Introducción > Una difusión capilar 4 La zona del interior de Rímini debe su variada conformación, con amplios y pintorescos valles, a la presencia de un conjunto de colinas y de dos ríos, el Marecchia y el Conca. Se trata de un territorio fértil, habitado por el hombre ya desde la prehistoria, especialmente en la parte donde los declives son más frecuentes y articulados; que cuenta con pequeños y grandes núcleos y que está recorrido por una tupida red de carreteras que lo acerca a las regiones vecinas. Debido a su posición geográfica - entre los Apeninos y el mar y frente a la llanura de Emilia - ha sido desde siempre una zona de paso y, por lo tanto, de encuentro entre culturas diferentes, así como de contiendas y enfrentamientos. El paisaje está fuertemente caracterizado, pues, por las características de tan singular posición. Son, sobretodo, los restos de un Medievo belicoso y fulgurante que se asoma aún desde el monte de San Marino y que corona todavía las colinas con sus ruinas de castillos, que ciñe pueblos con murallas derruidas y que señala con fragmentos de torres unos paisajes que fueron estratégicos. Pero el mismo aspecto de dichos vestigios, tan antiguos como pintorescos, demuestra ser el fruto de unos acontecimientos ya terminados y casi perdidos a través del tiempo. Menos vistosos, menos llenos de ruinas y, si bien se mira, más frecuentes, son unos testigos que cuentan con orígenes diferentes: los que se refieren a una religiosidad muy difundida, que a veces ahonda sus raíces en la antigüedad, tal como lo demuestra una cierta estratificación de elementos en el “lugar sagrado” y a veces en el mismo edificio, aún hoy lleno de vida; mezclados y, es más, estrechamente relacionados con los signos de una laboriosidad pacífica y secular. En las colinas, entre campos cultivados y junto a las carreteras locales, es fácil dar con unos pequeños altares votivos que la devoción popular renueva continuamente; en las afueras de los pueblos se encontrará, con frecuencia, unas capillas que antaño se levantaban junto a unos pequeños hospitales de peregrinos y, en los burgos y pueblos, parroquias de varia forma e importancia, o bien santuarios dedicados a la Virgen. La última guerra mundial afectó profundamente la zona, en los límites de la “Línea gótica”, causando innumerables víctimas y daños enormes a los núcleos urbanos y, naturalmente, a las construcciones de carácter religioso que, con frecuencia, custodiaban importantes testimonios; es más, ellas eran ya de por sí testimonio de historia y tradición, de fe y arte. También el abandono del trabajo en el campo, que registró su máxima intensidad a principios de los años sesenta, afectó la conservación de las construcciones de carácter religioso en todo el territorio. Pero a pesar de todo, todavía hoy los campanarios
5 son elementos muy frecuentes y, en un cierto sentido, los más característicos del paisaje: subrayan la presencia de edificios de culto más o menos modestos y más o menos bien restaurados y protegidos. Quien desee visitar la zona encontrará en todas partes interesantes y, con frecuencia, agradables testimonios de arte religioso y a veces todas unas obras de arte, cuyo significado y belleza se ven exaltados por estar aún en sus lugares de origen y por atenerse todavía a su función original.