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2 - Gnostic Liberation Front

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derrota inevitable que le impondría el proletariado internacional". Sin embargo, era el marxismo que se estaba<br />

aliando con el capitalismo, en el Frente Popular, para combatir al nazismo.<br />

La imagen del candidato chileno del Frente Popular, que luego fuera el Presidente triunfante, el burgués<br />

latifundista, Pedro Aguirre Cerda, levantando el puño cerrado en el saludo marxista y sosteniendo sus guantes en<br />

el mismo puño, para tratar de disimular el gesto, era revelador del fraude, de la hipocresía aceptada por comunistas<br />

y burgueses. Y todo ello en beneficio de la lucha contra el fascismo. ¿Qué era, entonces, ese fascismo capaz de<br />

arrastrar a tales aberraciones a sus enemigos?<br />

Comencé a analizar con más cuidado. Primero, al nazismo en mi propio país.<br />

No soy yo quien deba hacer la historia de esos años, esas décadas oscuras que han sido olvidadas en la historia<br />

política de este país, aún cuando allí se encuentren las raíces de lo que después sucediera en los partidos<br />

conservador y liberal, en el partido radical, en la democracia cristiana, en la unidad popular y hasta en las fuerzas<br />

armadas. El democratacristiano Eduardo Frei, como el socialista y masón Salvador Allende, fueron productos de<br />

esos tiempos y de esos acontecimientos.<br />

Chile es un país de terremotos, de cataclismos telúricos, por ello todo aquí es impermanente, nada dura mil años,<br />

ni siquiera diez. Pronto las construcciones humanas comienzan a erosionarse, como la montaña. También la<br />

memoria es frágil. Con ella, los ideales. ¿Quién es aquí fiel a sus ideales?<br />

A propósito de Eduardo Frei, fue mi profesor de castellano en el Instituto de Humanidades. Muy joven, hacía estos<br />

cursos en ese colegio para poder financiar sus estudios de abogado. Luego, viajó a Italia. A su regreso, le encontré<br />

una vez en un tranvía que subía por la Alameda de las Delicias, nuestra avenida principal. íbamos de pie y<br />

afirmados en los colgadores que pendían del techo. Con gran interés le interrogué sobre su viaje y sobre el<br />

fascismo, al que yo me oponía en esos tiempos. Su respuesta me sorprendió: "El Fascismo es sumamente<br />

interesante, algo serio, que no puede ser tratado a la ligera".<br />

Frei fue uno de los fundadores de la Falange Nacional (el nombre habrá sido tomado de la Falange española, de<br />

José Antonio Primo de Rivera), de la que luego derivara la Democracia Cristiana. Otro fundador fue Bernardo<br />

Leighton, a quien, pasando los años, debí recibir en Viena, como Ministro del Interior del gobierno del Presidente<br />

Frei. Yo era Embajador en Austria. Leighton venía fascinado con Franco y con su gobierno en España, donde había<br />

estado en visita oficial. Los orígenes, en las "décadas olvidadas", seguían trabajando en el subconsciente de<br />

algunos, produciendo una dicotomía dolorosa. En los años más lejanos, a los jóvenes de entonces, esto nos habría<br />

parecido hipocresía. Me era difícil comprender al cristianismo y al fascismo juntos, como difícil se me hizo aceptar<br />

el comunismo y el capitalismo unidos en el Frente Popular.<br />

Es así como esos nazistas que marchaban uniformados por las calles del Santiago de los años treinta, haciendo<br />

sonar sus marchas, sus tambores, sus canciones, en medio de bosques de banderas de la Patria Vieja, combatiendo<br />

a pecho descubierto y blandiendo como principal arma sus puños y las hebillas de sus cinturones, donde se<br />

grababa el rayo, réplica de las SS del nazismo germano, empezaron a despertar mi admiración. Allí no había<br />

doblez ni hipocresía. También eran héroes, como mi amigo Jasón; como él, directos, viriles, valientes y estaban<br />

dispuestos a entregar su vida por un sueño, por un ideal. Sus canciones anunciaban que "la lucha de clases<br />

fratricida (sobre la que se edificaba el marxismo atomizante) sería un mal recuerdo del ayer", porque ellos<br />

pretendían "forjar en un solo pueblo al hijo del palacio y del taller". Para lograrlo estaban dispuestos "a dar la vida,<br />

cuando llegara la ocasión".<br />

Al recordar ahora estas canciones, también vienen á mi memoria sus melodías y no puedo dejar de entonarlas<br />

aquí, despacio, mientras escribo estas líneas, en el Chile de 1983, que ya no reconozco, porque pareciera más<br />

bien ser un país enemigo, patria sin ideales, sin destino, materializada, empobrecida en el alma de las<br />

generaciones, olvidada de toda tradición, de toda virilidad. Y las lágrimas llegan con el recuerdo, como vendrán a<br />

los ojos de los viejos combatientes del mundo, al revivir los tiempos de gloria, de sueños, de esperanzas. ¡Y los<br />

símbolos y canciones del combate!<br />

Sí, esa juventud fue lo mejor que alguna vez Chile tuvo. Procedía de todos los rincones de esta larga tierra, juntaba<br />

a "los hijos del palacio y del taller", porque "la lucha de clases fratricida" había sido superada, "fundida en el yunque<br />

de otra vida" y, así, se estaba realizando, aún sin saberlo, un soberbio homenaje al genio de Nicolás Palacios,<br />

pues, "su raza chilena" se estaba creando al fin, en amalgama sutil, generosa, por gracia del Espíritu llegado de un<br />

centro lejano y no lejano del mundo, del corazón de la tierra, de Alemania, nación que tanto ha tenido que ver con<br />

nuestra historia. Porque si Hitler no hubiera existido, nada de esto habría sido posible, en ninguna parte del mundo.<br />

Y las Tropas de Asalto cantaban: "Cuando el alma está bien sana y el cuerpo lo está también, debe haber una<br />

ilusión, debe haber una mujer... Y sepamos dar la vida cuando llegue la ocasión...".<br />

Fue así como esa Falange —la verdadera— de jóvenes chilenos cumplió su juramento y supo dar su vida, aunque<br />

tal vez ésa (como siempre) no fuera la ocasión. Creían que su "sangre salvaría a Chile". ¿Lo salvó? ¡Dioses míos!<br />

¿Quién se acuerda hoy de esos sesenta muchachos, de esos nazistas, que hace cuarenta y cinco años entregaron<br />

sus vidas "para salvar a Chile", siendo masacrados a mansalva, como si contra ellos se hubiera desatado la furia<br />

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