1 Dr. Juan Daniel Videla - Sociedad Argentina de Análisis PolÃtico ...
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LA CIUDADANÍA, CONCEPTO Y CUESTIÓN HISTÓRICA FUNDAMENTAL DE LA<br />
POLÍTICA<br />
<strong>Dr</strong>. <strong>Juan</strong> <strong>Daniel</strong> <strong>Vi<strong>de</strong>la</strong> (UNSJ)<br />
a) Introdución:<br />
Ciudadanía es la relación que existe entre el todo político y sus elementos o partes, los<br />
hombres que lo constituyen, los que en virtud <strong>de</strong> ella quedan bajo la dominación, que<br />
llamamos po<strong>de</strong>r político, <strong>de</strong> ese todo. Al tratar el concepto, la tradición ha acentuado el<br />
punto <strong>de</strong> vista <strong>de</strong>l ciudadano, pero la ciudadanía es algo que hace esencialmente tanto a<br />
la comunidad política como a sus integrantes. Por ello, si <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la perspectiva <strong>de</strong> estos<br />
últimos aparece como una relación <strong>de</strong> pertenencia o sujeción, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la <strong>de</strong> aquella es una<br />
<strong>de</strong> soberanía e inclusión. En ambos casos, también, la tradición <strong>de</strong> discurso ha hecho <strong>de</strong><br />
la ciudadanía un tema principal, pero no axial, <strong>de</strong> la ciencia política. Así, el<br />
constitucionalismo y la ilustración han leído el vínculo <strong>de</strong> ciudadanía como una relación<br />
<strong>de</strong> <strong>de</strong>recho, es <strong>de</strong>cir, ha hecho <strong>de</strong> la ciudadanía un estatus jurídico <strong>de</strong> <strong>de</strong>recho público,<br />
mientras que la sociología politica más reciente la ha entendido bajo el concepto <strong>de</strong><br />
relación social, que se expresa bajo la forma <strong>de</strong> la participación social.<br />
En este trabajo procuramos replantear la ciudadanía como uno <strong>de</strong> los conceptos<br />
cardinales <strong>de</strong> la ciencia política, relacionándola con los conceptos <strong>de</strong> comunidad y<br />
po<strong>de</strong>r, mostrando los principales modos históricos en que la relación se ha presentado y<br />
bosquejando una respuesta a la pregunta que a todos nos inquieta: qué significa la<br />
ciudadanía en el contexto político <strong>de</strong> la domininación tecnocrática y global.<br />
b) Los conceptos cardinales <strong>de</strong> la ciencia política<br />
De nuestros manuales <strong>de</strong> introducción a la ciencia política conocemos <strong>de</strong> modo sobrado<br />
las respuestas tradicionales a la cuestión <strong>de</strong>l objeto <strong>de</strong> la ciencia política ya que estas<br />
obras las repiten como a una mantra: a la política se adscribe como objeto <strong>de</strong> estudio ora<br />
el estado ora el po<strong>de</strong>r.<br />
La popularización <strong>de</strong> estas respuestas –que reducen ciudadanía a sujeción a la soberanía<br />
<strong>de</strong>l estado o a la obediencia al po<strong>de</strong>r político consi<strong>de</strong>rado como relación social– es signo
2<br />
<strong>de</strong> la <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia didáctica <strong>de</strong> la disciplina, que sin embargo no carece <strong>de</strong> otras<br />
alternativas históricas. Así por ejemplo contamos con la visión alternativa dada por el<br />
famoso panfleto escrito por Karl Schmidt en 1932, el Concepto <strong>de</strong> la politica (Schmidt,<br />
C. 1984.) 1 Siguiendo a Max Weber (Weber, M. 1980), Schmidt <strong>de</strong>fine lo político no<br />
como objeto, sino como una esfera <strong>de</strong> vida, un ámbito <strong>de</strong> conductas regidas por el valor<br />
dicotómico amigo/ enemigo, <strong>de</strong>l mismo modo que la esfera estética está regida por la<br />
dicotomía bello/ feo, la económica por la dicotomía productivo (útil)/ improductivo<br />
(nocivo), la ética por la oposición bueno/ malo. Es <strong>de</strong>cir que Schmidt <strong>de</strong>fine lo político<br />
como un ámbito <strong>de</strong> relaciones normadas por una oposición fundamental que tiene<br />
carácter valorativo, pero es diferente a los otros ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> valor, aún el moral. Con esto<br />
llega a una posición semejante a Maquiavelo (y se aleja <strong>de</strong> Weber), especialmente<br />
porque consi<strong>de</strong>ra que toda relación humana pue<strong>de</strong> ser potencialmente política y<br />
supraordinar los <strong>de</strong>más ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> valor. Pero más que amoral, la postura <strong>de</strong> Schmidt es<br />
totalitaria porque reclama que la totalidad <strong>de</strong> la comunidad humana (con todas sus<br />
distinciones y ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> sentido, económico, ético, etc.) se aliene contra el enemigo,<br />
interno o externo, <strong>de</strong> esa comunidad. Aquí la ciudadanía queda subordinada a esa<br />
antítesis fundamental<br />
De todos modos, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un punto <strong>de</strong> vista teórico, el intento <strong>de</strong> Schmidt <strong>de</strong> moverse más<br />
allá <strong>de</strong> una noción <strong>de</strong> la política como un mero objeto y hablar <strong>de</strong> lo político como un<br />
área <strong>de</strong> relaciones, una región fenomenal caracterizada por una suerte <strong>de</strong> cualidad<br />
constituye una superación <strong>de</strong> la postura objetivista, no obstante sus consecuencias<br />
radicales o totalitarias. Si bien otros autores continuaron este radicalismo, 2 la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong><br />
que lo político es una esfera <strong>de</strong> la sociedad <strong>de</strong>finida por una cierta cualidad en la que<br />
temas entran y <strong>de</strong> la cual temas salen ha sido recibida, sin resabios <strong>de</strong> radicalismo por<br />
1 La traducción más a<strong>de</strong>cuada sería Concepto <strong>de</strong> lo Político, que es es más fiel al alemán Begriff <strong>de</strong>s<br />
Politischen.<br />
2 Lukàcks, G. 1985 y Hei<strong>de</strong>gger, M. 1956.
3<br />
autores tan diversos como Arendt, Agnes Heller, y Habermas. 3 Tal esfera no es otra que<br />
la esfera pública en la cual se toman <strong>de</strong>cisiones tras una discusión abierta y la cualidad<br />
que adquieren las cuestiones discutidas es la cualidad <strong>de</strong> públicas, es <strong>de</strong>cir,<br />
concernientes a la comunidad como un todo. Pero este todo no da lugar al<br />
totalitarianismo, lo social y lo político no se confun<strong>de</strong>n, toda vez que la esfera pública<br />
es un área fluida, libre, don<strong>de</strong> se hace concreta la libre voluntad <strong>de</strong> los individuos <strong>de</strong><br />
hacer público algo que originariamente importa sólo a un grupo o individuo. Nada<br />
queda atrapado en esa esfera, sino que todo pue<strong>de</strong> eventualmente retornar al terreno <strong>de</strong><br />
don<strong>de</strong> proviene y convertirse en objeto <strong>de</strong> estudio diferente <strong>de</strong> una disciplina diferente<br />
<strong>de</strong> la ciencia política. En este mo<strong>de</strong>lo ciudadanía equivale a participar en una<br />
comunidad <strong>de</strong> discurso, el todo <strong>de</strong>scripto hacia el que las cuestiones políticas se dirigen<br />
y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el cual las no-políticas proce<strong>de</strong>n.<br />
Por su parte, en su obra Metafísica y metapolítica (Rie<strong>de</strong>l, M. 1977) el filósofo alemán<br />
Manfred Rie<strong>de</strong>l (sin que su preocupación sea precisamente <strong>de</strong>finir la ciencia política)<br />
encuentra que las cuestiones fundamentales <strong>de</strong> la filosofía política son la comunidad (o<br />
el fenómeno <strong>de</strong> la existencia <strong>de</strong> agregados sociales) y el dominio (el fenómeno <strong>de</strong> la<br />
Herrschaft o existencia <strong>de</strong> relaciones <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> los agregados sociales). Rie<strong>de</strong>l<br />
aña<strong>de</strong> que el vínculo entre ambos fenómenos es la relación <strong>de</strong> pertenencia al todo social<br />
que nos lleva a acatar sus ór<strong>de</strong>nes, la ciudadanía. Para Rie<strong>de</strong>l estudiar una "forma <strong>de</strong><br />
vida" colectiva supone conceptualizar ambos aspectos (comunidad y po<strong>de</strong>r) que por otra<br />
parte están ya presentes en el sentido común que conforma nuestra experencia cotidiana<br />
<strong>de</strong> la política. Una lectura superficial podría sucumbir a la tentación <strong>de</strong> traducir<br />
comunidad en el sentido <strong>de</strong> Rie<strong>de</strong>l por estado y dominio, por po<strong>de</strong>r político, pero los<br />
términos están lejos <strong>de</strong> coincidir exactemente. Precisamente, escribiendo acerca <strong>de</strong><br />
Aristóteles, Rie<strong>de</strong>l <strong>de</strong>staca que en éste—como en todos los pensadores <strong>de</strong> la antigüedad<br />
griega—la cuestión <strong>de</strong>l dominio o po<strong>de</strong>r es inseparable <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> comunidad, a<br />
diferencia <strong>de</strong> lo que ocurre en la ciencia política mo<strong>de</strong>rna, cuyo concepto <strong>de</strong> estado<br />
importa una noción precisa <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r (como entidad territorial organizada jurídicamente,<br />
