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Los más ancianos sabios del pueblo de los Xochimilques, los Quilas-tli, poseían viejos manuscritos iluminados, que mostraron a Moctezuma cuando la llegada de los españoles, Ahí se anunciaba la venida de esos hombres blancos; porque ya habían venido. Era el cumplimiento del Eterno Retorno. Mas, antes vinieron en águilas que volaban como el viento. De ahí la Serpiente Emplumada, Quetzalcóatl. No fueron entonces los templarios, ni los vikingos, sino otros muy anteriores, los hiperbóreos, los primeros de todos, que aquí arribaron por el aire, en vimanas, en discos volantes, los que hoy llaman OVNIS. Y que volvieron a partir, hacia adentro y hacia afuera de la tierra. Fueron ellos los que trazaron el mapa original llamado hoy de Piri Reis, donde el mundo se ve desde la altura. Y también los autores de las señales de Nazca. Y esto que una vez fue, ya se ha vuelto a repetir, .cuando el Führer también ha alcanzado con los suyos el Otro Polo, en una Serpiente de Plumas de Fuego, en un Pájaro de Oro, en un Disco de Luz. Dentro y fuera de la tierra. Los templarios partieron en sus barcos sin saber donde irían, a qué puerto de ese mundo lejano. Los vikingos ya no estaban en Tiahuanacu; sin embargo, su Gran Maestre Secreto, el del Sello, les esperaba en su "Refugio Inexpugnable", en su "paraíso terrestre". El mismo que recibiera al Führer, también con el Gral. Aquellos que han venido aquí por mar, permaneciendo en la superficie de la tierra, si mantienen la memoria de una sangre pura, pueden esperar la protección de los Siddhas invisibles y, tal vez, sean admitidos en los Refugios de las Ciudades de los Andes, en el momento de mayor peligro y aflicción. Las Ciudades Secretas se encuentran mucho más al Sur, allí donde el antiguo Polo Norte ha llegado a ser el Polo Austral. PEDRO SARMIENTO DE GAMBOA En la conquista de las Américas, que aquí hemos llamado Cruzada contra el Gral, los descendientes de antiguos godos, visigodos y ostrogodos, actuaron sin saber bien por qué lo hacían, convencidos en su mayoría que venían a luchar por la fe, a engrandecer el Reino de Castilla, o en busca de glorias y riquezas. Cumplieron grandes actos de heroísmo, luchando no tanto contra los naturales de esta tierra, como contra la tierra misma, lo ignoto, lo hosco, lo tremendo. Como muchos de ellos eran ignorantes, rudos y hasta zafios, destruyeron grandes cosas, tesoros y documentos de altísimo valor. Y aquí fueron dirigidos por una mano oculta y tenebrosa, que deseaba ante todo borrar las huellas de los Dioses Blancos, de la tradición extragalác-tica, de los auténticos hijos de Venus y del Sol Negro. Vamos bajando hacia el extremo sur, hacia más al sur. Al Virreinato del Perú llegan hombres doctos de su época, letrados, gente a veces noble. Se discute seriamente si España tiene o no derecho a despojar a los Inkas; ciertamente tarde, cuando ya se ha destruido casi todo. Es verdad también que los españoles llegan al Cuzco en plena decadencia del Imperio y del linaje de los Inkas. En el momento mismo cuando el último Inka ha sido destronado por un impostor bastardo. Huáscar era prisionero de Atahualpa, quien hizo matar a toda la progenie y destruir las huellas de la estirpe polar, para que nadie recordara ya el idioma sacro y secreto, que únicamente hablaba el Inka entre los suyos, que trasmitía oralmente de padre a hijo y que Atahualpa no conocía. De este modo, en la destrucción de las huellas no estaban solos los españoles, a lo menos en las tierras que fueran imperio de Inkas. De todos aquellos conquistadores de los siglos XV y XVI, el que está más nimbado de un halo de grandeza, de martirio y de fatalidad, como ningún otro, siendo un sabio cosmógrafo, culto en libros clásicos, seguidor de Platón, típico hombre del Renacimiento, de letras y aventuras, descubridor de tierras y mares, es don Pedro Sarmiento de Gamboa, ligado a este sur del mundo por la tragedia incalculable que le tocó vivir en el Estrecho de Magallanes, habiendo sido el primero en navegarlo de Occidente a Oriente, en 1579. Desde al año de 1947, cuando viajé a la Antartica en un buque de guerra de la marina chilena, este ser extraordinario va conmigo. Le encontré en Punta Arenas y su infortunio me conmovió en lo más íntimo, al extremo que decidí llevarle a ese continente de los hielos eternos, a ver si juntos podríamos mejorar las cosas del Destino y descubrir los Oasis