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2 - Gnostic Liberation Front

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los mejores soldados y con el desprecio del héroe, que escribe: "Partió con la gran alegría que pudiera tener quien<br />

hubiese ganado las mayores victorias de la tierra y fuese triunfando dellas".<br />

La expedición había zarpado de' Sanlúcar el 27 de setiembre de 1581 y se volvió sin haber embocado el Estrecho,<br />

en 1583. Don Pedro la continuará por su cuenta, con trescientas treinta y ocho personas, incluyendo marinos,<br />

soldados, niños, mujeres y colonos. El mismo Sarmiento dice que le acompañan "gente postrada de ánimo y<br />

espantada". Pero él va "determinado a morir o hacer a lo que vino, o no volver a España ni adonde le viese gente<br />

jamás".<br />

Cuánta grandeza hay en todo esto. Expresa esta frase todo el espíritu de esa España visigótica y caballeresca, de<br />

esa gente de honor de un siglo de aventuras, que también la hubo y mucha. Y de ella se valieron los que detrás se<br />

movían.<br />

Quien, como yo, ha navegado por esas espantables regiones del fin del mundo, en años aún más difíciles que los<br />

actuales, deberá admirarse con recogimiento sólo de pensar lo que pudo haber sido en el siglo XVI, con galeones<br />

a vela, con vestimentas y alimentos inadecuados, enfrentarse a los vientos, a las olas como montañas, a los<br />

glaciares, a los témpanos, a esa naturaleza trágica, de pesadilla a veces, de dioses, de demonios, de cielos<br />

inmensos y de abismos.<br />

El I o de febrero de 1584 la expedición enfila en el Estrecho, de Magallanes. Las corrientes marinas son tan fuertes<br />

que cortan las amarras de los buques y uno es llevado fuera del Estrecho. Los otros corren peligro de ser<br />

destruidos contra los arrecifes. Sarmiento ordena el desembarco. Se efectúa el 4 de febrero. Adelante va su jefe,<br />

seguido por diez de sus hombres más valientes. Es tal la decisión de Sarmiento, que junto con soldados y marinos<br />

desembarcan también cincuenta y ocho colonos, trece mujeres, diez niños y veintisiete obreros. Esa misma noche<br />

se desata una horrible tormenta y los barcos deberán alejarse. Los que los ven partir caen en completo<br />

abatimiento. Pero su comandante les arenga, les da ánimo, su propio coraje es un ejemplo. He aquí su discurso:<br />

"¡Hermanos, compañeros y amigos míos! Viendo vuestros trabajos y necesidades, y las siento, sin hacer caso de<br />

las mías, tanto y más que vosotros... Pero también veo que sois españoles y mancebos, que pocos dias atrás todo<br />

el mundo era poco para vosotros... No quiera Dios que de vosotros se diga que hasta rendir el espíritu dejasteis de<br />

perseverar, que toda esta infamia redundaría contra mí, y esto no es nada; redundaría empero contra vuestro Rey<br />

y contra vuestra nación y patria, y decirse ha por todo el mundo que el Rey de España no tiene ya hombres como<br />

los solía tener antiguamente, con que hacía temblar la barba al turco, al moro, al francés, al inglés y otras muchas<br />

naciones por mar y tierra... ¡Sacudid españoles esos fuertes corazones de tanta tibieza! Bien veis que yo voy<br />

adelante y os descubro los caminos primero y rompo las montañas antes que vosotros, por donde paséis, sin tener<br />

quien me abra un palmo de camino, y todo lo tengo por bueno, por daros descanso. Y ojalá con mi sangre se<br />

restaurara vuestra hambre, enfermedades y necesidades, que mil veces os la diera cada dia... Seguidme hasta<br />

aquella playa y punta que veis, que apenas hay una legua desde aquí allá, que espero en Dios que en este camino<br />

hallaremos la nao; y si no la halláramos, yo cumpliré lo que os tengo dicho, que ahí os dejaré y yo iré a buscarla por<br />

vuestro remedio, y así habré cumplido con el deber".<br />

Pedro Sarmiento de Gamboa pronunció esta estremecedora arenga el 21 de marzo de 1584, en la cercanía de<br />

Punta de Santa Ana, en el Estrecho de Magallanes. Su texto se encuentra en la "Relación de lo Sucedido en el<br />

Estrecho", enviada por el propio Sarmiento a Felipe II, desde Pernambuco, el 18 de septiembre de ese mismo año,<br />

y ha sido reproducida en "Pedro Sarmiento de Gamboa y su Proyectada Historia General del Perú", por José<br />

Miguel Barros, mi amigo y compañero en la expedición a la Antartica de 1947; luego Embajador en Perú.<br />

Tres días más tarde las naves regresan y desembarcan cañones y víveres. Mas, un nuevo y furioso temporal les<br />

lleva mar afuera. Diez días lucha el piloto Diego de Rivera para regresar al sitio donde quedaron los colonos. Es<br />

inútil. Deberá volver a España, dejando allí abandonados a Don Pedro y sus colonos, con una sola nave, la Santa<br />

María de Castro.<br />

Y es en estas precarias condiciones, rodeados de peligros, de amenazantes elementos, cuando el domingo 11 de<br />

febrero de 1584 —verano es cierto— don Pedro Sarmiento de Gamboa funda la villa "Nombre de Jesús". Pero no<br />

se detiene aquí, continúa hacia occidente para crear la "Cidad del Rey Don Felipe", no muy distante de donde hoy<br />

se halla Punta Arenas, la ciudad más austral del mundo. He visitado ese lugar, que después llamaran "Puerto<br />

Hambre", cercano a lo que después sería "Fuerte Bulnes". Sarmiento de Gamboa llegó a ese sitio eriazo<br />

acompañado de noventa hombres, descalzos muchos de ellos, hambrientos, hostigados por los indios. Y fundó la<br />

"Cidad del Rey Don Felipe", el 25 de marzo de 1584.<br />

Imaginémonos este trágico y grandioso hecho, solitario, desconocido, por nadie contemplado fuera de ellos<br />

mismos, del viento y de los cielos de esos confines, en donde ya repercute la llamada tenue, aguda, pesistente de<br />

una lejanía de hielos que se presiente, dentro del alma.y en la lontananza misma del paisaje. Allí, junto a esa<br />

mísera tropa de colonos, el héroe, de pie, su espada desenvainada, trazando los límites.de su "Cidad", no para él,<br />

sino para su Rey lejano, "Rey por la Gracia de Dios". Ya ha cumplido con su afán de apertrechar el Estrecho de<br />

Magallanes, para impedir el paso a los corsarios ingleses que asaltan los puertos y las naves del Imperio, allí<br />

donde no se pone el sol,<br />

Y la voz de Don Pedro dirá lo que debió decir: "Fundo en el nombre de Dios Nuestro Señor y de mi Rey Philippo<br />

Segundo, invicto...", Y su voz y su español antiguo habría sido preservado en la memoria de la luz increada, más<br />

pura, de esas regiones y de esos tiempos, porque yo la percibí, afuera y en mi alma, cuando por allí también pasé.<br />

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