3 Arendt, H. 1993; Habermas, J. 1986; Heller, A. 1990.
4<br />
etc.) y que se concibe en oposición al <strong>de</strong> sociedad. Según Rie<strong>de</strong>l, Aristóteles genera un<br />
paradigma en el cual la polis aparece como el fin <strong>de</strong> todas las acciones y <strong>de</strong> todas las<br />
comunida<strong>de</strong>s inferiores como la familia y la al<strong>de</strong>a, siendo esta <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia estructural<br />
lo que a<strong>de</strong>más justifica la legitimidad <strong>de</strong> la polis como forma <strong>de</strong> vida y el dominio o<br />
po<strong>de</strong>r que ella ejerce. Es <strong>de</strong>cir que la explicación <strong>de</strong> la polis en términos <strong>de</strong> su finalidad<br />
constituye a un mismo tiempo una justificación <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r que ejerce sobre sus<br />
ciudadanos.<br />
En la mo<strong>de</strong>rnidad, en cambio, la comunidad (o concepto <strong>de</strong> vida en común) se divi<strong>de</strong> en<br />
dos términos. Aparece la noción <strong>de</strong> estado, como algo diferente <strong>de</strong>l ámbito social, que le<br />
exce<strong>de</strong>. Estado (como monopolizador <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r, según la tesis conocida <strong>de</strong> Max Weber,<br />
Weber, M. 1980, p 86.) y sociedad (como concepto que remplaza ciertas connotaciones<br />
<strong>de</strong>l concepto griego <strong>de</strong> comunidad o koinonía) se separan. Así, estado y po<strong>de</strong>r, los<br />
objetos imputados a la ciencia política quedan (en términos generales) uno junto al otro<br />
como par <strong>de</strong> conceptos correlativos, pero <strong>de</strong>l lado opuesto <strong>de</strong> la sociedad o lo privado,<br />
en el ámbito ahora llamado público. Pero po<strong>de</strong>r y sociedad no acaban totalmente<br />
disociados. La relación po<strong>de</strong>r/ comunidad se continúa a través <strong>de</strong> la ruptura entre estado<br />
y sociedad, en el caso <strong>de</strong>l primero se manifiesta <strong>de</strong> forma explícita, puesto que este es el<br />
monopolizador <strong>de</strong> la coacción jurídica, en el caso <strong>de</strong> la segunda <strong>de</strong> manera latente,<br />
como es evi<strong>de</strong>nte en el hecho <strong>de</strong> que todo fenómeno social tiene consecuencias<br />
potencialmente políticas (el mercado, etc). De este modo, al subrayar la continuidad<br />
entre po<strong>de</strong>r y comunidad a través <strong>de</strong>l tiempo, Rie<strong>de</strong>l trae a colación la cuestión <strong>de</strong> la<br />
posible naturaleza dual (o múltiple, si se incluye la ciudadanía) <strong>de</strong>l fenómeno estudiado<br />
por la ciencia política mo<strong>de</strong>rna, que no sólo es po<strong>de</strong>r, sino también comunidad en tanto<br />
que estado y sociedad.<br />
Por las consi<strong>de</strong>raciones anteriores creemos que reducir el objeto <strong>de</strong> la política al estado<br />
o al po<strong>de</strong>r, como fenómenos aislados y enteramente in<strong>de</strong>pendientes entre sí y <strong>de</strong> <strong>de</strong>l<br />
fenómeno “social” constituye un serio error metodológico. Como consecuencia,<br />
<strong>de</strong>beríamos reconocer que cuando se habla <strong>de</strong> comunidad o dominio ellos no<br />
constituyen entida<strong>de</strong>s que han permanecido constantes a lo largo <strong>de</strong>l tiempo –ya hemos<br />
visto que el mundo antiguo no conoce la separación entre dos formas <strong>de</strong> comunidad, las
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que hoy llamamos estado y sociedad, a la vez que la sociedad mo<strong>de</strong>rna ha sido pensada<br />
como fuera <strong>de</strong> las relaciones jurídicas <strong>de</strong> dominio, que correspon<strong>de</strong>n al estado.<br />
Con la separación entre sociedad y estado pasamos a un rasgo esencial <strong>de</strong> la época<br />
mo<strong>de</strong>rna, la separación entre dos ámbitos concretos <strong>de</strong> acción, complementarios, pero<br />
diferentes: el estado, dotado <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r y creador <strong>de</strong> las condiciones mínimas <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n<br />
que regulan la libertad y la propiedad, y la sociedad, esfera económica <strong>de</strong>sarrollándose a<br />
partir <strong>de</strong> estos <strong>de</strong>rechos, pero también ámbito íntimo basado en otros <strong>de</strong>rechos<br />
individuales: familia, privacidad o personalidad. Des<strong>de</strong> luego que la distinción entre<br />
estado (lo público) y sociedad (lo privado) no es tajante y, como la dicotomía público/<br />
privado que veremos enseguida, tiene un carácter abstracto. Pero tiene una relevancia<br />
conceptual enorme el hecho que podamos distinguir entre ambos términos y aplicarlos a<br />
circunstancias concretas. Por ejemplo, es imposible enten<strong>de</strong>r el liberalismo político si<br />
no se entien<strong>de</strong> la primacía <strong>de</strong> la constitución <strong>de</strong>l estado como <strong>de</strong>recho público sobre los<br />
actos <strong>de</strong> los particulares, <strong>de</strong>l mismo modo que es imposible enten<strong>de</strong>r el liberalismo<br />
económico si no se entien<strong>de</strong> la primacía <strong>de</strong> la sociedad civil corporizada en los <strong>de</strong>rechos<br />
<strong>de</strong> trabajar y contratar.<br />
Consecuentemente, es preciso distinguir: a) entre la distinción mo<strong>de</strong>rna entre estado y<br />
sociedad y las formas pretéritas que ha asumido el fenómeno político (tema que ya<br />
tocáramos al referirnos al análisis <strong>de</strong> Rie<strong>de</strong>l) y b) que la línea que separa lo político <strong>de</strong><br />
lo no-político es sinuosa y unas veces incluye y otras excluye áreas no regladas<br />
explícitamente por el po<strong>de</strong>r institucionalizado por el estado. La primera distinción nos<br />
lleva a consi<strong>de</strong>rar que es imposible encontrar una sola forma histórica <strong>de</strong> comunidad<br />
política, que en realidad el fenómeno comunidad –el hecho <strong>de</strong> que los hombres entran<br />
en relaciones sociales y forman agregados –es multiforme y que el estado mo<strong>de</strong>rno es<br />
tan sólo una <strong>de</strong> sus manifestaciones, si bien una muy importante por su vigencia<br />
contemporánea. La segunda distinción nos obliga a prestar atención a la configuración<br />
<strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r por <strong>de</strong>ntro y por fuera <strong>de</strong> las relaciones jurídicas, particularmente <strong>de</strong> las<br />
estatales, cuyo estudio complementa el <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r, pero no lo agota. (Tal es el caso <strong>de</strong> la<br />
economía en que unas veces el estado interviene y otras no, o lo que llamamos, quizás<br />
imprecisamente, "sociedad" a secas, que sólo en apariencia está exenta <strong>de</strong> relaciones <strong>de</strong><br />
po<strong>de</strong>r.) Por eso es que hablar <strong>de</strong> estado o po<strong>de</strong>r a secas no parece siempre tan
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recomendable como orientar el estudio en dirección hacia una teoría comprensiva <strong>de</strong> las<br />
formas <strong>de</strong> la comunidad y <strong>de</strong> las formas <strong>de</strong> la dominación políticas, prestando <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
luego atención a su vínculo conceptual y empírico, la ciudadanía.<br />
Podría aquí preguntarse cuál es la relación <strong>de</strong> este mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r el fenómeno<br />
político con la concepción discursiva <strong>de</strong> autores como Habermas, arriba mencionada. La<br />
objeción podría <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego hacerse que la concepción <strong>de</strong> Rie<strong>de</strong>l es ontologizante (en<br />
tanto que refiere a dos áreas fenomenales aparentemente completas y subsistentes,<br />
dominio y comunidad) y que la concepción habermasiana se libra <strong>de</strong> esa dificultad.<br />
Creemos, empero, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la concepción <strong>de</strong> Rie<strong>de</strong>l, la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> una comunidad<br />
discursiva pue<strong>de</strong> enten<strong>de</strong>rse como la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> una comunidad propia <strong>de</strong> la conciencia<br />
histórico-política <strong>de</strong> nuestra época, que se inicia en este respecto con la Ilustración, y<br />
que el consenso en ese esquema equivale a una forma <strong>de</strong> dominación autoconsentida.<br />
De algún modo, las i<strong>de</strong>as Habermasianas son más a<strong>de</strong>cuadas para <strong>de</strong>scribir fenómenos<br />
contemporáneos en tanto y en cuanto importan una <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong> la conciencia<br />
