescolanza indeseable de elementos totalmente contrapuestos y disímiles. El conflicto interno de razas y de sangre estalla en crueldades, en miserias, en desprecio de sí mismo, en innumerables suicidios físicos y morales, "tirando siempre para abajo", odiando toda grandeza y renegando de los ideales que alguna vez se sostuvieron; porque se presiente que estos ideales no pertenecen al "envase racial", le quedan grandes, por así decir, y, de este modo, se reniega de lo que antes se adoró como si se pusiera una bomba de tiempo en un edificio que uno mismo construyera, prefiriendo sumergirse en la abyección, en la traición al ideal, a los juramentos hechos, como si una irresistible atracción por el abismo y un deseo de autodestrucción empujara. Es una forma de escapar al conflicto interno y a la conciencia del "pecado" cometido, o sea, del "pecado racial". De un modo extremo esto se presenta en el judío, magnificado y casi sacralizado —demonizado— por el hecho de haber levantado su drama a los niveles de una religión, con el concepto del "Pecado Original", pudiendo extender el conflicto interno y racial hasta la destrucción del planeta Tierra. Se ha dicho: "Dios hizo las razas y el demonio el mestizaje, la mezcla". La aspiración máxima del demonio y de sus representantes aquí en la tierra no es llegar a destruir este pequeño planeta, sino el cosmos, para alcanzar el nuevo caos. Tal vez todo esto sea un juego permitido, en el que los hombres únicamente podamos tomar un partido —también dirigidos por la "memoria de la sangre"— a uno u otro lado. Sea como fuere, el Jefe, Jorge González von Marees, también tomó su partido y lo hizo al comienzo como un iluminado. Fue entonces cuando se desencadenaron en su contra todos los poderes de las tinieblas, por dentro y por fuera. Debemos preguntarnos: ¿Qué sucedió a Jorge González von Marees en la cárcel, inmediatamente después de que el "gobierno invisible" decidiera la matanza de sus seguidores? A través de los años, he meditado muchas veces en ello. Carecemos de toda posibilidad de llegar a saberlo con certeza, pero cabe imaginar que alguien le visitó allí y le conminó en forma definitiva para que abandonara el combate en la forma por él llevada hasta ese instante. Amenaza de vida o muerte, condición para salir de la cárcel y seguir viviendo, o correr la misma suerte de sus muchachos, de sus mártires. Ese habrá sido el cuarto de hora definitivo del Jefe. Y ahí habrá dejado de ser Jefe 25

modelo arquetípico terrestre, Adolf Hitler, el Führer germano. De este modo se habría formado el verdadero "Eje"<br />

(polar) del Hitlerismo Esotérico.<br />

Cosas, símbolos, imágenes demasiado enrarecidas, por lo mismo demasiado peligrosas, se habían puesto en<br />

movimiento. Faltó el cuerpo, el recipiente físico, la mente y el espíritu que pudieran acogerlos aquí. Tal vez el<br />

Destino lo tenía así prefigurado, que Uno solamente lograra alcanzar esas cimas prístinas, donde crecen lirios<br />

ígneos. Quizás Uno solo fuera suficiente para transmutar el mundo, para unir los polos, porque alcanzaría a ambos.<br />

Y únicamente yo, ahora, es_to_y aquí para poder vislumbrarlo, interpretarlo, revelarlo, estremeciéndome con el<br />

Recuerdo de lo que fue y de lo que será nuevamente. En el Eterno Retorno.<br />

Porque soy el Ultimo Visigodo del Polo Sur. Un sacerdote de la Memoria, del Recuerdo, de la Nostalgia. Un<br />

monje-guerrero del Hitlerismo Esotérico, de esa nueva Religión del Hombre-Mago, del Hombre-Dios.<br />

El Jefe llevaba una vida ascética, sobria. No bebía alcohol, no fumaba, carecía de toda aptitud para la mecánica y<br />

la técnica, no sabía conducir un automóvil. La fidelidad para con su esposa y su familia era ejemplar,<br />

manteniéndose en estrecha unión y colaboración con ellas. Pero el Jefe no carecía de un particular sentido del<br />

humor, que se expresaba más bien en el sarcasmo, como en los españoles, nunca a costa de la propia persona,<br />

como en los chilenos y en los ingleses, que se ríen de sí mismo. El sarcástico se ríe de los otros.<br />

