El impacto del acoso laboral en los observadores. Estudios de caso ...

212 Revista Latino-americana de Estudos do Trabalho
reuniones... (…) Con Olivia de repente ha sido bien agresiva y entonces
ahí sí me da pena ajena. Me da pena, porque siento que Olivia, bueno,
desde mi punto de vista, es más asertiva, es más de tomar decisiones,
realmente de hacer las tareas. De repente ella opina y entonces, pero
siempre Susana (la directora, V.S.) la pone en su lugar: ‘Ay no, espérate.
No Olivia, así no es’. Y yo veo que a veces, en algunas ocasiones,
se pone roja y se aguanta ella. Por la forma en que se lo dice realmente
es agresivo. Y yo lo veo porque se pone roja. ‘Bueno, maestra, sí’. Y,
bueno, ya no dice nada. Con Fernanda es otra. Con Fernanda yo veo,
que: ‘Fernanda, hay que hacer esto’. – ‘Sí, maestra, pero….” –‘Pues sí,
Fernanda, pero hay que estar trabajando en ello’. La forma en que dice
las cosas. (Rosalinda).
Para identificar aquellos factores que (des)motivan un involucramiento
más activo de las observadoras en el acoso laboral contra colegas
analizaré algunas marcas del sujeto en los discursos de Aleyda y Rosalinda.
Mientras Aleyda utiliza en su descripción de la violencia observada
la deixis de la primera persona plural (nosotros) y conectores comparativos
(igual que a mí…) asumiéndose así como parte de un grupo
de profesores objeto de maltrato laboral; Rosalinda, quien se identifica
como parte de los colaboradores de la directora, elige un estilo narrativo
impersonal que da por entender que ella misma no ha sufrido agresiones
parecidas a las de sus colegas: para referirse a sí misma hace usó de la
deixis de la primera persona singular (yo) expresando de este modo una
distancia entre ella y sus colegas maltratadas así como su posicionamiento
diferenciado frente a la autoridad. De lo anterior se concluye que
la cercanía o lejanía a una autoridad acosadora no explica la pasividad
de los observadores frente al maltrato de terceros. Tampoco parece ser
de relevancia el hecho de haber sufrido en carne propia agresiones de
parte de colegas y/o directivos en el espacio de trabajo (como es el caso
de Aleyda). Dicho de otra manera, el haber sido víctima de maltrato no
genera necesariamente una disposición por defender y proteger después
activamente (y no sólo en el plano retórico) a un colega agredido.
A pesar de compartir las mismas experiencias que la víctima, Aleyda
no expresa sentimientos y actitudes personales frente al maltrato de
su colega. Su estilo descriptivo es casi neutral: no califica los hechos
reseñados por medio de adjetivos. A diferencia, el relato de Rosalinda
integra referencias a su postura moral (“…me da pena ajena. Me da
pena…”). De lo anterior se concluye que tampoco la intensidad de la valoración
emocional y moral de un acto parece ser suficiente para motivar
a un observador a abandonar su rol pasivo.