contemporánea, pero pue<strong>de</strong>n ser traducidas, con ciertas reservas, al aparato conceptual<br />
<strong>de</strong> Rie<strong>de</strong>l.<br />
Pero volviendo a este último, apuntemos que el concepto <strong>de</strong> ciudadanía queda hasta<br />
cierto punto sub<strong>de</strong>sarrollado en los análisis <strong>de</strong> Rie<strong>de</strong>l (no obstante el mérito que<br />
significa ya el haberlo consi<strong>de</strong>rado como parte esencial <strong>de</strong>l fenómeno político). Por eso<br />
es uno <strong>de</strong> los objetivos <strong>de</strong>l presente trabajo sacarlo a relucir en todas sus consecuencias<br />
a partir <strong>de</strong> los conceptos <strong>de</strong> comunidad y dominio. Por lo pronto agreguemos que si la<br />
ciudadanía es la relación que existe entre el todo político (comunidad) y sus elementos o<br />
partes, los que en virtud <strong>de</strong> ella quedan bajo su dominación (dominio), esa relación<br />
precisa algo más que el mero consentimiento u obediencia. Bien es cierto que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la<br />
perspectiva <strong>de</strong> estos últimos aparece como una relación <strong>de</strong> sujeción y adscripción y<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la <strong>de</strong> aquella es una <strong>de</strong> soberanía e inclusión, pero ello no basta para explicar que<br />
un elemento constituyente forma parte <strong>de</strong>l todo político. La distinción entre ciudadano y<br />
extranjero pone <strong>de</strong> relieve esa diferencia, por cuanto el extranjero también está sujeto<br />
(siquiera temporalmente) al dominio <strong>de</strong> la comunidad, pero no pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse, en estricto<br />
sentido, que forma parte <strong>de</strong> ella. Como veremos más a<strong>de</strong>lante con el ejemplo socrático<br />
<strong>de</strong>l Critón, pertenecer a una comunidad política es algo completamente distinto a
7<br />
obe<strong>de</strong>cerla. La pertenencia política que es la base <strong>de</strong> la participación política es un<br />
fenómeno muy complejo, y que pue<strong>de</strong> ser <strong>de</strong>finido tanto empírica como teóricamente y,<br />
en este último caso, según el paradigma <strong>de</strong>l que uno se valga pue<strong>de</strong> mostrarse como una<br />
relación análitica entre los elementos <strong>de</strong>l fenómeno político o como un fenómeno <strong>de</strong><br />
conciencia, porque <strong>de</strong> última es ciudadano sólo quien siente serlo. Pero aún cuando<br />
fuese un hecho <strong>de</strong> conciencia no sería algo meramente subjetivo, sino que sus<br />
condiciones <strong>de</strong> inteligibilidad tendrían que hallarse en algo así como una matriz<br />
intersubjetiva o una matriz estructural, sería un hecho inteligible solamente a partir <strong>de</strong><br />
condiciones tales como significados comunes a hallarse en la historia o el lenguaje. Por<br />
cierto, <strong>de</strong>ducir la vali<strong>de</strong>z <strong>de</strong>l concepto <strong>de</strong> ciudadanía a partir <strong>de</strong> condiciones, tales que<br />
habrían <strong>de</strong> ser postuladas como un a priori trascen<strong>de</strong>ntal o histórico exce<strong>de</strong> los límites<br />
<strong>de</strong> este trabajo. Nos limitamos a agregar que si el el concepto <strong>de</strong> comunidad indica la<br />
existencia <strong>de</strong> un todo, o un algo, <strong>de</strong> naturaleza política, y el po<strong>de</strong>r el tipo <strong>de</strong> relaciones<br />
que se dan en virtud <strong>de</strong>l mismo, el concepto <strong>de</strong> ciudadanía refiere a la i<strong>de</strong>ntidad <strong>de</strong> las<br />
partes entre sí y con ese todo o algo inclusivo. Por eso, para enten<strong>de</strong>r acabadamente el<br />
fenómeno politico, es indispensable distinguir conceptualmente la ciudadanía y darle su<br />
<strong>de</strong>bida relevancia como categoría <strong>de</strong> análisis.<br />
c) mo<strong>de</strong>los históricos <strong>de</strong> la ciudadanía<br />
De entre la literatura griega el Critón (Platón, 1973), diálogo temprano <strong>de</strong> Platón, es uno<br />
<strong>de</strong> los lugares más importantes en don<strong>de</strong> se tematiza ciudadanía <strong>de</strong> un modo inteligible<br />
al hombre contemporáneo. Encontrado culpable <strong>de</strong> un <strong>de</strong>lito entonces consi<strong>de</strong>rado<br />
político (impiedad o asebeia) Sócrates es con<strong>de</strong>nado a la muerte. En un momento <strong>de</strong><br />
crisis <strong>de</strong> las instituciones atenienses, en que Sofistas y maestros <strong>de</strong> retórica ponen en<br />
duda la vali<strong>de</strong>z <strong>de</strong> las leyes basándose en la autoafirmación <strong>de</strong>l hombre en cuanto tal,<br />
fuera <strong>de</strong> toda relación con la polis, Sócrates asume ante la sentencia una actitud crítica,<br />
pero <strong>de</strong> respeto basado en un cierto concepto <strong>de</strong> racionalidad. Con<strong>de</strong>nado, Sócrates<br />
acepta el castigo que se le impone y, según el Critón, entien<strong>de</strong> que es justa la pena, no<br />
obstante su <strong>de</strong>fensa altanera y fundamentada que testimonian otros textos. Así se aferra<br />
a su principio <strong>de</strong> que no <strong>de</strong>be cometerse injusticia ni en reciprocidad y por tanto<br />
<strong>de</strong>volver mal por mal, en este caso <strong>de</strong>sobediencia por la con<strong>de</strong>na a muerte. Como hemos
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leídos en algunas <strong>de</strong> las páginas más elocuentes <strong>de</strong> Platón, Sócrates consi<strong>de</strong>ra que sería<br />
reo <strong>de</strong> injusticia con la polis y sus leyes si eludiera el castigo y rechaza la fuga que le<br />
proponen sus asociados. Parece sostener que si la polis recibiera el daño <strong>de</strong> la<br />
<strong>de</strong>sobediencia, al verse burlada su voluntad legal, recibiría una daño que habría <strong>de</strong><br />
hacerla aún más injusta. En este punto <strong>de</strong>l texto encontramos el célebre discurso o<br />
prosopopeya <strong>de</strong> las leyes don<strong>de</strong> Platón sintetiza siglos <strong>de</strong> pensamiento griego en torno a<br />
justicia y ciudadanía:<br />
“Entonces, ni hay que <strong>de</strong>volver justicia por injusticia, ni hacer daño a los <strong>de</strong>más, ni aún<br />
si hemos sufrido cualquier cosa por obra <strong>de</strong> ellos…. Si nos marchamos <strong>de</strong> aquí sin haber<br />
persuadido a la Ciudad, ¿hacemos daño a alguien, y en verdad a quienes menos<br />
<strong>de</strong>beríamos perjudicar, o no? Y en tal caso ¿persistimos en lo que convivimos como<br />
justo o no?…. Si, a punto <strong>de</strong> fugarnos <strong>de</strong> aquí –o como sea propio llamar a eso– se nos<br />
aparecieran la leyes y el común <strong>de</strong> la Ciudad y nos preguntaran: “Dime Sócrates, ¿qué<br />
es lo que te propones? ¿Acaso intentas otra cosa, con esta acción que te propones<br />
empren<strong>de</strong>r, que <strong>de</strong>struirnos a nosotras, la leyes, y a la Ciudad toda entera por lo que a ti<br />
toca? ¿Te parece acaso que pue<strong>de</strong> subsistir y no caer en total subversión una Ciudad en<br />
la cual las sentencias falladas, en lugar <strong>de</strong> tener fuerza plena, puedan ser <strong>de</strong>sautorizadas<br />
por simples particulares?” (Ibid, 49-50, pp. 47-50.)<br />
Aparte <strong>de</strong>l elogio <strong>de</strong> la seguridad jurídica, aparte <strong>de</strong> la injusticia inherente en retribuir<br />
un mal, Sócrates pregunta sobre la base <strong>de</strong> la relación <strong>de</strong>l ciudadano y la comunidad que<br />
aqúi aparece tanto como i<strong>de</strong>a que como sentimiento que se tiene <strong>de</strong> la polis y sus leyes.<br />
Repensar tal situación no es fácil <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> veinticinco siglos y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> supuestos<br />
existenciales que son diferentes.<br />
La prosopopeya <strong>de</strong> la leyes no termina en el párrafo transcripto. Sobre las bases <strong>de</strong> que<br />
no <strong>de</strong>be cometerse injusticia ni aún para <strong>de</strong>volverla, las leyes recriminan a Sócrates el<br />
que cometa un daño contra ellas que lo trajeron al mundo, lo educaron y criaron y lo<br />
hiceron partícipes <strong>de</strong> cuanto bien fuera posible, como que las leyes son en Atenas las<br />
que regulan el matrimonio, la familia y todos los bienes materiales e inmateriales. El<br />
ciudadano <strong>de</strong>be a las leyes el respeto que los hijos <strong>de</strong>ben a sus padres y los esclavos a<br />
sus amos. Platón parece así hablar <strong>de</strong> una acuerdo existencial (homología) entre el<br />
ciudadano y la polis que aquí está representada por las leyes y el “común <strong>de</strong> la ciudad”.