¡Extraña personalidad! Le acompañé en algunas giras por el país. Viajando un día en un tren hacia el sur, le vi salir<br />

de pronto de un mutismo que se prolongaba por horas, con la vista perdida, concentrado en su interior, para fijarse<br />

en un carro con animales, en un tren que se detuvo en una estación frente al nuestro. Hizo la siguiente observación:<br />

"¿Cómo no se cansan esas vacas de ir todo el tiempo de pie?". No había humor en esto, sino auténtica<br />

preocupación por el suceso.<br />

Otra vez, ya en plena guerra europea, íbamos juntos en un automóvil, sentado uno al lado del otro. Al pasar frente<br />

a la Fuente Alemana del Parque Forestal y comenzar a entrar en la Avenida Providencia, comentábamos, creo, una<br />

negativa de los alemanes para ayudar a nuestras revistas de combate. El dijo: "¡Odio a los alemanes, ojalá pierdan<br />

la guerra! ¡Son gente horrible...!".<br />

Esta vez me desconcerté. Hoy comprendo mejor, sin embargo. El conflicto interno de sangres mezcladas,<br />

demasiado recientemente, producía estos estallidos, que Carlos Keller y sus "brujos" no pudieron prever.<br />

Es interesante profundizar este tema, para descubrir razones que proyecten luz, no sólo sobre nuestra<br />

pequeña-grande historia de esos años olvidados, decisivos, sino también sobre seres más lejanos, por analogía,<br />

sobre la Historia de la Tierra, contemplada con un sentido de ciencia racial.<br />

El estudio del mestizaje abre estas perspectivas de comprensión diferente de los acontecimientos mundiales. Así,<br />

nuestro país y nuestro continente sudamericano han estado destinados, desde sus comienzos, a eso que se ha<br />

llamado subdesarrollo económico, espiritual y moral, no tanto por la "explotación de un imperialismo voraz", como<br />

afirma la dialéctica marxista, sino por su mala raza, su mescolanza indeseable de elementos totalmente<br />

contrapuestos y disímiles. El conflicto interno de razas y de sangre estalla en crueldades, en miserias, en desprecio<br />

de sí mismo, en innumerables suicidios físicos y morales, "tirando siempre para abajo", odiando toda grandeza y<br />

renegando de los ideales que alguna vez se sostuvieron; porque se presiente que estos ideales no pertenecen al<br />

"envase racial", le quedan grandes, por así decir, y, de este modo, se reniega de lo que antes se adoró como si se<br />

pusiera una bomba de tiempo en un edificio que uno mismo construyera, prefiriendo sumergirse en la abyección,<br />

en la traición al ideal, a los juramentos hechos, como si una irresistible atracción por el abismo y un deseo de<br />

autodestrucción empujara. Es una forma de escapar al conflicto interno y a la conciencia del "pecado" cometido, o<br />

sea, del "pecado racial". De un modo extremo esto se presenta en el judío, magnificado y casi sacralizado<br />

—demonizado— por el hecho de haber levantado su drama a los niveles de una religión, con el concepto del<br />

"Pecado Original", pudiendo extender el conflicto interno y racial hasta la destrucción del planeta Tierra. Se ha<br />

dicho: "Dios hizo las razas y el demonio el mestizaje, la mezcla". La aspiración máxima del demonio y de sus<br />

representantes aquí en la tierra no es llegar a destruir este pequeño planeta, sino el cosmos, para alcanzar el<br />

nuevo caos. Tal vez todo esto sea un juego permitido, en el que los hombres únicamente podamos tomar un partido<br />

—también dirigidos por la "memoria de la sangre"— a uno u otro lado.<br />

Sea como fuere, el Jefe, Jorge González von Marees, también tomó su partido y lo hizo al comienzo como un<br />

iluminado. Fue entonces cuando se desencadenaron en su contra todos los poderes de las tinieblas, por dentro y<br />

por fuera.<br />

Debemos preguntarnos: ¿Qué sucedió a Jorge González von Marees en la cárcel, inmediatamente después de<br />

que el "gobierno invisible" decidiera la matanza de sus seguidores? A través de los años, he meditado muchas<br />

veces en ello. Carecemos de toda posibilidad de llegar a saberlo con certeza, pero cabe imaginar que alguien le<br />

visitó allí y le conminó en forma definitiva para que abandonara el combate en la forma por él llevada hasta ese<br />

instante. Amenaza de vida o muerte, condición para salir de la cárcel y seguir viviendo, o correr la misma suerte de<br />

sus muchachos, de sus mártires. Ese habrá sido el cuarto de hora definitivo del Jefe. Y ahí habrá dejado de ser Jefe<br />

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