EL REY MIDAS
EL REY MIDAS ESCUELA PRIMARIA SOLIDARIDAD TURNO MATUTINO CLAVE 23DPR05400 ZONA ESCOLAR 002
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<strong>EL</strong> <strong>REY</strong> <strong>MIDAS</strong><br />
ESCU<strong>EL</strong>A PRIMARIA SOLIDARIDAD<br />
TURNO MATUTINO<br />
CLAVE 23DPR05400<br />
ZONA ESCOLAR 002
• Había una vez un rey llamado Midas que gobernaba<br />
sobre Frigia.<br />
Midas se había hospedado durante cierto tiempo en la<br />
corte del dios Dionisos, que lo había colmado de<br />
atenciones y cumplidos. Pero el dios, queriendo<br />
recompensar al rey, le pidió que expresara un deseo y<br />
sería satisfecho inmediatamente. Entonces Midas pidió<br />
que se transformara en oro todo lo que tocara y Dionisos<br />
se lo concedió. El rey de Frigia quiso hacer<br />
inmediatamente una prueba y, acercándose a un árbol, lo<br />
tocó. El árbol se convirtió en oro; tocó una banqueta, que<br />
también se convirtió en oro.
• Midas, completamente entusiasmado, se puso<br />
a tocar todo lo que tenía a su alcance y, al<br />
contacto de sus manos, todo se iba<br />
convirtiendo en oro. Y de esta manera, los<br />
muros de palacio, las escaleras, los muebles y<br />
toda la regia mansión quedó convertida en un<br />
resplandor de luces de oro.
Finalmente, Midas se cansó del juego y rogó a<br />
sus criados que le trajeran de comer, pero en<br />
cuanto tocó los alimentos con sus manos …<br />
estos quedaron convertidos también en oro. Los<br />
criados le contemplaban estupefactos y sus<br />
parientes no se atrevía a acercarse a él por<br />
miedo a verse transformados en estatuas de<br />
aquel precioso metal.
Midas cayó en un estado de desesperación y<br />
comenzaba a morirse de hambre. Entonces cayó<br />
en la cuenta de que la divinidad había querido<br />
castigar su codicia y rogó con lágrimas a<br />
Dionisos que le perdonara y lo volviera a<br />
convertir en un hombre normal. Dionisos se<br />
compadeció y respondió a Midas de esta<br />
manera:
“ Te perdono, ¡oh, rey!; la lección ha sido bastante<br />
severa y te ha hecho comprender que sólo males<br />
pueden sobrevenir a quienes se dejan apoderar por<br />
la fiebre del oro. Vete ¡oh, rey!, a bañarte en el rio<br />
Pactolo, que corre al fondo de tus jardines; sus<br />
aguas te purificarán y serás salvo. ”<br />
Y, por esta vez, Midas se libró del castigo de los<br />
dioses. Pero no sería siempre tan afortunado.<br />
FIN