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La voluntad operante en ese convenio sería una voluntad esencial y no arbitrada, o “<strong>de</strong><br />
arbitrio”, para usar el vocabulario <strong>de</strong> Tönnies. Precisamente por ello, por ser un acuerdo<br />
basado en una voluntad que involucra la vida <strong>de</strong>l ciudadano en la totalidad <strong>de</strong> su<br />
existencia la homología que une a Sócrates con Atenas no pue<strong>de</strong> retractarse ni<br />
resolverse.<br />
De igual modo Aristóteles da a la ciudadanía un lugar esencial y, esto es más revelador,<br />
sistemático <strong>de</strong>ntro su obra, la Política. (Aristóteles, 1970) Ya hemos hecho referencia al<br />
célebre argumento teleologico <strong>de</strong>l libro primero <strong>de</strong> esta obra, según el cual Aristóteles<br />
habría generado un paradigma en el cual la polis aparece como el fin <strong>de</strong> todas las<br />
acciones y <strong>de</strong> todas las comunida<strong>de</strong>s inferiores como la familia y la al<strong>de</strong>a, siendo esta<br />
<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia estructural lo que a<strong>de</strong>más justifica la legitimidad <strong>de</strong> la polis como forma <strong>de</strong><br />
vida y el dominio o po<strong>de</strong>r que ella ejerce. Pero cuando Aristóteles <strong>de</strong>fine a la polis<br />
nuevamente en el libro tercero <strong>de</strong> la Política, no lo hace a partir <strong>de</strong> las comunida<strong>de</strong>s<br />
inferiores sino <strong>de</strong> la ciudadanía o <strong>de</strong>l ciudadano. Para enten<strong>de</strong>r las diferentes<br />
constituciones y a través <strong>de</strong> ellas la polis, dice Aristóteles, es necesario examinar la<br />
naturaleza <strong>de</strong> la ciudadanía: llamamos ciudadano al que tiene <strong>de</strong>recho a participar en la<br />
función <strong>de</strong>liberativa o judicial <strong>de</strong> la ciudad, y llamamos ciudad, para <strong>de</strong>cirlo en pocas<br />
palabras, una muchedumbre <strong>de</strong> tales ciudadanos suficiente para vivir con autarquía”<br />
(Ibid., 1275 b). Hay una fractura entre el argumento teleológico <strong>de</strong>l libro primero y este<br />
argumento análitico que remite <strong>de</strong> la constitución a la polis y <strong>de</strong> esta a la ciudadanía y a<br />
la condición <strong>de</strong> ciudadano. Una junto a la otra, ambas formas <strong>de</strong> argumentar son<br />
<strong>de</strong>sarrollan i<strong>de</strong>as distintas, la primera explica mejor que es una comunidad, la segunda<br />
cuál es el vínculo entre esa comunidad y sus integrantes: la participación directa en el<br />
po<strong>de</strong>r –kratos. Ese vínculo no pue<strong>de</strong> ser entendido si no se tiene en cuenta la Atenas <strong>de</strong>l<br />
tiempo <strong>de</strong> Aristóteles que no es en esencia muy diferente <strong>de</strong> la Platón, una <strong>de</strong>mocracia<br />
don<strong>de</strong> el po<strong>de</strong>r se ejerce directamente, al menos en una ficción <strong>de</strong> participación directa<br />
–se participa rotativamente por tribus y vecindarios. La proximidad entre polis y<br />
ciudadano, la inmersión <strong>de</strong> este último en la primera es lo que está en juego. La i<strong>de</strong>a<br />
aristotélica <strong>de</strong> ciudadanía supone en principio la constitución <strong>de</strong>mocrática, por cierto<br />
con todas sus restricciones, como veremos a continuación. Esta i<strong>de</strong>a no es una mera<br />
acotación al margen <strong>de</strong> lo dicho en el libro primero: si la constitución <strong>de</strong>mocrática<br />
cambia, cambia la i<strong>de</strong>ntidad <strong>de</strong>l estado, tan estrecho es el vinculo entre este y sus
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integrantes. En este or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as caben formulaciones tales como la distinción entre<br />
buen ciudadano y buen hombre (que no coinci<strong>de</strong>n) y la exclusión <strong>de</strong> extranjeros y<br />
esclavos.<br />
Dentro <strong>de</strong> los límites <strong>de</strong> este ensayo resulta imposible analizar la suerte <strong>de</strong>l pensamiento<br />
<strong>de</strong> Aristóteles <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l colapso <strong>de</strong> la polis griega así como las filosofías que lo<br />
reemplazaron. En términos muy breves nos limitaremos a indicar que la filosofía que<br />
inmediatamente reemplaza a la <strong>de</strong> Aristóteles (cínicos, etc.) es <strong>de</strong> carácter socrático—no<br />
escrita, preocupada fundamentalmente por problemas éticos, tales como qué significa<br />
ser dueño <strong>de</strong> sí mismo, virtuoso o sabio. Limitémosnos aquí a recordar que el contexto<br />
político cambia radicalmente con el imperio <strong>de</strong> Alejandro: el hombre griego ha perdido<br />
el sustento cultural político y social <strong>de</strong> su civilización. Así, la polis no es ya más la<br />
forma <strong>de</strong> vida política sobre la que se vuelve la filosofía para investigar el vínculo entre<br />
el filósofo y la polis. Ha sido reemplazada ahora por un po<strong>de</strong>r extendido por casi todo el<br />
mundo conocido, lo que torna imposible que el filósofo pueda pensarse como miembro<br />
<strong>de</strong> una unidad política (la polis) que le da su i<strong>de</strong>ntidad como ciudadano. Por eso la<br />
filosofía <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> ser explícitamente política y se vuelve hacia la interioridad. La<br />
pregunta es ahora por las condiciones <strong>de</strong> posibilidad <strong>de</strong>l pensamiento individual <strong>de</strong>ntro<br />
<strong>de</strong> un contexto universal que no necesariamente promueve o facilita su in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia o<br />
autonomía.<br />
Así como Aristóteles filosofa sobre y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la polis concebida como producto natural,<br />
producto <strong>de</strong> la physis, los filósofos <strong>de</strong> esta época buscan una explicación equivalente <strong>de</strong><br />
un or<strong>de</strong>n político que ya no es más nacional, sino universal, no más la polis, sino una<br />
cosmópolis. Buscan conocer el principio que rige y armoniza todo el cosmos. Pero ya<br />
no apelan a la physis como principio genético y fundamento <strong>de</strong> un or<strong>de</strong>n teleológico,<br />
sino a la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> una ley universal o nous hegemónico que gobierna todas las creaturas.<br />
Al mismo tiempo, el mundo tien<strong>de</strong> a ser interpretado en términos materialistas: está<br />
compuesto <strong>de</strong> cuerpos, uno <strong>de</strong> los cuales es el individuo mismo. El materialismo es una<br />
manera <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r fenómenos tales como el aislamiento o sujeción que pa<strong>de</strong>ce el<br />
individuo bajo el imperio, por ejemplo a través <strong>de</strong> principios atomistas. Pero no niega<br />
un sustrato inmaterial: la ley que mueve los cuerpos. Si bien el filósofo <strong>de</strong>be soportar su<br />
<strong>de</strong>stino y abstraerse <strong>de</strong>l mundo para encontrar la felicidad, es factible que vuelva a él, al
11<br />
menos parcialmente. Esto se refleja en la i<strong>de</strong>a epicúrea <strong>de</strong> un contrato social, que<br />
resurgirá en la mo<strong>de</strong>rnidad, acuerdo que da origen a la sociedad como producto <strong>de</strong> la<br />
voluntad <strong>de</strong> los individuos, en tanto que átomos o cuerpos materiales.<br />
Ya en la época romana, y bajo la forma política <strong>de</strong>l imperio, una nueva escuela estoica,<br />
cuya máxima figura será Cicerón retoma estos temas reforzando la subsunción <strong>de</strong> la<br />
vida humana bajo una naturaleza universal, naturaleza-ley, o ley natural. Ya no se trata<br />
como en los griegos <strong>de</strong> un cosmos movido por la fuerza <strong>de</strong> la physis, <strong>de</strong> un mundo<br />
natural en movimiento don<strong>de</strong> cada cosa sigue su telos. Ahora, la dispersión griega <strong>de</strong> las<br />
cosas (polis, dioses, animales, etc.) aparece or<strong>de</strong>nada en un continuum <strong>de</strong> fines que<br />
comienza con el hombre y sigue rigurosamente con la polis, la nación, la humanidad, la<br />
naturaleza, el mundo, hasta llegar a los dioses, una especie <strong>de</strong> ca<strong>de</strong>na don<strong>de</strong> los fines <strong>de</strong><br />
cada escalón o región <strong>de</strong> fenómenos está ligado con el siguiente (Schürmann, R. 1976).<br />
Todo está regido por una única ley, que se dice perpetua, verda<strong>de</strong>ra, suma (máxima)<br />
verda<strong>de</strong>ra, celestial, pero fundamentalmente racional (Cicerón, 1970) En efecto, Cicerón<br />
recurre a la figura <strong>de</strong> la legalidad <strong>de</strong> la razón universal para explicar la regularidad <strong>de</strong><br />
los fenómenos y la finalidad <strong>de</strong>l universo. En lo político, va a fundamentar el <strong>de</strong>recho<br />
positivo en esa ley natural o naturaleza-ley, proponiendo la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que las leyes en<br />
plural, o los edictos <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r político no pue<strong>de</strong>n estar en contradicción con ella.<br />
Inci<strong>de</strong>ntalmente, en la época <strong>de</strong> Cicerón y por su influencia, la palabra “ley” toma ese<br />
sentido metafísico <strong>de</strong> un principio cósmico rector. (Antes, lex significaba simplemente<br />
un <strong>de</strong>creto populus romano reunido en asamblea). Como vemos, en esta época, el<br />
principio que <strong>de</strong>scubre la filosofía ya no es el origen <strong>de</strong> movimiento inmanente, como<br />
con los griegos, sino la ley que manda y prohíbe. Esa ley, <strong>de</strong> hecho muy distinante <strong>de</strong>l<br />
individuo, no <strong>de</strong>fine un espacio político concreto don<strong>de</strong> se pueda ejercer la ciudadanía.<br />
Recuerda, por su amplitud cósmica, la enorme amplitud política <strong>de</strong> los imperios <strong>de</strong> la<br />
época don<strong>de</strong> la distancia entre emperador y súbdito es tal que este sólo encuentra el<br />
camino <strong>de</strong> la abstracción <strong>de</strong> lo politico, la exclusión <strong>de</strong>liberada <strong>de</strong> los efectos <strong>de</strong> las<br />
leyes imperiales <strong>de</strong>l ámbito <strong>de</strong> la consciencia. El estoico sólo formalmente es<br />
ciudadano, se repliega hacia su interioridad como sus antecesores inmediatos los<br />
epicúreos y los cínicos, los unos encontrando refugio en un ámbito privado, el jardín,<br />
los otros encontrando refugio en la naturaleza.
