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2 - Gnostic Liberation Front

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Los combates callejeros se realizaban de preferencia entre nazistas y socialistas, con sus brigadas de asalto<br />

uniformadas. Fue así como cayó Jasón, una noche del año 1938, sin haber nunca participado en esas riñas y por<br />

un infeliz, o feliz azar, llevado por el Destino, su Destino, por los de Allá.<br />

Con gran facilidad fuimos manipulados por el marxismo. Sus amigos, escritores, poetas, intelectuales, nos<br />

acercamos a los socialistas. Unos se inscribieron en ese partido, otros, en el comunista. Mi tío, el poeta Vicente<br />

Huidobro, tal vez con la mejor intención, quiso conducirme hacia el marxismo, llegando a insinuarme la entrada a<br />

las logias masónicas. Ya me he referido a esto en otra parte. En todo caso, él nos acompañó lealmente en el dolor<br />

que experimentábamos los jóvenes amigos de Jasón. Estuvo a nuestro lado en esos días.<br />

Jamás he pertenecido a partido político alguno; sin embargo, estuve colaborando en periódicos izquierdistas de la<br />

época y, por varios años, editaba una revista en el aniversario de la muerte de nuestro amigo asesinado. Fue así<br />

como pude asistir al nacimiento del Frente Popular en Chile, operación internacional montada en sus menores<br />

detalles por el judaismo, por los servicios de inteligencia rusos y occidentales. Contra todo lo que se pueda creer,<br />

no eran los soviéticos ni los marxistas los únicos en trabajar por este Frente, ni siquiera fueron los principales<br />

promotores. En verdad, lo eran los servicios secretos de los Estados Unidos, que aquí mandaron sus agentes<br />

encubiertos bajo una etiqueta marxista temporal. Y casi todos eran judíos, procedentes de Alemania, como un<br />

cierto Casona, con su amiga ecuatoriana Magda, con la que se escapó el poeta Pablo de Rokha. Otro, cuyo<br />

nombre ya no recuerdo, nos hizo clase de marxismo; luego se quedó en Chile, haciendo fortuna en un laboratorio.<br />

Todos ellos traían nombres falsos; por ejemplo, un tal Montero, fundador del periódico "Frente Popular", que era el<br />

judío peruano Eudocio Rabines, luego conocido agente pronorteamericano.<br />

Era sin duda muy joven, pero esto me iba abriendo los ojos sobre una realidad subterránea, sobre un gobierno<br />

secreto, invisible, que dirigía los acontecimientos de la historia y, aún, de un mundo sin historia, como el nuestro.<br />

Me hizc ver, sobre todo, que la gran confabulación se dirigía a destruir el nazismo y el fascismo, en especial a<br />

Alemania. Comenzaba a sentir también náuseas. Pero yo estaba allí por mi amigo Jasón. Y debí, entonces,<br />

preguntarme ¿qué habría hecho él de ser también testigo de estas cosas? Ya en vida me había confesado su<br />

admiración por los actos heroicos de la guerra de España, sin hacer discriminación de bandos.<br />

En la hacienda "La Marquesa", en Leyda, se reunían los intelectuales y poetas de esos tiempos. Su dueño era<br />

Alvaro Yáñez, literariamente conocido como Juan Emar. Ahí encontré a Indalecio Prieto y a Osorio Gallardo,<br />

líderes socialistas españoles, escapados de la guerra. Indalecio Prieto me habló con admiración de José Antonio<br />

Primo de Rivera, confesándome que ellos nunca quisieron fusilarle, pero que Franco no aceptó el canje que le<br />

ofrecían. Allí también escuché un día a Eduardo Barrios, el novelista, que administraba el campo, defender<br />

tercamente a Hitler en contra del resto, declarando que era un genio. Acosado por sus opositores, dijo: "Ustedes<br />

deben respetar mis opiniones, porque mi madre era alemana". Fue ésta la primera vez que yo escuchaba una<br />

razón que venía de "la sangre". Y me impresionó grandemente, tanto, que aún la recuerdo.<br />

La guerra de España, drama preparado por ese gobierno invisible, se internacionalizó desde el primer momento,<br />

con brigadas y ejércitos extranjeros. Vicente Huidobro me propuso acompañarle en su viaje a "combatir" por los<br />

"rojos". Estuve a punto de aceptar, pero una voz interior me advirtió, diciéndome: ¿Vas a luchar por el marxismo?<br />

¿Qué sabes tú de marxismo? Y rehusé la invitación.<br />

Me enclaustré en mi cuarto, llevando conmigo todos los libros que pude sobre marxismo; de Bujarin, de Preñan, del<br />

mismo Marx. La literatura rusa promarxista la conocíamos muy bien en nuestro círculo de escritores: Boris Pilniak,<br />

Svolod Ivanov, Constantin Fedin, Gladkov, Gorki, etcétera. Estudié, leí. Y un día salí de mi retiro convertido en<br />

antimarxista declarado. Aquello era falso, un engaño, una aberración filosófica y científica, una religión para<br />

resentidos y débiles mentales, que tenía el poder de movilizar las amarguras y los sentimientos contrahechos de<br />

los esclavos, contra todo lo grande, lo bello, lo justo, lo fuerte de verdad. Era una conspiración siniestra.<br />

Fueron años de polémicas, en revistas y diarios, con los intelectuales de las generaciones anteriores a la mía. Fui<br />

atacado y ataqué a Huidobro, a Neruda, a Pablo de Rokha, y a otros. Un día, el poeta Pablo de Rokha me acusó de<br />

fascista. Esto me impresionó. ¿Fascista yo? ¿Qué era el fascismo y por qué se me acusaba de serlo? Conocía el<br />

marxismo, pero nada sabía del fascismo. A lo mejor, yo era fascista... Pero aún me resistía. Porque ahí estaba mi<br />

amigo Jasón, entre el fascismo y yo, según pensaba.<br />

Cuántas veces he debido preguntarme: ¿Qué habría pasado si Héctor Barreto hubiera vivido para presenciar la<br />

epopeya hitlerista? El admiraba a los héroes del mundo clásico, los emulaba. Creo que también se habría unido a<br />

las huestes del Hitlerismo Esotérico. Porque Jasón y su Vellocino de Oro estuvieron con Hitler desde los tiempos<br />

de Hiperbórea, desde antes que Hitler viniera.<br />

Un día debí llegar a esta conclusión, y, con el corazón alegre, sintiendo que renacía y que levantaba al héroe, mi<br />

camarada, hasta el mundo de luz que siempre le perteneciera, me junté a los guerreros de Wotan, nuestros<br />

semejantes.<br />

Sin embargo, aún no estaba en situación de poder entender la razón oculta de ese contubernio entre capitalistas y<br />

marxistas, que se llamó Frente Popular —que nada tuvo de popular—. ¿Por qué ese odio universal al nazismo? En<br />

esto también cristianos y masones iban de la mano. El argumento marxista era que "dialécticamente (¡la<br />

manoseada dialéctica!), por tesis, antítesis y síntesis, el fascismo era la última reacción del capitalismo antes de la<br />

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