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2 - Gnostic Liberation Front

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"Creo en la conjunción de algunos ideales comunes y me parece que la Vanguardia Popular Socialista recoge sus<br />

mejores fuerzas en la juventud, en la nueva generación. Pienso que la renovación ideológica sólo puede partir<br />

desde aquí, desde estas fuerzas no maleadas.<br />

"Si usted cree que yo puedo serle útil en algo, estoy a su disposición.<br />

"Le saluda atentamente,<br />

Miguel Serrano"<br />

"Señor Miguel Serrano<br />

Presente<br />

Estimado señor:<br />

"Acuso recibo de su amable carta del 22 del actual. (Julio de 1939).<br />

"Constituye para mí una gran satisfacción el observar cómo la acción política que desarrolla el partido que dirijo es<br />

comprendida por sectores cada vez más vastos de la ciudadanía, y no sólo por la masa popular, sino también por<br />

los elementos más selectos de la intelectualidad de izquierda. Las palabras de estímulo que usted me envía las<br />

recibo con especial agrado, por venir ellas de un ex adversario, que así como me combatió sinceramente, hoy me<br />

brinda su leal amistad. Las luchas políticas son así: a veces los hombres que más distanciados parecen por la<br />

acción de las circunstancias, son los que en mejor disposición están para comprenderse.<br />

"Usted me recuerda a su querido amigo Héctor Barreto. Personalmente también le he recordado en más de una<br />

ocasión. La fatalidad le llevó a que fuera muerto por uno de los hombres de mi partido, y las circunstancias políticas<br />

de entonces me obligaron a asumir la responsabilidad de esa muerte, en la que, en verdad, no me cupo la menor<br />

intervención, ni directa ni indirecta. Fue uno de esos actos incontrolados, que resultan imposible de evitar cuando<br />

los ánimos se exacerban en la lucha. Le doy estos detalles para su tranquilidad de conciencia por el paso que<br />

acaba de dar, de congraciarse con quien seguramente fue considerado por usted, durante mucho tiempo, como el<br />

asesino de su amigo...<br />

"La amistad que usted me ofrece la acepto con verdadero placer.<br />

"Le quedaría, por eso, muy agradecido si alcanzara una de estas tardes a mi oficina, para poder conversar más<br />

detenidamente sobre los tópicos que a ambos nos preocupan seguramente por igual. Mientras tanto, expreso a<br />

usted mis más sinceros agradecimientos por su noble gesto.<br />

" ¡Chileno a la acción!<br />

Jorge González"<br />

Fue así como una tarde me encontré frente al Jefe, en el Cuartel General del Movimiento, en la calle San Martín.<br />

El nazismo editaba un periódico, que había adquirido un gran tiraje para esos días: el diario "Trabajo". El Jefe me<br />

preguntó sobre la colaboración que yo podría prestarle. Le propuse sacar una página literaria semanal en su diario,<br />

para dar un contenido, una cierta conformación intelectual al Movimiento. Yo mismo, por aquellos tiempos, no tenía<br />

muy en claro cuál podría ser este "contenido", viniendo de otras tiendas y de otras concepciones del mundo. Por lo<br />

menos, conocía el marxismo bien y la mejor manera de combatirlo en el terreno de las ideas. Le pedí como<br />

condición que el primer número de la página literaria fuera un homenaje a Héctor Barreto. Y él aceptó de inmediato.<br />

Luego, durante todo el tiempo que ese diario siguió saliendo, jamás tuve dificultades con mi página; se me dejó<br />

plena libertad, sin censura ni control algunos. Allí llevé a colaborar a muchos escritores y poetas de mi generación,<br />

entre ellos a Jaime Rayo y creo que hasta a Eduardo Anguita. También el doctor Ramón Clares Pérez colaboró con<br />

ensayos. Otro que nos visitaba a menudo era Diego Dublé Urrutia, poeta, casado con una hermana de Vicente<br />

Huidobro. El director de "Trabajo" era Javier Cox.<br />

Con orgullo aún conservo mi viejo carnet de periodista de "Trabajo". ¡Gran gente aquella, honesta, leal, sincera!<br />

Nunca más se ha vuelto a encontrar gente así en Chile.<br />

Es un mediodía, estoy de pie en la calle Ahumada de esos tiempos, que aún conservaba la atmósfera de una calle<br />

europea antigua. De pronto, se escuchan tambores y clarines. Por los confines con la Alameda comienzan a<br />

avanzar banderas, estandartes. Muy pronto se transforman en un bosque rojo ondulante, como olas y marejadas.<br />

Se elevan canciones, voces viriles, marciales. Es el Nazismo, son las tropas aguerridas que marchan. A la cabeza<br />

viene el Jefe, flanqueado por sus más cercanos ayudantes y colaboradores. Todos uniformados, con las camisas<br />

pardas, las correas cruzadas sobre el pecho, los cinturones con el rayo. Pasa el Jefe, sin ver, con la mirada perdida<br />

en la distancia. Un poco más atrás viene Osear Jiménez, al que llamaran "Pitón Diez", por la clave que usó en la<br />

radio para el golpe del 5 de septiembre. El también fue a la cárcel con el Jefe y sus declaraciones ante los jueces<br />

fueron terminantes. Acusaba a los asesinos y pedía que le ejecutaran para poder así acompañar a los mártires.<br />

Jiménez tenía algo de Rudolf Hess, en su porte espigado, enjuto, también en su fanatismo intenso de esos años. Al<br />

pasar cerca, me reconoció, porque él había estado presente en mi primera entrevista con el Jefe. Me hizo señas<br />

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