12<br />
Un cuarto mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> ciudadanía se discute entre las filosofías políticas <strong>de</strong> los albores <strong>de</strong><br />
la mo<strong>de</strong>rnidad. Por una parte la lógica interna <strong>de</strong> la formación y consolidación <strong>de</strong>l<br />
estado mo<strong>de</strong>rno exige que el ciudadano sea esencialmente súbdito como correspon<strong>de</strong> al<br />
naciente discurso sobre la ciudadanía. Correspon<strong>de</strong> pues a esta época una fuerte<br />
i<strong>de</strong>ntificación entre po<strong>de</strong>r político nacional y facultad <strong>de</strong> dar la ley o facultad<br />
legisferante, i<strong>de</strong>ntificación que se plasma en el concepto político más importante entre<br />
los que datan <strong>de</strong> esa época: soberanía. El jurista francés Jean Bodin (o Bodino),<br />
here<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> la tradición <strong>de</strong> los legistas es quien lo introduce en su obra célebre Los seis<br />
libros <strong>de</strong> la República (Bodino, J. 1997). Allí dice, con ecos aristotélicos (referencia a la<br />
comunidad <strong>de</strong> familias) y latinos (uso <strong>de</strong>l término res publica): “República es un recto<br />
gobierno <strong>de</strong> varias familias y <strong>de</strong> aquello que les es común, con po<strong>de</strong>r soberano” (Ibid.,<br />
p. 9). Por república Bodino entien<strong>de</strong> estado, pero se refiere las comunida<strong>de</strong>s intermedias<br />
y a al gobierno, para recalcar la aparición <strong>de</strong> una instancia centralizadora <strong>de</strong> las<br />
<strong>de</strong>cisiones, en pleno proceso <strong>de</strong> consolidación. Lo antiguo y lo mo<strong>de</strong>rno cohabitan en su<br />
<strong>de</strong>finición. Resalta entonces en la <strong>de</strong>finición <strong>de</strong> Bodino la <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong>l fenómeno<br />
político hecha <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> vista <strong>de</strong> la comunidad (con vocabulario aristotélicolatino<br />
que menta una comunidad <strong>de</strong> familias, familiarum rerumque inter ipsas<br />
communium), y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el mo<strong>de</strong>rno punto <strong>de</strong> vista <strong>de</strong> la legitimidad <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r (con<br />
vocabulario mo<strong>de</strong>rno que menta dos cosas, gobierno recto –jurídico– y potestad<br />
soberana, summa potestas ac ratione mo<strong>de</strong>rata).<br />
La <strong>de</strong>finición <strong>de</strong> Bodino se encuentra entonces a medio camino entonces entre los<br />
antiguos y los mo<strong>de</strong>rnos, pero tal vez sea más mo<strong>de</strong>rna que antigua en cuanto al<br />
explicitar su noción esencial <strong>de</strong> estado omite referirse a la ciudadanía, que en esta época<br />
se i<strong>de</strong>ntifica como sujeción al po<strong>de</strong>r sobrerano. Ello no obstante, Bodino sí encuentra un<br />
lugar sistemático para <strong>de</strong>finir al ciudadano, en don<strong>de</strong> dice:<br />
“Cuando el cabeza <strong>de</strong> familia sale <strong>de</strong> su casa, don<strong>de</strong> manda, para tratar negociar con los<br />
<strong>de</strong>más jefes <strong>de</strong> familia, acerca <strong>de</strong> lo que atañe a todos en general, entonces se <strong>de</strong>spoja<br />
<strong>de</strong>l título <strong>de</strong> amo, <strong>de</strong> jefe y <strong>de</strong> señor, para hacerse compañero, igual y asociado <strong>de</strong> los<br />
otros. Deja su familia para entrar en la ciudad, y los negocios domésticos para tratar <strong>de</strong><br />
los públicos; en vez <strong>de</strong> señor se llama ciudadano que hablando propiamente, no es otra<br />
cosa que el súbdito libre <strong>de</strong>pendiente <strong>de</strong> la soberanía <strong>de</strong> otro (Ibid., p 35)
13<br />
Pero la ambivalencia conceptual <strong>de</strong> Bodino aparece nuevamente en esta <strong>de</strong>finición y<br />
nuevamente ocultando su posición absolutista y voluntarista, tan contraria al espíritu <strong>de</strong><br />
Aristóteles. Cuando finalmente <strong>de</strong>fine al ciudadano lo hace como “súbdito libre<br />
<strong>de</strong>pendiente <strong>de</strong> la soberanía <strong>de</strong> otro”, es <strong>de</strong>cir por referencia a sus estatus en el <strong>de</strong>recho<br />
común, y a difencia <strong>de</strong> los subditos no-libres, principalmente el estado. El ciudadano es<br />
entonces <strong>de</strong>clarado libre, pero en reconocimiento <strong>de</strong> su estatus civil, en lo político<br />
continúa siendo súbdito. La pregunta que entonces se hace preciso plantear es cuál es la<br />
comunidad existencial a la que pertenece en virtud <strong>de</strong> un voluntad esencia. Bodino<br />
eva<strong>de</strong> el problema, pero es evi<strong>de</strong>nte que, <strong>de</strong> acuerdo con su intención principal <strong>de</strong><br />
presentar el argumento central <strong>de</strong> absolutismo con ropajes clásicos, en su texto la<br />
distancia entre el ciudadano y el estado es mayor que la que media entre él y la familia,<br />
no obstante toda la ambigüedad conceptual con que se pretenda cubrir este rasgo<br />
<strong>de</strong>cidamente mo<strong>de</strong>rno y con ello individualista.<br />
El ulterior <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong>l pensamiento europeo bajo el paradigma <strong>de</strong>l contractualismo<br />
conduce en la práctica al mismo <strong>de</strong>bilitamiento <strong>de</strong>l concepto y la praxis <strong>de</strong> la ciudadanía<br />
que hallamos en Bodino, no obstante estar en presencia <strong>de</strong> un nuevo método, el<br />
iusnaturalismo. Este <strong>de</strong>bilitamiento <strong>de</strong> la ciudadanía es a su vez la causa <strong>de</strong>l<br />
<strong>de</strong>bilitamiento <strong>de</strong> la noción <strong>de</strong> lo politico en la primera y alta mo<strong>de</strong>rnidad, el que<br />
coinci<strong>de</strong> con la aparición <strong>de</strong> la sociedad civil que conceptual y prácticamente antagoniza<br />
con el estado. Se ha subrayado en diferentes contextos la teoría política <strong>de</strong> la primera<br />
mo<strong>de</strong>rnidad es fundamentalmente individualista, individualismo que aparece en las dos<br />
presentaciones <strong>de</strong> su argumento político fundamental, por una parte, en las historias<br />
hipotéticas que narran el tránsito <strong>de</strong> un estado <strong>de</strong> naturaleza a una sociedad civil (o<br />
política) a través <strong>de</strong> la unificación <strong>de</strong> volunta<strong>de</strong>s que se da en el acto <strong>de</strong> un contrato<br />
fundante y originario. Los individuos son quienes otorgan su consentimiento mediante<br />
el contrato y <strong>de</strong> éste resulta alguna fórmula <strong>de</strong> protección <strong>de</strong> la individualidad. Este<br />
individualismo tiene sus raíces metafísicas. El marxista francés Roger Garaudy ha<br />
puesto en breve pero acertada síntesis los fundamentos <strong>de</strong>l sistema filosófico <strong>de</strong>l<br />
contractualismo hobbesiano: “Hobbes consi<strong>de</strong>raba la geometría <strong>de</strong> Eucli<strong>de</strong>s como<br />
mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> los métodos <strong>de</strong>l pensamiento lógico y la mecánica <strong>de</strong> Galileo, como el i<strong>de</strong>l<br />
<strong>de</strong> la ciencia <strong>de</strong> la naturaleza. “Según él el mundo objetivo es un conjunto <strong>de</strong> cuerpos<br />
materiales <strong>de</strong>finidos geométricamente por su forma y extensión. En la naturaleza todo
14<br />
se reduce a movimientos mecánicos. El hombre es un cuerpo, como los <strong>de</strong>más. El alma<br />
no tiene extensión ni forma; no existe.... La psicología <strong>de</strong> Hobbes es también<br />
mecanicista.... El <strong>de</strong>so, la aversión y el temor son los móviles <strong>de</strong> todas nuestras<br />
acciones” (Garaudy, R, 1970, pp. 151-152). En otras palabras, el mundo <strong>de</strong> Hobbes es<br />
un mundo <strong>de</strong> átomos materiales que sólo obe<strong>de</strong>cen a causas eficientes: impulso y<br />
apetito.<br />
En Hobbes el autoritarismo absolutista todavía opaca las consecuencias individualistas,<br />
pero es en su sucesor intelectual Locke en don<strong>de</strong> con más claridad aparece la noción <strong>de</strong><br />
lo político como <strong>de</strong>rivado <strong>de</strong>l individuo. A diferencia <strong>de</strong> la construcción hobbesiana,<br />
para Locke el hombre es bueno por naturaleza: el estado <strong>de</strong> naturaleza no es<br />
necesariamente violento, aunque algo inseguro o inestable. Esto se <strong>de</strong>be a que está<br />
regido por una “ley natural”, que en principio, pero no siempre, los hombres respetan. Y<br />
“la razón, que coinci<strong>de</strong> con esa ley, enseña a cuantos seres humanos quieren consultarla<br />