de aguas templadas, los pasos polares a la Tierra Hueca y la Ciudad de los Césares, donde de todos modos él ya habrá forzado la entrada. Nunca más le he abandonado, ni tampoco él a mí. En mis libros, "Quién Llama en los Hielos", en "La Flor Inexistente" y en "NOS, Libro de la Resurrección", él retorna siempre. ¿Qué cosa me une tan íntimamente a Don Pedro? Algo grande del ancestro hispánico, en su raíz visigótica. Un señorío para luchar heroicamente con el Destino y la fatalidad, como con esa ola inmensa que sumergió la Atlántida. Y también la fe en la existencia de cosas más bien soñadas, en continentes desaparecidos y en todo lo que eso implica de desencanto, aunque nunca se diga. Pedro Sarmiento de Gamboa creyó absolutamente en la existencia de la Atlántida. Y si en esto creía, de seguro debió también pensar en las Ciudades Encantadas y en muchas otras cosas que lindan con la alquimia y con la magia. Por ello, la Inquisición le estuvo vigilando. Hay en el siglo XV, en España, un famoso Pedro, o Pero Sarmiento, cristiano viejo, que acaudilla a los suyos en la ciudad de Toledo en contra de los marranos, que conspiraban para tomarse la villa. Los derrota, se hace prácticamente dueño de Toledo y dicta leyes, en las que toman su origen los "Nuevos Estatutos de Limpieza". Los Estatutos de Limpieza de la Sangre constituyen una modalidad típica del Derecho Español, que también se llevaría a las Américas, y que no fueron generalmente aceptados por los otros países cristianos de la época. A mi entender, tenían un basamento gótico y su límite se encontraba en un más allá y más acá de los Pirineos, como 220
diría Pascal. Es decir, allí, en España, comienza y termina ese tipo de ley sanguínea contra los judíos. Si tuvo éxito o no es otra cosa. Tal vez, por eso los judíos hicieron correr el dicho de que Europa termina en los Pirineos. Los Estatutos regían para los Colegios Mayores de Salamanca, Alcalá y de Maese Rodrigo, de Sevilla y otros; para las órdenes religiosas, como los Jerónimos y Franciscanos, catedrales y capillas, para las cofradías y hermandades; para mayorazgos; para tierras y villas, como de las provincias de Guipúzcoa, Vizcaya y la villa de Espinosa de los Monteros en Burgos y para ciertos oficios públicos y municipales. No sabemos si este otro Don Pedro Sarmiento de Gamboa, del siglo XVI, descenderá del que se apoderó de Toledo. Es de Pontevedra, en las Rías de Galicia. Muy joven sirve a su rey. Luego se embarca en busca de tierras ignotas y es cosmógrafo general en los nuevos reinos. Irá por México y Cen-troamérica y seguirá navegando en el Pacífico, desgraciadamente bajo órdenes de otros pusilánimes y empecinados. Si hubiesen seguido sus consejos, España habría descubierto Australia. También se habría pertrechado firmemente en el Esfrecho de Magallanes y, muy posible, habría descubierto la Antartica, cosa que tal vez España hiciere; pero que guardó en gran secreto. En 1567, Pedro Sarmiento de Gamboa, bajo el mando de Alvaro Mendaña de Neira, descubre las islas de Anachumbi y Nuñatumbi, del Archipiélago de las Galápagos, que ya encontrara y tomara posesión Topa Inka Yupangui, por inspiración de su mago Antarqui. Mendaña no quiso obedecer a Sarmiento de Gamboa. Pero logró descubrir las islas Salomón. También en el extremo sur de América realiza expediciones. Regresa a España para convencer a los soberanos sobre la necesidad de fortificar el Estrecho contra los piratas ingleses. Se prepara una expedición al mando de un cortesano, Diego Flores de Valdés. Fracasa por la cobardía de éste frente a los elementos naturales. Sarmiento escribe en su diario: "Vergonzosa arribada y vuelta, donde ninguna honra ni gloria le esperaba" Antes de referirnos a las grandes desventuras de este soberbio y trágico descubridor, vamos a tratar de penetrar sus íntimas creencias, si es que esto aún nos fuere dado, valiéndonos de los escritos suyos que se salvan también de la desgracia que a él le persiguió con tanta saña. Muchos fueron perdidos, otros echados al mar por su propio autor, para que no cayesen en las manos de los corsarios que le apresaron. Su "Historia de los Ingas" fue extraviada por varios siglos, hasta que un alemán, Wilhelm Meyer, la descubriera en 1893, en la Biblioteca Universitaria de Gotinga y otro, un erudito, Richard Piettschmann, la publicara en Berlín, en 1906, con un extenso estudio preliminar y valiosísimas notas históricas. Pedro Sarmiento de Gamboa