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Diferencia sexual en los videojuegos - Educar en igualdad

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El sexismo implícito:<br />

<strong>los</strong> valores de la cultura “macho”<br />

LLa cultura sexista no alude únicam<strong>en</strong>te al rol que desempeña la mujer <strong>en</strong> estos<br />

<strong>videojuegos</strong>, o al l<strong>en</strong>guaje sexista que se emplea <strong>en</strong> <strong>los</strong> mismos, ni siquiera a la<br />

imag<strong>en</strong> de la mujer que <strong>en</strong> el<strong>los</strong> se pres<strong>en</strong>ta, sino que hace refer<strong>en</strong>cia, también, a<br />

la construcción de un mundo virtual basado <strong>en</strong> lo que podemos d<strong>en</strong>ominar la “cultura<br />

macho”.<br />

Capítulo II: Conclusiones<br />

358<br />

Esta cultura exalta unos determinados “valores”, si es que así <strong>los</strong> podemos d<strong>en</strong>ominar,<br />

ligados a una visión del mundo como una especie de “gran juego” <strong>en</strong> el que<br />

dominar se convierte <strong>en</strong> el objetivo primordial. Es <strong>en</strong> este contexto, con la mirada<br />

vuelta hacia lo instintivo, lo ‘salvaje’, lo primitivo, donde se exaltan actitudes<br />

como la agresividad, el desprecio a <strong>los</strong> s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos, la impulsividad instantánea,<br />

el riesgo desmedido, la competitividad, etc., que esos “valores” se conviert<strong>en</strong> <strong>en</strong><br />

“virtudes”. Se valora la compet<strong>en</strong>cia, el ansia por sobresalir y destacar por <strong>en</strong>cima<br />

de <strong>los</strong> y las demás, la necesidad de demostrar la fuerza y el “valor”, el s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to<br />

de superioridad, la necesidad de poseer, la acción, el coraje, la ins<strong>en</strong>sibilidad,<br />

el deseo constante de <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarse a otras personas y buscar situaciones de<br />

peligro,... Todo ello dirigido a cubrir una necesidad egocéntrica de dominar y<br />

v<strong>en</strong>cer, ya se trate de guerras, mujeres o estatus social.<br />

En nuestra civilización jerarquizada, <strong>los</strong> que están arriba, y no olvidemos que <strong>los</strong><br />

hombres siempre lo han estado, son <strong>los</strong> que han ido construy<strong>en</strong>do un modelo <strong>en</strong> el<br />

que lo significante, lo valioso, es aquello que se ajusta más fácilm<strong>en</strong>te al “esquema<br />

viril”. Es el d<strong>en</strong>ominado “síndrome de John Wayne”, un código de conducta<br />

explicito aunque no escrito, un conjunto de rasgos masculinos que hemos apr<strong>en</strong>dido<br />

a v<strong>en</strong>erar desde la infancia (Gerzon, 1982). Estos rasgos incluy<strong>en</strong> la ins<strong>en</strong>sibilidad<br />

y la competitividad.<br />

Es lo que Muñoz Luque (2003, 8) d<strong>en</strong>omina el “paradigma civilizatorio que regula<br />

la vida desde la concepción hegemónica del poder <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dido como dominación,<br />

mediante la posesión exclusiva y excluy<strong>en</strong>te del conocimi<strong>en</strong>to, el dinero y la viol<strong>en</strong>cia,<br />

que fragm<strong>en</strong>ta y jerarquiza la realidad y también a <strong>los</strong> seres humanos <strong>en</strong><br />

dualidades opuestas, dualidad que justifica el doble discurso, la incoher<strong>en</strong>cia y la<br />

distorsión <strong>en</strong>tre p<strong>en</strong>sar, s<strong>en</strong>tir, decir y hacer, como forma normal de vida (…). Por<br />

lo tanto, es un universo simbólico que establece la viol<strong>en</strong>cia, intrínseca a toda<br />

relación de dominio-sumisión como un ingredi<strong>en</strong>te natural de la vida. Asimismo,<br />

dicha viol<strong>en</strong>cia se ejerce <strong>en</strong>tre unos pueb<strong>los</strong> y otros, bajo el dominio del tipo ‘hombre-adulto-blanco-guerrero’<br />

cuyo poder económico excluye al Tercer Mundo (…),<br />

pone <strong>en</strong> jaque el futuro de nuestro planeta (…) Este modelo civilizatorio se apr<strong>en</strong>de<br />

<strong>en</strong> la infancia por imitación a través de <strong>los</strong> procesos de socialización, que incluy<strong>en</strong><br />

la introyección de <strong>los</strong> mandatos de género”.

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