que, siendo iguales e in<strong>de</strong>pendientes, nadie <strong>de</strong>be dañar a otro en su vida, salud, libertad,<br />
o posesiones; porque siendo los hombres todos la obra <strong>de</strong> un Hacedor omnipotente…<br />
son propiedad <strong>de</strong> ese Hacedor y Señor que los hizo para que existan mientras le plazca<br />
(Locke, J. 1969, cap. 2, parr. 6)”. Es <strong>de</strong>cir, hay una ley natural dictado <strong>de</strong> la razón, algo<br />
<strong>de</strong> origen divino que el hombre encuentra al escuchar su propia conciencia, y que obliga<br />
al respeto y la tolerancia <strong>de</strong>l otro, afirmando la igualdad e in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> todos e<br />
impidiendo que unos se sobrepongan a otros. La politicidad aristotélica está al igual que<br />
en Hobbes ausente –se trata <strong>de</strong> una esfera <strong>de</strong> transacciones entre individuos enteramente<br />
liberados <strong>de</strong> sus vínculos– pero el estado <strong>de</strong> naturaleza es visto como una situación en<br />
principio <strong>de</strong> coexistencia pacífica. Pero en razón <strong>de</strong> no ser el estado <strong>de</strong> naturaleza<br />
totalmente perfecto existe siempre la posibilidad <strong>de</strong> que alguien <strong>de</strong>soiga su razón y<br />
transgreda la ley natural. Es entonces que surge el estado o sociedad civil, por un<br />
convenio (<strong>de</strong>l Locke sí habla explícitamente) entre el monarca y los súbditos, en que se<br />
transfiere al primero el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> hacer cumplir la ley natural y castigar al culpable.<br />
Sería este un pacto <strong>de</strong> sujeción, pactum sujecionis, <strong>de</strong> acuerdo con el cual el monarca<br />
<strong>de</strong>be respetar las liberta<strong>de</strong>s individuales: propiedad, culto, expresión, y que pue<strong>de</strong> ser<br />
revocado cuando el monarca no respete sus términos. De este modo justifica el <strong>de</strong>recho<br />
a la revolución en caso manifiesto <strong>de</strong> abuso <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r. Pero como en los pensadores<br />
mo<strong>de</strong>rnos antes mencionados la ciudanía como concepto está completamente <strong>de</strong>bilitada,
15<br />
<strong>de</strong> allí que se haya visto a la construcción lockeana como la formulación <strong>de</strong> las bases<br />
para un acuerdo para explotar la naturaleza y retener su propiedad, en don<strong>de</strong> el po<strong>de</strong>r<br />
político cumple la función <strong>de</strong> mera salvaguardia <strong>de</strong> los bienes individuales. Este<br />
concepto <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r se compa<strong>de</strong>ce con una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> estado resultante <strong>de</strong> la <strong>de</strong>legación <strong>de</strong><br />
funciones y don<strong>de</strong> la ciudadanía es enteramente revocable si se dan, claro está, las<br />
cláusulas <strong>de</strong> revocación <strong>de</strong>l pactoque origina al estado. Junto a este último yace una<br />
sociedad civil a la que siempre se pue<strong>de</strong> volver, precisamente porque en principio al<br />
menos es perfectamente subsistente y pacífica.<br />
A esta altura <strong>de</strong> la exposición podría crearse la falsa impresión <strong>de</strong> que la ciudadanía es<br />
un concepto cuyas condiciones <strong>de</strong> posibilidad se hallan en el mundo antigüo, que la<br />
autoridad <strong>de</strong>l estado se halla en la mo<strong>de</strong>rnidad <strong>de</strong>bilitada, y que esto se lamenta, como<br />
una pérdida. En primer lugar, a riesgo <strong>de</strong> asumir una actitud retrógrada no po<strong>de</strong>mos<br />
lamentar el curso <strong>de</strong> la historia porque es irreversible. Sí se quiere mostrar aquí que el<br />
vínculo <strong>de</strong> ciudadanía en la mo<strong>de</strong>rnidad es ciertamente diferente y no tan fuerte que en<br />
el mundo griego. Pero aún en la antigüedad encontramos mo<strong>de</strong>los <strong>de</strong> praxis política<br />
don<strong>de</strong> la ciudadanía como pertenencia a una entidad política concreta y próxima se hace<br />
casi imposible. Un ejemplo sería el pensamiento estoico bajo los gran<strong>de</strong>s imperios. Ello<br />
no obstante, es preciso aclarar que a partir <strong>de</strong>l siglo XVIII autores mo<strong>de</strong>rnos como<br />
Harrington y Rousseau vuelven al mundo antigüo tratando <strong>de</strong> reconstruir el mundo <strong>de</strong><br />
normas y valores compartidos <strong>de</strong> los antigüos y que en su tiempo están fragmentados<br />
Para Rousseau, el principal problema <strong>de</strong> la política es encontrar una forma <strong>de</strong> asociación<br />
que incluya y <strong>de</strong>fienda a cada asociado y en la que, a<strong>de</strong>más, cada uno no obe<strong>de</strong>zca sino<br />
a sí mismo y siga tan libre como antes. La solución es como en sus antecesores<br />
inmendiatos un pacto social, por medio <strong>de</strong>l cual el asociado enajena todos sus <strong>de</strong>rechos<br />
a la comunidad y “pone en común su persona y todo su po<strong>de</strong>r bajo la suprema dirección<br />
<strong>de</strong> la voluntad general, y nosotros recibimos a<strong>de</strong>más colectivamente a cada miembro<br />
como parte indivisible <strong>de</strong>l todo (Rousseau, J. 1975, Libro I, cap. VI, p. 43)”. El asociado<br />
pone su persona y su po<strong>de</strong>r bajo la dirección <strong>de</strong> la voluntad general, que es en cierto<br />
modo infalible y se expresa como ley. Ella misma es soberana en el sentido <strong>de</strong> que<br />
marca una dirección suprema, pero también colectiva en el sentido que no pue<strong>de</strong><br />
imputarse a ningún ciudadano en particular. Asi, no hay en Rousseau un contrato entre
16<br />
los individuos ni entre los individuos y el soberano sino que mediante el pacto social<br />
cada uno se une a todos. El contrato, como dice Touchard, se formaliza con la<br />
comunidad. ( Touchard, J. 1977, p. 330)<br />
A su vez, con Rousseau la dicotomía estado <strong>de</strong> naturaleza/sociedad civil, se transforma<br />
en una tricotomía: estado <strong>de</strong> naturaleza/sociedad civil/estado político. Porque para<br />
Rousseau el estado natural es un estado <strong>de</strong> inocencia, la sociedad civilizada representa<br />
una caída <strong>de</strong>l mismo, y la superación se encuentra en la república nacida <strong>de</strong>l contrato<br />
que liga a todos con todos en una comunidad y bajo un mismo po<strong>de</strong>r. 4 Mientras que los<br />
autores que hemos visto ante postulan la necesidad <strong>de</strong> un monarca o asamblea que<br />
<strong>de</strong>tenten el po<strong>de</strong>r absoluto, Rousseau piensa en una ley absoluta que surge <strong>de</strong>l ejercicio<br />
<strong>de</strong> una <strong>de</strong>mocracia directa y en la cual resi<strong>de</strong> la soberanía. Para Rousseau la obediencia<br />
a la ley prescripta es libertad.<br />
Detrás <strong>de</strong> esta construcción late el i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> la <strong>de</strong>mocracia griega y un mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong><br />
ciudadanía supuestamente participativo basado, claro está en la coinci<strong>de</strong>ncia a priori<br />
entre el bienestar individual, el <strong>de</strong> todos, y la voluntad general. La consistencia <strong>de</strong> esta<br />
propuesta no resiste empero un análisis objetivo porque tal coinci<strong>de</strong>ncia o i<strong>de</strong>ntidad es<br />
inalcanzable en la práctica. Sí es rescatable, por el contrario, la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que lo político se<br />
<strong>de</strong>senvelve en un ámbito <strong>de</strong> interacción discursiva, en el <strong>de</strong>bate y en la creación <strong>de</strong> la<br />
ley, y <strong>de</strong> que la voluntad <strong>de</strong> la ley, por universal y fría que fuese es menos parcial y<br />
autoritaria que la <strong>de</strong>l soberano absoluto. De este modo, aunque Rousseau probablemente<br />
tiene en mente al formular su mo<strong>de</strong>lo un pequeña república como Ginebra, su propuesta<br />
<strong>de</strong> una <strong>de</strong>mocracia directa es antecesora directa <strong>de</strong>l constitucionalismo y <strong>de</strong> la teoría <strong>de</strong>l<br />
estado <strong>de</strong> <strong>de</strong>recho.<br />
Finalizamos nuestro panorama <strong>de</strong> los mo<strong>de</strong>los <strong>de</strong> ciudadanía con un propuesta que en<br />
cierto modo vuelve al cosmopolitanismo <strong>de</strong> los estoicos, pero en distinta clave, ya que<br />
no se basa en los dictados <strong>de</strong> una ley universal, sino en los <strong>de</strong> la conciencia individual.<br />
4 Si leemos el Contrato Social, Rousseau parece hablar en términos dicotómicos, pero en el contexto total<br />
<strong>de</strong> su obra el tercer término aparece, particularmente en los Discursos, que tematizan el origen y<br />
existencia <strong>de</strong> la sociedad entre estado <strong>de</strong> naturaleza y estado político.