fue un prolífico escritor, según se cuenta, muy minucioso en sus descripciones. Es en esta Historia de Ingas donde se puede entrever algo de su vasta cultura y mucho conocimiento de cosas de su tiempo y de otros, incluyendo los clásicos. Comienza su narración con una reseña sobre la Atlántida, en la que él cree, como hemos dicho, y que es cosa no fácil en gente de su siglo. Se refiere a Platón como al "divino" y se extiende en conclusiones sobre la gente que habitara América, como a naturales de la Atlántida, de modo que viene a comprobarnos y a corroborarnos en lo que aquí hemos estado diciendo, tantos siglos después de él. Sobre todo y de manera extraordinaria confirma a Jacques de Mahieu, que a su vez ha venido' a aportar las pruebas irrefutables de lo que Pedro Sarmiento de Gamboa descubriera antes que él, hace cuatrocientos años: los troyanos en América. Creemos que lo mejor será citar los párrafos de Sarmiento de Gamboa para referirse a la Atlántida. Ha leído el "Timeo" y "Critias" y, basándose en Platón, desarrolla sus propias conclusiones, coincidiendo, además, con Jurgen Spanuth en el calcular de los años, convirtiendo los tiempos lunares de Platón en mediciones solares, para dar los años de la catástrofe que sumergió a la Atlántida. LA ATLÁNTIDA Dice: "En este volumen sólo pondré una general figura conforme a los antiquísimos autores, para rastrear las reliquias de las tierras que agora son tenidas por nuevas y antes incógnitas, y de sus pobladores". La escritura y el idioma son los de un español del siglo XVI. Continúa: "La tierra que antiguamente, en la primera y segunda edad, se lee haber habido en el mundo, fue divisa en cinco partes. Las tres son continentes de que la común de los geógrafos habla, que son Asia, África y Europa. África se divide de Europa en el Mar Mediterráneo, a que Pomponio llama nuestro. Las otras dos partes son divisas déstas. La una se llamó y aún agora debe ser llamada Catígara (la India), en el Mar Indico, tierra grandísima, distinta agora de Asia, puesto que Ptolomeo la describe, en su tiempo y de Alejandro Magno, conjunta y continente con Asia por la parte de Malaca. La quinta parte se llama, o llamó, la isla Atlántica, tan famosa como grande, y en cuantidad excedía a todas las demás dichas y aún a algunas juntas de las mayores. Los pobladores de la cual, y su descripción pondré, porque ésta es la tierra, o a lo menos parte della, destas Occidentales Indias de Castilla" (América). "Desta isla Atlántica antigua no escriben los cosmógrafos, porque, adonde fue su riquísima contratación en la segunda y por ventura en la primera edad, ya no había memoria en el tiempo que ellos escribieron. Mas, por lo que el divino Platón nos cuenta y por los vestigios que vemos, que conforman con lo que allí se lee, podemos no sólo decir dónde fue y partes della que son en nuestros tiempos, más aún describilla cuasi en particular y su grandeza y sitio. Y esto es verdad, y por tal lo afirma el mismo Platón, llamándola en el Timeo, historia maravillosa y llena de verdad. 221
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diría Pascal. Es decir, allí, en España, comienza y termina ese tipo de ley sanguínea contra los judíos. Si tuvo éxito<br />
o no es otra cosa. Tal vez, por eso los judíos hicieron correr el dicho de que Europa termina en los Pirineos.<br />
Los Estatutos regían para los Colegios Mayores de Salamanca, Alcalá y de Maese Rodrigo, de Sevilla y otros;<br />
para las órdenes religiosas, como los Jerónimos y Franciscanos, catedrales y capillas, para las cofradías y<br />
hermandades; para mayorazgos; para tierras y villas, como de las provincias de Guipúzcoa, Vizcaya y la villa de<br />
Espinosa de los Monteros en Burgos y para ciertos oficios públicos y municipales.<br />
No sabemos si este otro Don Pedro Sarmiento de Gamboa, del siglo XVI, descenderá del que se apoderó de<br />
Toledo. Es de Pontevedra, en las Rías de Galicia. Muy joven sirve a su rey. Luego se embarca en busca de tierras<br />
ignotas y es cosmógrafo general en los nuevos reinos. Irá por México y Cen-troamérica y seguirá navegando en el<br />
Pacífico, desgraciadamente bajo órdenes de otros pusilánimes y empecinados. Si hubiesen seguido sus consejos,<br />
España habría descubierto Australia. También se habría pertrechado firmemente en el Esfrecho de Magallanes y,<br />
muy posible, habría descubierto la Antartica, cosa que tal vez España hiciere; pero que guardó en gran secreto. En<br />
