Universidad Alberto Hurtado

• Están claramente organizados y sus distintas zonas se encuentran
delimitadas (por tratamientos de pisos, pavimentos, césped).
• Están en constante mantenimiento, cuidado y vigilancia, tanto por parte de
la comunidad, como por parte de las instituciones públicas encargadas de
ellos. De forma que siempre aptos para su utilización.
• Poseen mobiliario urbano de calidad y en concordancia con las necesidades
y demandas del sector. Como por ejemplo: Bancos, juegos infantiles,
basureros, teléfono, vegetación, etc.
• Presentan un alto grado de seguridad para los usuarios que se encuentran
en ellos. De forma que estos pueden hacer uso tranquilamente, sin la
percepción de se encuentran en un lugar peligroso.
Los puntos señalados anteriormente representan las características ideales
a las que debiera conducir la buena gestión de los espacios públicos. Ya que si
se cuenta con espacios públicos de estas dimensiones, el territorio o
asentamiento se ve altamente enriquecido, y favorable para cualquier tipo de
intervención que apunte a mejorar la calidad de vida de sus habitantes.
Por otra parte la mala gestión de estos espacios o el abandono completo de
ellos, pueden llevar a que surjan fenómenos altamente perjudiciales para la
comunidad.
Entre estos fenómenos indeseables los más comunes son:
La privatización de los espacios: En la medida en que los espacios públicos
son inutilizados, se tornan propensos para la apropiación de un capital
privado, que los compra generalmente a bajo costo y luego de invertir en ellos
restringe los accesos, afectando muchas veces al urbanismo de sector.
La apropiación por parte de grupos de antisociales: Muchas veces estos
espacios en desuso, son el lugar idóneo para la apropiación por parte de
grupos antisociales, que generan en ellos conductas ilícitas que tienden a
monopolizar el uso de este espacio y por ende van en directo desmedro del
resto de la comunidad.
El deterioro y la transformación en lugares residuales: Todas las
potencialidades de los espacios públicos son perdidas en la medida en que
estos no son utilizados, transformándose incluso en muchas ocasiones, en
detrimento de la comunidad. La práctica más común que pudo observarse en las diferentes comunidades es la
del “enrejado” de las canchas de fútbol. Una vez cercado el espacio, el acceso es restringido doblemente: por
un lado opera la variable amigo/enemigo del “portero” y por otro, el factor económico; ya que debe pagarse
una “entrada” para su uso.
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