17<br />
Se trata <strong>de</strong> la filosofía <strong>de</strong> Kant, quien se apropia <strong>de</strong> las principales i<strong>de</strong>as <strong>de</strong> la<br />
Ilustración, particularmente <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que la raza humana progresa hacia su libertad,<br />
proceso <strong>de</strong>l que él encuentra un signo auspicioso en la Revolución Francesa. La<br />
formulación kantiana no es la primera ni la última formulación <strong>de</strong> una teoría <strong>de</strong>l<br />
progreso en el marco <strong>de</strong> una filosofía que toma el conocimiento como punto <strong>de</strong> partida.<br />
Recor<strong>de</strong>mos el proyecto <strong>de</strong> Bacon y Descartes, que intenta liberar al hombre <strong>de</strong> sí<br />
mismo, la naturaleza y Dios, pero acaba en teología racional. Una segunda dirección,<br />
sin embargo, <strong>de</strong>nuncia la alienación <strong>de</strong> la naturaleza como consecuencia <strong>de</strong> la técnica.<br />
Es la <strong>de</strong> Rousseau, cuya lectura opera en Kant efectos diversos tales como plantear un<br />
nuevo concepto <strong>de</strong> racionalidad, basado en una i<strong>de</strong>a unitaria <strong>de</strong> la razón que compren<strong>de</strong><br />
lo práctico y lo teórico-instrumental.<br />
Lo que Kant recibe <strong>de</strong> Rousseau, es un diagnóstico <strong>de</strong>l potencial instrumentalizante y<br />
esclavizante <strong>de</strong>l uso <strong>de</strong> la razón y la libertad individuales. El individuo mo<strong>de</strong>rno, como<br />
señala Rousseau, carece <strong>de</strong> un contexto <strong>de</strong> contención (escatológico, físico o político)<br />
tal como tenían los antiguos y que él intenta recrear, en el plano político, en el Contrato<br />
Social. Tal contexto <strong>de</strong> contención sería una relación <strong>de</strong> pertenencia afirmada en una<br />
fuerte i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> soberanía. De allí que se haga necesario abandonar el individualismo <strong>de</strong><br />
la teoría <strong>de</strong>l sentido moral para concebir una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> razón capaz <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>rse a sí<br />
misma en términos <strong>de</strong> fines. De lo contrario, una razón individualmente concebida<br />
asegura la satisfacción <strong>de</strong> siempre nuevas necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l sujeto al precio <strong>de</strong> la<br />
esclavitud <strong>de</strong>l prójimo y la alienación <strong>de</strong> la naturaleza. Así Kant llega a una concepción<br />
<strong>de</strong> la libertad como fundamento y supremo bien <strong>de</strong> la especie entendida como una<br />
comunidad autolegislante <strong>de</strong> seres racionales. A su vez, en los escritos históricofilosóficos,<br />
entien<strong>de</strong> a la naturaleza como una razón autoproyectiva que gobierna la<br />
historia <strong>de</strong> la especie a través <strong>de</strong> paradojas y perplejida<strong>de</strong>s nacidas <strong>de</strong> la convergencia<br />
final <strong>de</strong> ten<strong>de</strong>ncias antagónicas. Se trata <strong>de</strong> explicar las condiciones <strong>de</strong> posibilidad <strong>de</strong> la<br />
acción humana colectiva, condiciones que ahora se encuentran en el plano histórico y<br />
sólo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> él vuelven inteligibles las acciones individuales.<br />
Pero al margen <strong>de</strong> su teoría <strong>de</strong>l progreso y <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> razón que subyace en ella Kant<br />
explicita una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> comunidad política doblemente universal, por la universalidad <strong>de</strong><br />
sus leyes y por el cosmopolitanismo que acarrea el consecuente postulado <strong>de</strong> una
18<br />
humanidad única, dotada <strong>de</strong> una razón única. Kant se <strong>de</strong>clara aquí republicano, en el<br />
sentido <strong>de</strong> un estado <strong>de</strong> <strong>de</strong>recho establecido sobre los principios <strong>de</strong> la libertad, la<br />
igualdad y la universalidad <strong>de</strong> la ley. En Hacia la paz perpetua (Kant, I. 1999), Kant<br />
aboga en primer lugar por la formación <strong>de</strong> una comunidad <strong>de</strong> pueblos libres fe<strong>de</strong>rados<br />
que garantice el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> gentes. Luego habrá <strong>de</strong> venir una república mundial en que<br />
el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> gentes (o <strong>de</strong>recho internacional) es superado por un <strong>de</strong>recho cosmopolita<br />
que consi<strong>de</strong>re a los hombres y a los estados como miembros <strong>de</strong> un estado universal <strong>de</strong> la<br />
humanidad.<br />
En el célebre ensayo ¿Qué es la ilustración? Kant nos da una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> qué tipo <strong>de</strong><br />
ciudadano tiene en mente para cualquiera <strong>de</strong> sus estadíos <strong>de</strong> su proyecto mundial. Se<br />
trata <strong>de</strong> un ciudadano reflexivo y crítico, capaz <strong>de</strong> comunicarse con sus semejantes en<br />
una misma comunidad <strong>de</strong> discurso en don<strong>de</strong> circula libremente la información. En<br />
líneas harto conocidas Kant dice: el uso público <strong>de</strong> su razón le <strong>de</strong>be estar permitido a<br />
todo el mundo…. Entiendo por uso público aquel que, en calidad <strong>de</strong> maestro, se pue<strong>de</strong><br />
hacer <strong>de</strong> la propia razón ante el gran público <strong>de</strong>l mundo <strong>de</strong> lectores…. En la medida en<br />
que esta parte <strong>de</strong> la máquina se consi<strong>de</strong>ra se consi<strong>de</strong>ra como miembro <strong>de</strong> un ser total<br />
común y hasta <strong>de</strong> la sociedad cosmopolita <strong>de</strong> los hombres, por lo tanto, en calidad <strong>de</strong><br />
maestro que se dirige a un público por escrito haciendo uso <strong>de</strong> su razón, pue<strong>de</strong> razonar<br />
sin que por ello pa<strong>de</strong>zcan los negocios en los que le correspon<strong>de</strong>, en parte, la<br />
consi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong> un miembro pasivo…. Pero ese mismo sujeto actúa sin perjuicio <strong>de</strong> su<br />
<strong>de</strong>ber <strong>de</strong> ciudadano si, en calidad <strong>de</strong> experto, expresa públicamente su pensamiento por<br />
la ina<strong>de</strong>cuación o injusticia <strong>de</strong> las gabelas (Kant, E. 1978).” Vemos como el i<strong>de</strong>al<br />
cosmopolita <strong>de</strong> ciudadanía se complementa con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> pertenencia a un “ser total<br />
común” actualizada a través <strong>de</strong> la crítica ilustrada. Con esto Kant anticipa los planteos<br />
discursivos <strong>de</strong> Habermas y otros mencionados al comienzo <strong>de</strong> este trabajo, pero si su<br />
i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> ciudadanía es menos arbitraria y más libre que la <strong>de</strong> Rousseau, no <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> tener<br />
un carácter incorpóreo o etéreo, con Kant la Sittlichkeit nacional, las normas y hábitos<br />
<strong>de</strong> cada nación se han disuelto trás la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> un <strong>de</strong>recho cosmopolita.<br />
d) Ciudadanía global
19<br />
De los diferentes mo<strong>de</strong>los <strong>de</strong> ciudadanía revisados aquí muy escuetamente dos<br />
aparecerían como apropiados para épocas semejantes a la que atravesamos, que se<br />
caracteriza por la expansión global <strong>de</strong> toda serie <strong>de</strong> fenómenos, entre ellos los políticos.<br />
Ellos son la i<strong>de</strong>a histórica <strong>de</strong> una ciudadanía bajo los dictados <strong>de</strong> una razón, cósmica,<br />
universal cognoscible en la razón humana, y la i<strong>de</strong>a kantiana <strong>de</strong> una razón universal que<br />
se explicita en los sujetos conscientes <strong>de</strong> una república mundial que corporiza el i<strong>de</strong>al<br />
<strong>de</strong> la libertad. Lo que más nos distancia <strong>de</strong> ellos, sin embargo, son sus obvias<br />
diferencias filosóficas con las posiciones <strong>de</strong> la mo<strong>de</strong>rnidad tardía, la pregunta si son,<br />
como Hegel diría, pensamiento consciente <strong>de</strong> una historia universal atravesando por un<br />
estadío tecnocrático-global. Creemos que la respuesta es negativa. Mientras que Kant<br />
juega con la utopía <strong>de</strong> un Estado Europeo post-revolucionario, los estoicos se<br />
encuentran con el escenario alienante <strong>de</strong>l imperio, específicamente el imperio romano.<br />
Nosotros, en cambio vivimos en el contexto incipiente <strong>de</strong> una civilización mundial, si<br />
no todavía (y falta mucho tiempo para ello) <strong>de</strong> un estado mundial basado en la<br />
expansión <strong>de</strong> la tecnología y <strong>de</strong> formas sofisticadas <strong>de</strong>l capitalismo.<br />
Se da aquí una paradoja: la mundialización es el resultado <strong>de</strong> la técnica y es la técnica<br />
misma la que precluye que seamos ciudadanos globales, ya que perteneceríamos a ese<br />
estado mundial por venir tecnológicamente, como individuos sólo en virtud <strong>de</strong> nuestra<br />
capacidad <strong>de</strong> consumo o producción <strong>de</strong> bienes o información, pero no por nuestra<br />
condición política. Como afirman los abogados <strong>de</strong>l fin <strong>de</strong> la historia, la teoría técnicoeconómica<br />
no está acompañada <strong>de</strong> forma alguna por la conciencia política o jurídica. (Cf.<br />
Fukuyama, F. 1989, 1992). No solo termina aquí la historia, sino la filosofía <strong>de</strong> la historia en<br />
cuanto tal, que comienza, en Isaías, con las promesa <strong>de</strong> un paraíso. Conviene a esta situación la<br />
metáfora <strong>de</strong> un planeta cuyos recursos naturales están exhaustos, aquí también los hechos nos<br />
hablan <strong>de</strong> la perdida <strong>de</strong> futuro. Lo que se ha <strong>de</strong>clarado muerto al final <strong>de</strong>l milenio no es<br />
(solamente) la viabilidad <strong>de</strong>l socialismo, o <strong>de</strong> cualquier otra alternativa <strong>de</strong> capitalismo, sino la<br />
razón en sí misma, como proveedora <strong>de</strong> soluciones al conflicto siempre permanente entre lo<br />
político y lo económico.<br />
Mientras tanto, vivimos como ciudadanos <strong>de</strong> estados aparentemente tradicionales, pero<br />
estos también han sufrido un proceso <strong>de</strong> cambio inexorable. Es que el concepto <strong>de</strong><br />
estado nacional ha cambiado al entrar su referente en vías <strong>de</strong> extinción. Este concepto<br />
expresa la organización <strong>de</strong> monarquías que constituyeron el marco político mínimo para
20<br />