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y Nuñatumbi, del Archipiélago de las Galápagos, que ya encontrara y tomara posesión Topa Inka Yupangui, por<br />
inspiración de su mago Antarqui. Mendaña no quiso obedecer a Sarmiento de Gamboa. Pero logró descubrir las<br />
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mando de un cortesano, Diego Flores de Valdés. Fracasa por la cobardía de éste frente a los elementos naturales.<br />
Sarmiento escribe en su diario: "Vergonzosa arribada y vuelta, donde ninguna honra ni gloria le esperaba"<br />
Antes de referirnos a las grandes desventuras de este soberbio y trágico descubridor, vamos a tratar de penetrar<br />
sus íntimas creencias, si es que esto aún nos fuere dado, valiéndonos de los escritos suyos que se salvan también<br />
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autor, para que no cayesen en las manos de los corsarios que le apresaron. Su "Historia de los Ingas" fue<br />
extraviada por varios siglos, hasta que un alemán, Wilhelm Meyer, la descubriera en 1893, en la Biblioteca<br />
Universitaria de Gotinga y otro, un erudito, Richard Piettschmann, la publicara en Berlín, en 1906, con un extenso<br />
estudio preliminar y valiosísimas notas históricas.<br />
Pedro Sarmiento de Gamboa fue un prolífico escritor, según se cuenta, muy minucioso en sus descripciones. Es<br />
en esta Historia de Ingas donde se puede entrever algo de su vasta cultura y mucho conocimiento de cosas de su<br />
tiempo y de otros, incluyendo los clásicos. Comienza su narración con una reseña sobre la Atlántida, en la que él<br />
cree, como hemos dicho, y que es cosa no fácil en gente de su siglo. Se refiere a Platón como al "divino" y se<br />
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viene a comprobarnos y a corroborarnos en lo que aquí hemos estado diciendo, tantos siglos después de él. Sobre<br />
todo y de manera extraordinaria confirma a Jacques de Mahieu, que a su vez ha venido' a aportar las pruebas<br />
irrefutables de lo que Pedro Sarmiento de Gamboa descubriera antes que él, hace cuatrocientos años: los<br />
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Creemos que lo mejor será citar los párrafos de Sarmiento de Gamboa para referirse a la Atlántida. Ha leído el<br />
"Timeo" y "Critias" y, basándose en Platón, desarrolla sus propias conclusiones, coincidiendo, además, con<br />
Jurgen Spanuth en el calcular de los años, convirtiendo los tiempos lunares de Platón en mediciones solares, para<br />
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LA ATLÁNTIDA<br />
Dice: "En este volumen sólo pondré una general figura conforme a los antiquísimos autores, para rastrear las<br />
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La escritura y el idioma son los de un español del siglo XVI.<br />
Continúa: "La tierra que antiguamente, en la primera y segunda edad, se lee haber habido en el mundo, fue divisa<br />
en cinco partes. Las tres son continentes de que la común de los geógrafos habla, que son Asia, África y Europa.<br />
África se divide de Europa en el Mar Mediterráneo, a que Pomponio llama nuestro. Las otras dos partes son<br />
divisas déstas. La una se llamó y aún agora debe ser llamada Catígara (la India), en el Mar Indico, tierra<br />
grandísima, distinta agora de Asia, puesto que Ptolomeo la describe, en su tiempo y de Alejandro Magno, conjunta<br />
y continente con Asia por la parte de Malaca. La quinta parte se llama, o llamó, la isla Atlántica, tan famosa como<br />
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de la cual, y su descripción pondré, porque ésta es la tierra, o a lo menos parte della, destas Occidentales Indias<br />
de Castilla" (América).<br />
"Desta isla Atlántica antigua no escriben los cosmógrafos, porque, adonde fue su riquísima contratación en la<br />
segunda y por ventura en la primera edad, ya no había memoria en el tiempo que ellos escribieron. Mas, por lo que<br />
el divino Platón nos cuenta y por los vestigios que vemos, que conforman con lo que allí se lee, podemos no sólo<br />
decir dónde fue y partes della que son en nuestros tiempos, más aún describilla cuasi en particular y su grandeza<br />
y sitio. Y esto es verdad, y por tal lo afirma el mismo Platón, llamándola en el Timeo, historia maravillosa y llena de<br />
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