el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> una economía nacional, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> se origina en oposición al concepto <strong>de</strong><br />
sociedad civil, que en el pensamiento <strong>de</strong>l liberalismo inglés (Locke y Smith por<br />
ejemplo) representó la esfera <strong>de</strong> libertad privada que la corona había asegurado a la<br />
nobleza o alta burguesía (Cf. Poggi, G., 1978; Bobbio, N. y M. Bovero, 1986; Heller,<br />
H., 1978.) El pensamiento norteamericano permaneció fiel a esta tradición, solo que<br />
acentuando sus matices individualistas. Con el curso <strong>de</strong>l tiempo un sentido étnico fue<br />
añadido al concepto <strong>de</strong> nación, originado sobre todo en el nacionalismo europeo <strong>de</strong><br />
fines <strong>de</strong>l siglo XIX y en el latinoamericano <strong>de</strong>l siglo XX. (Cabe <strong>de</strong>stacar que los estados<br />
latinoamericanos y <strong>de</strong>l tercer mundo tuvieron un origen histórico diferente, ya que<br />
fueron creados <strong>de</strong>s<strong>de</strong> afuera por las coronas europeas). Pero en este como en otros<br />
casos, se entendió que la razón <strong>de</strong> ser <strong>de</strong>l estado nacional como organización jurídica y<br />
burocrática es proteger <strong>de</strong> enemigos externos a un <strong>de</strong>terminado sujeto político –el<br />
individuo, la clase, un grupo social- o compensarlo por supuestas injusticias sociales.<br />
No hace falta <strong>de</strong>cir que la reorganización que siguió a la Segunda Guerra Mundial hizo<br />
parcialmente obsoleta a esta concepción, en la medida que la tecnología nuclear llevó a<br />
la formación <strong>de</strong> superpo<strong>de</strong>res. Ahora bien, el colapso <strong>de</strong> la Unión Soviética ha <strong>de</strong>jado a<br />
los Estados Unidos como única superpotencia sin que por ello si embargo haya<br />
restaurado el estado nacional como existió a los comienzos <strong>de</strong> la mo<strong>de</strong>rnidad. Hoy el<br />
estado nacional acusa el efecto <strong>de</strong> nuevas ten<strong>de</strong>ncias. En el or<strong>de</strong>n supranacional, como<br />
lo ha indicado Castells, procesos macronacionales como la inter<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong><br />
mercados financieros y la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> las re<strong>de</strong>s <strong>de</strong> comunicación global y<br />
procesos subnacionales como la crisis <strong>de</strong> legitimación y <strong>de</strong>scentralización <strong>de</strong>l estado<br />
acosado por minorías étnicas. A ello hay que agregar la mundialización <strong>de</strong>l crimen, <strong>de</strong>l<br />
terrorismo y <strong>de</strong> los hasta ahora insuficientes procesos humanitarios (Castells, M.<br />
2001?). En efecto, países europeos <strong>de</strong>sarrollados se han unificado bajo una misma<br />
moneda, mientras que la suerte <strong>de</strong> muchos países sub<strong>de</strong>sarrollados, como <strong>Argentina</strong>,<br />
Brasil o Méjico parece <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>r <strong>de</strong> su inserción en procesos globales.<br />
En otras palabras, con excepción <strong>de</strong> los Estados Unidos, el fin <strong>de</strong>l siglo XX asiste a la<br />
aparición <strong>de</strong> estados sin lo que tradicionalmente se entien<strong>de</strong> por soberanía territorial,<br />
económica o militar. Y sin embargo, algunos <strong>de</strong> esos cuasi-estados, como Serbia en los<br />
años noventa o Irak en el siglo XXI, todavía están inmersos en la retórica y en la<br />
práctica <strong>de</strong>l nacionalismo étnico. Sus casos constituyen también formas <strong>de</strong> exclusión,
21<br />
exclusión esta vez <strong>de</strong>l estado <strong>de</strong> <strong>de</strong>recho y <strong>de</strong> lo que alguna vez se llamó, con intensión<br />
positiva, la civilización occi<strong>de</strong>ntal. Muy a pesar <strong>de</strong> la globalización <strong>de</strong> toda clase <strong>de</strong><br />
procesos, sin embargo, no existe autoridad política competente en conflictos que los<br />
tienen <strong>de</strong> protagonistas. Los Estados Unidos y sus aliados <strong>de</strong> la OTAN carecen <strong>de</strong><br />
justificación tanto como <strong>de</strong> medios para cumplir en estos casos la misión que la teoría<br />
constitucional <strong>de</strong>l liberalismo mo<strong>de</strong>rno <strong>de</strong>para para los po<strong>de</strong>res constituidos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />
un estado nacional, territorialmente <strong>de</strong>terminado. Es <strong>de</strong>cir, ni la ultima superpotencia, ni<br />
la economía global son macroespecies <strong>de</strong>l estado político y la sociedad civil. Del mismo<br />
modo el acceso inmediato al otro, o a información sobre cualquier evento no pue<strong>de</strong><br />
igualarse al ejercicio <strong>de</strong> una ciudadanía en el contexto global.<br />
En el or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> las representaciones colectivas, en nuestra época, mo<strong>de</strong>rnidad tardía a<br />
falta <strong>de</strong> mejor nombre, el proyecto <strong>de</strong> la alta mo<strong>de</strong>rnidad, todavía capaz <strong>de</strong> generar la fe<br />
utópica <strong>de</strong> Kant ha perdido su esplendor y atractivo, no porque sus i<strong>de</strong>as hayan<br />
necesariamente fracasado, sino porque la mo<strong>de</strong>rnidad toda ha fracasado como proyecto<br />
-porque se ha <strong>de</strong>senmascarado la i<strong>de</strong>a implícitamente milenaria <strong>de</strong> que el progreso<br />
tecnológico, extendiéndose in<strong>de</strong>finidamente en el tiempo y el espacio pueda asegurar la<br />
felicidad <strong>de</strong>l hombre en este mundo. Freud fue uno <strong>de</strong> los primero en diagnosticar esta<br />
insatisfacción, literalmente este malestar, ya en el título significativo <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> sus<br />
ultimos libros, El malestar en la cultura (1929), pero la misma experiencia aparece en<br />
muchos otros autores (Freud, S., 1961).<br />
Habiendo <strong>de</strong>sarrollado todas sus ten<strong>de</strong>ncias, el proyecto europeo ha llegado a una<br />
situación límite <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>de</strong> la cual se hace imposible continuar experimentándolo como<br />
proyecto (Cf. Heller, A., 1988). El ennui que esta situación produce es una forma velada<br />
<strong>de</strong>l medio colectivo. Al final <strong>de</strong>l siglo XX, la humanidad europea (o que se percibe<br />
europea) experimenta la presencia espantosa <strong>de</strong> límites que no pue<strong>de</strong>n ser superados en<br />
forma teórica o práctica. Por ejemplo, la economía global es un fenómeno planetario sin<br />
nuevos espacios que conquistar o anexar. No hay lugares nuevos adon<strong>de</strong> ir, así como no<br />
hay razas nuevas que <strong>de</strong>scubrir, conquistar, convertir, con las cuales negociar o <strong>de</strong> las<br />
cuales <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse. Europa ha perdido su otro cultural, en cuya relación se ha constituido<br />
históricamente a través guerras económicas, culturales o militares. Inversamente, la<br />
epifanía <strong>de</strong>l Mercado Universal trae consigo la extinción <strong>de</strong> todos los experimentos
22<br />
basados en i<strong>de</strong>ologías no occi<strong>de</strong>ntales, o viene acompañado <strong>de</strong> un sincretismo que<br />
genera el trasplante <strong>de</strong> valores económicos europeos al suelo <strong>de</strong> culturas orientales,<br />
Japón por ejemplo.<br />
La consecuencia más significativa <strong>de</strong>l pesimismo global es la perdida <strong>de</strong> carácter<br />
utópico o inalcanzable que tradicionalmente acompañó los principios políticos y<br />
morales <strong>de</strong> la polis europea, <strong>de</strong> ahora en mas <strong>de</strong>venidos realida<strong>de</strong>s imperfectas. Poco<br />
importa que tal carácter haya sido la imagen que la humanidad tuvo <strong>de</strong> sí misma, toda<br />
vez que esa auto-comprensión tuvo una (cándida) pretensión universal. Al final <strong>de</strong>l siglo<br />
XX, sin embargo, se ha comprobado una y otra vez que los <strong>de</strong>rechos tienen una vali<strong>de</strong>z<br />
local o limitada en el mejor <strong>de</strong> los casos, a menudo una vali<strong>de</strong>z étnica o <strong>de</strong> clase.<br />
Asimismo, la noción misma <strong>de</strong> humanidad ha cambiado para significar diferentes<br />
sujetos históricos al fin <strong>de</strong> este milenio. Ya no pue<strong>de</strong> hablarse, creo, <strong>de</strong> una humanidad<br />
fragmentada geográficamente, sino – en el nivel <strong>de</strong> la experiencia - <strong>de</strong> una humanidad<br />
colectiva, conectada a <strong>de</strong>specho <strong>de</strong> sus diferencias por esa inmediata sensación <strong>de</strong><br />
aburrimiento y fracaso <strong>de</strong>scrita mas arriba. Y con todo son muy diferentes entre sí, toda<br />
vez que arrastran en el nuevo siglo fi<strong>de</strong>lida<strong>de</strong>s viejas y diferentes a las tradicionales que<br />
los han mantenido aparte en el pasado. El mundo global está fragmentado<br />
culturalmente, aún cuando la cultura americana irrumpa en todas partes, como Mac<br />
Donald’s, su siempre presente mascarón <strong>de</strong> proa. El saldo positivo <strong>de</strong> la fragmentación<br />
es que la humanidad ya no se concibe como mo<strong>de</strong>lada a imagen y semejanza <strong>de</strong>l<br />
hombre europeo. El saldo negativo es que ya no nos importa cómo se conciba. Ha<br />
<strong>de</strong>saparecido, junto con la utopía <strong>de</strong>l hombre ilustrado, como apelada <strong>de</strong>l discurso<br />
político.<br />
No pue<strong>de</strong> por ello encontrase en el fenómeno <strong>de</strong> la globalización instancias claras <strong>de</strong><br />
cada una <strong>de</strong> las categorías políticas fundamentales <strong>de</strong> la política, comunidad, dominio,<br />
ciudadanía. La comunidad <strong>de</strong> la época <strong>de</strong> la globalización es una comunidad <strong>de</strong><br />
información, no <strong>de</strong> interacción política. El dominio político ha sido sustituído por la<br />
manipulación <strong>de</strong> las necesida<strong>de</strong>s. De don<strong>de</strong> la vieja comendación kantiana <strong>de</strong> que la<br />
esencia <strong>de</strong> la ciudadanía consiste en apelar al uso público <strong>de</strong> la razón ha perdido su<br />
sentido. Si habremos <strong>de</strong> hacer abstracción <strong>de</strong> esta ley universal y <strong>de</strong> estas limitaciones,<br />
como el estoico, o si la política tiene aún capacidad <strong>de</strong> revolución y la acción
23<br />
comunicativa es su prece<strong>de</strong>nte inmediato, su heraldo, exce<strong>de</strong> los límites <strong>de</strong> este trabajo<br />
y pertenece al mundo <strong>de</strong> la profesía.<br />
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